Revolución #90, 27 de mayo de 2007


La batalla por el derecho al aborto en Estados Unidos y México… Asesinatos de "honor" a mujeres en el Curdistán iraquí…

¡Romper las cadenas!

En abril, en Estados Unidos, el Curdistán iraquí y México ocurrieron acontecimientos que arrojaron luz sobre la situación de la mujer: el embarazo forzado, la servidumbre salvaje y el patriarcado.

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Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

Los "asesinatos de honor": ¿Quiénes tienen la culpa? Un ejemplo del Curdistán iraquí


Nota de la Redacción: En el número 90 de Revolución publicamos una versión abreviada del siguiente artículo. A continuación publicamos el texto completo:

14 de mayo de 2007. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. Alrededor del 7 de abril, Doa Khalil Aswad, una joven de 17 años de la aldea de Behzan en el Kurdistán iraquí, murió apedreada. La mataron públicamente su familia y su clan de una manera muy penosa en Bashiqa, cerca de la ciudad de Mosul, en la provincia Neyneveh del norte de Irak. Doa era de la religión yezidi, que se practica en ciertas regiones de Kurdistán (el norte de Irak, y partes de Turquía y Siria). La mataron tan salvajemente por el “crimen” de enamorarse de un árabe musulmán. Se fue de la casa y se informa que se convirtió al islam para casarse con él. A los ojos de la familia y de la tribu, escoger a su propio marido es un “crimen” que no se puede perdonar.

A Doa la engañaron para que regresara. Su padre le informó que la familia la perdonó y que podía regresar. Mientras tanto, prepararon todo para matarla. Cuando llegó cerca de la aldea, la agarraron y la arrastraron detrás de un carro. Cubierta de sangre, pidió ayuda, pero le tiraron piedras y pedazos de concreto; murió cuando le cayó encima un pedazo grande.

Varios testigos filmaron la muerte con celulares y el video circuló en internet. Se vieron los últimos momentos penosos de la vida de Doa, rodeada de una multitud hostil de tíos, hermanos y primos; es evidente que esperaba en vano que la dejaran vivir. Más o menos cien personas vieron el asesinato y las fuerzas de seguridad se encargaron de que nadie se entrometiera. En otra escena, la policía bloquea la zona e impide la entrada de varias personas. El cadáver quedó en el suelo varios días hasta que por fin la enterraron.

Sin embargo, no terminó ahí. Dos semanas después del incidente, la Associated Press y el Los Angeles Times informaron que el 23 de abril un grupo armado (varias fuentes kurdas informaron que era un grupo islámico) respondió: paró un camión de pasajeros cerca de Bashiqa, separó a 24 trabajadores yezidis de los demás pasajeros que regresaban del trabajo y los mató a balazos. Die Standard, un periódico austríaco, informó el 27 de abril que tras la muerte de Doa las mezquitas kurdas de Mosul promulgaron un fatwa (edicto religioso) que mandaba matar a los yezidis. Las muertes sembraron terror y miedo de más ataques.

Después de la masacre, en Irbil, Dhuk y Zakho la comunidad yezidi lanzó una gran protesta contra las amenazas y contra el edicto de los clérigos kurdos. Algunos manifestantes se abalanzaron sobre la sede del Partido Democrático de Kurdistán (KDP) en los pueblos de Khana Sor y Jazira, al oeste de Mosul. También informa la Campaña Internacional contra los asesinatos de honor que el 29 de abril en Arbil, la capital del gobierno regional kurdo, “mujeres y hombres se unieron para protestar contra el asesinato público de Do’a Khalil Aswad… La protesta la organizaron 90 organizaciones no gubernamentales y atrajo gente de toda la región kurda” (de la página electrónica de la Campaña internacional contra asesinatos de honor).

Asesinatos de honor en Kurdistán y el gobierno regional

Si bien la brutal masacre de los 24 trabajadores yezidis tuviera como objeto vengarse la muerte de Doa, no se puede considerar en absoluto un apoyo a Doa. Si Doa hubiera sido una kurda o una árabe musulmana que se hubiera enamorado de un yezidi o incluso con otro musulmán y que se hubiera ido de la casa, hubiera recibido el mismo trato. La prueba es lo que viven las mujeres a través de Irak, sean kurdas, árabes o yezidis. ¿Fue Doa la primera mujer en recibir un trato tan vil en Kurdistán u otras regiones? ¿Será la última? ¿Por qué continúa este trato infrahumano? ¿Quién es responsable? ¿Cómo se puede cambiar la situación? Sobre todo, ¿qué impacto ha tenido la guerra y ocupación yanqui?

