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Revolución #117, 27 de enero de 2008

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La última etapa del TLC en México:
“Nos van a pasar a amolar”

Durante los últimos 14 años, el TLC ha hecho que México sea más "libre" para la explotación de su pueblo y recursos por el imperialismo estadounidense. El 1o de enero del año en curso, la última y más dañina medida del Tratado de Libro Comercio Norteamericano (TLC/NAFTA) entró en vigor. Levantará toda protección en México contra la importación de los alimentos básicos (maíz, frijol, azúcar y leche). Esta medida inundará el país con alimentos altamente subvencionados y producidos a bajo precio, y permitirá que las gigantescas compañías estadounidenses de la industria agrícola acaben con los pequeños agricultores mexicanos que aún siguen produciendo maíz, frijol, azúcar y leche en polvo.

Como resultado, millones de agricultores mexicanos perderán los medios de vida, y más mexicanos sufrirán hambre. Dijo un campesino de 74 años de edad que siembra maíz, al oír las noticias de lo que iba a ocurrir: “¿Qué irá a pasar con nosotros? Nos van a pasar amoler. Nos van a chingar los gringos”. De una cosa no cabe duda: otros millones de campesinos mexicanos terminarán en la desesperación.

En señal de protesta contra esta ley, a la medianoche del 1o de enero, organizaciones campesinas cerraron la entrada fronteriza entre Juárez, México, y El Paso, Texas, durante 36 horas. En una sección del odiado “muro de muerte” metal que separa a Tijuana del condado de San Diego, artistas oaxaqueños empezaron a pintar un mural contra el TLC. En frente de la embajada estadounidense, se quemó una bandera estadounidense que traía en lugar de estrellas los nombres de corporaciones estadounidenses que controlan la economía mexicana.

El fin de la “guerra fría” y la intensificación del saqueo

El ascenso del imperialismo estadounidense es inseparable de la opresión y explotación de México. Estados Unidos le arrebataron la tercera parte del territorio nacional con la anexión de Texas en 1845 y la intervención estadounidense en México de 1846 a 1848. El robo de este vasto territorio mexicano extendió y fortaleció el sistema de esclavitud y el capitalismo estadounidense en general.

Desarrollaron la agricultura y la industria manufacturera de México al servicio del imperialismo estadounidense. El petróleo mexicano se vendió a precios de descuento a la industria manufacturera controlada por Estados Unidos o se exportó a Estado Unidos u otros países. La red nacional de ferrocarriles corre de norte a sur, diseñada, como escribió un historiador, “para sacar productos del país… de México a Estados Unidos y viceversa, en vez de servir como sistema de transporte en México”. Esta estructura la impuso Estados Unidos por medio de agresiones y amenazas militares. Por ejemplo, cuando el gobierno mexicano aumentó los impuestos sobre el petróleo exportado en 1921, la marina yanqui orquestó un “despliegue de fuerza” provocador en el puerto mexicano de Tampico.

El fin de la “guerra fría” y el colapso del bloque rival soviético socialimperialista (falso socialismo) permitió a Estados Unidos centrar la atención en la explotación de Asia y Latinoamérica en general, y México en particular. El imperialismo estadounidense le impuso el TLC en 1994 para acabar con las leyes y programas oficiales existentes que daba tantita protección al campesinado, pero que obstaculizaban la expansión del capital estadounidense en México.

Resultados desastrosos del TLC

El TLC ha empeorado aún más la situación del pueblo mexicano. De 1994 a 2004 (según datos del Banco Mundial), seis millones de campesinos—una cuarta parte de la población rural—se quedó en la ruina y tuvo que abandonar el campo para sobrevivir. En México, solo una de cada tres personas que recién empieza a buscar empleo lo encontrará. La migración se aumentó de manera exponencial hasta llegar al nivel de 600,000 personas que anualmente arriesgan la vida para brincar la línea fronteriza. Cada año mueren más: el año pasado fueron 562 personas las que murieron en el desierto o de otras maneras al cruzar la frontera.

Mientras el presidente mexicano Felipe Calderón acompañó a dignatarios extranjeros a cenar con manjares tradicionales del campo como caldo de flor de calabaza, pregonaba los “beneficios” del TLC. A pesar de algunas “inconveniencias”—según las describió—, Estados Unidos y Canadá ahora compran cinco veces más productos agrícolas mexicanos que en 1994.

El TLC intensificó la situación desventajosa del agricultor mexicano en el mercado. Exigió que el gobierno mexicano recortara drásticamente los subsidios al pequeño agricultor. Sin embargo, los productores estadounidenses reciben subvenciones que equivalen a $10 mil millones de dólares al año. Por encima de todo eso, el gobierno mexicano paga subvenciones a la gigante compañía agroindustrial Cargill por el transporte y la distribución de maíz.

Aparte de arruinar a agricultores, estos cambios han traído más hambre al pueblo mexicano. Desde que el TLC entró en vigor, México importa la mayoría de sus alimentos. La especulación en los precios del maíz ha causado un aumento de 730% en el precio de la tortilla. Un dato que plasma la relación de opresor y oprimido entre Estados Unidos y México es que la cantidad gastada en México para importar alimentos desde que el TLC entró en vigor es igual a las remesas a México por los ex campesinos obligados a ir al Norte para ser superexplotados como indocumentados ($100 mil millones de dólares).

Si bien las transformaciones radicales de la agricultura mexicana le han inyectado ganancias al imperialismo estadounidense y sus socios mexicanos, han sido un desastre para el pueblo, y eso se empeora con las nuevas medidas que entraron en vigor al principios del año en curso. Según la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras del Campo, la importación de maíz y frijol sin restricción alguna causará “una catástrofe económica y social para la mayoría de los productores, inseguridad alimenticia y vulnerabilidad para la seguridad y gobernabilidad”.

La salida

Antes del TLC, la explotación de los campesinos mexicanos se llevaba a cabo por medio del estado tanto como las formas semifeudales más tradicionales. La vida ya era intolerable. Durante los últimos 14 años, el TLC ha empeorado esta situación. Ha desplazado a millones de campesinos de la tierra y los que quedan sufren más.

En los estados del sur, especialmente Chiapas, Oaxaca y Guerrero donde muchos viven de la siembra de maíz, el 70% de la población vive en la extrema pobreza. Si hay escuelas, aunque no se cobre matrícula los campesinos no tienen para comprar libros y uniformes. Si hay agua potable y luz, puede costar hasta la mitad de lo que ganan al mes. Una mujer joven en Salto de Agua, Chiapas, cerca de la ciudad principal de San Cristóbal, describió su vida así: “A menos que estuviera enferma, trabajaba… Me paraba a las tres de la madrugada para hacer tortillas y salía de la casa a las seis para hacer la labor en la parcela hasta las tres o cuatro de la tarde. Cuando regresaba a la casa, lavaba y seguía moliendo maíz y haciendo tortillas. No hay descanso”.

La salida de esta miseria en las naciones oprimidas como México no es ni la globalización imperialista ni el regreso al pasado con otras formas de opresión semifeudal. La salida es la revolución de nueva democracia, la cual representa los intereses de todos que puedan unir para derrumbar la clase capitalista-burocrática y el sistema gubernamental dependiente del imperialismo, así como las relaciones semifeudales opresivas en el campo.

La revolución de nueva democracia es la esperanza del campesino mexicano desesperado y de la vasta mayoría del pueblo de esa nación oprimida. Y es la primera etapa de una revolución socialista que apunta a derrumbar el sistema capitalista-imperialista en cada rincón del mundo.

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