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Revolución #120, 17 de febrero de 2008

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La pura verdad, verdad liberadora

Segunda parte: Nuevas formas de opresión bajo el capitalismo

Con motivo del Mes de la Historia de los Negros, Revolución está publicando una serie de tres partes de La pura verdad, verdad liberadora: Cómo este sistema siempre ha oprimido al pueblo negro, cómo se puede acabar finalmente con toda la opresión. Este folleto se publicó como serie en el Obrero Revolucionario (que ahora es Revolución) en 1989. Se han cambiado algunas estadísticas, pero en general el análisis sigue siendo muy pertinente hoy. La primera parte examinó la esclavitud en Estados Unidos.

Nuevas formas de opresión bajo el capitalismo

Aunque la esclavitud terminó después de casi 250 años, los negros siguen sufriendo salvajes formas de opresión y les siguen echando la culpa de su situación. Primero, la “historia oficial” niega o menosprecia el importante papel que desempeñaron los negros en la lucha contra la esclavitud. La verdad es que hubo más de 200 rebeliones de esclavos; entre las más famosas se cuentan las que dirigieron Nat Turner en Virginia y Denmark Vesey en Carolina del Sur, pero hay otras “borradas de la historia” por los esclavistas. También ocultan su papel en la guerra de Secesión que puso fin a la esclavitud. Cuando se les permitió, los negros ingresaron en masa en el ejército norteño de la Unión y lucharon valientemente, con gran sacrificio, en las primeras líneas de combate, pese a que seguían sufriendo segregación y discriminación; por ejemplo, ¡se les pagaba solamente la mitad del sueldo de los soldados blancos! Casi 200,000 negros combatieron en el ejército de la Unión y 1 de cada 5 (o sea casi 40,000) entregaron la vida en esa guerra: una proporción mucho mayor que para los blancos del ejército de la Unión.

Otra mentira es que “Abraham Lincoln liberó a los esclavos” dizque porque le repugnaba la esclavitud. Lincoln firmó la Proclama de Emancipación que liberó a los esclavos (aunque no a todos, solo a los que vivían en los estados de la Confederación) porque se dio cuenta de que sería imposible ganar la guerra sin liberar a los esclavos y sin permitirles combatir en el ejército norteño. El propio Lincoln reconoció que

“Mi objetivo primordial en esta lucha es salvar la Unión, y no es ni salvar ni destruir la Esclavitud. Si pudiera salvar la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría; y si la pudiera salvar liberando a todos los esclavos, lo haría; y si lo pudiera hacer liberando a algunos y dejando cautivos a otros lo haría también”. Lincoln dijo que su “deseo personal” era que “todos los hombres, en todas partes, pudieran ser libres”, pero dijo que la “igualdad para los negros” era una tontería (“demagogia barata”) y afirmó que los blancos eran, y tenían que ser, superiores a los negros:

“Hay una diferencia física entre la raza blanca y la negra, la cual, creo yo, siempre prohibirá que estas dos razas vivan juntas en igualdad social y política… y yo como cualquier otro hombre estoy a favor de que la posición superior sea asignada a la raza blanca”, dijo Lincoln.

Lincoln era un representante de la burguesía —los dueños de fábricas, de los ferrocarriles y otros capitalistas del Norte— y condujo la guerra en su beneficio.

La guerra de Secesión surgió del conflicto entre dos sistemas económicos y sociales: el sistema de esclavitud del Sur, con sus grandes plantaciones, y el sistema capitalista del Norte, con sus fábricas y otras formas de trabajo asalariado. Llegó un momento en que ya no era posible que estos dos sistemas coexistieran en paz en el mismo país. Los esclavistas y los capitalistas se disputaban el control del país y de la expansión hacia el Oeste. La expansión se llevó a cabo aniquilando a los indígenas (que llamaban “indios salvajes”), robándoles sus tierras y robándole en una guerra grandes territorios a México. Los esclavistas necesitaban más tierras porque su sistema de plantación agotaba el suelo muy rápido, mientras que los capitalistas del Norte querían el oro, petróleo y otras riquezas del Oeste. Todo ello desembocó en la guerra de Secesión.

