Revolución #54, 23 de julio de 2006


Por qué George Bush define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer… o

Por qué la familia no ha sido siempre así… y por qué el futuro encierra algo mucho mejor

Primera parte: Perspectiva histórica y materialista

George W. Bush quiere una enmienda constitucional que “defina el matrimonio en Estados Unidos como la unión de un hombre y una mujer”. Sostiene que el matrimonio “es la más perdurable e importante institución humana, honrada y alentada en todas las culturas y por todas las religiones”, y dice que nos llevará el diablo si “redefinimos el matrimonio”.

Los fundamentalistas cristianos dicen que dejar que los gays se casen destruirá la “santidad” del matrimonio y que la institución del matrimonio ha existido en la sociedad humana como es por miles de años. Bush dijo lo mismo: “Después de milenios de experiencia humana, unos pocos jueces y autoridades locales tienen la osadía de querer cambiar la institución más fundamental de la civilización”.

¿Pero es verdad que el matrimonio y la familia son instituciones eternas e inmutables que siempre han sido iguales a lo largo de la historia en distintas épocas, sociedades y culturas?

En una palabra, no.

Una explicación más detallada nos muestra cómo cambia la sociedad; por qué este tema suscita hoy tanta polémica; y por qué es importante que toda la gente progresista y el proletariado confronten y rechacen los ataques contra el matrimonio gay y la campaña para reforzar las cadenas de la opresión de la mujer. Examinemos esto a fondo.

Para comenzar: en Roma, la palabra familia se refería al conjunto de famulus (esclavos domésticos). La palabra familia describía una nueva institución social: el conjunto de esposa, hijos y esclavos de un hombre, sujetos a él. Otro ejemplo se ve en la Biblia: “No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su sierva, ni su buey, ni su asno: nada de lo que le pertenezca”. Aquí, la mujer, los sirvientes (esclavos), los bueyes y los asnos son la propiedad del hombre.

En estos dos ejemplos se ve que la institución “más perdurable” de la familia que Bush tanto alaba se entrelaza con la esclavitud desde un comienzo. Esto ilustra que a lo largo de la historia “la familia” ha sido un reflejo de las relaciones económicas y sociales del momento. Por eso, las relaciones sexuales, el matrimonio y la familia, la reproducción y la crianza de los niños han variado a lo largo de cientos de miles de años.

En las sociedades primitivas se practicaban “matrimonios de grupo” (cohabitación de grupos de hombres y mujeres). Se practicaban poligamia (un hombre tenía varias esposas) y poliandria (una mujer tenía varios esposos). En algunas culturas se permitía el matrimonio de parientes, y en otras estaba estrictamente prohibido. Ha habido una variedad de prácticas homosexuales. Ha habido diferentes formas de monogamia. Ha habido sociedades matrilineales en que los hijos pertenecen a la familia de la mujer, y por miles de años de sociedad de clases ha dominado el patriarcado, en que los hombres controlan la familia y las principales instituciones de la sociedad.

De nuevo vemos que el matrimonio NO es una institución eterna, inmutable y sagrada de la sociedad humana.

¿A qué se deben estos cambios? ¿Son algo accidental? ¿Se deben a la biología humana y al “deseo sexual”? ¿O son una “guerra natural de los sexos”?

¿POR QUÉ han cambiado en el transcurso de la historia las relaciones sexuales, el matrimonio y la familia? ¿Qué fuerzas fundamentales han motivado y hecho posible esos cambios?

Para responder a estas preguntas, tenemos que identificar el factor determinante de la historia humana. Esto se analiza con una perspectiva histórica y materialista en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Federico Engels. Profundizando el análisis marxista de la familia y el matrimonio, Engels postula que el aspecto fundamental de la vida y la sociedad de los seres humanos es la producción y la reproducción de la vida: es decir, la producción de los medios para satisfacer las necesidades básicas (comida, ropa, techo y las herramientas necesarias para su producción); y la reproducción de los seres humanos (la procreación y la crianza de los niños).

