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Revolución #49, 4 de junio 2006

No sabía que tenía una opción: Hacer frente a la realidad tal como es

Hacer frente a la realidad tal como es para transformarla. Es la declaración más profunda que he oído en la vida y me está impactando como jamás me hubiera imaginado. Fui cristiana fundamentalista durante 13 años; esto dirigió mis pensamientos y acciones desde la edad de 11 años. Aunque a veces flaqueaba en la fe cristiana, no sabía que tenía otra opción. Soy una negra que vive en el Sur; si no soy creyente, ¿entonces qué sería?

Quisiera regresar al principio para explicar lo que me llevó a decidir ser cristiana en primer lugar. En la casa me trataban muy mal y en el contexto de una sociedad que no me valoraba como mujer ni como negra, sentía que desde todas partes me caían los golpes, aunque no era consciente de ello en ese entonces. Asistí a un campamento de la iglesia donde la mayoría de las niñas ya habían “encontrado la salvación”. Me sentí muy incómoda porque era “distinta”. Pongan eso en el contexto de los sermones constantes de que si uno no “se salva” está destinado al infierno y súmenle el “hecho” de que Jesús te ama; para una niña angustiada tenía sentido sumarse a los fieles. No pude imaginarme el dolor que me causaría esa decisión durante los siguientes 13 años.

Como cristiana, me resultaba difícil “apasionarme por dios” por mucho tiempo. Mi vida iba en una dirección que no seguía todas las oraciones y ayunos que hacía. Mi familia terminó en la calle, mi papá me seguía maltratando, y me deprimía tanto que más de una vez pensé en terminarlo todo. Lo que me saca de onda es que de tan desesperada, rogaba a dios que me salvara de todo eso, y ahora veo lo confundida que estaba al pensar que dios me podía salvar de nada. En el mundo en que vivía, las fuerzas externas me dirigían; yo no era más que un títere al que le jalaban las cuerdas. Por un lado mi fe me enseñaba que el destino lo preordena todo, que no me quedaba otra que aguantarme todo ese dolor y sufrimiento. Por otro lado, nos enseñaban a pedir alivio a Jesús. Hasta ahora que estoy escribiendo esto sigo confundida sobre este punto, pero en ese entonces aceptaba cosas que no tenían ninguna lógica.

Una vez le dije a mi mamá que estaba deprimida y que no sabía qué hacer. Se quedó pensativa unos momentos y luego me dijo que me encomendara a Jesús. Me puse furiosa. ¿Qué había hecho Jesús más que ponerme reglas que no podía cumplir y hacer que me diera coraje y tristeza por no ser buena como debía? Nunca pude ser lo buena que debía, y en mis momentos de más angustia me preguntaba si dios podía existir, pero nunca podía hacer la transición al ateísmo. Por una parte, no sabía que tenía esa opción. La iglesia no me iba a enseñar a pensar críticamente sobre sus enseñanzas. Mis padres y mi familia, tan creyentes, no me iban a dar el ejemplo de examinar profundamente lo que creía. Solo llegué a la conclusión de que dios sí existía, pero no para mí.

Quiero explicarles algo que para mí compendia la experiencia del “cristiano renacido” y el fenómeno de reincidencia. Durante los 13 años que fui cristiana, nunca me pude mantener al nivel debido de fe y me alejaba. Durante esas temporadas me sentía deprimida y luego regresaba a la iglesia, o como quien dice, volvía al redil. Al rato me enfadaba de nuevo con la iglesia, dios y la religión, y luego volvía a caer, y así continuaba. Es un ciclo que te mantiene allí dando vueltas una y otra vez. Pero lo que inicia este ciclo es lo que llamaría el síndrome del campamento de entrenamiento de reclutas. Igual que en un campamento de entrenamiento militar, cuando una persona decide ser cristiana, la quiebran. Así como el sargento de instrucción le grita al recluta que es “un gusano, la escoria de la sociedad”, igualmente en la iglesia a uno le dicen: “¡eres un pecador, eres sucio, impuro!”. Te quiebran, quedas vulnerable y los únicos que te recogen son, en el caso del campamento de entrenamiento, los mismos sargentos que te quebraron, o en el caso de la iglesia, el pastor o el maestro quien te dice que todo está bien una vez que aceptes a Jesús como tu salvador personal. Para mí es un símil apropiado y explica lo que ocurre. Este sistema capitalista nos aplasta tanto, uno se siente tan bajo, que no sabe qué hacer. Trata de aliviarse con drogas, alcohol y religión simplemente para que esta vida tenga sentido. Si uno no se enseña a pensar críticamente, se quedará dentro de ese ciclo vicioso.

