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Revolución #117, 27 de enero de 2008

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31 de enero: Hora de actuar

En vista del amplio desprecio hacia Bush y la desorganización de los republicanos, las voces de peso de los medios dicen diariamente: “Tranquilícense, no se preocupen, el gobierno de Bush ya se va”. Y mucha gente piensa que el actual curso no puede continuar y espera que las promesas de cambio de los candidatos demócratas sean creíbles.

Ni hablar de que, ocultado en la niebla de los informes sobre las elecciones preliminares, Bush una vez más intentó provocar un incidente con Irán con pruebas inventadas como pretexto para la guerra. Ni hablar de que a este gobierno le queda un año más para aprobar más leyes represivas, como la nueva ciberiniciativa que ha propuesto el director de Inteligencia Nacional, que le permitirá al gobierno examinar todos los correos electrónicos, archivos enviados y búsquedas en la internet. Ni hablar de que no se ha hecho nada para anular las leyes que legalizan la tortura y eliminan el derecho de hábeas corpus. Ni hablar de que el KKK va a marchar en Jena, los Minutemen están en la frontera, los torturadores están en Guantánamo y la mayoría de la Suprema Corte se opone al derecho al aborto. Como si todo vaya a desaparecer pronto.

Pero contar pasivamente los días que faltan para el fin del gobierno de Bush no cambiará nada en una dirección positiva, y no acabará con todo lo intolerable que hace. Bush y Cheney todavía están en el poder y todavía están ejerciendo ese poder. Están consolidando lo que ya han hecho y trazando planes para hacer más. Y la dirección en que han encaminado el país con siete años de complicidad del Partido Demócrata no se va a revocar fácilmente.

A cierto nivel mucha gente lo sabe. Las películas y canciones del invierno documentan la amargura tras siete años del gobierno de Bush. Las revelaciones sobre los videos de tortura destruidos por la CIA (y las señales de que lo ordenaron en los más altos niveles del gobierno) siguen saliendo a flote, y las están “investigando” algunas de las mismas personas que permitieron destruirlos en primer lugar, entre ellos varios demócratas de peso. Estas revelaciones explosivas, y otras, tienen el potencial de tumbar al gobierno de Bush por crímenes anticonstitucionales; pero si eso pasa o no depende en gran medida de si el rechazo público llega a tal punto que no pueden seguir torturando en nuestro nombre.

En ese contexto ha salido la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar del 31 de enero. Puede y tiene que dar expresión a la urgente necesidad de protesta y de resistencia masivas, y tiene que hacerlo en medio de la única noticia que se permite: el frenesí electoral que supuestamente cambiará todo. En tal terreno, el 31 será un polo de aclaración. Sobre la base del llamamiento de El Mundo no Puede Esperar de sacar al gobierno de Bush, detalla una vez más los horrores que todavía comete “tu gobierno” y dice claramente la enorme responsabilidad de la población. Y es un polo de atracción: una manera de atraer e impulsar a todos los que se rompen la cabeza y captan que no se puede dejar el futuro a la política de siempre. Los artículos de este número y del número de la semana pasada sobre las acciones del 11 de enero para cerrar Guantánamo, vestirse de naranja y otras formas de oposición al gobierno, muestran el potencial, especialmente de la juventud, de romper con el marco de parálisis y aceptación.

¿Y las elecciones?

En esta temporada electoral, que ha empezado más temprano que cualquier otra, se ve que los que detentan el poder en este país captan que hay una presa de descontento y agitación profundos en la población. Las elecciones tienen el propósito de desviar y contener políticamente ese descontento para que no lleve a la clase de levantamiento político que ponga en peligro la dirección del imperio.

Ningún candidato demócrata que se considera viable se opone a las suposiciones fundamentales de la “guerra contra el terror” de Bush. Tienen una guerra que hoy es una de las peores debacles de la historia del país; no hay una resolución fácil para los imperialistas, que de una u otra manera tienen que mantener el control del Medio Oriente como elemento central de mantener su imperio indiscutible. Incluso si oficialmente se opusieron antes de que estallara la guerra, ninguno está a favor de parar la guerra y la ocupación ahora. Ninguno de los principales candidatos demócratas respondió al Informe Nacional de Inteligencia, que concluyó que Irán no está elaborando armas nucleares, descartando la opción de bombardearlo. Ninguno respondió a las revelaciones de tortura de la CIA con la demanda de revocar inmediatamente la Ley de Comisiones Militares, que legitima y legaliza la tortura y establece un sistema de tribunales irregulares para los detenidos.

Edwards habla de retirar las tropas y no establecer bases permanentes en Irak, pero su plan es retirarlas de Irak y no de la región. Propone dejar las tropas en Kuwait, de donde pueden atacar rápidamente, y convencer a la OTAN a desempeñar un papel mayor en el resto de la guerra y la ocupación. Obama, por su parte, ha dicho que está dispuesto a invadir a Pakistán y quiere intensificar la guerra en Afganistán. En cuanto a la “guerra contra el terror”, Hillary Clinton es Dick Cheney en traje pantalón.