Cada generación hereda las fuerzas productivas que han evolucionado hasta ese momento, con cierto carácter y nivel. Si observamos cualquier punto de la historia humana, veremos cierto desarrollo de la tecnología y las herramientas, las materias primas, el conocimiento científico y los seres humanos. Veremos además que, en términos generales, a los distintos niveles de las fuerzas productivas corresponden ciertas relaciones de producción. Asimismo veremos que sobre las relaciones básicas de producción de la sociedad surge una superestructura (política, educación, cultura, ideas, tradición, etc.) que refuerza dichas relaciones de producción.

La familia ocupa un papel muy importante en esa superestructura. Es la encargada de transmitir las tradiciones, las ideas, la moral, las “normas” sociales e inclusive el concepto mismo de la familia. Esto se ve claramente en las sociedades y épocas en que las familias vivían dispersas en el campo y la familia era la responsable de educar a los hijos. Pero inclusive en la sociedad urbana contemporánea, la familia es crucial para socializar a los niños e inculcarles las ideas y relaciones dominantes de la sociedad.

Matrimonio y tradiciones

En los últimos siglos la familia y el matrimonio también han cambiado: ha habido cambios de las leyes y del pensamiento y el comportamiento al respecto. Lo que hoy es una tradición aceptada, justificada e impuesta, mañana puede ser prohibido por la ley y rechazado por la sociedad, según cambien las relaciones económicas y sociales, y la correspondiente cultura y mentalidad.

Veamos un ejemplo: en el siglo 19 Estados Unidos tenía leyes contra el mestizaje y era un delito grave casarse con una persona de otro grupo étnico. Esas leyes se basaban en la Biblia. En 1965, Leon Bazile, un juez de Virginia, mandó a la cárcel a una pareja mixta porque: “Dios Todopoderoso creó las razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja, y las puso en distintos continentes. Él separó las razas porque no quería que se mezclaran”. El fallo de ese juez estuvo en vigor hasta 1967, cuando la Suprema Corte lo anuló en el caso Loving vs. Virginia (representado en la película de 1996 Mr. & Mrs. Loving).

Las relaciones económicas del sistema de esclavitud y las ideas racistas que acompañan la explotación y opresión de los negros han dado lugar a leyes racistas como estas. Además, este ejemplo muestra la estrecha relación histórica entre el racismo y la religión en el sur del país.

El gobierno tuvo que cambiar tales leyes por dos motivos: la enorme lucha popular del movimiento de derechos civiles y, al fin de la II Guerra Mundial, la necesidad de presentarse como defensor de la democracia (y no del racismo y la discriminación) en oposición a sus rivales imperialistas Francia e Inglaterra; y durante la guerra fría, en oposición a la Unión Soviética. Pero todo eso no terminó con la fuerte discriminación y racismo de esta sociedad.

En muchas partes del mundo donde todavía hay relaciones económicas y sociales semifeudales, estas se manifiestan en las tradiciones matrimoniales. En el feudalismo, la aristocracia es dueña de la tierra, la riqueza y el poder, y las masas trabajan la tierra. La familia feudal es una unidad económica y social que refuerza esas relaciones de propiedad. La mujer se compra y se vende directamente como propiedad: el padre la casa o la vende como sirvienta, a cambio de más dinero para la familia o como pago de una deuda. Para la aristocracia el matrimonio es un medio de aglutinar la riqueza y el poder de varias familias y grupos. Para los campesinos, el valor de la mujer se mide por su trabajo y su prole, que aportará más brazos para el trabajo y herederos de la tierra.

Hoy, los países del tercer mundo están subordinados a las relaciones internacionales del imperialismo en un mundo en que un puñado de países capitalistas domina y explota al resto del mundo. Las relaciones económicas, sociales y culturales semifeudales se han integrado al sistema capitalista global. Apoyan las relaciones del imperialismo y, a la vez, se manifiestan de formas viejas y nuevas.

Veamos por ejemplo las tradiciones matrimoniales feudales en India y otras partes del mundo que dictan que los miembros de distintas castas no se pueden casar; que las viudas no se pueden volver a casar y deben pasar el resto de la vida en la pobreza y el aislamiento social; que los padres arreglan el matrimonio de sus hijos; que los padres casan a niñas de diez años con hombres mayores.

Estas tradiciones son una manifestación de las relaciones económicas y sociales de la sociedad feudal que considera a la mujer como propiedad de la familia. Hoy, aunque se han prohibido algunas de estas prácticas, la “tradición familiar” las conserva, junto con las ideas que las justifican.

