El debate sobre los matrimonios gay

La policía del matrimonio

Obrero Revolucionario #1210, 17 de agosto, 2003, posted at rwor.org

Pregunta en la rueda de prensa del 6 de agosto: "¿Qué opina Ud. sobre la homosexualidad?"

Respuesta del presidente George W. Bush: "Soy consciente de que todos somos pecadores, y no es bueno ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Creo que es importante que nuestra sociedad respete a toda persona y que acoja a los que tienen buen corazón, ser un país acogedor.

"Pero eso no significa que una persona como yo tiene que transigir sobre un tema como el matrimonio. Y ahí es adonde esto se dirige hoy en Washington, hacia la definición del matrimonio. Creo en la santidad del matrimonio. Creo que un matrimonio es entre un hombre y una mujer, y que debemos codificar eso. Nuestros abogados están buscando la mejor forma de hacerlo".

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La figura política más poderosa del mundo pide que "se codifique" como ley federal un concepto extremo y conservador de la familia. O sea, que el estado (el Congreso, los tribunales, la policía, etc.) imponga tal concepto del matrimonio y de la sexualidad y se oponga a cualquier otro concepto.

¿Qué pasó con la separación de la iglesia y el estado?

Bush dice que su dios ha decretado qué es el matrimonio y que el gobierno federal lo hará cumplir. Decir que cierta forma de matrimonio tiene "santidad" (o sea, aprobación divina) es una manera de endosar el concepto conservador tradicional de su dios.

También dice que no va a "transigir", o sea, no va a ceder a los millones de personas que no comparten su punto de vista sobre "la familia", ni mucho menos a los gays que merecen igualdad en sus relaciones de amor.

Para captar hasta qué punto la política estadounidense está bajo el control del fundamentalismo religioso, nótese que aunque Bush empieza con una postura de tolerancia, trata todo el tema como si fuera "pecado" (o sea, que es un dios quien define la moral).

Ahora el dogma conservador cristiano es el marco en el que se debe debatir la política social. Y en ese marco, las doctrinas que Bush propone como medidas oficiales son los desvaríos de los cristianos fundamentalistas fascistas.

Esto es totalmente reaccionario. La "familia tradicional" que Bush defiende es una institución basada en la dominación masculina y caracterizada por el maltrato, la dependencia y el aislamiento social de la mujer.

Darles a las parejas homosexuales el derecho a casarse legalmente es una simple cuestión de igualdad, y acabaría con las leyes que les niegan el derecho de heredarse, adoptar, visitarse en el hospital, tener seguro y celebrar la unión públicamente.

Negarles esos derechos, y llamarlos "perversos" y "pecadores", busca imponer una sociedad más reglamentada y reaccionaria, que espía y juzga a todos.

Una política oficial medieval

Estados Unidos se encuentra empantanado en una guerra para controlar Irak. Últimamente ha despachado tropas a una docena de países más y se ha atribuido el derecho de librar "guerras de prevención" en cualquier parte. El gobierno federal tiene un enorme arsenal de nuevos poderes policiales, pasa por alto las libertades civiles básicas y ha declarado que el territorio nacional es una zona de guerra permanente. La economía se va a pique: hay millones de desempleados y millones más temen perder el trabajo; el costo de la guerra ha provocado una crisis financiera para los programas sociales y los gobiernos estatales.

Pero en medio de todo eso, la campaña presidencial empieza con un descubrimiento escandaloso: ¡la familia y el matrimonio tradicionales están en peligro! Se necesita una agresiva "codificación" oficial del matrimonio y de la moral pública. Entra la policía del matrimonio.

¡Qué idiotez reaccionaria!

Por una parte, Bush obviamente está azuzando cierta base social: gente muy intolerante y retrógrada del planeta.

Los líderes de la derecha cristiana respondieron con entusiasmo. Sandy Ríos, presidenta de Mujeres Preocupadas por América, dijo: "El país necesita urgentemente una dirección como la que nos da en este momento de depravación".

Hay fuerzas del Partido Republicano que piden enfocar las elecciones del 2004 en la supresión de los derechos de los gays y las lesbianas. Pintan al Partido Demócrata como el "partido de la sodomía" y atacan la campaña de Howard Dean porque fue gobernador de Vermont cuando se legalizaron los matrimonios del mismo sexo.

En julio, cuando la Suprema Corte anuló una ley de Texas que criminalizaba las relaciones sexuales entre dos hombres (la "ley contra la sodomía"), el magistrado Anton Scalia acusó a la mayoría de abrazar "la agenda homosexual". Dijo que legalizar los matrimonios del mismo sexo es parte de una "guerra cultural".

