La ciencia de la evolución

En el principio y mirando al futuro

Ardea Skybreak

Obrero Revolucionario #1217, 26 de octubre, 2003, posted at rwor.org

En Estados Unidos hoy, a principios del siglo 21, mucha gente todavía cree en dioses y seres sobrenaturales. Pero muchos creyentes también reconocen que la vida del planeta ha evolucionado a lo largo de miles de millones de años y que todas las especies de la Tierra (inclusive el ser humano) están emparentadas porque descienden de antepasados comunes. Muchos también reconocen y aceptan que la Biblia es un libro escrito por autores humanos, y que por lo tanto contiene errores y posiciones que se desprenden de la visión y las prioridades de una sociedad que vivió hace unos 2,000 años o más. La aprobación de violencia, brutalidad e intolerancia social que contiene la Biblia (la justificación de la subyugación patriarcal de la mujer, los niños y los esclavos; la alabanza a ejércitos que revientan las cabezas de los niños contra los muros y devastan ciudades; la recomendación de matar a los homosexuales, etc.) perturban a muchos creyentes modernos. Muchos deciden pasar por alto esas partes. De hecho, mucha gente religiosa progresista cree que en vez de pensar que la Biblia es la "palabra textual de Dios", se debe "escoger" lo que sea útil para forjar una guía moral y ética para vivir en el mundo de hoy.

Hoy los creyentes más lúcidos se esfuerzan por reconciliar dos cosas que les parecen muy importantes para la vida humana: la creencia en un ser superior "por encima" de la naturaleza y la humanidad (un dios "sobrenatural"), y el reconocimiento de la ciencia moderna (y de la evolución biológica). Quieren las dos cosas. Las necesitan las dos. Están firmemente convencidos de que las creencias religiosas no se deben usar para negarle a la humanidad los beneficios que ofrece el conjunto de conocimientos y descubrimientos científicos.

Pero si la ciencia desgarra continuamente los velos de la ignorancia, ¿dónde pueden "encontrar" a dios los creyentes modernos? Mucha gente que trata de reconciliar la religión con la ciencia en su vida se concentra en fenómenos que todavía no entendemos (en la naturaleza o en la sociedad humana) y decide que ese campo de lo "desconocido" es la esfera de influencia de dios. No solo los fundamentalistas cristianos dicen que "los designios de Dios son inescrutables". Por ejemplo, de las muchas personas creyentes que entienden que la vida evolucionó, unas cuantas todavía dirán: "Pero quizá Dios empezó la vida, en el principio. Quizá Dios creó los primeros seres de una célula y después `dejó' que la evolución se desarrollara como sabemos que lo hizo, con la selección natural y demás".

Esta idea de que un ser sobrenatural infundió vida a las primeras células y después dejó que la vida evolucionara y se diversificara "por su cuenta" con los mecanismos conocidos de la evolución darwiniana es muy común. Es cierto que los científicos no han podido producir células vivas que se reproduzcan combinando los elementos químicos que existían en el planeta hace 3.5 mil millones de años (los elementos de todas las especies vivas) y tratando de replicar la mezcla de condiciones ambientales que debió existir en ese tiempo. Sin embargo, han observado que, en ciertas condiciones ambientales, esos elementos químicos tienden a organizarse (por su cuenta) en los "ladrillos" moleculares básicos de la vida (como vimos en entregas anteriores de esta serie). Juntos, los campos emergentes de biología molecular y biología del desarrollo evolutivo están haciendo avances en la investigación de esos procesos de autoorganización molecular y de los pasos que posiblemente llevaron a la formación de las primeras hebras de moléculas duplicadoras de ADN y a las primeras células reproductoras.

