La entrevista del OR

Jodie Evans: Testigo de la ocupación yanqui de Irak

Obrero Revolucionario #1211, 24 de agosto, 2003, posted at rwor.org

Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política.

Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables de las ideas que aparecen en otras partes de esta página web.

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Jodie Evans es ambientalista y directora del grupo de acción no violenta Bad Babes and Their Buddies. Al acercarse la guerra contra Irak, Evans y otras mujeres fundaron el grupo Code Pink Women for Peace (Código Rosa/Mujeres pro Paz).

Code Pink desempeñó un papel importante en el movimiento contra la guerra. Organizó vigilias frente a la Casa Blanca y una marcha en Washington el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Su website (codepink4peace.org) dice que es "un movimiento de base pro paz y justicia social iniciado por mujeres, que busca realizar un cambio social positivo por medio de protestas enérgicas y creativas y acción directa no violenta". El color rosa significa un rechazo de "los códigos multicolores que usa el gobierno de Bush para las alertas de seguridad, cuyo propósito es infundir miedo".

En febrero, Evans fue a Irak con una delegación organizada por Code Pink. Regresó a Irak después de la guerra y en medio de la ocupación (del 1° al 12 de julio), junto con Medea Benjamin (de Global Exchange) y otra activista, para ver las consecuencias de la guerra. Ha dado una serie de charlas y entrevistas sobre lo que vio.

El 8 de agosto, 100 días después de anunciar el final de la guerra, George Bush dijo: "La liberación de Irak ha mejorado la vida de los iraquíes y la seguridad del mundo". Pero Evans vio personalmente lo que vive Irak bajo la ocupación.

En una entrevista describió la situación de Bagdad: "Hacía calor, más de 48° C, y un polvillo cubría todo. A lo largo de las carreteras se ven edificios bombardeados; de algunos todavía salen llamas. En otros se ve un esqueleto de metal retorcido. Cruzamos el puente y entramos en la calle donde nos hospedaron antes, y todos los edificios estaban destruidos o sellados".

Hace poco Evans platicó con el OR acerca de sus experiencias.

OR: ¿Con quiénes hablaste en este viaje?

Jodie Evans: Volvimos a visitar a nuestros amigos, y luego hablamos con gente de todas las capas sociales: mujeres, niños y hombres en los barrios más pobres de Bagdad, donde no hay agua corriente ni electricidad, y miembros de la élite.

En general es una situación horripilante. No es liberación... es devastación. Uno les pregunta: "¿Están mejor o peor ahora?". Contestan: "Estuvimos mejor durante la invasión". Porque ahora es anarquía. Nada funciona, hace un calor bestial y uno corre riesgo en todo momento. Hay inestabilidad por todos lados y nadie sabe lo que va a pasar al día siguiente. Piensan que la situación no puede empeorar, pero empeora.

OR: Hemos recibido informes de que ha habido miles de bajas civiles, pero supuestamente iban a lanzar "bombas inteligentes".

JE: ¿Entonces por qué bombardearon tantas casas? No cabe duda de que destruyeron lo que querían destruir. Durante la invasión, el general Tommy Franks le dijo a los medios un día: "No vamos a bombardear este edificio porque pronto será nuestro". Ahora es el palacio donde trabaja el capataz estadounidense, Paul Bremer. No lo bombardearon. Pero hicieron añicos los ministerios de salud, de servicios sociales, y los demás. Los iraquíes preguntan: "¿Por qué? ¿Qué lograron con eso?".

Básicamente destruyeron todas las partes de la infraestructura que hubieran permitido que el país siguiera funcionando. El día que conquistaron Bagdad, bombardearon las centrales eléctricas.

OR: ¿Cuáles son las consecuencias de la ocupación para los iraquíes?

JE: Ha afectado a todo mundo. La vida de todos ha cambiado. Todos conocen a alguien que está preso en el aeropuerto, o que murió en la guerra, o que le bombardearon la casa. Todo el mundo puede contar algo malo que les pasó o lo que le pasó a un vecino o conocido.

Todos creen que los irrespetan y que lo hacen a propósito. Por eso odian al gobierno estadounidense. Piensan que es estúpido, cruel, inconsiderado y demás.

Hablé con un maravilloso señor mayor que estaba con su hija y sus cuatro nietos. Nos habló de su hijo, un veterinario, que poco antes salió de la casa rumbo al trabajo. Fue a la tienda de la esquina a tomar un taxi. Su amigo estaba ahí cerca. Un tanque estadounidense recibió un disparo en la plaza y los soldados abrieron fuego y lo mataron. Esto ocurrió poco antes de nuestra llegada. Él mantenía a toda la familia y ahora está muerto.

En los hospitales vi a mujeres que duermen en el suelo debajo de sus hijos que han perdido un brazo o una pierna. Es una situación horripilante.

OR: ¿Qué diferencia viste en la atención médica en febrero y ahora?

JE: Todo está peor. Los médicos nos dijeron que ahora está peor. Primero, no hay electricidad. En febrero tenían electricidad. Tenían un mejor sistema de distribución de artículos básicos. A pesar del programa de Comida por Petróleo, no recibían todo lo que necesitaban, especialmente las cosas que servían para una variedad de propósitos. Pero ahora casi no reciben nada.

