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Revolución #109, 18 de noviembre de 2007

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Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

Blackwater: Las aguas negras de la ocupación yanqui de Irak

8 de octubre de 2007. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. La asesina fuerza élite yanqui llamada Blackwater (agua negra), una especie de empresa particular al estilo de la gestapo, apuntó sus armas pesadas a una glorieta de Bagdad el 16 de septiembre y asesinó a once iraquíes. Veinticuatro más resultaron lesionados de bala.

Un artículo del Washington Post (4 de octubre) describe los sucesos de ese día por medio de la suerte de cinco personas pegadas por los pistoleros de Blackwater. “Las víctimas tenían de 11 a 55 años de edad, según los registros del hospital. Había pobres y gente de la clase media. Incluyeron a estudiantes universitarios, jornaleros y profesionales, gente crucial para la reconstrucción de Irak. Había una madre y su hija. La hija salió con vida. Había un taxista, de 25 años, quien era el sustento único de sus padres y siete hermanos. Murió”.

Los mercenarios querían despejar la glorieta para que un convoy de diplomáticos norteamericanos pudiera pasar. “Cuando los vehículos blindados de Blackwater entraron a la glorieta, en una zona muy vigilada cerca de la colonia adinerada Mansour de Bagdad, los policías iraquíes detuvieron el tráfico. Los policías trataron de detener a Kadhum, una médica, y su hijo Haitham, cuyo carro estaba en el tráfico, pero no reaccionaron con suficiente rapidez. Un esbirro de Blackwater abrió fuego y dio a Haitham mientras estaba sentado en el asiento del conductor, según tres testimonios presenciales.

“La bala pasó por el parabrisas y se le reventó la cabeza”, recordó el agente de tránsito Sarhan Thiab. “Su madre lo abrazaba y pedía ayuda a gritos”. El carro, que tenía una transmisión automática, siguió rodando. Otro policía, Ali Khalaf, trató de detener el vehículo a la vez que otra ráfaga de balas segó la vida de Kadhum.

“Primero huyó Thiab, luego Khalaf, seguidos de balas que dieron en un semáforo, una cartelera espectacular y el retén de la policía. Cuando los escoltas de Blackwater intensificaron el tiroteo, el carro estalló en llamas…

“Los escoltas de Blackwater dijeron que abrieron fuego contra el carro porque iba a alta velocidad sin detenerse. Khalaf y otro testigo dijeron que iba despacio y no representó ninguna amenaza.

“En cosa de segundos, las balas volaban por doquier”, dijeron testigos y policías. “Veintenas de personas buscaron resguardarse en una terraplén cercana. Otras abandonaron sus vehículos. Huían, pero ¿a dónde?”

El artículo de Sudarsan Raghavan relata con detenimiento los detalles humanos de aquellos cuya muerte describe. Otros artículos describen la magnitud y la duración de la matanza. Los pistoleros de cuatro vehículos blindados y dos helicópteros desataron una lluvia de balas y explosivos por doquier alrededor de la glorieta. Liquidaron a unos obreros que reparaban un túnel y a otros que plantaban flores en el centro de la glorieta. Al otro lado de la glorieta, un anciano iba en moto. El policía iraquí que Thiab mencionó arriba le dijo a otro reportero: “Había mucho tráfico y el anciano trataba de darle la vuelta para evitarlo, pero ellos le dispararon” (Washington Post, 8 de octubre).

¿Fue una equivocación, un acto de pánico? Al parecer, fue el procedimiento normal.

¿Por qué se alarmaron cuando nadie les disparaba? “No había ninguna evidencia de que el convoy de Blackwater hubiera caído bajo fuego directo o indirecto”, concluyó una investigación del gobierno iraquí. “Ni siquiera les pegó una piedra”.

Más tarde, después de salir de la glorieta por el lado opuesto de donde habían disparado, a unos 150 metros de distancia los mismos tipos abrieron fuego de nuevo sobre otra masa de carros, resultando otra persona muerta y dos lesionadas.

Después de esta matanza, salieron a la luz muchos incidentes más. Un ex empleado de Blackwater le dijo al Washington Post (3 de octubre) que su equipo de 20 elementos promediaba de cuatro a cinco tiroteos a la semana. En 2006 en una fiesta, según informes, un empleado ebrio de Blackwater mató a un escolta personal del vicepresidente iraquí. De inmediato, lo sacaron del país en un avión y el único “castigo” era perder su trabajo y paga extraordinaria. Jamás se ha mostrado ningún interés oficial de Blackwater en matanza alguna, hasta que sus maromas para encubrir este último baño de sangre desbocado, con el aval del gobierno yanqui, la pusieron bajo los reflectores del público.