Ahí entra el presidente Avakian. Escuché “Dios no existe y necesitamos liberación sin dioses”. Estuve de acuerdo con lo que dijo de política, pero cuando se metió con la religión dije: eso no lo toquemos. Entiéndanme, cuando se trata de religión, nos enseñan a no tocarlo. A no cuestionarlo, porque si uno pensara tantito sobre lo que cree, no tendrían ningún sentido todas las contradicciones, la falta de coherencia, la hipocresía, porque la Biblia la escribieron unos tipos en el desierto en una época muy distinta, que no tendrían idea de la vida de hoy y que usaban ese libro para controlar y manipular, y para exculpar su propia crueldad. Nadie creería nada.

Pensé para mí, al oír la charla del presidente Avakian, ¡cómo se atreve a exigirme pensar críticamente sobre mi fe! No es que mi fe fuera un lazo tan fuerte que me conectaba con la realidad y la verdad, sino que yo quería aferrarme al hilito que me quedaba. Ya cuando dejé de enfocarme solo en lo mío, me di cuenta que precisamente el hecho de no hacerle frente a la realidad era lo que agravaba los problemas que tenía y que había sufrido en el pasado. El no hacerle frente no me permitía ser una participante activa en la vida ni escoger el futuro que yo quería para mí y para toda la humanidad. Fue un paso grueso para mí porque una vez que lo capté ya no pude dar marcha atrás.

Antes, cuando la vida me abatía, me le escondía. La religión funciona muy bien para no tener que hacerle frente a las cosas como realmente son. Uno no tiene que transformar la sociedad, no tiene que transformar su propia vida porque dios se encargará de todo. Es un proceso de pensamiento muy peligroso; permite aceptar lo inaceptable y paraliza. Quisiera dar un ejemplo personal de cómo el hacerle frente a la realidad como es para transformarla me ayudó a mí durante un tiempo muy difícil.

Un día al salir del trabajo llegué a la casa y encontré a mi mamá tirada en el piso de la recámara: había sufrido un ataque cardiaco y derrame cerebral. Obviamente eso es algo muy difícil de aceptar y yo quería huir. Quería desaparecerme para no ver a mi mamá sufrir tanto. Solo unos meses atrás, me lo hubiera pasado en oraciones y ayunos. Ahora que me consideraba atea, ¿qué haría? Sentí mucho conflicto. Bueno, hablé con un amigo que me ayudó a entender que yo sí podía confrontar esa situación. Que puedo hacerle frente a la realidad y no tengo que escondérmele ni huir. Me senté y me hice confrontarla. ¿Cuáles podían ser las consecuencias del derrame cerebral y ataque cardiaco que sufrió mi mamá? ¿Qué se puede hacer y qué no se puede? Tuve que confrontar la posibilidad de que mi mamá no lograría sobrevivir, y pensar lo que pasaba si lo lograba o lo que pasaba si no. Tuve que sentarme y hacerle frente a la realidad: ¿cómo iba a responder a las posibles consecuencias?

Hacerle frente así a la realidad me ayudó a mantenerme más calmada durante las semanas que ella estuvo en el hospital; me basaba en la realidad y eso me alivió mucho en lo emocional. Hasta me sorprendí. Comenté a los amigos que si hubiera tenido que recurrir a las oraciones y a dios para sobrevivir eso, me hubiera vuelto un desastre. Hubiera permanecido en un mundo sin realidad, hubiera entregado la fuerza que tenía a un dios en el cual ya no creo, no me hubiera visto capaz de participar en la vida porque hubiera cambiado de un momento a otro a echarle la culpa a dios por permitir que pasara eso, a pedirle perdón y rogarle que curara a mi mamá. Se imaginan en qué estado hubiera caído.

Reconocemos que está mal la dirección en que va encaminada esta sociedad, y mucha gente religiosa también lo reconoce. En eso tenemos puntos en común. Sin embargo, este gobierno aprovecha la religión para dividir a la gente, especialmente los negros. Aprovechan el hecho de que tradicionalmente muchos negros son cristianos; al hacer propuestas y someter a votación medidas que tocan temas religiosos, suponen que los negros votarán con ellos y por ellos. Tristemente, muchos negros se han dejado llevar por ese camino. Como la religión juega un papel tan importante en su vida, su apoyo a los teócratas solo creará situaciones mucho más horrorosas para los negros en este país. Si las autoridades siguen usando la religión como base de la política oficial, el trato a los negros de Nueva Orleáns tras el huracán Katrina será lo normal para todos.

Sé que John Lennon escribió la letra de la canción “Imagine” pero tomemos un momento para imaginarnos un mundo sin religión. La gente ya no se doblaría mentalmente bajo la carga del “pecado”; esa carga se levantará. Podremos cambiar el mundo y liberarnos de las reglas antiguas que durante siglos se han usado para controlarnos y manipularnos. Nos daremos cuenta de que la gente misma tiene el poder, no un espíritu allá en las nubes. Nos motivaremos a ser una fuerza para el cambio, libres de la idea de que somos títeres jalados por otros. Sin dios ni religión para detenernos, podremos crear la sociedad que nos permite ver las cosas como realmente son, en beneficio de toda la humanidad. Abandonar la religión es lo que realmente nos liberará.

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