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Revolución en línea: 21 de septiembre de 2007


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La injusta deportación de Elvira Arellano

“Significa que quieren deportar a los demás, no importa si tenemos orden de deportación o no; no les importa si nos refugiamos en una iglesia, que tarde o temprano nos van a agarrar; que no les importa si tenemos hijos nacidos aquí, porque están siguiendo la supuesta ley”.

—una inmigrante mexicana con 22 años en Estados Unidos, hablando sobre lo que el gobierno quiere indicar con el arresto y la deportación de Elvira Arellano

El 19 de agosto, en un intento de silenciar a una figura dirigente del movimiento pro derechos de los migrantes y para intimidar a toda la comunidad migrante, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), arrestaron a Elvira Arellano en Los Ángeles… y esa misma noche la deportaron a México. Para mucha gente, Arellano había llegado a ser un símbolo de la resistencia a las injustas leyes de inmigración.

Arellano acababa de salir de una iglesia del centro de Los Ángeles cuando varios vehículos con vidrios polarizados, sin insignias, le cerraron el paso y bloquearon a la camioneta en la que viajaba. Unos 15 agentes de ICE arrestaron al chofer y le gritaron a ella que se bajara.

Después de unos minutos para tranquilizar a Saúl, su hijo de ocho años de edad que lloraba del pavor, Elvira Arellano se entregó a los agentes, quienes la transportaron esa misma tarde a un centro de inmigración en Santa Ana, 48 kilómetros al sur de Los Ángeles, donde la procesaron antes de deportarla. Para las 10 de la noche ya estaba en la frontera, a 160 kilómetros de donde la detuvieron, para ser entregada a las autoridades mexicanas.

Elvira Arellano captó la atención del público y ganó el apoyo de activistas pro derechos de los migrantes cuando, el año pasado, no se entregó voluntariamente para que la deporten y, en cambio, se refugió en una iglesia de Chicago para impedir que el gobierno la separara de su hijo, nacido en Estados Unidos y por tal un ciudadano.

No se sabe a cuántas familias ha separado el gobierno con las deportaciones, pero el año pasado el Centro Hispano PEW informó que más de 1.3 millones de niños tienen a por lo menos un padre indocumentado y expuesto a la deportación en cualquier momento.

Como los incalculables millones que se han visto obligados a dejar su país para subsistir, Elvira Arellano llegó de México en 1997. Como esas millones, tenía que vivir en las sombras, ingeniándosela con documentos falsos para conseguir un trabajo y evadir a la Migra mientras criaba sola a su hijo.

En el año 2000, Arellano se mudó de Oregon a Chicago, y consiguió un trabajo de limpieza de aviones en el aeropuerto internacional O’Hare. Dos años más tarde, la arrestaron junto a otros trabajadores del aeropuerto en una redada federal (que llamaron una “operación anti-terrorismo”). La condenaron por tener un número de seguro social chueco y eso derivó en la orden de deportación.

Al refugiarse en la iglesia Metodista Unida Adalberto de Chicago en agosto de 2006, Elvira Arellano le dijo a la prensa: “Creo que la orden [de deportación] fue selectiva, vengativa e inhumana”. Agregó: “En los tres años desde que me arrestaron en mi casa, frente a mi hijo, he luchado día tras día para los 12 millones de indocumentados en este país… No soy criminal ni terrorista, soy madre y una mujer trabajadora”.

Arellano llegó a ser líder del grupo La familia Latina Unida, que aboga por la unificación de familias y el apoyo mutuo a familias inmigrantes.

En una rueda de prensa el 15 de agosto de 2007, el primer aniversario de su refugio en la iglesia, Elvira anunció que iba a ir con su hijo al National Mall de Washington, D.C., para una vigilia y un ayuno para que el Congreso aprobara reformas migratorias. Cuatro días después, la arrestaron en Los Ángeles.

El día después de que la deportaron, los funcionarios migratorios hablaban de Arellano como si fuera culpable de una matanza, diciendo que era una “fugitiva extranjera criminal que por un año evadió su captura federal”. Para intimidar a toda la comunidad migrante, se jactaron de haber deportado a 220,000 migrantes entre octubre del año pasado y julio de este.

A las pocas horas del arresto, los simpatizantes de Arellano iban llegando al edifico federal en el centro de Los Ángeles para protestar y demandar que la regresaran a Estados Unidos.

En México un día después, Arellano no demostró ningún remordimiento al hablar con los periodistas: “Tenía que levantar al pueblo. Si mi arresto tenía que unir a la comunidad, a los líderes religiosos y comunitarios, para luchar todos juntos, para mí es satisfactorio haber pagado ese precio y estoy contenta porque sé que el pueblo se está levantando”.

Agregó: “He ganado mucho, porque decidí luchar desde el momento en que me arrestaron en 2002, no me quedé callada y porque formo parte de esta lucha tan grande por la legalización”.

El 29 de agosto en Los Ángeles, unas 2,000 personas marcharon en apoyo a Elvira Arellano. Una chava de prepa, que se enteró de la marcha en la mañana y fue con su amiga, dijo: “No veo cómo es posible separar a una madre de su hijo. No es justo. Eso es lo que debería ser ilegal”.

 

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