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Revolución #68, 5 de noviembre de 2006

La guerra de Irak…
“¿…Y SI GANAN LOS DEMÓCRATAS?”

De su propia boca

Consideremos las siguientes declaraciones de la dirección del Partido Demócrata:

Consejo de Dirección Demócrata, 20 de octubre:
“Una nueva estrategia para ganar la guerra contra el terror. Necesitamos una nueva estrategia que utilice todas las herramientas del poderío estadounidense para garantizar la seguridad de nuestro país. América tiene que dirigir la lucha del mundo contra el mal y el totalitarismo, pero no debemos tratar de ganarla solos. Debemos reformar y reforzar las instituciones multilaterales para el siglo 21, en vez de abandonarlas. Tenemos que fortificar ‘la línea verde’ de las fuerzas armadas por todo el mundo reclutando a más Fuerzas Especiales y Marines y aumentando el ejército con 100,000 soldados”.

Howard Dean, presidente del Comité Nacional Demócrata:
“Los fracasos del gobierno de Bush han perjudicado nuestra capacidad de ganar la guerra contra el terror. Como dijo el presidente Clinton, los demócratas estamos a favor de medidas duras y a la vez inteligentes, y seguimos comprometidos a ganar la guerra contra el terror”.

Rahm Emanuel, presidente del Comité Demócrata de la Campaña Congresional, declaración ante la Cámara, junio de 2005:
“El debate actual es si el pueblo americano quiere mantenerse leal a un presidente y un Congreso que han abandonado sus obligaciones o escoger una estrategia capaz de ganar la guerra contra el terror. No saldremos victoriosos si nos aferramos al statu quo y al Partido Republicano. Los demócratas estamos resueltos a llevar la guerra al enemigo”.

Harry Reid, líder demócrata del Senado, 10 de agosto:
“El terrorismo es la mayor amenaza a nuestra seguridad”.

Millones de personas, indignadas con el gobierno de Bush, esperan que los demócratas ganen las elecciones y recuperen ambas cámaras del Congreso, y que eso lleve a un cambio radical en la dirección del país: que ponga fin al monopolio del poder de los derechistas republicanos, al extremismo de Bush, a nuevas guerras y a la ocupación de Irak.

¿Pero tiene fundamento esta esperanza? ¿Qué pasará si los demócratas ganan?

Veamos el tema central de estas elecciones para los votantes: la guerra de Irak. ¿Cuánta influencia tendrá un Congreso dominado por los demócratas? ¿Que dicen los demócratas en la campaña y cuál es su programa? En un plano más profundo, ¿qué clase de partido es y qué problemas enfrenta?

Examinando esas preguntas, se ve que un Congreso demócrata sería un cambio… pero no la clase de cambio que millones de personas buscan: no rectificará la campaña de guerra y represión de Bush. De hecho, el programa demócrata se parece mucho al programa de Bush. Incluso, la situación podría resultar peor con una victoria demócrata, especialmente si frena el surgimiento de una oposición popular masiva.

En pocas palabras, las elecciones de noviembre ocurren en el contexto de sucesos sumamente importantes, cuando el mundo está en punto de viraje y se avecinan mayores trastornos. Pero esta realidad, lo que está en juego y los intereses de las masas populares no se expresan en ninguna parte de esta campaña, ni tampoco en la retórica o en el programa de la “oposición” demócrata.

Su poder: “Formidables limitaciones políticas e institucionales”

Históricamente, la rama ejecutiva del gobierno ha manejado las relaciones exteriores, y tanto el Congreso como los tribunales le ceden el poder al presidente, especialmente en tiempos de guerra. El gobierno de Bush ha llevado esto a un nuevo nivel: es más impenetrable, más tapado y ha marginado más al Congreso que cualquier ejecutivo de la historia del país. Se ha atribuido, por ejemplo, el derecho de decidir qué parte de cada ley aceptar por medio de “declaraciones a la hora de firmarlas”. La guerra de Irak es un buen ejemplo de todo esto: la preparó e inició en secreto, sin debate público, en aras de metas que nunca ha explicado.