La globalización ha llevado alta tecnología a muchas partes del mundo, pero ha integrado en las relaciones económicas y sociales del capitalismo las tradiciones familiares religiosas y feudales más retrogradas. En grandes partes del mundo los padres venden a sus hijas a prostíbulos, las mujeres tienen que salir cubiertas de pies a cabeza y matan a la mujer que “deshonre” a la familia, es decir que tenga relaciones sexuales fuera del matrimonio, inclusive si ha sido víctima de una violación.

Quizá sorprenda que en la mayor parte de la historia humana el “amor” como lo definimos hoy no tenía nada que ver con el matrimonio. Este es un tema común de las novelas y películas de otras épocas: en el mundo feudal de reyes y emperadores, señores y campesinos, dos enamorados, como Romeo y Julieta, no se pueden casar por las rígidas reglas de la tradición y la familia. En esos tiempos, la dote y otros rituales y costumbres tenían el propósito de crear y consolidar nuevos hogares y de heredar la riqueza. La trágica historia de la joven que no se puede casar con su amado porque su familia la ha comprometido con otra familia poderosa también demuestra que las monarquías y familias reales de Europa, las dinastías de Asia o los imperios de otras partes del mundo son el producto de guerras, rivalidades y alianzas políticas en que el matrimonio desempeñaba un papel importante.

El capitalismo, la propiedad privada y la familia

En la sociedad de clases, entonces, las relaciones sociales de la familia manifiestan y refuerzan las relaciones de propiedad predominantes.

¿Y qué pasa en el mundo de hoy? ¿Cómo se manifiestan las relaciones de propiedad del capitalismo en el matrimonio y la “familia moderna”, y cómo a su vez esas instituciones influencian y refuerzan las relaciones económicas del capitalismo?

En primer lugar, en la historia de la sociedad de clases, el patriarcado se ha manifestado de distintas formas en el matrimonio y la familia. Hace miles de años, en las sociedades esclavistas, todos los miembros de la familia vivían bajo la autoridad absoluta del patriarca. Unos eran propiedad directa para comprar y vender, como las mujeres y los esclavos capturados en batalla. En la sociedad feudal, la mujer también vivía subordinada al patriarca de la familia y, como hemos visto, era considerada propiedad de la familia.

Ahora, en el capitalismo, el patriarcado y el tratamiento de la mujer como propiedad privada no se manifiesta de la misma forma que en la sociedad esclavista y en la sociedad feudal; pero continúan y siguen siendo una expresión de relaciones de clase de opresión.

En el capitalismo, la clase explotadora, la clase capitalista, es dueña de los medios de producción: las fábricas, las máquinas y el capital de inversión. Pero la burguesía no es dueña de los trabajadores que explota. Las masas populares tienen que venderle su fuerza de trabajo para subsistir.

Se dice que en el capitalismo el individuo es “libre”; que, a diferencia del esclavo o del siervo feudal, el trabajador de hoy tiene libertad dentro del mercado capitalista de trabajo. Pero ese espejismo de libertad oculta la realidad de la subyugación del proletariado a la burguesía. Para la gran mayoría, la “libertad” se reduce a esto: libertad de escoger si trabajar o pasar hambre; libertad de escoger el explotador al cual venderle la fuerza de trabajo; libertad de “trabajar para el patrón” o de trabajar por su cuenta en la economía informal (donde también operan las leyes de competencia del capitalismo).

Esta es la naturaleza básica de las relaciones de producción en el capitalismo, y tales relaciones económicas se manifiestan en la institución del matrimonio y la familia, y la refuerzan. Aquí también opera el espejismo de la libertad: que en la “familia moderna” la mujer es libre, que tiene opciones y que controla su propia vida.

En el capitalismo, es cierto, la mujer no es propiedad directa del esposo ni el padre la compra y vende directamente, pero las relaciones sociales patriarcales conllevan mil formas de brutal opresión.

La familia es la unidad económica básica de consumo en la sociedad y esto va contra la independencia y la liberación de la mujer. ¿Cuántas mujeres viven en relaciones vacías o violentas porque no tienen dinero para irse y caerían en la pobreza o acabarían en la calle?