En los últimos años, Kurdistán ha presenciado el asesinato de Pela y de muchas mujeres jóvenes más por sus familias, y el gobierno kurdo repetidamente ha tratado con indulgencia a los perpetradores. Asesinaron a Doa porque era una mujer que se atrevió a cruzar la línea roja trazada en la sociedad por las clases dominantes. Mucha gente aplica esta línea roja en nombre de la tradición o la religión. Es una línea roja que, de no aplicarse, lleva al aislamiento social y otras consecuencias por no proteger el “honor” de la familia.

Doa, tal como muchas mujeres jóvenes más en este mundo dominado por los hombres, era víctima de lo que se llama, de manera perversa, un “asesinato de honor”. Se consideraba que ella “avergonzó” a su familia, sobre todo a los hombres. Se pusieron de acuerdo para llevar a cabo el asesinato su familia, su tribu, su comunidad y barrio, y las fuerzas de seguridad que lo avalaron. Los asesinatos de honor tienen una larga historia en la región: representan un sistema que reprime violentamente a la mujer, le quita la seguridad y la vida, y la degrada y humilla; además, representan el control feudal y tribal de la mujer e imponen el control de la mujer por el hombre. Los asesinatos de honor se han llevado a cabo desde hace mucho tiempo en cierto contexto: la base son las relaciones atrasadas, y el islam es la religión dominante, que refleja y refuerza esas relaciones de producción atrasadas. Esa práctica se integró a la tradición en Kurdistán y muchas regiones vecinas.

En los años que transcurrieron entre la guerra del golfo Pérsico y la invasión de Irak, Estados Unidos y sus aliados (Inglaterra y las fuerzas curdas del norte del país) apoyaron a los clérigos y las fuerzas fundamentalistas chiítas para que formaran un nuevo gobierno iraquí tras la caída de Saddam Hussein. Por su parte, Hussein trató de consolidar su poder por medio de alianzas con dirigentes religiosos conservadores y poderosos jefes tribales. Utilizó un proceso de islamización de la sociedad iraquí y de Curdistán para realizar esas metas. Como resultado, la mujer perdió muchos derechos y experimentó mucha presión. La cantidad de mujeres que se ponen la hejab (velo) aumentó, subió la cantidad de asesinatos de honor, se permitió la poligamia, y más. En la región curda, el artículo 7 del borrador de la Constitución dice que se debe obedecer la ley de sharia (las leyes islámicas). La mujer curda está librando una campaña contra ese artículo.

UNAMI, la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Irak, declaró en su décimo informe sobre los derechos humanos en el país: “Entre enero y marzo de 2007, UNAMI recibió informes sobre unos 40 presuntos casos de crímenes de honor en Arbil, Sulaimaniyah y Salaheddin, en que murieron mujeres jóvenes por quemas accidentales en su hogar o a manos de familiares que sospechaban de conducta inmoral”. La Organización de Mujeres Kurdas contra los Asesinatos de Honor informó que entre 1991 y 1998 centenares de mujeres murieron en “asesinatos de honor” en el norte de Irak. El informe enumeró más de cien mujeres muertas en los años 1990 a manos de sus esposos, hermanos, primos y otros familiares en el norte de Irak. De las razones por matarlas figuran que cometieron adulterio, se negaron a casarse contra su voluntad y se fueron del hogar para casarse con un hombre de su propia elección.

El gobierno kurdo ha tratado con mucha indulgencia esta clase de delito o ha anulado o reducido las penas para estos delitos bajo el pretexto de “motivos de honor”. El caso de Pela, por ejemplo, recibió atención internacional. Mientras Pela, una soltera que vivía en Suecia, estaba de vista en Kurdistán en 1999, la mató a balazos su tío Rezgar Atroshi en Dohuk. Aún estaba con vida cuando su madre y hermana acudieron a apoyarla, pero el tío volvió y le segó la vida con un tiro en la nuca. El tribunal kurdo declaró culpables del asesinato al tío y al padre de Pela, pero después de una autopsia que reveló que no era virgen, pretextó “motivos de honor” y les dio a cada uno una sentencia suspendida de un año. Otro tristemente célebre caso es Kajal Khidr. Ella tenía 24 años y estaba encinta cuando la familia de su esposo la acusó de adulterio cerca del pueblo de Rania, Sulaimaniya, en el Kurdistán iraquí. La torturaron, le cercenaron una parte de la nariz y luego le dijeron que la iba a matar después de que diera a luz. Ella logró escapar. Con la ayuda de algunos activistas de derechos humanos, huyó a Siria en 1999 y en 2000 a un tercer país. Las autoridades de la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK) arrestaron a dos hombres por la tortura pero los pusieron en libertad sin cargos en cosa de 24 horas pretextando el “honor” de la familia.