Como resumió el New York Times el 27 de octubre: “Incluso si los demócratas ganan una o ambas cámaras del Congreso, no tendrán la autoridad de cambiar el curso de la guerra de manera significativa”. También comentó (el 8 de octubre) que tendrían “formidables limitaciones políticas e institucionales”, como el hecho de que muchos demócratas son derechistas. Por ejemplo, un candidato demócrata de Indiana dijo hace poco: “Esto es lo que creo: me opongo al aborto, estoy a favor del matrimonio tradicional y de la Segunda Enmienda [que dice que los ciudadanos pueden tener armas de fuego]”. Un analista demócrata lo resumió así: “La dinámica primordial en estas elecciones es la guerra. La paradoja es que una vez que [los demócratas] se apoderen del Congreso, no podrán hacer mucho. Esta es la gran ironía de estas elecciones”.

La única manera de cambiar la ecuación radicalmente es por medio de un movimiento popular que saque del poder al gobierno de Bush (esto es lo que El Mundo no Puede Esperar se está esforzando por forjar). Tal movimiento podría llevar a un juicio de destitución, pero ningún candidato demócrata al Congreso está haciendo campaña a favor de esto y la dirección del partido lo ha descartado. Cuando le preguntaron si el Partido Demócrata descarta la idea de un juicio de destitución, Nancy Pelosi, que será presidente de la Cámara de Representantes si hay una mayoría demócrata, respondió: “Es una pérdida de tiempo”.

Esta decisión no tiene nada que ver con “perder el tiempo” (si el objetivo es parar el programa de Bush, ¿cómo podría ser perder el tiempo?), con la debilidad ni con el miedo de “alejar a los votantes” (en realidad alegraría a millones). Como vamos a analizar más adelante, es porque a) los demócratas están de acuerdo con el programa general de Bush; b) saben que la extrema derecha, y su núcleo de fascistas cristianos, sigue muy bien organizada, financiada y poderosa, y que cualquier intento de dar marcha atrás al programa de Bush tropezaría con acusaciones de “traición” (y quizás un golpe de estado); y c) lo último que quieren los demócratas en un momento en que Estados Unidos tiene tantos problemas en Irak y el Medio Oriente, y cuando su poder global está en juego, es desencadenar a millones de personas que tienen aspiraciones muy distintas de las de la dirección demócrata (Clinton, Gore, Biden, Schumer y Cía.): millones que odian a Bush y todo lo que representa, odian la guerra y quieren pararla ¡ya!

Su campaña: “Las opciones: la mugre o la oscuridad”

Si los demócratas recuperan el Congreso, tendrán ciertos poderes. ¿Pero qué harán? ¿Cuál es su programa?

Es difícil saberlo viendo la campaña, que es confusa e imprecisa intencionalmente. Un lingüista se quejó en el New York Times el 27 de octubre que “el lema ‘nueva dirección’ que proponen los demócratas no ofrece ni valores ni una visión positiva. Viene de una pregunta común y corriente de las encuestas: ‘¿Le gusta la dirección en que está encaminado el país?’”.

En el mismo número, el Times concluyó: “Los dirigentes y candidatos demócratas se oponen casi unánimemente a la conducción de la guerra por el presidente, y la mayoría está a favor de una retirada, rápida o lenta. Pero no piden una retirada inmediata ni ofrecen una visión de cómo debe ser Irak en la posguerra… La mayoría de los candidatos demócratas no tienen un plan detallado ni claro. Si las elecciones son un referendo sobre Irak, no dan opciones claras”. David Gergen, ex asesor presidencial, dijo: “A la república se le ofrecen dos opciones: la mugre o la oscuridad. Ningún partido presenta un camino claro en Irak”.

Al igual que los republicanos, los demócratas son poco precisos porque Irak es una debacle para los imperialistas y no tienen respuestas buenas. Como dice el Times en un editorial del 24 de octubre: “Ningún lado está listo a explicar honestamente las terribles consecuencias de una retirada militar ni la poca probabilidad de salir victoriosos si se quedan”.

Pero en otro sentido, esta posición vaga y confusa es intencional: los demócratas quieren atajar una rebelión contra la guerra acorralando a los millones que se oponen a ella, calmando su indignación con promesas vagas de cambios y ganando tiempo para que la clase dominante de conjunto resuelva el problema de Irak A SU MANERA.

Su programa para Irak: “El gobierno no está enfocado en ganar la guerra”

En parte los demócratas son poco precisos porque tienen un problema: sus bases se oponen a la guerra pero el partido está a favor. Últimamente han condenado a Bush… pero por ser “incompetente”, y no por librar una guerra inmoral, ilegal y asesina. Ningún demócrata condena las metas de la guerra ni pide el fin inmediato a la guerra y la ocupación ni la retirada inmediata.

