Aviso a The Nation sobre la guerra de Irak

NO es nuestra “seguridad nacional”. Y estos NO son nuestros representantes

Revolución #025, 5 de deciembre de 2005, revcom.us

En las últimas semanas, ha surgido una nueva ola de debate sobre la guerra y la ocupación de Irak. Es un momento crítico: lo que se haga ahora puede tener un efecto profundo, y todas las fuerzas políticas están planteando su programa. En momentos como estos los que se oponen a la guerra deben debatir con seriedad y rigor qué está pasando, por qué y qué hacer. Con esto en mente, queremos analizar un editorial de la revista The Nation titulado “Democrats and the War”.

Antes de entrar en materia, repasemos el telón de fondo. Estados Unidos tiene profundos problemas en Irak: las raíces de la insurgencia son profundas y se está fortaleciendo; no ha podido crear un ejército títere iraqui confiable; no ha podido montar un gobierno títere con la suficiente legitimidad para contener los distintos grupos politicos, étnicos y religiosos.

Segundo, las fuerzas armadas estadounidenses están bajo una gran presión. La semana pasada citamos al representante demócrata John Murtha, quien dijo: “muchos creen que el ejército está fracturado”. (“Irak: Conflictos de la cúpula, desafío para la oposición”, irak-conflictos-cupula-s.htm) Un importante artículo de la revista Atlantic Monthly sobre las deficiencias del ejército iraquí cita a un teniente coronel de los marines: “En el actual camino tenemos dos opciones. Podemos perder en Irak y destruir nuestro ejército, o podemos perder a secas”. Añade: “En Vietnam perdimos a secas. Aquí sería perder con consecuencias”.

Entre esas “consecuencias” primero que todo está la “desestabilización” de la red represiva de estados policiales, monarquías feudales y el estado colono de Israel que Estados Unidos ha montado en el Medio Oriente y el golfo Pérsico. El control del Medio Oriente, y del golfo Pérsico en particular, con sus grandes reservas de petróleo, es la piedra angular del predominio estratégico de Estados Unidos sobre los rivales imperialistas de Europa y Asia. Esos gobiernos mesoorientales son sumamente represivos. Por eso es que Estados Unidos manda presos a torturar a Egipto y Jordania; por eso Israel es el “asesor” en materia de aplastar rebeliones e insurgencias urbanas. Por eso es que dichos países reciben miles de millones de dólares e increíbles cantidades de armas y asesoría militar. El gobierno de Bush se ha propuesto reestructurar y reforzar ese aparato represivo y, aunque ciertos elementos de la clase dominante critican esa estrategia, la clase dominante en general no tiene la menor intención de echarse para atrás.

La segunda “consecuencia” que preocupa al gobierno es que cualquier indicio de debilidad de su parte podría hacer que los rivales imperialistas y las naciones y pueblos de la región le pierdan miedo a las fuerzas armadas estadounidenses. Eso, y el hecho de que el gobierno no le ha “vendido” bien la guerra a la ciudadanía, han suscitado las recientes críticas y cuestionamiento a Bush y Cheney.

Sin embargo, ese cuestionamiento es sumamente limitado. Los principales “disidentes” republicanos sobre la guerra (John McCain, senador de Arizona, y Charles Hagel, senador de Nebraska), piden mandar más tropas para controlar el país y para permitir el entrenamiento del ejército iraquí. Unos demócratas dicen lo mismo. Kerry y Edwards piden vagamente “reducciones graduales” de las tropas, que es lo mismo que andan prometiendo Bush, Cheney y Rice. El senador demócrata Josepn Biden pide menos tropas pero más énfasis en el entrenamiento del ejército iraquí. Pero todos y cada uno de ellos están de acuerdo en que no se pueden retirar de Irak y mucho menos de la región. Murtha, el único que ha pedido la retirada de las tropas, propone mantener un contingente grande cerca de Irak “por si se necesita”, y su punto de partida es la preservación de las fuerzas armadas.