Lo exhaustivo de lo que está concentrado en el programa de Bush, y sus implicaciones duraderas, se entiende muy poco. La convocatoria de El Mundo no Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno lo describe como una dirección fascista: guerras y tortura sin fin; la destrucción de los derechos de hábeas corpus y a un juicio; ataques contra el disentimiento y el pensamiento crítico, y una ofensiva multifacética contra la ciencia y la evolución; la inyección de la religión en la política gubernamental y el control patriarcal de la vida reproductiva de la mujer. Nada de esto se puede revocar fácilmente, y el marco de las elecciones del 2008 forja consenso y consentimiento para continuarlo y NO para pararlo. Esto no es un misterio: estos políticos operan en un sistema que descansa sobre la explotación de miles de millones de personas por todo el mundo y en el país. Si propusieran medidas que fueran un obstáculo a ese sistema, les harían el vacío o les darían una lección: perderían las elecciones como prueba de por qué hay que aceptar el marco y las premisas de los de arriba. Para cuando uno llegue a la cima de tal sistema, casi por instinto ve sus intereses como la defensa y extensión del sistema imperialista. Los antecedentes de activismo juvenil de uno u otro candidato (como Clinton u Obama) solo les permiten decir que ahora se han madurado y son “realistas”, y permiten que sus seguidores se engañen en cuanto a lo que harán esos candidatos si los eligen. En pocas palabras, estos candidatos no tienen los mismos intereses ni quieren las mismas cosas que la gran mayoría de la población de votantes. Y si tuvieran esos mismos intereses, no les permitirían postularse o los rechazarían rotundamente, como hicieron los medios cuando callaron a Mike Gravel, quien hizo campaña principalmente para denunciar a los demás demócratas de su propio partido que apoyan la guerra.

31 de enero: A actuar

Es hora de despertar a la gente para que recuerde lo que lleva siete años odiando y considerando intolerable. Es hora de rechazar el camino que parece más fácil de sentarse esperando que un político resuelva los problemas, que es un callejón sin salida; no lo hará. Es hora de que millones de personas actúen conforme a lo que ya saben en cierto nivel: que lo que parece más seguro en realidad es ineficaz y no llevará a un mundo más seguro de los crímenes que hoy se cometen en nuestro nombre. No habrá ningún cambio —por lo menos ningún cambio significativo y positivo para la humanidad— sin tomar partido y oponer resistencia política masiva. El cambio auténtico viene de la iniciativa masiva de la gente común y corriente que acepta la responsabilidad de tomar la historia en nuestras propias manos.

Ahora mismo la gente de Irak, Irán, Pakistán y todo el mundo está mirando a los que viven en Estados Unidos, para ver si la separación que ha trazado desde los años 60 entre la gente y el gobierno sigue siendo válida. El 11 de enero gente por todo el mundo exigió que cerraran Guantánamo. En Estados Unidos, arrestaron a docenas de personas en protestas, y estudiantes de prepa de varias ciudades tomaron la iniciativa para politizar a los demás estudiantes. Adolescentes y jóvenes revolucionarios dieron la bienvenida a la polarización que ocurrió cuando otros estudiantes trataron de callarlos gritando “¡USA, USA!” y apoyando la tortura. La gran mayoría de los estudiantes no sabía qué es “waterboarding” (el submarino) ni que es una tortura que están cometiendo en prisiones clandestinas por todo el mundo; y cuando se enteran, se horrorizan. Centenares de jóvenes se vistieron de naranja, y las acciones de los estudiantes a quienes les preocupa lo que pasa en el mundo abrió un espacio para los demás a quienes les importa y que quieren tener la oportunidad de hacer la historia e influenciar el futuro en que tendrán que vivir. Aunque la prensa por lo general censuró la noticia de las protestas del 11 de enero, por todo el mundo la gente se enteró.

Fue un comienzo. Hay que ir más allá.

Los activistas de El Mundo no Puede Esperar a veces dicen: “Les toca a los que detentan el poder o les toca a ustedes; ¡es hora de escoger!”. Es cierto. Y hay muchísimo en juego. La parálisis o una actitud de contar con los demócratas no harán nada para parar la dirección fascista en que está encaminada la situación, ni los verdaderos y horribles crímenes que cometen (y justifican e imponen como la nueva normalidad) diariamente.

Por otro lado, si se nutren las semillas del 11 de enero rápidamente y si alcanzamos a más gente, si un movimiento popular empieza a movilizarse (con una amplia gama de compromisos: vestirse de naranja, colgar estandartes de naranja que dicen NO A LA TORTURA o participar en acciones audaces que son un reto político a “lo normal”), podría empezar a cambiar la dinámica de una manera importante. Podría crear condiciones más favorables para más resistencia a los crímenes de este sistema. Una oposición visible repercutiría por todo el mundo, y desmentiría en la práctica la mentira de que la única opción es la dominación del imperialismo estadounidense o el fundamentalismo islámico. Y, desde nuestro punto de vista comunista, un gran repunte de lucha contra este gobierno podría crear posibilidades más favorables para repolarizar la sociedad para la revolución. El 31 de enero puede ser un paso importante hacia todo esto, si mucha gente contribuye con inteligencia, imaginación y energía.

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