Su mayor crítica es que Bush no ha salido victorioso y no ha podido conquistar Irak. Bush “tiene una estrategia de quedarse quieto hasta perder”, dijo John Kerry (Washington Post, 14 de octubre); Hillary Clinton se quejó de que “el gobierno no está enfocado en ganar la guerra de Irak” y criticó a Bush porque “su retórica no va acompañada de recursos ni resolución”. El New York Times (21 de octubre) concluyó que los demócratas quieren ser “más derechistas que la derecha”. La lógica de esta crítica es que se necesitan más tropas y una escalada de la guerra, en vez de pararla.

En cuanto a la posición de John Murtha, que pide sacar tropas de Irak, hay que decir dos cosas: primero, que la dirección del partido no habla de retirar las tropas rápidamente, y dos, que Murtha está a favor de mantener las tropas en Asia Central y el Medio Oriente (o sea, en la misma región) para defender los mismos intereses.

En el portal Counterpunch.org (14 y 24 de octubre), el escritor John Walsh analizó como Rahm Emanuel, el congresista demócrata a cargo de la estrategia y los fondos de los candidatos demócratas a la Cámara de Representantes, ha logrado que todos los candidatos sean pro guerra, no importa lo que quieran las bases del partido: “El 64% de los candidatos demócratas en las 45 contiendas muy reñidas a la Cámara de Representantes se oponen a esbozar un plan para retirar las tropas de Irak… Su posición no es distinta de la de George Bush… Emanuel no ha escogido a candidatos con experiencia en recaudar fondos o ganar elecciones; ha escogido candidatos pro guerra”.

Continúa: “Se ha esforzado por garantizar que los candidatos en las contiendas clave estén a favor de la guerra. Ha tenido mucho éxito en esto, por el dinero que controla y las celebridades políticas que responden a sus solicitudes, así que 20 de los 22 candidatos demócratas a la Cámara en esos distritos están a favor de la guerra. Así que todo está arreglado… No importa qué partido gane en el 2006, la mayoría estará comprometida a continuar la guerra, a pesar de que las bases del partido y los votantes se oponen por un amplio margen”.

Su programa para el mundo: “Los demócratas estamos resueltos a llevar la guerra al enemigo”

La posición de los demócratas sobre Irak se desprende de su estrategia y programa global, y de su naturaleza como partido imperialista, y no del miedo de que los republicanos los acusen de poner en peligro la “seguridad nacional”. (Después de todo, el Partido Demócrata estaba a cargo durante las dos guerras mundiales y Vietnam). Específicamente, el Partido Demócrata está de acuerdo con el gobierno de Bush en que es necesario seguir a) ejerciendo predominio global, b) dominando el Medio Oriente con ese fin y c) librando la “guerra contra el terror” (que es en realidad una guerra por el imperio).

Las diferencias de los demócratas con Bush y los republicanos (que son verdaderas y agudas) no son por los mismos asuntos que enfurecen a millones de personas. Son diferencias entre partidos de la clase dominante sobre cómo alcanzar los objetivos mencionados arriba… o sea, cómo mantener y defender el imperio (por ejemplo, qué aliados son confiables, qué países son la mayor amenaza a Estados Unidos, cuánta capacidad tienen las fuerzas armadas para librar guerras y qué clase de guerras, etc.).

Consideremos lo siguiente de los principales dirigentes demócratas:

En un nuevo libro, The Plan: Big Ideas for America (El plan: Grandes ideas para América), los estrategas demócratas Rahm Emanuel y Bruce Reed piden una “estrategia fornida y progresista que utilice todas las herramientas del poderío americano para garantizar la seguridad de América en un mundo peligroso”, unir “a nuestros aliados en una misión común contra las condiciones” que generan el terrorismo y reclutar 100,000 efectivos más para el ejército.

Howard Dean: “Estados Unidos tiene que… adoptar una posición mucho más dura con Irán y Arabia Saudita porque financian el terrorismo”. En la campaña presidencial del 2004, Dean dijo que Bush era muy suave con Irán.

Senador John Kerry (en un artículo del Wall Street Journal titulado “Losing Afghanistan”): “No estamos librando la guerra que debemos librar… Es sencillo: tenemos que cambiar la estrategia y el primer paso debe ser despachar otros 5,000 soldados”.

