El asesinato policial de doña Alberta

Obrero Revolucionario #1201, 1 de junio, 2003, posted at rwor.org

"El hecho de que la hayan esposado, maltratado y golpeado hasta dejarla muerta es reprochable, antiamericano y algo que se debe condenar y procesar a nivel federal. Este comportamiento proviene de Washington o de un rancho en Waco, Texas, donde los machos, como Bush, que nunca pelearon, ladran órdenes: dale a este, ahora a aquel".

Jimmy Breslin, Newsday,18 de mayo de 2003

"Fue un asesinato a sangre fría. Deben meterlos a la cárcel. Tenemos que unirnos. Tienen que saber que nosotros no somos los únicos que nos damos cuenta de sus fechorías, que los hispanos, los negros y hasta los blancos también se dan cuenta".

Una señora negra de Harlem

"Tenemos que ponernos de pie, defender nuestros derechos. No podemos seguir permitiendo que nos traten así".

Un sindicalista negro en una vigilia frente al apartamento de doña Alberta

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Mayo 16, 6:10 a.m. Alberta Spruill acaba de vestirse para ir al trabajo. Doña Alberta, como le decían los vecinos en Harlem, tenía 57 años, y los últimos 30 trabajó para la alcaldía procesando exámenes para puestos públocos. De repente, un ariete tumbó la puerta de su apartamento y entraron 12 policías. Una granada de choque alumbró y sacudió el apartamento. A doña Alberta la hicieron tenderse en el suelo, la registraron y esposaron. Todo eso le causó un infarto y poco después murió en el hospital Harlem.

Todavía no está del todo claro lo que sucedió después de que la policía invadió el apartamento con el pretexto de buscar a un narcotraficante. La policía dice que en cuanto se dio cuenta de que ese no era el apartamento le quitaron las esposas.

Sin embargo, los vecinos vieron algo diferente. Belica Rivera, que vio a doña Alberta esposada en el corredor media hora después de que llegó la policía, le dijo al periódico Newsday:"Estaba llorando, tosiendo. Decía: `No puedo respirar, me duele el pecho, no puedo respirar'". Otra señora nos dijo: "Mi hermana se espantó por los ruidos. Ella vive en el mismo piso y abrió la puerta para ver qué pasaba, pero le dijeron que se metiera y cerrara la puerta, como si fuera un animal. Siempre nos irrespetan. Piensan que todos los que vivimos aquí somos narcotraficantes, drogadictos, burros, y no es cierto. Ella trabajaba para el mismo patrón que los que la mataron".

Invasiones sin advertencia

El método de entrar al apartamento de doña Alberta es común desde mediados de la década pasada y es parte de la escalada de represión contra el pueblo con el pretexto de la "guerra contra la droga". Como en muchos otros casos, esta vez también dijeron que tenían información de un "agente de confianza" de que en ese apartamento se vendían drogas y armas. La policía no verificó la información del soplón; no averiguó con los vecinos ni con los guardias del edificio, que conocían muy bien a doña Alberta. Dicen que tiraron una granada por si había perros y armas.

Por toda la ciudad se sintió profunda indignación por la violenta muerte de doña Alberta. Muchos se preguntaban por qué tuvo que morir de una forma tan canalla. Ella jamás se metía en problemas. Una amiga dijo que "obedecía los mandamientos", que "se preocupaba por la comunidad y los niños de la comunidad, e iba a la iglesia los domingos". Cientos de personas acudieron a presentarle sus respetos en una ofrenda frente a su apartamento, y un grupo marchó hacia la delegación para demandar justicia.

Las autoridades metropolitanas estaban en aprietos. Dijeron que Alberta Spruill murió debido a una "trágica equivocación". El comisario de policía pidió disculpas a la familia, ordenó una investigación, prohibió el uso de granadas de choque y trasladó a otro departamento al policía que autorizó la granada.

Están haciendo mucho para que la gente se tranquilice y no pierda fe en el sistema que mató a Alberta Spruill. El alcalde y el comisario de policía se reunieron con funcionarios públicos negros, algunos de quienes aconsejaron trabajar con el sistema en vista de que las autoridades "demostraron voluntad de trabajar con la comunidad negra", algo que el ex alcalde Giuliani nunca hizo. El reverendo Al Sharpton dijo: "Sería una vergüenza que la comunidad negra vuelva a temer a la policía".