En resumen: esos políticos NO debaten los horrores que sufre el pueblo iraquí, NO debaten la justicia y definitivamente NO debaten por qué Estados Unidos ha creado una grotesca bestia militar para someter a otros pueblos. En estos momentos ni siquiera debaten si retirarse de Irak. Lo que debaten es cómo reorganizar la ocupación para reforzar a las fuerzas títeres de Irak y proteger sus intereses imperialistas en la región, y cómo “endulzar” la guerra para que se la trague la ciudadanía.

La dinámica de resistencia

“Endulzar” la guerra es necesario porque la ciudadanía está cada vez más furiosa con ella, y el movimiento de oposición está creciendo. Lo vimos en distintas acciones en los últimos meses y fue un estímulo para las protestas del 2 de noviembre con la consigna de sacar corriendo al gobierno de Bush.

Junto con esto, el ejército está bajo presión. Los militares tienen que regresar al frente tres veces y eso está causando descontento. Los oficiales están renunciando en vez de regresar. La recomendación del senador Murtha de retirar las tropas adujo que “las tropas están cansadas”. El nivel de reclutamiento está muy por debajo de lo necesario y muchos de los que están combatiendo son regimientos de la Guardia Nacional que no esperaban esto cuando se inscribieron. Estos dos factores tienen una influencia mutua: cuanto más se oponga a la guerra la ciudadanía (especialmente las familias de los militares), tanto más podrán las personas decentes del ejército plantear preguntas, y menos podrán los oficiales realizar acciones violentas, brutales e ilegales contra el pueblo iraquí. En la guerra de Vietnam, el ejército no se desintegró del todo, pero estaba dividido por tensiones, disentimiento y resistencia. Perdió efectividad en las operaciones y el gobierno le empezó a perder confianza. Todo eso fue sumamente positivo desde el punto de vista de sus víctimas y de los pueblos del mundo en general, y en última instancia desde el punto de vista de los mismos soldados.

El punto principal es este: la lucha de los de arriba sobre cómo ocupar a Irak, y la lucha de los de abajo contra la ocupación de Irak son dos cosas distintas. Sin lugar a dudas se afectan, y parte de la lucha de los de arriba es cómo contener las protestas. Una de las tendencias del momento es que ciertos líderes demócratas se están poniendo en posición para desviar el movimiento contra la guerra y llevarlo a ser la cola del burro (el símbolo del Partido Demócrata); para canalizar la furia popular contra la guerra hacia uno u otro programa que, al fin de cuentas, será una versión de librar la guerra “más eficazmente”.

¿La seguridad nacional de quién?

El editorial del 28 de noviembre de la revista The Nation entra en este debate. Critica al gobierno de Bush por sus mentiras y dice: “La guerra —una invasión sin provocación, innecesaria e ilegal que se ha vuelto una ocupación al estilo colonial— es una catástrofe moral y política. Como tal, es una mancha en el honor de todo estadounidense que consiente, activa o pasivamente, a su continuación”.

Hasta ahí, todo bien. Pero luego los editorialistas explican que “la guerra también es hoy la principal amenaza a nuestra seguridad nacional”. Chasquean la lengua sobre el costo económico, dicen que “ha llevado la reputación de Estados Unidos en el mundo al punto más bajo de su historia” y advierten que “no se podrá forjar una estrategia constructiva de seguridad nacional” hasta que termine la guerra. El argumento moral del primer párrafo se desvanece y no vuelve a aparecer, pero la frase “seguridad nacional” o “seguridad” aparece cuatro veces e impregna la lógica del editorial.

