La mano dura del gobierno durante el apagón de Nueva York

Obrero Revolucionario #1213, 21 de septiembre, 2003, posted at rwor.org

Recibimos esta carta de Nueva York:

Cuando se fue la electricidad el 15 de agosto, yo estaba caminando por la calle 42 de Nueva York. Lo primero que noté fue que los semáforos se apagaron. Poco después vi que la gente de las oficinas salía a la calle. Como a la manzana, capté que estábamos sin electricidad.

Captar eso fue fácil, pero captar cómo funciona la estructura de poder es otra cosa.

Al principio pensé que era un apagón pequeño y seguí caminando a ver si más adelante había luz. Pero como sabemos ahora, en 9 segundos 50 millones de personas quedaron sin electricidad. El apagón afectó ocho estados de Michigan a Nueva York y la provincia de Ontario, en Canadá. Los mapas de satélite muestran a América del Norte con una tajada en negro y todo lo demás iluminado. Un sector vital de Estados Unidos --que proclama ser la nación más poderosa del mundo-- quedó a oscuras.

Los medios de comunicación dijeron que la razón técnica del apagón fue una "cuestión de compensación". En algún lugar de Ohio, la red de energía eléctrica tronó y los cientos de megavatios de corriente que viajaban por los cables se dirigieron a otros sitios. Estos automáticamente cortaron la corriente para no quemarse y en cosa de segundos todo el sistema eléctrico de una buena tajada del país se paralizó.

El gobierno está debatiendo las causas del apagón. No lo causaron un desastre natural ni un repentino aumento de la demanda, sino algo más oscuro.

En la década pasada, el gobierno liberalizó la industria de la energía. Eso quiere decir que aflojó las reglas de operación de las compañías de energía, prácticamente eliminó la supervisión oficial, etc. La revista Newsweek señaló que el resultado es que "Hoy al sistema lo dominan empresas independientes en un sistema gobernado por el mercado". Con la liberalización de esta industria quedó muy claro que, en este sistema, la energía es una mercancía comercial sujeta a las reglas anárquicas de los mercados capitalistas.

Las centrales que producen energía y los cables que la transportan son de distintas compañías. La energía se envía a donde se pueda vender y las decisiones se toman según la ganancia que se pueda sacar, no según un plan de distribución racional para toda la sociedad. En el complejo laberinto de centrales, compañías y cables, no hay nadie a cargo del funcionamiento general. Y por lo visto no hay nadie responsable cuando la red se va abajo como un castillo de naipes.

La "seguridad de la patria" y el apagón

La clase dominante corrió a proteger el sistema.Cuando estudié los informes de prensa, vi que en el momento que se fue la luz entraron en vigor planes preparados de antemano, planes que tienen fuertes elementos de estado policial.

La oficialidad voló a las oficinas capitalinas del Departamento de Seguridad de la Patria y se puso a establecer comunicaciones. El núcleo de todo era FEMA (Agencia Federal de Manejo de Emergencias), que ahora es parte del Departamento de Seguridad de la Patria. La nueva rama nacional de las fuerzas armadas, el Comando Norte, mandó aviones F-16 a patrullar toda la región.

Las autoridades federales declararon rápidamente que el apagón no era un incidente "terrorista" para evitar el pánico y para reforzar la mentalidad de que esta y toda otra emergencia se debe ver a la luz de la "guerra contra el terror" y que hay que obedecer pasivamente todo lo que ordenen.

Las autoridades estatales y municipales también pusieron en práctica planes de emergencia. La primera respuesta del gobernador de Nueva York fue correr a su búnker subterráneo, cuatro pisos debajo del suelo, construido durante la guerra fría para una guerra nuclear. A las 5:30 de la tarde proclamó el estado de emergencia y mandó a la Guardia Nacional y la policía estatal a patrullar.

Las autoridades de Long Island corrieron al Centro de Operaciones de Emergencia del condado. Según Newsweek,el subdirector "mandó elaborar una declaración de emergencia y a darle poderes especiales a la policía".

En Detroit y Cleveland, donde además se fue el agua, pusieron toque de queda. La Guardia Nacional salió... supuestamente a repartir agua.