Pero la verdad es que la muerte de Alberta Spruill es un ejemplo de lo sistemáticos y cotidianos que son la brutalidad y los asesinatos policiales contra las nacionalidades oprimidas y los pobres. Después de este asesinato fuimos a hablar con los vecinos de Harlem y nos contaron muchos incidentes de brutalidad policial. Nos contaron de un tipo que iba en motocicleta y que la policía lo detuvo, lo tiró al suelo y le dio una paliza. Lo mismo le pasó a una señora embarazada.

Una vecina nos dijo: "Un día llegaron a mi casa y no tocaron. Cuando yo abrí la puerta para salir se metieron echándome a mí a un lado. A mi hijo lo arrestaron por algo que hizo hace dos años; él ni sabía de qué hablaban. Tuvo que ir a la corte. Luego lo soltaron pero después lo volvieron a arrestar. Somos seres humanos, ¿por qué nos tratan así? No somos animales".

Lo que los policías hicieron cuando invadieron el apartamento de Alberta Spruill no es nada raro; de hecho es común y corriente. Desde la muerte de doña Alberta muchos han relatado incidentes idénticos, entre ellos un policía negro retirado. Una señora de Harlem nos dijo: "Se desbocan tanto a arrestar que no se molestan en investigar antes de meterse en un apartamento. No debieron haberle creído a ese soplón, especialmente porque es un narcotraficante. Estas cosas pasan todo el tiempo".

"¿En qué mundo vivimos?"

Al ver por la tele cómo los marines tumban puertas en Bagdad, muchos piensan en lo que la policía hace en los ghettos y barrios aquí.

La situación ha empeorado desde que el secretario de Justicia impuso nuevas medidas represivas con el pretexto de proteger la patria. Desde los más altos niveles del gobierno se impone un clima de temor y sospecha. Después del 11 de septiembre a la ciudadanía se le pide que delate cualquier "actividad sospechosa". Por las "pistas" de soplones ya han detenido y deportado a musulmanes, mesorientales y sudasiáticos. Estas son cosas que los negros han vivido aquí desde hace años. A raíz del 11 de septiembre nos dijeron que los policías son héroes, que no se les debe criticar por nada en el mundo. Eso fue como darles carta blanca para sus fechorías asesinas.

Desde el 11 de septiembre la policía de Nueva York y New Jersey ha matado a 57 personas, y ni un solo policía ha sido arrestado.

Después de matar a doña Alberta, la policía de Nueva York volvió a matar: Ousmane Zango no estaba armado, así y todo le dispararon cinco veces, una vez por la espalda.

En una protesta en Harlem, tuvimos la oportunidad de hablar con más gente, como el señor que preguntó: "¿En qué mundo vivimos? Nos declaran culpables por la compañía que llevamos. Yo no le doy la espalda a un policía. Uno tiene que andar con los ojos bien abiertos. Si por la calle veo a dos pandilleros y a dos policías, me la juego con los pandilleros... Dicen que Saddam Hussein trató mal a los iraquíes; miren cómo nos tratan a nosotros. Eso de la seguridad de la patria es como lo de COINTELPRO en las décadas de los 60 y 70. Ahora, las leyes Patriota I y II son una amenaza para la sociedad. Tenemos que ejercer nuestro derecho de desafiar al gobierno. Los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Es hora de ponerse las pilas, porque el tiempo apremia".

Juanita Young tomó la palabra en una vigilia frente al apartamento de doña Alberta y luego nos dijo: "¡Esto no tiene justificación! ¿Por qué se metieron? ¿Por qué dicen que fue un accidente? En marzo de 2000 mataron a mi hijo Malcolm Ferguson en el Bronx. Para justificarlo lo pintaron como un monstruo que se lo merecía, pero como no pueden decir lo mismo de Alberta dicen que fue accidente. ¿Cómo se meten a la fuerza un montón de policías en un apartamento, provocan un ataque al corazón y luego dicen que fue un accidente?

"A mi hijo lo mataron de un tiro a la cabeza. Él no lo vio venir. El cuento que presentaron fue que le trató de quitar la pistola al policía y la pistola descargó. Sin embargo, el policía mismo admitió que mi hijo jamás intentó agarrar la pistola. A mi hijo lo mataron a sangre fría, de la misma manera que le provocaron el ataque al corazón a doña Alberta.

"Tenemos que hacer algo. Estar aquí hoy día es el primer paso. Tenemos que ser muchos más para parar estos asesinatos a sangre fría. Tenemos que luchar por justicia".

Al cierre de esta edición se han dado protestas de cientos de personas contra los asesinatos policiales de Alberta Spruill y Ousmane Zango.


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