Todo el equipo técnico fue saqueado. De todos los países del Medio Oriente llevan productos manufacturados y alcohol, y en los camiones se llevan el equipo médico saqueado de los hospitales. Hablé con dos jordanos que traen bebidas alcohólicas y vi lo que se iban a llevar: máquinas de rayos x, microscopios, etc.

OR: ¿Y las enfermedades como cólera y disentería?

JE: Hay más. En los hospitales nos dijeron que se debe a la contaminación del agua, a las aguas negras que corren en las calles, y a que no tienen las medicinas que necesitan.

OR: ¿Cuál ha sido el impacto de la ocupación para la mujer?

JE: Las mujeres no pueden salir de la casa por el peligro. Además, tienen que cubrirse de nuevo. Era una sociedad secular, pero ahora los religiosos están volviendo a imponerse. Si una mujer trabaja en un hospital, una universidad o un negocio, ha bajado de posición. Las tratan peor, hay más violencia contra la mujer, tienen que cubrirse para ir al trabajo. Hablamos con unas mujeres que trabajan en los hospitales, y nos dijeron eso.

También hay más violación, muertes "de honor" y maltrato en la familia.

OR: Hablaste con soldados y oficiales de las fuerzas de ocupación. ¿Cómo es esa situación?

JE: No patrullan las calles; se defienden a sí mismos. Eso se ve inmediatamente. No hacen nada para mejorar la situación. Hay incendios, saqueos y si les piden que intervengan, responden que no es su deber. Su deber es defender a los estadounidenses, como por ejemplo los hoteles donde viven los estadounidenses o los trabajadores de USAID. Pero no hacen nada para que haya seguridad en las calles.

Los estadounidenses viven en complejos con todos los servicios: agua corriente, electricidad, buena comida. Viven en palacios rodeados de muros y protegidos por soldados. Afuera es una locura. Los que viven en esos complejos dicen que todo está bien. No entienden de qué se quejan los iraquíes; no saben lo que pasa afuera.

Uno de esos tipos, el jefe del departamento de inteligencia de Bremer, dijo: "Si uno mantiene hambriento a un perro, le seguirá a dondequiera. Si no les apretamos la traílla, pues hay mullahs y gente que se apoderarán del país y nos lo quitarán; tenemos que mantener el control".

Les dicen a los medios de comunicación que si hacen críticas, los van a cerrar. Y ahora los dueños están desapareciendo. Han cerrado tres periódicos y no se sabe dónde están los dueños.

Si las organizaciones no gubernamentales hacen críticas, les quitan los fondos. En febrero, no se podía decir nada sobre Saddam. Ahora no se puede decir nada sobre Bremer. Una dictadura ha reemplazado a otra.

Ese tipo de los servicios de inteligencia me dijo que un mullah anunció que si un iraquí trabajaba con las fuerzas de ocupación, lo matarán. Le dijeron, en esencia: "Tiene que callarse la boca o no podrá participar en el consejo gobernante".

Cuando Bremer anda por las calles, va rodeado de grandes vehículos militares. Andan a toda velocidad y todo el mundo tiene que correr. Hace pensar en la Roma antigua. ¿Ni siquiera saben cómo andar por las calles con respeto? No. Dicen: "Somos poderosos".

OR: La actitud del gobierno estadounidense es que la vida de un estadounidense, militar o no, vale más que la de la gente de otros países. Eso se ve más desde el 11 de septiembre.

JE: Han caído 51 soldados estadounidenses desde el final de la guerra. ¿Y cuántos iraquíes? La cantidad aumenta todo el tiempo. No les importa un comino la vida de un iraquí. Todos los días los periódicos estadounidenses informan sobre la muerte de un soldado estadounidense. Pero nunca mencionan cuántos civiles iraquíes inocentes mueren. ¿Dónde se encuentra eso?

Los soldados estadounidenses son presa fácil en las torretas de sus vehículos, donde se paran con fusiles que algunos admiten que no saben usar. Son de la Guardia Nacional y han recibido un día de entrenamiento al año, y ahora se encuentran en Bagdad. Tienen miedo, y cuando ven algún movimiento, abren fuego. Matan a iraquíes inocentes, pero ni siquiera son del ejército.

En la misma plaza donde mataron a un soldado estadounidense que compraba una Coca Cola, tres días antes los soldados mataron a varias mujeres y niños. Gritan órdenes en inglés. Los iraquíes no las entienden y echan a correr porque tienen miedo, y les abren fuego. Los periódicos no informan sobre todo lo que está pasando.

OR: ¿Y la resistencia?

JE: Lo interesante son las pintas en los muros: "Yanquis fuera", "Tarde o temprano los sacaremos", "Liberación sí, ocupación no", "Váyanse ya".

Hay unos 140 grupos nuevos. Cuando estuve en Irak, salió un periódico que decía: "No tenemos nada que ver con Saddam" y que le advertía que no se asociara con la resistencia.

Lo bueno de la resistencia es que a pesar de las amenazas que suelta Bremer, la gente no cede nada. La vida de los iraquíes está en juego, así que la resistencia sigue de muchas formas. Dicen: "Nos tratan como si fuéramos pulgas, y vivir así no vale la pena". La gente no acepta los límites que quiere imponer Bremer.


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