Por favor, estimados editorialistas, ¿no saben que toda la red represiva del Medio Oriente existe para conservar la posición de predominio de Estados Unidos sobre un horrible sistema global en que la mitad de la población del mundo vive con dos dólares al día, mientras un puñado de privilegiados se da un atracón? ¿Se les olvidó que “nuestra seguridad nacional” no es ni más ni menos que la fuerza militar que se usa para fortificar y extender ese sistema mundial de explotación y opresión? ¿No ven que la lógica de basarse en lo que es bueno para la “seguridad nacional” de un imperio asume implícitamente que es necesario subyugar más eficazmente a sus víctimas?

Y, por favor, no salgan con que van a redefinir la “verdadera seguridad nacional” de tal forma que las fuerzas armadas se porten bien y otras fantasías por el estilo. El mundo no se puede redefinir para que se amolde a uno y a sus metas políticas. Estados Unidos es una potencia imperialista; eso quiere decir que domina a la mayoría de las naciones del mundo política y económicamente, y que también está en contienda con sus rivales (Gran Bretaña, Francia, Japón, Alemania, etc.) y para eso necesita su fuerza militar. La “seguridad nacional” es la preservación y extensión de esa dominación, y por eso es que las tropas de este país hacen lo que hacen en Abu Ghraib y Falluya, e hicieron lo que hicieron en Wounded Knee, en My Lai y en la carretera de la muerte en la primera guerra de Irak.1

Es verdad que la mayoría de la gente que hoy cuestiona la guerra (y la mayoría de los que se oponen) no entienden eso, o no lo entienden de lleno. ¿Pero cómo lo van a entender? Ahora que se está cuestionando todo esto, ¿no es el momento de mostrar claramente cuáles son los intereses y la lógica que han impulsado la guerra… y de llevar a la gente a romper con esos intereses y lógica? Entender eso es lo único que puede capacitar a la oposición a no dejarse engatusar por las exhortaciones a “ir y hacer bien lo que hay que hacer”, que ya es un tema peligroso en el debate nacional sobre la guerra. Del lado positivo, entender eso fortalecerá a la oposición para la lucha y el tumulto que entrañará una batalla seria contra la guerra y contra el gobierno de Bush.

Las omisiones de The Nation son dicientes

Los editorialistas dicen que es vergonzoso que la dirección del Partido Demócrata no se haya opuesto a la guerra (pero inmediatamente lo matizan con salvedades). Después prometen no apoyar a ningún candidato que “no ponga como punto prioritario de su campaña una rápida terminación de la guerra”. Y dicen: “En las próximas semanas y meses, The Nation ayudará a identificar (y fomentará apoyo) a los candidatos que pidan una rápida terminación de la guerra y que empiece la laboriosa tarea de forjar una nueva política de seguridad nacional, que hará posible el fin de la guerra de Irak”.

The Nation tiene varias omisiones notables aquí. Primero, no hace la pregunta que requiere una respuesta inmediata: ¿por qué los demócratas no se han opuesto a la guerra y, es más, la han apoyado, y han dicho que son más capaces de llevar al triunfo este proyecto de extensión de la dominación estadounidense, como dijo Kerry en la campaña presidencial del año pasado y como siguen diciendo otros demócratas? The Nation cita una encuesta que dice que el 73% de la base del Partido Demócrata se opone a la guerra, pero que los líderes han tomado la posición contraria, y sin embargo no explica esta clara contradicción. ¿A qué imperativos responden esos líderes? ¿Qué intereses obedecen? Arriba dimos nuestra respuesta a esa pregunta y, sin entender esto, no se puede emprender una estrategia seria para terminar la guerra.

Segundo, The Nation no pide la retirada inmediata de las tropas y en cambio habla de una “rápida terminación de la guerra”. Esa es una manga muy ancha; por ahí cabe hasta un tanque. Todo mundo dice que quiere una “rápida terminación de la guerra”, empezando con Bush, Cheney y Condoleezza Rice. La cuestión es cuándo, dicen, y siempre extienden la guerra lo necesario para convertir al ejército iraquí en un brazo de los intereses estadounidenses en el país y la región.