Bajo presión internacional y ante la publicidad negativa en Europa, primero la PUK y luego el KDP enmendaron la ley para que se penalizaran los “asesinatos de honor”. Pero los observadores de derechos humanos aceptan que estos cambios de la ley son sólo de apariencia, y que las autoridades kurdas no quieren aplicarlos. En muchos casos, se hacen de la vista gorda en lugar de meterse en líos.

Debate sobre el asesinato de Doa

Cuando se conoció el asesinato de Doa, se desató un debate sobre la causa. Le han echado la culpa a la mentalidad atrasada de la población y de los autores, a la cultura atrasada de Kurdistán y la región o a ciertas religiones. Pero la realidad es que esa práctica y esas tradiciones han surgido en una situación histórica específica, y no se puede decir que la gente de esa región siempre se ha comportado así ni que está condenada a hacerlo para siempre.

Todas las sociedades de clase opresivas se basan en el patriarcado. La religión y la tradición en esa región y por todo el mundo están al servicio de los intereses de clase y de las relaciones de producción dominantes. Las sociedades atrasadas y semifeudales tienen su propio modo de imponer la supremacía masculina, y lo hacen para proteger su forma particular de sociedad. No se pueden separar la religión y la tradición de esto.

Esta cultura (de asesinatos de honor) se parece mucho a la cultura patriarcal occidental y cristiana que ha permitido que hombres y mujeres pongan bombas en clínicas de aborto y que asesinen a los médicos que practican abortos en Estados Unidos y Canadá. Se podría argumentar que la cultura de asesinatos de honor es tradicional, tribal, feudal o rural. ¿Pero qué significa ese tradicionalismo si se toma en cuenta el hecho de que en Estados Unidos 10 mujeres mueren al día a manos de hombres?

El papel del islam y la historia

No cabe duda de que el islam, como muchas religiones, ha contribuido de modo importante a fortalecer la opresión de la mujer en la región. Los kurdos llevan muchos años luchando contra la opresión nacional, y la mujer ha empezado a desempeñar un papel (aunque limitado) en esa lucha y en la lucha contra su propia opresión. Pero los sucesos regionales han restringido ese papel. La conquista del poder por la República Islámica de Irán, y la promoción del islam por los imperialistas occidentales durante la guerra fría, especialmente durante la invasión de Afganistán por los socialimperialistas soviéticos, ejercieron mucha presión y empujaron al movimiento nacionalista kurdo hacia el islam. Shahrzad Mojab, una profesora adjunta de la Universidad de Toronto, Canadá, quien ha investigado extensamente la situación de la mujer en Kurdistán, da esta descripción del impacto del islam en Kurdistán:

“El KDP y la PUK han ignorado obstinadamente la demanda de igualdad de géneros y de la penalización de los asesinatos de honor, cediendo a las demandas de un puñado de mullahs y sus amos iraníes. Los clérigos kurdos (mullahs y jeques), quienes nunca abogaron por un gobierno teocrático antes del ascenso del régimen islámico en Irán, ahora piden la islamización de las relaciones de género y la subordinación de las mujeres kurdas según su propia versión del islam. Financiados y organizados por Irán y el Talibán (antes de su caída), algunos grupos islámicos kurdos han apuntado a establecer una teocracia. No es de sorprenderse que los líderes kurdos que eran laicos antes de 1979 ahora apoyen a los islamistas y sostenga ideas islámicas. Los dos gobiernos kurdos han construido más mezquitas que albergues para mujeres. De hecho, no han iniciado la construcción de nuevos albergues para mujeres. Para colmo, el gobierno de la PUK lanzó un ataque armado contra un albergue para mujeres que manejaba un partido político de oposición [el albergue manejado por la Organización Independiente de Mujeres en Sulemani]” (MEWS Review, primavera/verano 2002, “Asesinatos de honor: Cultura, política y teoría”).