El senador Bill Frist, un republicano de peso, pidió enmendar la Constitución para proclamar que el matrimonio es "entre un hombre y una mujer". El senador Rick Santorum declaró que legalizar las relaciones sexuales de personas del mismo sexo es lo mismo que legalizar el incesto o la bestialidad.

Por su parte, Bush pidió codificar el matrimonio heterosexual con leyes federales, pero no una enmienda. Eso le permite fingir moderación sin "transigir". Es el patrón que suele seguir: hace dos años, tras el 11 de septiembre, pidió respetar a los musulmanes pero desencadenó una racha de redadas y arrestos. Ahora habla de "respetar al individuo" pero propone nuevas leyes para reforzar la discriminación a los homosexuales. Quiere apaciguar a las fuerzas políticas centristas mientras azuza a los reaccionarios empedernidos.

Tras la rueda de prensa del 6 de agosto, la iglesia católica propuso una campaña política mundial contra las relaciones homosexuales y les advirtió a los legisladores católicos de todo el mundo que el Vaticano considera "inmoral" votar a favor del matrimonio gay o la adopción por parejas homosexuales.

Como para subrayar la hipocresía de todo esto, la misma semana el noticiero CBS News hizo público un documento secreto del Vaticano de 1962 que ordena a todos los obispos tratar los casos de violación de niños por curas y de relaciones sexuales con animales "con el mayor nivel de secreto... refrenados por el silencio perpetuo". Amenaza con exclusión de la iglesia (y de la vida eterna, según la doctrina católica) al que no mantenga el silencio (incluso las víctimas). Hay pocos ejemplos más claros de la perversidad de la moral tradicional: por un lado tapar el abuso sexual patriarcal, y por el otro condenar las relaciones de las parejas del mismo sexo.

Los demócratas han abrazado gran parte de la locura fundamentalista de Bush, con unas pocas excepciones y enmiendas. El líder de los demócratas del Senado, Tom Daschle, anunció: "Creo que no es necesario cambiar las leyes porque ya lo dictan". Explicó que la Ley de Defensa del Matrimonio de 1996 (que firmó el presidente demócrata Bill Clinton) dice que el gobierno federal no reconoce los matrimonios del mismo sexo y permite que los estados pasen por alto tales matrimonios realizados en otros lugares.

Daschle leyó esa ley: "La palabra `matrimonio' quiere decir una unión legal de un hombre y una mujer como esposo y esposa, y la palabra `cónyuge' solo se refiere a una persona del otro sexo que es esposo o esposa".

"No se puede decir con más claridad", dijo.

Cambiar el terreno político nacional

Sería un error pensar que todo esto es solo la locura de la campaña electoral y que desaparecerá una vez que esta termine.

Se piensa que la igualdad de los gays y las lesbianas es un cambio permanente que se ha operado poco a poco. Las relaciones homosexuales son más aceptadas, especialmente en la nueva generación, y ha habido cambios en las leyes y la cultura.

La Suprema Corte acaba de anular las viejas leyes contra la "sodomía". Las corporaciones empiezan a reconocer a las parejas homosexuales y algunos estados las han reconocido como una forma de "unión civil". La iglesia episcopal acaba de nombrar un obispo gay. La revista Bride's publicó un artículo sobre matrimonios del mismo sexo. En la televisión hay programas con personajes y parejas homosexuales (con una mezcla de aceptación y estereotipos).

Pero la locura reaccionaria que emana de la Casa Blanca, del magistrado Scalia y del Senado demuestra que hay poderosas fuerzas resueltas a volver a los tiempos pasados e imponer su propia moral fascista cristiana.

Dicen que defender la familia patriarcal tradicional es una parte esencial de crear un país más conservador.

No solo quieren sacar ciertos programas de la televisión. Azuzan histeria contra los gays para imponer toda clase de normas sociales reaccionarias : anular la independencia de la mujer (como el derecho al aborto), reforzar el control del estado y la familia de los niños (con más disciplina y lavado del cerebro en las escuelas) y eliminar la diversidad y la experimentación sociales.

No es accidente que los que han impuesto las medidas represivas de la Ley Patriota también quieren prohibir oficialmente el reconocimiento de los matrimonios gay. Tampoco es accidente que los demócratas que han abrazado el marco de la "guerra contra el terrorismo" de Bush no han defendido la igualdad y aceptación de los gays.

Es un momento de cambios rápidos, de cruzadas militares en el extranjero y medidas de corte fascista en el país. La campaña contra los matrimonios gay tiene la meta de desencadenar normas religiosas reaccionarias como arma en esta batalla. Es una parte integral de la batalla sobre qué clase de vida y qué clase de mundo vamos a tener.


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