Por último, The Nation no hace mención de la acción política independiente de las masas. Esto no es una omisión momentánea. The Nation permaneció muda durante los preparativos para las protestas del 2 de noviembre para sacar corriendo el gobierno de Bush, y este editorial sigue mudo sobre esas protestas y sobre la propuesta de ahogar políticamente el Informe presidencial. De hecho, ni siquiera menciona la idea de acción de masas. Ahora, cuando las contradicciones se están agudizando, dirige toda la atención hacia la arena electoral y nos dice que “no hay otra forma de salvaguardar la seguridad y el honor del país”. Ya hemos mencionado los problemas de concentrarse en la “seguridad del país”, y en cuanto a su “honor”, no lo tiene. Pero si se habla de acabar la guerra, NO es verdad que no hay otra forma. Todo lo contrario: depositar las energías y la confianza en los políticos de la clase dominante, con objetivos y programas de dicha clase, descarrilará la resistencia política y prolongará la guerra; por otro lado, redoblar los esfuerzos y la lucha independientes puede ser una parte crítica de asestarle una derrota política a la case dominante y obligarla a retirarse de Irak.

Estas omisiones están relacionadas entre sí y provienen de basarse en las necesidades de la “seguridad nacional”. La arena electoral NO es donde se decidirá la política nacional hacia Irak. Sí, es casi seguro que en las elecciones primarias de los demócratas se presentarán candidatos que dicen oponerse a la guerra. Sin embargo, si salen elegidos, no tomarán decisiones ni votarán conforme a lo que prometieron, sino como siempre lo hacen: conforme a los intereses generales de la clase dominante.

Esta es la conducta clásica del Partido Demócrata: meter bajo sus alas a todos los movimientos de masas, castrarlos políticamente, y desperdiciar una cantidad increíble de energía, recursos y ansias de cambio. Parece que The Nation empieza con palabras fuertes, pero luego le da a esa vieja estrategia una nueva capa de pintura.

Necesitamos una dinámica diferente

Digamos finalmente a los que les creen a los demócratas y a los que creen que solo mediante ellos se terminará la guerra: ¿creen que aceptarán cualquier demanda del pueblo si no temen que se les salga de las manos? ¿Si no temen que ustedes se les están saliendo del marco habitual de las elecciones? ¿Si no ven que en vez de pensar en la “seguridad nacional” y en “el honor americano” (que nunca ha existido), ustedes buscan y dicen la verdad, y obedecen lo que saben que es correcto y justo? ¿Si no ven que en vez de depositar sus energías y esperanzas en la arena que ellos controlan, se dedican a fortalecer la lucha y la fuerza independiente del pueblo?

Como dijimos la semana pasada: “Necesitamos una dinámica en que la gente que se OPONE a la guerra, junto con la gente que se opone a todas las otras atrocidades del gobierno de Bush y a su dirección fascista, se movilice con sus propias demandas, conforme a sus intereses, de una forma política masiva. Necesitamos una dinámica en que la gente que se opone al gobierno haga que todos los demás sectores de la sociedad le respondan por la fuerza de su tamaño y su determinación. Este es el único camino ‘realista y razonable’… si queremos cambiar la realidad de guerra sin fin, sin límites y sin fronteras, y su concomitante orden interno fascista.

“De inmediato, el urgente desafío es lanzarnos de lleno a montar potentes protestas de masas cuando Bush presente el Informe presidencial en enero, y demandar que se largue y se lleve su programa, con su guerra brutal y reaccionaria. Protestas lo suficientemente masivas y resueltas para que esa sea la cuestión política central del país”.

Esta es la única esperanza concreta, en vez de apoyar a políticos que responden a otros intereses y tienen otras metas.

Ver Wounded Knee [http://rwor.org/a/v19/950-59/956/wound_s.htm]; My Lai [http://www.oz.net/~vvawai/sw/sw31/pgs_03-14/my_lai.html]; y la carretera de la muerte de Irak [http://rwor.org/a/v22/1080-89/1086/irak_s.htm]

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