Blackwater es el líder de entre docenas de empresas similares que operan en Irak. Es la principal empresa contratada por el Departamento de Estado yanqui para escoltar a diplomáticos, visitantes hombres de negocios y otros peces gordos. El gobierno yanqui decretó una ley que protege a los 50,000 “contratistas privados” militares, al igual que a las fuerzas regulares de su ocupación, contra cualquier posibilidad de un juicio criminal por los iraquíes. Esto reduce los actuales gritos de indignación del gobierno iraquí a un gesto de impotencia. Estos mercenarios armados son principalmente ex soldados yanquis, a menudo recién dados de baja de unidades de operaciones especiales y de comandos élites que funcionan de una manera muy similar a la milicia privada a que pertenecen ahora. Son una ventaja importante para el gobierno yanqui. Además de permitir mantener de 25 a 35% menos soldados regulares en Irak, como son fuerzas que tienen contratos con empresas particulares, es posible usarlas de una manera más flexible, y por lo que se refiere a la responsabilidad del gobierno yanqui, hacen que sea más fácil “negar” sus acciones. Son hombres quienes ya han probado su lealtad, por lo menos al dólar, y su disposición y capacidad para llevar a cabo trabajo muy sucio. A diferencia de los soldados regulares, obedecen a un juramento de silencio bajo la amenaza de onerosas multas. No se permite castigarlos por lo que hacen, sino por hablarle a alguien acerca de lo que hacen.

Blackwater, y otras empresas semejantes, también llevan a cabo actividades violentas en la ocupación de Afganistán. Después del huracán Katrina en 2005, sus comandos fueron a vigilar a los negros de Nueva Orleáns, en la “patria” del imperio que los contrata.

La empresa tiene muchos buenos conectes con el gobierno. Todos sus ejecutivos son ex expertos en “contraterrorismo” del gobierno, agentes de la CIA o comandos. También entrenan a 40,000 equipos de ataque de la policía y agentes del orden público al año. Por ello, se puede suponer con seguridad que siguen las prácticas normales de las fuerzas armadas, organismos de inteligencia y policías de Estados Unidos, aunque no siempre se lo admita de manera oficial.

El ejecutivo en jefe de Blackwater, Erik Prince, colaboró con el presidente Bush I (a quien consideró muy “liberal”) y es un importante contribuyente al partido del presidente Bush II. También son contribuyentes de peso varios de sus familiares, algunos de los cuales son influyentes agentes republicanos. También es un fanático religioso estrechamente ligado al movimiento cristiano fundamentalista, lo que es común hoy entre los militares yanquis (Jeremy Scahill, Blackwater: The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army [Blackwater: El ascenso del más poderoso ejército mercenario del mundo], Nation Books, 2007). Este libro compara a Blackwater con la Guardia Pretoriana, el ejército personal de los emperadores romanos. Una columnista norteamericana lo llamó un síntoma de un “complejo evangélico-militar emergente”. Prince compara sus pistoleros con los profetas armados de la Biblia que llevan a cabo el trabajo de su dios.

Aunque los medios de comunicación han sacado buena parte de estos hechos, algunos miembros del Congreso yanqui y otros políticos norteamericanos de peso y una buena parte de los propios medios de comunicación han pintado a Blackwater como una organización desbocada cuyas operaciones en Irak se desarrollan fuera y en contra de los cauces y políticas oficiales.

Para desmentir eso, bastaría señalar la enorme cantidad de matanzas similares y otras atrocidades cometidas por las fuerzas regulares que hacen lo de siempre. Una reciente noticia puede hablar a nombre de las demás:

Una unidad de la Marina estadounidense se desbocó en la aldea de Haditha en la provincia Anbar del noroeste de Irak el 19 de noviembre de 2005, y masacró a 24 personas, entre ellas siete niños, tres mujeres y varios ancianos. Encabronados por la muerte de uno de los suyos tras un bombazo contra su convoy que iba a todo vapor por la aldea, decidieron vengarse de cualquiera que encontraran. Primero, se acercaron a un taxi y dieron muerte a las cinco personas adentro. Luego, en las siguientes horas, tumbaron las puertas de tres casas y masacraron a todos los que encontraran. Abrieron fuego y mataron a cinco hombres desarmados mientras que tenían las manos arriba.

La historia nunca habría salido a la luz a no ser por un activista de derechos humanos quien filmó la escena justo después de la masacre. El ejército norteamericano ya había justificado la masacre como defensa propia contra un “ataque terrorista”. Las denuncias en Irak han recorrido el mundo y han obligado a Estados Unidos a responder. El sargento al mando de la unidad y otro soldado mataron a los cinco hombres. Al sargento lo acusaron de homicidio.

Casi dos años más tarde, mientras avanzaba a paso de tortuga la “investigación” del crimen, el oficial investigador recomendó el 5 de octubre que los cargos en contra del sargento se reduzcan a un delito menor: homicidio imprudente. El general a cargo del caso ya había anulado todos los cargos contra cuatro de los ocho acusados. El sargento Frank Wuterich dijo que lamentaba las muertes pero que él y sus hombres sólo seguían el procedimiento normal. En su defensa, su abogado dijo: “Nunca ha habido ninguna indicación en absoluto de que ninguno de estos marines perdiera el control o que se desbocara”.

En otras palabras, al igual que los pistoleros de Blackwater, en la aldea de Haditha los marines hacían lo que habían que hacer, y en este caso, hasta ahora, al menos, el gobierno yanqui lo ha confirmado.

El padre de una de las víctimas de la matanza de la glorieta se preguntó: “¿Por qué la sangre de los iraquíes corre tan copiosamente para que todo mundo la derrame?”

…todos los soldados norteamericanos en Irak son parte de una fuerza de ocupación, no importa si están en la nómina del gobierno o de una empresa particular, y combaten como una fuerza de ocupación cuyo enemigo es un pueblo entero…

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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