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Revolución #118, 3 de febrero de 2008
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La doctrina del shock de Naomi Klein y sus tergiversaciones anticomunistas—Desafortunadamente, ese no es ningún shock
Estoy leyendo —voy por la mitad—The Shock Doctrine, The Rise of Disaster Capitalism (La doctrina del shock, El auge del capitalismo de desastre), de Naomi Klein. Ya está claro que el libro tiene percepciones y análisis valiosos, aunque la tesis principal en última instancia no es una explicación fundamentalmente válida de la realidad que examina, y tiene cierta tendencia hacia el instrumentalismo en cuanto a esa tesis (es decir, tiene una tendencia a interpretar —o reinterpretar— los sucesos para que cuadren con su tesis). Pero lo que una vez más destaca, y de lo que quiero hablar aquí, es que el libro tiene lo que son las tergiversaciones y ataques de rigor contra el comunismo demasiado frecuentes hoy por día (y de los socialdemócratas como Klein igual que de otros); y tiene los problemas relacionados de metodología que caracterizan a los anticomunistas “progresistas” en general.
Como ejemplo concentrado y atroz de esto, al comienzo de The Shock Doctrine (en la introducción, “En blanco es hermoso”), cuando trata de trazar una comparación entre la población norteamericana tras el 11 de septiembre del 2001 y la población de China en medio del auge masivo de la colectivización del campo durante la primera década del socialismo en ese país, Klein tergiversa grotescamente lo que dijo Mao en un ensayo breve de 1958, “Presentación de una cooperativa”. Específicamente, Klein hace referencia —menciona fuera del contexto y tergiversa completamente— a lo que dice Mao acerca del lado positivo del hecho de que entre las características que distinguen a las masas chinas se destaca su “pobreza y desnudez”. Klein escribió que tras el 11 de septiembre de 2001:
“De repente, nos encontramos viviendo en una especie de Año Cero, en el cual todo lo que sabíamos podía desecharse despectivamente con la etiqueta de ‘antes del 11-S’. Aunque la historia jamás ha sido nuestro punto fuerte, Norteamérica se había convertido en una tabla rasa, una verdadera ‘página en blanco’ sobre la cual se podían ‘escribir las palabras más nuevas y más hermosas’, como Mao le decía a su pueblo”. (The Shock Doctrine, p. 16)
Aquí vemos que Klein empieza con una percepción válida e importante, e inmediatamente la distorsiona y la menoscaba con un ataque infundado y ciego contra Mao (y, por asociación, contra el comunismo en general). Es difícil saber si aquí Klein lo hace conscientemente y adrede, o si simplemente es el resultado “espontáneo” de las tergiversaciones que caracterizan su punto de vista socialdemócrata y democrático-burgués, y los prejuicios anticomunistas que conlleva. Y no estoy en condiciones de decir si Klein de hecho leyó este ensayo de Mao pero de todos modos decidió usar esta cita completamente fuera del contexto para tergiversar, y en realidad invertir, su significado; o si Klein simplemente encontró esta cita de Mao en algún lugar y, como es muy común entre los que se han tragado todas las calumnias acerca del comunismo, simplemente la repitió sin investigar la fuente de que la sacaron ni el contexto en que cuadra. Pero, de cualquier modo, si se lee el ensayo de Mao, no cabe duda (es decir, no cabe duda si no se ve la situación a través del prisma tergiversado del anticomunismo obsesivo) de que el espíritu y el significado esencial de lo que Mao expresa, tanto en esta cita en particular y en todo el ensayo, es exactamente el opuesto de lo que Klein insinúa con el uso tergiversado de esta cita.
Lo que Klein sugiere es que Mao abordó la situación como tirano “totalitario” empeñado en la “ingeniería social” de centenares de millones de personas, siguiendo la línea de sus perspectivas y planes comunistas “fundamentalistas” y “absolutistas” (como lo presenta Klein, es lo mismo que hacen George W. Bush y los “fundamentalistas del capitalismo de mercado libre” en general, pero al otro extremo del espectro político, por así decirlo). En realidad, al leer este breve ensayo de Mao, se encuentra que destaca la conciencia política e ideológica y la iniciativa consciente cada vez mayores de las masas chinas, y en particular de los campesinos, que eran la inmensa mayoría de la población y a quienes nunca antes los veían ni trataban como algo más que bestias de carga. “El espíritu comunista se desarrolla vigorosamente en todo el país”, dice Mao; y continúa destacando que “Nunca como ahora se vio a las masas populares tan animadas y pletóricas de audacia y combatividad”. Después de subrayar, y de ampliar brevemente, esto y otros puntos relacionados, Mao dice:
“Entre las características que distinguen a los seiscientos millones de chinos, se destaca su ‘pobreza y desnudez’. Esto podría parecer malo, pero en realidad es bueno. La pobreza impulsa el anhelo de cambio, de acción, de revolución. En una hoja de papel en blanco, desnuda, se pueden escribir las palabras más nuevas y hermosas y pintar los cuadros más originales y bellos”.
Y luego Mao habla de los dazibao que desarrollaron y utilizaron las masas populares como medio para llevar a cabo ellas mismas los debates de masas y la lucha ideológica, tanto como para criticar y denunciar a los explotadores y opresores que se oponían a la revolución. Como lo expresó Mao (con referencia a un poema china clásico), los dazibao, y en general el auge político de las masas populares, han “disipado la pesada atmósfera” en el campo y por todo el país.
De lo que se ha citado aquí —y de una lectura honesta de todo el ensayo de Mao— no cabe duda de que todo el espíritu y propósito de lo que dice Mao tiene que ver con ensalzar, y usar como base para seguir desarrollando, el hecho de que las masas populares nunca antes estaban tan inspiradas, militantes y audaces. Específicamente, está claro que el significado esencial de lo que dice Mao es que su “pobreza y desnudez” no solo las lleva a querer el cambio radical sino a ser capaces, mucho más fácilmente que quienes tienen algo que perder, de tomar la iniciativa para luchar por ese cambio radical. Y no cabe duda de que lo que dice Mao es que las “palabras más nuevas y hermosas” y los “cuadros más originales y bellos” los escribirán y los pintarán las masas populares ellas mismas—sí, con la dirección del Partido Comunista. Como lo resume Mao:
“¿Tiene aún el pueblo trabajador chino el aspecto de esclavos que tenía en el pasado? No. Se ha convertido en amo. El pueblo trabajador que vive en los 9 millones 600 mil kilómetros cuadrados de la República Popular China comienza ahora realmente a ejercer su dominio sobre esta extensión de tierra”.
Es importante denunciar las tergiversaciones grotescas en la manera en que Klein trata esto por sí mismas y además porque son muy típicas y representativas, hoy en día especialmente, de una orientación y método —no solo entre los reaccionarios declarados, agresivos y que no piden perdón sino, desafortunadamente, también entre demasiada gente con pretensiones progresistas (o hasta intenciones progresistas)—, una orientación y método que acepta ciegamente todas las tergiversaciones y calumnias acerca de la experiencia histórica del movimiento comunista y los estados socialistas dirigidos por comunistas, y que no aborda esta experiencia de una manera sistemática y consecuentemente científica, con la curiosidad honesta y abierta y con el deseo de encontrar la verdad, y con un escepticismo sin trabas hacia la “opinión común” (lo que “todo mundo sabe”) que es, y tiene que ser, parte del pensamiento crítico y el método y enfoque científicos de conjunto.
Para contribuir a plasmar en los hechos otro mundo realmente mejor, es necesario forjar algo mucho mejor que esta clase de orientación y método. Y no cabe duda de que es posible hacerlo.
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