Para aislar y derrotar a los esclavistas, los capitalistas del Norte tuvieron que prometer a los esclavos que los liberarían y tuvieron que prometerles a ellos y a los blancos pobres del Sur tierras y derechos una vez ganada la guerra. Por unos pocos años después de la guerra cumplieron algunas de sus promesas, pero incluso en esos años el gobierno federal mandó sus soldados para aplastar a los negros (y los blancos pobres que a veces se unían a ellos) que demandaban el cumplimiento de todas las promesas. Y en poco tiempo metieron de nuevo por la fuerza a los negros en las plantaciones donde habían sido esclavos.

Si bien ya no eran esclavos, la situación no era muy diferente. Ahora eran explotados como aparceros (share-croppers) y jornaleros. Trabajaban para los mismos amos “desde la madrugada hasta el anochecer”, amarrados por deudas que no podían saldar y sometidos al terror de grupos como el Ku Klux Klan (KKK); toda una serie de leyes y códigos los encadenaban en nuevas condiciones al sistema de plantaciones.

Mientras tanto, ¿qué hacía el gobierno? Lo mismo de siempre. Protegía y velaba por los intereses de la clase dominante. La guerra les había dado a los capitalistas norteños lo que querían y necesitaban: dominio del país entero y la oportunidad de expandir su sistema capitalista. La igualdad para los negros y el fin al sistema de plantaciones —o sea las promesas que hicieron durante la guerra de Secesión— chocaban con los intereses de los capitalistas. No quedó más que romper las promesas y usar la fuerza para mantener a los negros pobres reprimidos, explotados y segregados, tratados como peones en las plantaciones, bajo el dominio y control absolutos de los capitalistas. ¿Y qué excusa dieron, con qué Gran Mentira lo justificaron? ¡¡Que los negros “no estaban listos” para la libertad e igualdad plenas!!

Una vez más: Cambió la forma pero la opresión sigue

No fue sino hasta la II Guerra Mundial, casi cien años después de la guerra de Secesión, que se dieron cambios fundamentales en la situación del pueblo negro. Millones de negros se trasladaron del campo a la ciudad. Pasaron de trabajar la tierra, ya sea como aparceros o dueños de tierras, a ser predominantemente proletarios, o sea que no estaban atados a un lugar o trabajo específico sino que tenían que vivir vendiendo a los capitalistas su fuerza de trabajo (su capacidad de trabajar) o caer en el desempleo si los capitalistas no les podían sacar oro.

La emigración de los negros a las ciudades del Norte (y del Sur) empezó durante la I Guerra Mundial pues había una gran demanda de trabajadores en las fábricas de armas y otras. Además, se había suspendido la enorme emigración de Europa que se dio antes de la guerra. En resumen, los capitalistas necesitaban muchos trabajadores y no había suficientes trabajadores blancos; por eso permitieron trabajar a algunos negros, pero eso sí, en los oficios de abajo.

No mucho después de la I Guerra Mundial la gran depresión de los años 30 disminuyó la emigración de los negros a las ciudades. Con un gran desempleo, ya no ofrecían la esperanza de una vida mejor. Pero cuando estalló la II Guerra Mundial a fines de los años 30, otra vez hubo oportunidad de trabajar y una vez más emigraron los negros a las ciudades, especialmente a las del Norte, lejos de las plantaciones, la franca segregación y el terror del Sur.

El mayor cambio se dio después de la II Guerra Mundial. La agricultura del Sur sufrió una transformación radical: se introdujo el tractor en gran escala y otros métodos mecanizados de cultivo. Las máquinas empezaron a remplazar la mano de obra y los patrones de propiedad de la tierra también empezaron a cambiar. La “mano invisible” del capitalismo y su máximo mandamiento —ganancias y más ganancias— expulsó de la tierra a millones de negros. Incluso de los que se querían quedar —los que tal vez tenían sus tierras y se ganaban la vida con la agricultura— la gran mayoría las tuvo que abandonar. Antes, las necesidades de los capitalistas dictaron que los negros deberían quedarse en las plantaciones, a la fuerza y por el terror; ahora esas mismas necesidades de los capitalistas dictaban que los negros debían abandonar las tierras agrícolas del Sur.

A raíz de estos cambios económicos se produjeron ciertos cambios políticos y sociales. Se combatió la segregación, se libraron batallas y se derribaron obstáculos. A los negros ya no podían negarles legalmente el derecho a votar o a comer en los mismos restaurantes o a usar los mismos baños y tomar agua de las mismas fuentes que los blancos. Los linchamientos, que eran bastante frecuentes en el Sur de las plantaciones, se hicieron menos frecuentes aunque no cesaron del todo.

En el próximo número: Los levantamientos de los 60 y los cambios posteriores

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