Hillary Clinton, 18 de enero, en una declaración en la Universidad Princeton: “Creo que perdimos un tiempo crítico en nuestras relaciones con Irán porque la Casa Blanca decidió restarle importancia a las amenazas y dejar que otros realizaran las negociaciones. La manera de responder a amenazas como las de Irán y Corea del Norte no es dejar que otros lo hagan y mantenerse al margen. Pero de la amenaza no cabe duda: un Irán nuclear es una amenaza a Israel, a sus vecinos y más allá. La retórica pro terrorista, antiamericana y antiisraelí de su gobierno subraya la urgencia de la amenaza que representa. La política de Estados Unidos debe ser clara e inequívoca. No podemos y no debemos permitir que Irán construya o adquiera armas nucleares”.

La situación que enfrentan: “Al borde de perder no una sino dos guerras”

A los demócratas también los limita la situación que enfrentan. Bush creó ciertos “hechos consumados” con la invasión de Irak. No importa lo que piensen de la decisión de invadir o de la conducción de la guerra, los demócratas son parte de la estructura de poder y no quieren que Estados Unidos pierda en Irak ni que su posición global se debilite. Así que digan lo que digan durante la campaña, tienen las mismas opciones difíciles (desde la perspectiva de los imperialistas) que Bush.

Hablando de opciones en Afganistán e Irak, el columnista Paul Krugman escribió (New York Times, 27 de octubre): “Es difícil creer que la única superpotencia del mundo está al borde de perder no una sino dos guerras. Pero la aritmética de las operaciones de estabilidad indica que a menos que abandonemos nuestros esfuerzos inútiles en Irak, vamos por ese camino”. El senador Joseph Biden y Leslie Gelb, ex funcionario del Departamento de Estado, dijeron algo parecido en una columna del Wall Street Journal (“Bipartisan Redeployment”, 24 de octubre): “Los dirigentes políticos de nuestro país tienen que optar por la unidad o sufrirán por separado… Los vecinos de Irak no quieren hacernos favores, pero al igual que nosotros ven el abismo que se está abriendo y quieren impedir una guerra civil declarada que desemboque en una guerra regional”.

¿Cuál será la respuesta de los demócratas si Bush crea un nuevo “hecho consumado”, por ejemplo con un ataque contra Irán? No cabe duda: apoyarán al presidente.

El otro aspecto de esto es que tener diferencias sobre las relaciones exteriores desde una perspectiva imperialista no significa que los demócratas quieran llevar a las masas a la acción política. ESPECIALMENTE en un momento tan difícil y peligroso para el sistema imperialista, es lo último que quieren, y harán todo lo posible para reprimir la acción política independiente de las masas sabiendo que puede ser una amenaza al futuro del imperio. Cuando la clase dominante tiene enormes problemas y grandes divisiones, lo último que quiere es que sus divisiones sean una brecha y oportunidad para las masas.

Por eso, tanto los demócratas como los republicanos quieren lavarle el cerebro a las masas y excluirlas cuando se está determinando el futuro del mundo. Precisamente por eso las masas tienen que asumir la responsabilidad de cambiarlo.

Los que están horrorizados por la muerte y destrucción en Irak y las amenazas de más guerras en la región, tienen que darse cuenta de que la forma de oponerse a esta guerra criminal no es criticar la “incompetencia” o la estrategia para la victoria. Eso equivale a decir que hay que librar más eficazmente una guerra ilegal, inmoral e injusta y llevará a más horrores para el pueblo iraquí. Debatir si la invasión de Irak fue una desviación de la “guerra contra el terror” tampoco es una forma de oponerse a la guerra. Hacer eso es aceptar el marco del programa de Bush y la legitimidad de una guerra imperial contra cualquier país que escoja, y la tortura y represión que la acompañan.

Hillary Clinton se rebajó como nunca la semana pasada cuando le dijo al New York Daily News que el presidente debe tener “la autoridad legal” de ordenar tortura u otros métodos de interrogatorio “severos” en una situación peligrosa (Los Angeles Times, 20 de octubre).

En resumen, los demócratas no ofrecen una manera de oponerse a la guerra contra Irak ni la guerra contra el mundo de que forma parte. Hay que confrontar la realidad de que votar por ellos no hará nada para parar la guerra, que ya ha causado la muerte de 650,000 iraquíes.

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