Desde una dirección diferente, varios investigadores que trabajan con modelos computarizados han demostrado que incluso las "formas artificiales de vida" (generadas por computadora) empiezan a evolucionar por su cuenta (sin intervención humana ni de un "artífice inteligente"), que producen una enorme diversidad de nuevas formas de vida y que inclusive generan "soluciones" inesperadas a "problemas de diseño" que los experimentadores no anticiparon. Por ejemplo, en uno de esos experimentos realizado por Karl Sims en la década pasada, un programa de computadora puso a "reproducirse" (autorreplicarse) a una "población" de "individuos variados" (una mezcla de "bloques virtuales" formados por dos piezas conectadas). Los experimentadores hicieron otra cosa: programaron el equivalente de una ventaja selectiva en determinado ambiente; por ejemplo, los bloques que llegaran a "caminar" automáticamente tendrían una ventaja reproductora. Es importante señalar que los experimentadores no diseñaron ningún bloque para que "caminara"; simplemente programaron la computadora para funcionar como la selección natural y darle una ventaja reproductora a los bloques que por su cuenta evolucionaran de tal forma que acabaran "caminando": esos bloques contribuían más descendientes a las siguientes generaciones. Los experimentadores no sabían si las formas de vida artificiales evolucionarían en esa dirección y adquirirían esa función. Empezaron el programa de autorreplicación, se fueron y esperaron a ver qué pasaba.

Lo que pasó es que los "individuos" autorreproductores produjeron generación tras generación de copias de sí mismos. Pero de vez en cuando sucedían errores de copiado (el equivalente de mutaciones en los seres vivos). Y, por pura coincidencia, unas de esas "mutaciones" permitieron que los bloques "caminaran" (y otras mutaciones produjeron otras formas de "movimiento"). Como en ese ambiente artificial (el programa) los individuos que pudieran caminar tenían una ventaja reproductora (producían más copias de sí mismos que los que no caminaban), con el tiempo las poblaciones de bloques tenían una mayor proporción de individuos que podían "caminar".

O sea, en ese ambiente simulado, las "mutaciones" que ocurren al azar (errores de copiado en el programa de autorreplicación), combinadas con cambios simulados de variables externas y limitaciones, con el tiempo (muchas, muchas generaciones) generaron nuevos rasgos de forma y función. ¡Todo eso sucedió sin que nadie interviniera directamente para hacer ninguna de las modificaciones evolutivas ni para "diseñar" los nuevos rasgos! Las simulaciones de vida artificial de "bloques" virtuales o las simulaciones de comunidades ecológicas complejas que contienen distintos organismos virtuales (como las recientes simulaciones de evolución "Tierra") demuestran principios básicos de cómo el cambio evolutivo puede ocurrir espontáneamente y sin que lo guíe un diseñador consciente, inclusive en sistemas que no tienen vida. Tales experimentos, junto con los muchos avances en genética molecular y biología del desarrollo que están llenando los detalles de los cambios evolutivos en los organismos vivos al nivel subcelular, contribuyen a elucidar cómo surgieron las primeras formas de vida.

¿Tenemos un conocimiento completo de los orígenes de las primeras formas de vida? Claro que no. Pero, como señalan muchos biólogos, aun si no entendemos completamente cómo surgieron las primeras formas de vida del "caldo químico" de la Tierra primitiva (y empezamos a entenderlo), no existe absolutamente ninguna duda de que la vida evolucionó y de que ha seguido evolucionando continuamente desde que surgió, y sabemos mucho de los mecanismos de ese proceso evolutivo. Así que el hecho de que haya unos cuantos vacíos en nuestro conocimiento de cómo surgieron los primeros seres vivos (seres de una sola célula que se parecían a las bacterias) del "caldo químico" hace unos 3.5 mil millones de años, no quiere decir que debemos darnos por vencidos y decir que "fue Dios". El que no sepamos algo todavía no quiere decir que no se puede saber nunca . Por ejemplo, nuestros antepasados no sabían nada de válvulas del corazón, de neuronas ni de ADN, pero de todas formas existían. Más adelante, con el desarrollo del conocimiento humano, la ciencia nos los mostró.

Reflexionando sobre los orígenes de la vida en este planeta, el paleontólogo Niles Eldredge escribió acertadamente hace unos años en su excelente libro The Triumph of Evolution and the Failure of Creationism (El triunfo de la evolución y el fracaso del creacionismo):

"...por todo el universo se dan moléculas orgánicas complejas y muchas (como los aminoácidos, los elementos que constituyen las proteínas) se pueden sintetizar simplemente pasando una chispa por una mezcla gaseosa de amoníaco, metano, hidrógeno y agua, como lo hizo por primera vez Stanley Miller en los años 50, usando los ingredientes que eran los principales constituyentes atmosféricos de la Tierra primitiva. Los creacionistas replican que esos resultados distan mucho de la creación real de la vida. Los biólogos, naturalmente, concuerdan, pero sostienen que tales experimentos sugieren y apoyan la hipótesis de que la vida surgió de procesos naturales... en la corta historia de la bioquímica hemos pasado de laboriosos análisis para averiguar qué son las proteínas (a partir de mediados del siglo 19), a descifrar el código genético (a mediados del siglo 20), a los vertiginosos días de la clonación genética (fines del siglo 20). El hecho de que el origen de la vida, planteado como problema bioquímico, no se haya resuelto completamente en el año 2000 no es especialmente sorprendente, y no es evidencia contundente de que no se resolverá. Pero si siguiéramos enseñando a los niños que tales asuntos caen fuera del ámbito de la ciencia porque `el Creador lo hizo', reduciremos nuestras posibilidades de resolverlo. Mas eso es precisamente lo que los creacionistas quieren que pensemos, como Philip Johnson y sus colegas".

Cuanto más avanza la ciencia, más terreno pierden las ideas humanas sobre poderes divinos y reinos sobrenaturales, y más claramente se ve que son intentos humanos de imaginar lo que todavía no podemos entender. Así que a todos los creyentes que reconocen que la evidencia científica de la evolución es irrefutable, que ya están convencidos de que, cuando la vida surgió en el planeta, evolucionó y se diversificó por procesos evolutivos puramente naturales, les sugiero lo siguiente: por supuesto no perdamos nunca el asombro y reverencia ante lo que no sabemos o entendemos completamente (ni ante muchas cosas que ya entendemos); sigamos haciendo preguntas profundas sobre todo; trabajemos por unir a todos (creyentes y ateos) los que quieren hacer todo lo que está dentro de nuestras posibilidades humanas para mejorar la condición humana; pero tratemos también de hacerlo aplicando los métodos de la ciencia, métodos materialistas,para llegar a la verdad. Los métodos científicos de exploración siempre nos han ayudado a separar lo que concuerda con la realidad material como es en la naturaleza y la sociedad de lo que no concuerda con esa realidad. En el proceso de descubrir nuevas verdades sobre la realidad, con frecuencia tenemos que descartar viejas ideas y creencias, no por viejas sino porque un método científico demuestra que no concuerdan con la realidad.

Tenemos que continuar ese proceso de "separar" lo verdadero y lo falso cada vez más consciente y sistemáticamente. Hasta los seres humanos primitivos tuvieron que hacer una versión de esto (ciencia por ensayo y error) a fin de subsistir y de desarrollar su capacidad de transformar el mundo de acuerdo a sus necesidades. El mundo que nos rodea cambia continuamente, y el conocimiento humano tiene que desarrollarse y ampliarse al compás.

En nuestro "juego de herramientas" humanas nada es más importante que un método científico cabalmente materialista para descubrir la verdad, un método aplicado sistemáticamente, un método que en sí es el producto de la evolución, y la revolución, en el desarrollo humano (y nuestros modos de pensar). A los creyentes y no creyentes por igual les digo: ¿por qué no hacemos un pacto de ir adonde nos lleven los métodos científicos para descubrir la verdad, incluso si lo que descubrimos termina cuestionando y sacudiendo nuestras viejas ideas y preciadas tradiciones?