En los años que transcurrieron entre la guerra del golfo Pérsico y la invasión de Irak, Estados Unidos y sus aliados (Inglaterra y las fuerzas kurdas del norte del país) apoyaron a los clérigos y las fuerzas fundamentalistas chiítas para que formaran un nuevo gobierno iraquí tras la caída de Saddam Hussein. Por su parte, Hussein trató de consolidar su poder por medio de alianzas con dirigentes religiosos conservadores y poderosos jefes tribales. Utilizó un proceso de islamización de la sociedad iraquí y de Kurdistán para realizar esas metas. Como resultado, la mujer perdió muchos derechos y experimentó mucha presión. La cantidad de mujeres que se ponen la hejab (velo) aumentó, subió la cantidad de asesinatos de honor, se permitió la poligamia, y más. En la región kurda, el artículo 7 del proyecto de constitución dice que se debe obedecer la ley de sharia (las leyes islámicas). Las mujeres kurdas están librando una campaña contra ese artículo.

El papel de la cultura

Unos le echan la culpa de la muerte de Doa al atraso del pueblo y de la cultura regional. Como prueba señalan el hecho de que los familiares fueron los principales autores del crimen y de que unos cien vecinos los apoyaron o se quedaron callados mientras la mataban. Tales conclusiones las han formulado académicos y teóricos burgueses, que divorcian el atraso regional de las relaciones de producción dominantes y lo pintan como un elemento integral de la cultura de esas sociedades. Vinculan los pueblos de la región a una cultura, sin vincular esa cultura a las relaciones de producción que producen y reproducen constantemente el chovinismo masculino en la forma de obligar a la mujer a usar el velo y tratarla como propiedad del hombre. El “relativismo cultural”, que dice que las formas atrasadas del chovinismo masculino son parte de la cultura, también dice que esa cultura es eterna y es parte del carácter inmutable de esa sociedad.

Sin embargo, Shahrzad Mojab rechaza esa idea y dice que, por el contrario, la violencia contra la mujer es una cultura universal y sólo difiere la manera de imponerla: “Esta cultura [de asesinatos de honor] se parece mucho a la cultura patriarcal occidental y cristiana que ha permitido que hombres y mujeres pongan bombas en clínicas de aborto y que asesinen a los médicos que practican abortos en Estados Unidos y Canadá. Se podría argumentar que la cultura de asesinatos de honor es tradicional, tribal, feudal o rural. ¿Pero qué significa ese tradicionalismo si se toma en cuenta el hecho de que en Estados Unidos diez mujeres mueren al día a manos de hombres? Es verdad que a esos asesinatos no los motiva necesariamente el ‘honor’, pero los motivos no son más humanitarios: la decisión de una mujer de terminar una relación lleva a la pareja a matarla. Un 74% de esos asesinatos ‘ocurren cuando una mujer termina una relación, o solicita un divorcio o una orden judicial para impedir que la pareja la ataque’” (ibíd.).

De hecho, los que sienten que recuperan el “honor” con el brutal asesinato de una mujer cuyo único “pecado” es enamorarse de un hombre que ella escoge, también son víctimas de la sociedad: víctimas que desempeñan un papel importante y crucial en esa relación atrasada. Practican el patriarcado para proteger el sistema tribal y feudal y otras relaciones atrasadas. Quizás no lo saben, pero entienden que con el pretexto de proteger su honor defienden las ventajas que este sistema les ha otorgado como hombres con el derecho de dominar a las mujeres de la familia y de la sociedad, y representan las relaciones familiares dominantes. Así que, además de todo el sistema y de las relaciones en que este sistema se basa, también tienen la culpa de la muerte de Doa y otras mujeres jóvenes los que protegen esas relaciones con tanta ferocidad. No es posible aplastar esas relaciones atrasadas sin una transformación social revolucionaria. Pero tampoco es posible cambiar ese sistema sin cambiar la conciencia de las masas por medio de la lucha en la esfera de las ideas y el comportamiento, para que se desprecie la noción de proteger el “honor”. Eso significa que la lucha por el cambio revolucionario va de la mano con la lucha contra la supremacía masculina dondequiera y en cualquier forma que se dé.

La invasión de Irak por los imperialistas estadounidenses y sus aliados, su alianza con las fuerzas atrasadas del país y las nuevas presiones sobre la mujer son un ejemplo vívido del papel que desempeñan los imperialistas en la protección de esas relaciones.

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