Las relaciones de hombres y mujeres son un espejo de las relaciones económicas de la sociedad capitalista. El hombre desempeña el papel de la burguesía en la familia. La división del trabajo en la familia es opresiva y relega a la mujer al papel de esposa, madre y ama de casa. Por otra parte, el cuerpo de la mujer se cosifica y se vende en el “mercado” de relaciones sexuales. Constantemente nos bombardean con ideas e imágenes degradantes que reducen a la mujer a la categoría de mercancía. La cosificación del cuerpo femenino (y de las relaciones sexuales) es sumamente común en la cultura popular actual. Por ejemplo, la mentalidad de “sexo en la ciudad” da la apariencia de que la mujer “es libre y no se deja”. Pero en realidad, se reduce a: “Yo determino cómo me van a explotar”. Esto se parece a la torcida noción de que si los ejecutivos de la industria del sexo fueran mujeres, no habría explotación y deshumanización.

¿Qué dice sobre la naturaleza de la sociedad capitalista el que cada día, hora y minuto millones de mujeres sufran violaciones, golpes, incesto y acoso sexual?

En el capitalismo, la familia es crucial para mantener el control y la cohesión social: es crucial para criar y socializar a los niños, para enseñar las ideas y los valores tradicionales que refuerzan las relaciones de propiedad predominantes. Eso no es posible sin la subordinación tradicional de la mujer en la familia.

Por eso, para la clase dominante y los movimientos reaccionarios “la mujer debe estar en su casa”. Por eso, los reaccionarios atacan tanto a la mujer para volver a meterla a su papel tradicional ahora que el mismo capitalismo está minando la base de la familia tradicional.

Dos lados, dos futuros

En las últimas décadas, se han operado importantes cambios en la “familia nuclear tradicional”. La mayoría de las mujeres tienen que trabajar y no son amas de casa de tiempo completo. Muchos matrimonios se divorcian. Las familias inmigrantes están divididas. La cabeza de muchas familias es una mujer y muchos niños nacen “fuera del matrimonio”.

Estos cambios plantean contradicciones muy volátiles y problemáticas para la clase dominante. Por ejemplo, cuando la mujer empieza a trabajar fuera de casa, su experiencia y su perspectiva de muchas cosas se amplían. Tener cierto grado de independencia económica cambia la manera de ver el papel propio en la sociedad. Todo esto va contra la necesidad de la clase dominante de reforzar los valores tradicionales y mantener la cohesión de la familia. Por eso, los fascistas cristianos y otros movimientos reaccionarios están en una ofensiva para someter a la mujer a la autoridad del hombre y a las relaciones patriarcales de la sociedad capitalista.

Por eso vemos la fanática cruzada contra el aborto (con una versión demócrata de que sea “legal pero poco común”) y la ofensiva cristiana fascista contra el control de la natalidad. Por eso vemos la promoción de una moral “tradicional” y religiosa retrógrada que busca poner a la mujer “en su debido lugar”. Por eso vemos que los teócratas tratan de someter a la mujer a una interpretación literal de la Biblia. Por eso vemos los ataques contra el matrimonio gay, como leyes y enmiendas teocráticas para definir el matrimonio conforme a la moral bíblica, y como la Ley de Defensa del Matrimonio que firmó Clinton en 1996.

Simultáneamente, el imperialismo apoya gobiernos de países como Arabia Saudita y Afganistán, que imponen las más horribles restricciones a la mujer, a pesar de que se las da de preocuparse por las mujeres del tercer mundo.

Hoy, en medio de una campaña de supremacía mundial, esto está empeorando pues los imperialistas necesitan reforzar la estabilidad social interna de Estados Unidos; para ello, refuerzan las relaciones familiares y los valores tradicionales.

El horrible futuro que el capitalismo le ofrece a la mitad de la humanidad es una prueba patente de que este sistema es completamente obsoleto.

NO necesitamos que se refuercen las cadenas tradicionales de la mujer. Necesitamos romperlas y que la mujer se libere y toda la humanidad se emancipe. Existen las bases para luchar por esa visión tan radical y trascendental, y por plasmarla en realidad.

La segunda parte de este artículo tratará: El socialismo, el comunismo y la abolición de la familia.

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond