Campos de hambre

La vida de los trabajadores agrícolas de Fresno

Obrero Revolucionario #1213, 21 de septiembre, 2003, posted at rwor.org


pictures: special to the RW/OR

En el supermercado brillan las suculentas fresas en cajitas de plástico nítidamente apiladas. La dulce fragancia de los melones envuelve el ambiente. Cáscaras blancas y crema abrigan el dulce aroma del ajo.

Bajo brillantes luces fluorescentes todo parece limpio y listo para comer. No quedan huellas de José, Félix, Sara, Mauricio ni Martina, ni de cualquiera de los miles de trabajadores agrícolas que sembraron, desyerbaron y trabajaron azotados por los rayos de sol para cosechar la fruta y los vegetales que encontramos en las tiendas de cualquier parte del país.

Han desaparecido los vestigios de dónde se origina la comida que recibimos lavada y sanitizada.

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El valle Central de California es uno de los más fértiles del país y de donde se cultivan más alimentos. Pero cuando leímos que en el valle hay gente que padece de un alarmante nivel de hambre, nos preguntamos: ¿cómo puede ser que se estén muriendo de hambre cuando viven en un lugar que alimenta a todo el país?

Decidimos ir a conocer y aprender de las mujeres y los hombres que producen la opulencia de frutas y vegetales que vemos en los supermercados. Llenamos una camioneta de cámaras, grabadoras, cuadernos y jóvenes periodistas y fotógrafos revolucionarios para ir a Fresno. Al llegar vimos un campo de ajo del tamaño de una cancha de fútbol, campos de algodón con ramas verdes a la altura de la cintura, campos de melones maduros y una esquina donde los jornaleros esperan desde bien tempranito que los contraten. Bajo el mismo sol ardiente procuramos captar un instante de la vida de estos jornaleros, durante y después del trabajo.

En el supermercado uno nunca piensa de dónde vienen la fruta o los vegetales; uno no tiene idea del trabajo que cuesta cosecharlos. Para ser francos, algunos de nosotros casi creíamos que crecían ahí mismo en la tienda, pero pronto nos dimos cuenta que no es así.

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Imagínense tener que despertarse a las 3 de la mañana para ir a trabajar. Imagínense trabajar ocho o más horas al día agachados, pizcando frutas y vegetales bajo el ardiente sol. ¿Ya? Pues, así viven miles de trabajadores agrícolas en California. En cualquier día, cientos de frutas o vegetales pasan por sus manos.

Ahora imagínense que después de tanto trabajo, cuando llegan a la casa no tienen para comer. Ahora saben lo que sienten 2.2 millones de californianos, que según los estudios padecen de "inseguridad alimenticia". La ironía es que muchas de estas personas viven en condados como el del valle San Joaquín, que son la canasta de alimentos de California: alimentan a la nación, pero ellos se tienen que amarrar la tripa.

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"Aquí la gente se levanta a las 4 ó 5 de la mañana. Cuando trabajaba en el valle Imperial me tenía que levantar a las 2 ó 3 de la mañana, si no no iba a encontrar trabajo. Es muy duro por el trabajo, pero también por la desvelada; eso sí se siente mucho. El trabajo es duro cuando uno va agachado en el tomate o el chile...El trabajo agachado es muy duro. El trabajo en el que tienes que ir arrodillado es el trabajo más duro".

Luis

"Ahorita los de los melones trabajan hasta 11 horas en el calorón este. El otro día llegó la ambulancia porque un muchacho se asoleó mucho en los melones. Se agitó con el calor y por estar caminando y caminando, y el aroma del melón es muy fuerte".

Jaime

El trabajo es pesado, especialmente en el verano cuando el sol azota sin piedad. Los trabajadores usan botas, guantes, dos camisetas y en ocasiones sudaderas para protegerse del sol, las ramas, cortaduras, y los químicos y pesticidas.

Cuando llegamos a un campo de ajo vimos a cientos de personas arrodilladas. Con tijeras cortan la base y la punta del bulbo y lo ponen en un bote, y cuando está llenó lo vacían en una canasta y sacan una tarjeta amarilla que llevan en el gorro para que se las marquen.

De ahí fuimos a un campo de algodón donde parecía que los trabajadores estaban en un mar verde. El campo era enorme, se extendía hasta el horizonte y los trabajadores iban por las filas cortando hierbas con un machete. Por experiencia reconocían las hierbas de las plantas, pues se parecen mucho, y por fortaleza entraban por un extremo de la fila y salían por el otro.

En el campo de melones vimos un magnífico ejemplo de cooperación. Un tractor jalaba un aparato que parecía una carreta y estaba lleno de cajas. Los trabajadores lo acompañaban echando adentro los melones que cortaban de su viña, y adentro otros los iban acomodando en cajas. Otro grupo de trabajadores hacía las cajas. El trabajo era bien coordinado y parecía que si uno solo aflojaba trastornaría todo.

En los lugares que visitamos había una cantidad igual de hombres y mujeres. La mayoría no tenía papeles y venía del sur de México, de Oaxaca y Michoacán. Algunos eran recién llegados y tenían que empezar a enviar dinero a sus familias inmediatamente. Otros ya llevan años aquí, pero tenían que trabajar igual de duro para mantener a la familia aquí. Hablamos con los pizcadores de melones cuando pararon para almorzar y otros rompieron su rutina para contarnos cómo es su vida cotidiana.

El cheque

"Mira, por un bote grande nos pagan como $1.50 si está lleno. Si vas a la marketa te cuestan más de $2 por cuatro cabecitas de ajo. Aquí te pagan por bote, no por hora. Por cada bote te ponchan una tarjeta. Y a veces en un día no te sale ni el sueldo mínimo. Como ahorita. Tenemos que estar todos ahí porque tenemos que pagar los biles, el teléfono. Si no trabajamos los de la casa, ¿cómo se van a pagar esas cosas? Trabajamos por obligación. Trabajamos todo el día y a veces ganamos menos de $30 por un día de seis horas".

Un trabajador de Oaxaca que fue despedido por quejarse de las pésimas condiciones de trabajo

La "inseguridad alimenticia" no solo afecta a los desempleados y a los que han quedado en la calle, sino también a los que trabajan. No es extraño pues los salarios de los trabajadores agrícolas no han aumentado casi en los últimos 10 años, a pesar de que el costo de vida en Fresno sí ha subido muchísimo.

Un trabajador dijo que cuando llegó en 1986 le pagaban $1.00 por bote de ajo y ahora le pagan 20 centavos más.

"Aunque nos han subido el sueldo en el tiempo que he estado aquí, el precio de las cosas también han subido. El costo de la vida, la comida, la luz, la renta y todo eso ha subido también".

Por lo general les pagan por caja, saco o bote, ya sea de tomate, cebolla, fresa, uva, melón, alcachofa o ajo. Por ejemplo, en el ajo les pagan $1.20 por cada bote lleno de cabecitas de ajo, y llenar un bote con cabecitas que no sean muy pequeñas o estén dañadas toma tiempo. Tomando en cuenta la edad, el calor y la experiencia, en promedio uno cosecha entre tres y cinco botes por hora. Por tanto, la mayoría no gana ni el salario mínimo por tanto trabajo. Lo que sí quedó claro es que aunque uno trabaje duro una semana entera, nunca sabe si tendrá para comer al día siguiente.

Piratas y obstáculos

"El trabajo en el campo actualmente está muy escaso. La gente necesita para comer y muchas veces tiene que esperar hasta que les paguen. Y tiene que seguir trabajando pues tiene que conseguir dinero de sus familiares o amigos, solo de esa manera puede uno.

"Por ejemplo, hace un mes trabajé 15 días en el chile y hasta ahora recibí el cheque. El trabajo que tengo ahorita me debe cuatro días y me dicen que hasta la otra semana me pagan. Cuando llega el cheque es para la comida o para lo que se debe y estás en las mismas otra vez.

"No te digo estas cosas solo yo. Lo que te digo te lo van a decir muchas personas. He vivido todas estas cosas en carne propia. Nos hostigan, nos roban descaradamente. No nos pagan a tiempo. Eso me duele a mí. Aquí hay mucha gente que no trae ni para un pan".

Luis, trabajador de 59 años de edad

Desde el momento que uno decide salir de su pueblo o colonia, ya sea en México o en cualquier otro país latinoamericano, para emprender el viaje al norte, enfrenta muchos obstáculos. Uno puede morir de deshidratación o a manos de la Migra, rancheros racistas o cazaimmigrantes. Si con suerte logra pasar a este lado, tiene que ponerse a trabajar inmediatamente, ya sea en la pizca o en una maquiladora. Y no solo para uno, sino para mandar dinero a los que quedaron atrás.

Mauricio llegó a Fresno cuando tenía 11 años, ha trabajado en el campo más de 40 años y ahora vive en la calle. Esto es lo que nos dijo: "Llegué a Fresno desde Mexicali caminando por el puro cerro. Vine por Arizona, trabajaba y conseguía para tomar el bus, y así, hasta llegar a Fresno. No tenía a nadie aquí, no tenía familia, nada. Cuando llegué yo me dormía en los `files' arriesgándome a que me picara una víbora. Me daba miedo, pero a la fuerza me lo quitaba porque había familia que mantener en México".

Félix lleva 33 años trabajando en el campo, pero ahora es más difícil conseguir trabajo. Una de las razones es que las máquinas están haciendo la pizca de tomates y algodón. Además, en vez de cortar las hierbas con machete, cada vez están usando más máquinas o químicos. Félix nos dijo: "Yo llegué en el 70 aquí. Trabajé en el betabel, la alfalfa, el tomate, el algodón y todo eso. Ahora usan puras químicas. Ahora quieren echar a muchos trabajadores del campo. Ahora usan química para la hierba y no necesitan al trabajador".

Al día siguiente madrugamos para ir a una esquina donde los trabajadores esperan que los contraten. Frente a una licorería cerrada había como 50 personas. Ahí conocimos a un señor que lleva trabajando en el campo desde 1959, y nos dijo que los jornaleros llegan como a las 3 de la mañana. Nos dijo que un señor lo vino a buscar a él y a otro señor para trabajar en el tomate, pero que no valía la pena. "El tomate lo están pagando a 40 centavos; ¿qué ganas? Necesitas hacer 200 bundles para que ganes una feria, o 250 de perdida. Este ya fue, yo no he ido, pero ahorita nos querían llevar. Y luego te cobran 6 dólares de raite . Es un robo, vale. ¡Caray!".

La mayoría de los trabajadores no tiene carro y depende de un raitero que los lleve al sitio de trabajo. Los raiteros cobran entre 4 y 6 dólares, lo cual es altísimo, pero a los jornaleros no les queda otra. Además, debido a que muchos no tienen papeles, los contratistas los estafan.

Un señor nos explicó: "Eso es lo que hay aquí, este Fresno. Toda la bola de piratas que vienen a llevar a trabajar son raiteros , y no más a chingar al pueblo; eso es lo que están haciendo".

En el invierno la situación es más difícil porque no hay trabajo. "El trabajo en el campo es difícil. Todo el mes de febrero, marzo, no es buen tiempo, no hay nada; hasta en abril trabajamos. Nosotros que tenemos papeles podemos agarrar desempleo. Pero los que no, tienen que ahorrar para sus gastos de esa temporada. De otra manera, no se puede", nos dijo un señor de Oaxaca.

Cuando hay escasez de trabajo en el campo unos buscan jale en lo que sea y otros se quedan en la calle. El trabajador de Oaxaca que trabaja en el campo con su esposa e hijos nos dijo que cuando no hay trabajo, se ocupa como carpintero. Otros van a otros estados. Y si uno no tiene papeles o no consigue trabajo de carpintero, jardinero, de construcción o de restaurante y se queda en Fresno, es posible que duerma en la calle o tenga que ir a dormir en la Misión.

Tiempos duros y retrocesos

"Hay gente que me pregunta que por qué esto es así. Dicen: `Ya tiene él 40 años aquí, ¿por qué no se ha puesto millonario?' Pero mira, cuando llega el invierno, ¿en dónde hay trabajo? Tenemos que encontrar otra forma de vivir en esa temporada. A muchas gentes --pues con tantas decepciones-- si no encuentran trabajo o cualquier infinidad de cosas, a veces los invitan a tomar drogas y la gente se envicia, y la gente se pone mal. Pero es tanto lo que sufre uno; uno siempre batallando. Esta no es una jugadera".

Mauricio, quien lleva más de 50 años aquí y ahora está en la calle

Según las estadísticas del Departamento de Alimentos y Agricultura, el estado de California amasa 26 mil millones de dólares en ganancias del trabajo de 800,000 trabajadores agrícolas. Sin embargo, no es inusual que un trabajador agrícola que ha trabajado toda la vida en el campo no tenga ninguna posesión ni ahorros. Hablamos con unos trabajadores cerca de la Misión.

Una organización religiosa opera la Misión; son dos edificios. Uno tiene una capilla y un comedor; el otro es un edificio más pequeño donde uno puede ir a dormir. Un supervisor de la Misión nos dijo que cada vez hay más familias que solicitan comida o albergue. En los alrededores hay una gran cantidad de negros y blancos que se han quedado sin techo. También van muchos trabajadores agrícolas, casi todos sin papeles, que van a comer porque se han quedado sin dinero o trabajo, o simplemente van a dormir, porque no les alcanza para alquilar un cuarto. El día que estuvimos había mucha gente frente a la Misión; unos caminaban, otros se echaban una siesta con sus pertenencias al lado, otros esperaban la próxima comida, y otros esperaban en la sombra calladitos o fumando un cigarrillo y platicando.

Nos arrimamos a un grupo donde estaba Mauricio, quien ha vivido más de 50 años en este país y casi todo el tiempo ha trabajado en el campo. Ahora no tiene dónde vivir y ahí mismo expresó su opinión. "Este país está bien carajo. Yo tengo 53 años trabajando en este país. Ahora estoy enfermo de las piernas y no puedo trabajar más. La gente no tiene dinero porque lo roban todos los contratistas; el contratista se roba todo. El único que gana es el contratista, uno no gana nada".

Nos enteramos de que debido a lo cara que está la renta, seis o siete trabajadores se juntan para alquilar un cuarto. Mauricio dijo: "La renta está muy cara y no hay dinero. Hay lugares que ya están cayendo y quieren 300 ó 400 dólares, ¿de dónde va a sacar uno ese dineral? Y aparte, ¿tener que pagar la luz y el agua?".

A muchos no les alcanza para la renta; otros tienen que enviar lo poco que ganan a la familia en México y por eso van a dormir en la Misión. Otros prefieren dormir en la calle, porque dormir en la Misión le roba a uno la humanidad.

El hambre

"En California, más de 2.24 millones de adultos no tienen para comer...Esa es la triste realidad en un estado que tiene la mayor economía agrícola del país y produce una abundancia de frutas y vegetales de alta calidad para el resto del país".

Así empieza el informe de una encuesta realizada en noviembre de 2002 por el Centro para el Estudio de Medidas de Salud de la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA)

El grupo de investigadores que publicó la encuesta es parte de una buena cantidad de personas y organizaciones progresistas que se han dado cuenta de que el problema del hambre en California es bastante grave. Sin embargo, el problema es peor de lo que el estudio indica, como han señalado algunos de los propios autores del informe.

La encuesta se llevó a cabo estudiando 55,428 hogares, pero no incluye a los niños de familias pobres ni a los desempleados, los sin techo y los que no tienen teléfono. En un artículo que salió en el San Francisco Chronicle, George Manalo-LeClair, coautor del estudio, dijo que la mitad de los 2.24 millones de adultos pobres que padecen de inseguridad alimenticia "vive en hogares con niños". También citó un informe realizado por el Departamento de Agricultura federal que "calcula que más de dos millones de niños de California padecen de inseguridad alimenticia".

En una entrevista del Fresno Bee , en el invierno de 2002, Sandy Beals, la directora de un banco de alimentos del condado Tulare, dijo: "El problema es inmenso. Cada vez que anunciamos que vamos a distribuir comida, se empieza a formar una enorme cola con muchas horas de anticipación, porque temen que no alcance la comida. Eso no dice nada buena de la sociedad". Agregó que debido a la naturaleza de la economía, cada vez son más los trabajadores agrícolas que recurren a despensas y comedores o a albergues para comer. "Cuando hay trabajo, no son muchos, pero cuando el clima es malo o en esta temporada, las colas son enormes".

La encuesta también señala que es difícil para los trabajadores documentados recibir estampillas de comida, porque tendrían que ir a esperar que les tomen las huellas digitales y faltar al trabajo. Como dijo Manalo-LeClair en el Visalia Times-Delta: "Imagínense pedirle al patrón permiso de cinco horas para ir a esperar que le den estampillas de comida".

Que millones de personas sufran hambre en California es una infamia. Tanto los investigadores como las personas que trabajan en comedores y albergues, que de veras se preocupan por la situación, dicen que hay más y más gente que va a comer. Todos los que trabajan en lugares así se preocupan, intentan hacer algo para aliviar la situación, y proponen soluciones y reformas. Pero el sistema no tiene solución para este problema.

El sistema no tiene soluciones

"Pensemos en el hambre mundial. El duro trajín de cientos de millones de trabajadores, campesinos y agricultores produce suficientes alimentos para que todos los habitantes del planeta coman lo necesario. Sin embargo, casi un billón de personas pasan hambre y muchas más pasan la vida a un paso del hambre".

Borrador del Programa del Partido Comunista Revolucionario

Los dos días que pasamos en Fresno nos enseñaron que el sistema no se preocupa de los trabajadores agrícolas ni de nadie más que está a un paso del hambre.

A los trabajadores que entrevistamos les preguntamos qué pensaban. Uno por uno nos contaron, con lujo de detalles e ira incontenible, del sinnúmero de injusticias que sufren. Nos contaron de los contratistas que los estafan; de los capataces que se aprovechan de ellos; de no tener las herramientas apropiadas para el trabajo y de que les cobran por ellas; de baños sucios; de tener que pagar para ir a trabajar; de no saber cuándo van a volver a comer; de dolores musculares, moretones y cortadas en las rodillas todos los días; de dormir a la intemperie porque el dueño subió la renta del miserable apartamento; del sofocante calor que azota todos los días y de que al fin del día no se les ha pagado ni el salario mínimo, y muchas cosas más.

Todo eso es cierto. Aprendimos que siempre los roban, los estafan y que por eso pasan hambre y otras degradaciones. Y que hay algo mucho más grande en juego en todo esto.

El trabajador de Oaxaca nos hizo ver algo muy importante cuando nos explicó que en la tienda cuatro cabecitas de ajo cuestan 2 dólares, pero a ellos les pagan $1.20 ó $1.50 por un bote repleto. Ahí vemos lo que Carlos Marx llamó el "sórdido secreto" del capitalismo.

El Borrador del Programa del PCR explica lo que pasa en el mundo capitalista: "Miles trabajan juntos para producir algo. Pero ese trabajo se organiza de modo que contribuya a la acumulación de capital; dueños particulares se apropian y controlan la riqueza producida socialmente... para empezar otra ronda de producción de ganancias". El trabajo de los trabajadores agrícolas produce la mitad de las frutas, nueces y vegetales que se consumen en el país. Sin embargo, muchos de ellos pasan hambre y luchan para subsistir. Está claro que estos trabajadores agrícolas, o proletarios agrícolas, "están atrapados en un círculo vicioso: tienen que trabajar para vivir pero cuanto más trabajen, cuanto más riqueza produzcan, más se roban los capitalistas y más acrecienta su poder". Por tanto, vemos que los trabajadores agrícolas y "los que trabajan la tierra y operan las máquinas no tienen seguridad material".

