Issue and Date


Revolución #49, 4 de junio 2006

Reflexiones sobre Water

Still from the film Water

Still from the film Water

A mi madre no le pusieron nombre hasta la edad de cinco años.

Mi abuela vino de China para casarse con mi abuelo en Estados Unidos en una boda concertada. Un día la policía allanó la lavandería donde él trabajaba. Mi abuelo y los demás trabajadores estaban fumando opio, así que se subieron al camión de la lavandería para escapar. Pero el camión se apagó en la vía férrea y un tren chocó con él y los mató. De esa manera mi abuela quedó viuda a la edad de 19 años.

Mi madre nació tres meses más tarde y, como la tradición feudal dictaba que un niño que nace en tales circunstancias es “mala suerte”, no le pusieron nombre. La llamaban “bebé” hasta que la inscribieron en el kinder y la secretaria le dio el nombre de Mary.

Como viuda joven, mi abuela lloró todas las noches. La tradición feudal dictaba que tenía que pasar el resto de la vida al servicio de la familia de su esposo muerto. Trabajaba en la lavandería, cocinaba para los trabajadores y cuidaba a sus dos niñas. Pero un día huyó en busca de otra vida. Cuando regresó a recoger sus dos hijas, la familia del esposo no se las dio. De esa manera mi madre y mi tía terminaron en un orfanato.

Ver la película Water, de Deepa Mehta, me recordó todo esto. La película es una historia del peso aplastante de las crueles tradiciones feudales; de bodas concertadas, pena y rebelión.

Las cadenas de la tradición

1938, Varanasi, India: A Chuyia la casan de niña y enviuda a la edad de siete años. Oímos el sonido de unas tijeras que le cortan metódicamente el pelo y de una navaja que le afeita la cabeza. Se sienta en silencio, sin entender lo que le está pasando, inconsciente de que su vida está a punto de cambiar drásticamente. Se oye un chasquido cuando le rompen los brazaletes. Le quitan la ropa de colores vivos. Su padre la deja en una casa donde 14 viudas pasan una vida de privación y vergüenza.

Las escrituras hindúes dicen que una mujer es la mitad del cuerpo de su esposo. Cuando él muere, ella es la mitad del cadáver. Así que tiene tres opciones: puede dejarse quemar en la pira fúnebre con el esposo; si se le permite, puede casarse con el hermano menor del esposo; o puede pasar una vida de abnegación: la cabeza afeitada, vestida de blanco, con comida simple, pidiendo limosna de día y durmiendo en un suelo frío y duro con otras viudas. Tiene que expiar los pecados que, según las escrituras religiosas, seguramente son la causa de la muerte del esposo.

Chuyia está con viudas de la casta alta, los brahmanes. Pero las tratan como si fueran infrahumanas o de la casta de los intocables. A lo largo del río Ganges la gente se baña con agua sagrada, según las creencias de la religión hindú. Una mañana una de las viudas choca accidentalmente con una señora y esta dice enojada: “Me ha contaminado y ahora tengo que volver a bañarme”.

Desde el comienzo, Chuyia siembra confusión: no acepta la vida nefasta que dicta la tradición. Dice una herejía cuando pregunta: “¿Dónde está la casa de los viudos?”. Infringe las reglas para dar un dulce a una viuda que se está muriendo. Se hace amiga de Kalyani, una joven viuda a quien no le han cortado el pelo. Más tarde nos enteramos de que es porque en la noche la obligan a trabajar de prostituta. Lo que gana, y lo que ganan las demás de limosna, paga la renta y la comida.

Cuando vemos por primera vez a Kalyani, vemos resignación en los ojos. Pero también hay señales de rebelión, como el secreto que comparte con Chuyia: tener un cachorro prohibido. El rechazo ingenuo de Chuyia de las reglas del internamiento la enciende. Se enamora de Narayan, un joven intelectual progresista de una familia privilegiada, que no cree en tradiciones como prohibir que las viudas vuelvan a casarse. Cuando Kalyani anuncia que va a casarse, Madhumati, la viuda tiránica que manda, la encierra y dice: “Nadie se casa con una viuda. Nos hundirás a todas. Nos maldecirán. Tenemos que vivir en la pureza para morir en la pureza”. Saca las tijeras de la tradición y le corta el pelo a Kalyani violentamente; ahora no puede esconder la “vergüenza” de ser viuda. Su frágil viaje a una vida normal se acaba.

A otra viuda, Shakuntula, también la sacude el espíritu rebelde de Chuyia. Los lectores recordarán a Seema Biswas, quien interpreta a Shakuntula, por su papel como Phoolan Devi en la película Bandit Queen. Al comienzo Shakuntula trata de ayudar a Chuyia a aceptar las reglas de la viudez, pero también le impresiona su rebeldía juguetona. El espíritu pisoteado de Shakuntula empieza a levantarse y pone en duda la fe religiosa que la ha llevado a tolerar las grandes injusticias de su vida. Toda la doctrina que ha aceptado está en duda y, con una resolución callada pero intensa, Shakuntula decide desafiar la tradición de una manera que cambiará la vida de Chuyia.

La supresión de Water

Deepa Mehta empezó a filmar Water en Varanasi, India en el 2000. Apenas inició la primera escena cuando un grupo de manifestantes reaccionarios atacó el set. Lo quemaron y lo tiraron al río, y quemaron una efigie de Deepa Mehta. El ataque lo organizaron el BJP (Partido Bharatiya Janata) y otros grupos hindúes fundamentalistas derechistas; dijeron que era una película anti hindú. En las semanas siguientes, los extremistas hindúes desencadenaron una campaña contra Water; Mehta la describió como “una campaña de censura pre-producción impuesta por matones”. Varios periodistas le echaron leña al fuego con mentiras sobre los temas de Water. Un periodista, retado por el productor David Hamilton, respondió: “Esta es una democracia y tenemos el derecho de sembrar mentiras”.