La policía de Nueva York se puso en el nivel de movilización 2 y despachó 9,000 agentes a patrullar. La policía puso en práctica de inmediato el plan de desastres, que "descentraliza las operaciones para que cada distrito funcione como su propio departamento de policía". También entró en vigor la Operación Atlas, un plan de "contraterrorismo" que manda escuadrones fuertemente armados a los centros de transporte y a los edificios importantes.

Cuando hay un apagón la policía se pone a dispersar las muchedumbres. Esta vez, cuando miles atravesaron el puente Manhattan a Brooklyn, que da a la avenida Flatbush, la policía cerró esa calle dizque por una ventana rota. Muchas pinches gracias.

El regreso a casa

Mientras las autoridades hacían todo eso, la ciudadanía se las tuvo que arreglar por su cuenta, ayudándose unos a otros, para regresar a su casa.

Nueva York es una ciudad muy densamente poblada, pero uno rara vez lo nota porque mucha gente está dentro de los edificios. Pero con el apagón todo mundo salió a la calle. Caminando por la calle Broadway, se veían ríos de humanidad.

Cuando salí de Midtown, una zona comercial de caché, me llamó la atención que la gente que se veía era básicamente gente trabajadora y la mayoría eran inmigrantes. Por la Broadway y la 20, caminé entre coreanos, chinos, senegaleses, mexicanos, puertorriqueños, haitianos y otros grupos. Como caminábamos por la calle, unos se hacían cargo de decirles a los choferes que tuvieran cuidado.

Paré en la plaza Union Square, donde una camioneta tocaba una estación de noticias, rodeada de gente. James Kalstrom, ex director de la oficina del FBI de Nueva York y ahora "asesor de terrorismo" del gobernador, explicaba que el apagón se debía a que el sistema funcionó "como debe funcionar" cuando hay una sobrecarga de corriente. Decía una y otra vez que el sistema "está funcionando bien". Yo señalé con la mano los edificios oscuros y la entrada cerrada del metro, y comenté que cómo no, que todo estaba funcionando a las maravillas. Nos reímos.

Además de anunciar que el sistema "funcionaba bien", las autoridades decían que contaban con que la ciudadanía no les causara problemas. Cuando llegué a Chinatown, me acerqué a un grupo que oía una radio en la acera. La voz del alcalde decía que Nueva York es hoy una ciudad muy diferente a la de los años 70, cuando hubo un gran apagón y se dieron saqueos, especialmente en los barrios pobres. Decía que los neoyorquinos saldríamos bien de esta prueba, cosas así. Pero se le oía la preocupación. Esta es la ciudad más grande del país más rico y más avanzado en tecnología del mundo... y se estaban comunicando por generador. ¡La clase dominante necesitaba que la gente se portara bien!

El tono de las autoridades daba a entender que más valía que la gente se portara bien. El alcalde de Nueva York dijo: "Es una falta de escrúpulos aprovecharse del público en momentos como estos, y no lo toleraremos". El fiscal de Detroit dijo: "Antes de tirar un ladrillo, antes de voltear un carro, antes de llevarse un televisor, pregúntense: ¿vale esto 10 años de mi vida?".

Por supuesto que ningún pez gordo dijo que "no tolerarán" las maniobras especulativas de las compañías de electricidad; no amenazaron con meter a la cárcel a los politiqueros que causaron la actual anarquía de los servicios de electricidad. No, nadie de la clase dominante habla de esa clase de criminalidad, que afecta a millones y millones.

Esto nos trae de vuelta al asunto del poder político . En el puente Manhattan, los policías se veían nerviosos. Mandaban agresivamente a meterse en los andenes de peatones. Uno tenía la cachiporra en la mano, listo a darle a un señor que se salió de las líneas arbitrarias que trazaron. Este era el poder de la clase dominante en vigor, apuntado a proteger las instituciones y el sistema.

Pero cuando me uní a los miles de personas comunes y corrientes que entraban al puente, vi otra clase de poder. Aquí reinaba la cooperación, el deseo de ayudarnos unos a otros en una emergencia. Oyendo una mezcla de idiomas --haitiano, polaco, inglés, español, ruso-- me sacudió ver dónde estaba y me imaginé por un momento que era una noche de verano y miles caminaban a casa y a un futuro diferente.


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