Elecciones de la patada

"Si te lastimas en el trabajo no puedes decir nada porque después no te dan trabajo, y aunque estés lastimado, tienes que seguir trabajando. He tenido días en que no me he podido levantar de la cama, ni ir al baño, ni caminar; estaba mal de la espalda. Tomé unas pastillas que me dieron unos amigos para los huesos. No podía ir al doctor porque para ir al doctor, ¿cómo vas a pagar? No calificas para medicina gratis, no puedes porque la medicina es muy cara. Aunque califique para ayuda médica, ¿quién tiene tiempo para esperar días? En ese tiempo podría estar trabajando. Mejor con la aspirina o el Tylenol nos controlamos un poco el dolor".

Jaime, un trabajador mexicano que lleva 30 años aquí

Todos los días la gente de Fresno tiene que elegir entre rentar un apartamento o dormir en la Misión; entre comprar comida o pagar renta; entre ir al médico o al trabajo para pagar las cuentas.

En la esquina de los jornaleros conocimos a un señor que ha tenido que escoger entre esas alternativas. Vino de Arizona, donde trabajaba en el campo, pero llegó medio enfermo a Fresno y lo primero que hizo fue ir a una clínica. Como vivía en la calle, sin domicilio fijo, no era fácil conseguir que lo atendieran. El médico le dijo que padece de diabetes y que debe seguir una dieta especial, pero él sabía que no podría. "Como yo le dije al doctor, mire, doctor, usted me dice que me va a poner en dieta. `Está bien, yo voy de acuerdo', le digo. En la Misión no me dan comida adecuada, lo que me dan no debo comer. Tengo hambre, le digo, ni modo que no ande sin comer".

Nadie debería tener que elegir tomar Tylenol para una herida que requiere atención médica para poder seguir trabajando. Ninguna mujer debería tener que frotarse alcohol en las rodillas sangrientas todos los días. Nadie debería de morir porque no tiene alimentos adecuados o porque no recibe tratamiento médico. Pero la gente que siembra y cosecha la comida que comemos, que hace a otros ricos, tiene que tomar esas decisiones todos los días.

La máquina vs. un mundo diferente

"Pero esto que es una máquina, la máquina no descansa. Lo que es el melón, el repollo, el brócoli, la coliflor, el tomate y las viñas de chile. Todo el día va una máquina, volando. El pobre trabajador va, como dice el dicho, con la lengua de pechera, bastante fatigado".

Análisis de un trabajador sobre la diferencia entre ellos y las máquinas

"Al tomar el poder, el proletariado fomentará un desarrollo agrícola racional que garantice la producción de alimentos suficientes y sanos; que aliente prácticas ambientales y biológicas sanas; y que sostenga a los productores agrícolas".

Del Borrador del Programa del PCR

Al partir de Fresno recordamos algo que vimos en el campo de algodón. Los trabajadores nos invitaron a andar con ellos entre las lodosas filas del inmenso mar verde. A veces, cuando íbamos caminando y tropezando, parecía que los trabajadores se perdían entre el algodón. Cuando se alejaban de nosotros se confundían en el paisaje. A simple vista el campo parecía vacío, como que no estaban ahí cortando las hierbas. De repente se asomaban, para volver a desaparecer. Cuando regresaban, con el bulto de hierbas sobre la espalda, vimos con claridad el importante papel que desempeñan en la sociedad.

Lo que más recordamos es la capacidad de perseverar de la gente, pese a todo lo que el sistema les hace. Ya sea en la ciudad o en el campo, con sus "piratas y obstáculos", tenemos en común la capacidad de sobrevivir en las entrañas de la bestia. Estos relatos y experiencias también son una fuerza que nos podría unir para construir un nuevo mundo.


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