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Revolución #50, 11 de junio 2006

El gobierno proclama: ¡Alístense para parir!

¿No estás pensando en tener un niño? Al Centro de Control de Enfermedades (Center for Disease Control, CDC) le vale. En su opinión, si eres una de las 62 millones de mujeres del país en edad reproductiva, estás pre-embarazada. Eres una matriz. Una futura incubadora.

Además, en opinión del CDC, los médicos, el gobierno, la prensa y los cruzados culturales deben unir fuerzas para hacer que te prepares para el embarazo.

Un nuevo informe del CDC da medidas detalladas de intervención en la vida, los servicios médicos y la conducta de todas las mujeres “desde la menarquia hasta la menopausia, que pueden tener niños, aunque no lo estén pensando”.

El informe se queja de que la mitad de los embarazos no se planean y de que la madre puede hacerle daño al feto desde el momento de la concepción hasta que se da cuenta de que está embarazada. Al CDC no le importa en absoluto facilitar que la mujer pueda planear el embarazo o que pueda terminar un embarazo no deseado. En el informe de 43 páginas no se habla ni una vez de control de la natalidad ni del aborto electivo.

En cambio, el CDC se sumerge en la lógica del movimiento contra el aborto: la lógica que dice que el desarrollo de un feto, es decir, un ser humano en potencia, es más valioso e importante que la vida de la mujer en la cual se desarrolla ese feto. Ahora el CDC lleva esa lógica más lejos: dice que la vida en potencia de un feto que todavía no existe es más importante que la vida de la mujer.

¿Pero qué es un feto? No es más que un ser humano en potencia, que solo puede llegar a ser un ser social independiente siendo una parte subordinada del cuerpo de la mujer y de sus procesos biológicos durante meses.

Es alarmante que haya tanta confusión sobre el hecho de que la vida de una mujer formada (y su voluntad) es más valiosa que esa parte subordinada de su biología. También es un indicio de adónde va la situación si no proclamamos con furia e indignación por toda la sociedad que “¡La mujer NO es una incubadora!”.

El CDC recomienda un cambio radical de los servicios de salud de modo que cada vez que una mujer vaya al médico, este “intervenga” para que ella esté preparada para el embarazo. ¿Llevas al médico a tu bebé para que lo vacunen o a tu hijo de ocho años porque tiene fiebre? El médico puede “intervenir” en tus hábitos alimenticios, peso y conductas de riesgo. ¿Tienes diabetes o epilepsia y estás buscando tratamiento médico? El CDC dice: “Separar la maternidad del tratamiento de los problemas crónicos y de las enfermedades infecciosas les causa un riesgo innecesario a la mujer, sus futuros embarazos y sus futuros hijos”.

Además, el CDC dice que las actitudes hacia la maternidad y hacia la preparación para la maternidad están “influenciadas por las experiencias de la infancia y las normas sociales imperantes”. Como consecuencia, recomienda una cruzada cultural y de los medios de comunicación para cambiar las “actitudes públicas” y destacar “la importancia de conductas saludables previas a la concepción”, como no fumar, no beber alcohol, comer bien y no subir de peso.

Prepárense para que los fanáticos religiosos que ahora se paran en las puertas de las clínicas de aborto vayan a molestar a las mujeres que entran a bares, fuman o comen en McDonald’s. Prepárense para ver juicios de mujeres por delitos contra sus futuros fetos. Prepárense para que a las mujeres las vigilen sus propios médicos y empleados de “educación, vivienda y planificación urbana”. Y prepárense para un clamor de que hay que separar o esterilizar a las mujeres que no están en condiciones de tener hijos, según la opinión de entidades del estado u otras organizaciones.

¿Demasiado extremo? ¡Abran los ojos y miren bien!

Ya hay un movimiento de abogados teócratas que respalda a un movimiento de farmacéuticos fundamentalistas que se niegan a despachar anticonceptivos. Un segundo estado, Louisiana, ha prohibido el aborto (igual que Dakota del Sur), y el senador Tom Coburn y otros piden la pena de muerte para los que practican abortos. Ya han metido a la cárcel con leyes de “protección” al feto a mujeres que se han inducido un aborto o a personas que las han ayudado, ante la carencia de servicios de salud legales.

Consideremos que el reverendo Thomas J. Euteneuer, director de Human Life International, ha dicho que las leyes altamente represivas de El Salvador contra el aborto son “una inspiración”. Allí, “en caso de que un aborto se complique y el médico tenga que hacer una histerectomía, mandan el útero al Instituto Forense, donde los médicos del gobierno lo analizan y lo guardan como evidencia contra la mujer” (revista del New York Times).

Pensemos que el comandante en jefe George W. Bush ha recibido y apoya al grupo “Snowflakes”, un movimiento fundamentalista que busca mujeres para que incuben todos los embriones congelados que no se usan en las clínicas de fertilidad (que normalmente se desechan). Luego, sacan fotos de esos bebés con el presidente para proclamar que todas las mujeres deberían ofrecer su útero para “salvarlos”.

El CDC dice que le preocupa la alta mortalidad infantil de los niños de madres pobres que no tienen seguro, pero eso es puro cuento. Es verdad que la mortalidad infantil de los niños negros de Brooklyn es como la de muchos países del tercer mundo, pero las propuestas del CDC tienen implicaciones potencialmente genocidas.

Recomienda fuertes intervenciones en la vida de las mujeres que tienen alto riesgo por factores como raza y situación económica; pero el objetivo de las “intervenciones” no es cambiar las condiciones que causan pobreza, mal servicio médico o violencia doméstica, sino meterse más en la vida íntima y en todos los aspectos de la vida de millones de mujeres pobres.

No olvidemos la vergonzosa historia de este país de quitarles los niños a los amerindios porque no eran “buenos padres”. Ni olvidemos la esterilización de las mujeres negras y puertorriqueñas que iban a los hospitales de beneficencia a dar a luz.1

El informe del CDC presenta una posición inmoral contra la mitad de la humanidad. Es necesario contestarle: que los científicos y los médicos critiquen sus recomendaciones; que los historiadores y científicos sociales expliquen lo que pasó en la Alemania nazi cuando declararon que todas las mujeres eran reproductoras; y más que todo, que millones de mujeres y hombres furiosos clamen que no nos dejaremos llevar a un mundo donde el estado y la religión controlan la reproducción y la vida de la mujer.

1. Esto continuó hasta los años 70. Se documenta en Killing the Black Body: Race, Reproduction and the Meaning of Liberty, de Dorothy Roberts, y en Judith A.M. Scully, “Maternal mortality, Population Control, and the War in Women's Wombs: A bioethical analysis of quinacrine sterilizations”, en 19 Wisconsin International Law Journal 103.

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