El gobierno estatal mandó irse a Mehta y su equipo cinematográfico internacional. Buscaron otro lugar para filmar pero, ante las amenazas de muerte y los ataques de los reaccionarios, Mehta decidió parar la producción.

En ese entonces el BJP, partido de derecha extremista, estaba en el poder y la censura de Water concordaba con el ascenso del fundamentalismo hindú en India. Mehta dijo: “Censuraban los libros, quemaban pinturas; los fundamentalistas hindúes mostraban su poderío y se proyectaban como guardianes de la fe. Water fue una víctima de todo eso”.

Los mismos poderes religiosos y políticos que obligan a respetar las tradiciones reaccionarias tan vívidamente representadas en Water estaban resueltos a impedir que se filmara. Pero Deepa Mehta también estaba resuelta y cinco años más tarde volvió a empezar la filmación, esta vez en Sri Lanka.

Ventana a la condición del mundo

Al final de la película, antes de los créditos, una nota severa nos lleva de 1938 a hoy: según el censo del 2001, hay 34 millones de viudas en India, y a muchas las tratan como parias. Es difícil mirar la escena en que le afeitan la cabeza a Chuyia, le rompen los brazaletes, la deshumanizan, sin pensar en cómo los fundamentalistas oprimen a la mujer por todo el planeta: los fundamentalistas islámicos que la obligan a taparse con un chador o burka, o los teócratas de Estados Unidos que prohíben el aborto.

De hecho, Water no es únicamente una ventana al pasado, sino un comentario sobre la urgencia de hoy. En una entrevista de 2005, Deepa Mehta dijo: “Water es la historia de tres mujeres que tratan de romper ese ciclo, encontrar dignidad y quitarse de encima el yugo de la opresión, y si inspira a hacer algo en varias culturas, eso es lo importante”.

Recuerdo cuando entrevisté a unas viudas jóvenes en Nepal. Eran combatientes maoístas cuyos esposos cayeron en combates. Llevaban ropa de colores vivos y cuando posaron para una foto extendieron los brazos para mostrar los brazaletes. Me explicaron que era una señal de rebelión contra las tradiciones feudales sobre la “viudez”. No aceptaron llorar la pérdida del esposo el resto de la vida ni pasar la vida al servicio de su familia; al contrario, estaban resueltas a seguir luchando.

La historia de Chuyia tiene lugar en los años 30, en medio de la lucha por la independencia de India. Mehta establece un paralelo entre el deseo de las viudas de librarse y la lucha de India para quitarse de encima el colonialismo inglés. Narayan, el abogado que se enamora de Kalyani, es un intelectual que simpatiza con Gandhi y se opone a algunas tradiciones feudales opresivas, como las bodas concertadas y el horrible tratamiento de las viudas.

Al final de la película, hay una escena metafórica, desde el punto de vista de Deepa Mehta, en que el tren de Gandhi representa la liberación de la pesadilla de la casa de las viudas. Pero en realidad, el camino de Gandhi no llevó a la liberación de la mujer en India. Durante el mismo período de la historia de India, había fuerzas mucho más radicales y revolucionarias, especialmente los comunistas, que atacaron el colonialismo inglés y todo el sistema imperialista, que sigue dominando India hoy. El conocido revolucionario Bhagat Singh (representado en la película The Legend of Bhagat Singh) fue un joven que captó que Gandhi era representante de fuerzas sociales que no podían desafiar todas las relaciones económicas, políticas y sociales que oprimen a las masas. Se volvió ateo y comunista, y el gobierno colonial lo ejecutó siete años antes de la época en que se desarrolla Water.

En la película, Shakuntula le pregunta a Narayan: “¿Por qué envían a las viudas aquí? Tiene que haber una explicación”. Narayan contesta: “Una boca menos que alimentar. Cuatro saris. Una cama. Un rincón en la casa familiar. No hay otra razón. Disfrazado de religión, en realidad es cuestión de dinero”.

La explicación de Narayan describe la situación a nivel de la familia individual, pero es una relación más compleja de economía y de tradición e ideología. India se independizó formalmente en 1947 cuando acabó el gobierno colonial británico, pero hoy sigue siendo un país capitalista subordinado a las relaciones internacionales del imperialismo. Esas relaciones capitalistas incorporan tradiciones económicas feudales y descansan en una red opresiva de tradiciones, cultura e ideología feudales. Así hoy conviven una pesadilla urbana de maquiladoras de alta tecnología, trabajo infantil y tugurios en las zonas urbanas, y el viejo sistema de castas, fundamentalismo religioso y pensamiento y prácticas feudales.

En una escena de Water, un hombre religioso le dice a Shakuntula que se ha aprobado una ley que les permitirá a las viudas volver a casarse. Cuando ella pregunta “¿Por qué no nos enteramos?”, él contesta: “Hacemos caso omiso de las leyes que no nos benefician”. En India hay leyes que prohíben casarse con niñas, discriminar a las viudas, negarle educación a la mujer y quemar novias por la dote. Pero todo eso se impone con furor y arruina la vida de centenares de millones de mujeres. Por todo el planeta la mujer sigue siendo aplastada por el peso de la tradición patriarcal, en el tercer mundo y en los países capitalistas avanzados (como Estados Unidos, donde se fomenta el fundamentalismo religioso de la Casa Blanca para abajo).

Water es una potente crítica de la matriz universal de las retrógradas tradiciones, cultura e ideas patriarcales que legitiman e imponen la opresión de la mujer. Según las escrituras hindúes, las aguas del Ganges lavan los pecados, pero como se ve en Water ese agua sagrada también ahoga.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond