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Revolución #124, 23 de marzo de 2008

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Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política. Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables de las ideas que aparecen en otras partes de esta página web.

La entrevista de Revolución

Entrevista a ex prisionera política iraní
"Pero la resistencia continuó…"

En 1979 el pueblo iraní en sus millones tumbó al sha de Irán. Estados Unidos había colocado en el poder al sha en un golpe de estado contra el gobierno nacionalista de Mossadegh en 1953 y su gobierno brutal fue uno de los títeres más importantes del imperialismo yanqui en el Medio Oriente. SAVAK, su policía secreta entrenada por la CIA, fue una pandilla de asesinos y torturadores sanguinarios. En un día durante los levantamientos populares que tumbaron al sha, sus fuerzas armadas y policiales mataron a miles de personas. Durante un breve período después de la caída del sha, Irán experimentó un florecimiento de entusiasmo, creatividad, debate y esperanza revolucionarios. En ese período unos estudiantes iraníes se apoderaron de la embajada estadounidense en Teherán y denunciaron el papel del imperialismo yanqui en apuntalar al sha desde el comienzo.

Poco después de la caída del sha, las fuerzas fundamentalistas islámicas dirigidas por el ayatolá Jomeini iniciaron una lucha para conquistar el poder y, al consolidar su poder, tropezaron con la resistencia popular. El levantamiento de Amol, en el norte del país, dirigido por la Unión de Comunistas de Irán (Sarbedarán), fue el primer esfuerzo de los maoístas de librar una lucha armada revolucionaria en Irán. Sufrió una derrota y pasó a ser la última resistencia seria a la consolidación del poder estatal por los fundamentalistas islámicos. El gobierno inició una ofensiva nacional contra los revolucionarios y las demás fuerzas de oposición, y al final de 1982 logró establecerse firmemente en el poder. Masacró a muchos miles de revolucionarios, entre ellos gran parte de la dirección revolucionaria. Además, arrestó, torturó y metió a la cárcel a miles más.

A Anahita, una revolucionaria que sufrió mucho a manos del gobierno de Jomeini, la torturaron durante los ocho años que pasó en la cárcel. Hoy es una revolucionaria valiente que se opone al gobierno fundamentalista islámico y al imperialismo estadounidense. Hace poco fue a Los Ángeles junto con otras iraníes para participar en la manifestación del Día Internacional de la Mujer, en solidaridad con la marcha en Bruselas organizada por Karzar (ver la página 5). Lo que sigue es un pasaje de una entrevista que le hizo a Ana la corresponsal de Revolución Li Onesto:

LI ONESTO: ¿Puedes hablar de lo que te pasó personalmente, y de tus experiencias como parte de la revolución en Irán y en las cárceles del gobierno?

ANA: En 1979, mi novio fue uno de los organizadores de un levantamiento armado en el norte, en Amol. Fue uno de los dirigentes políticos. Se llamaba Behroz. En ese momento yo trabajaba en una fábrica. En esa época el gobierno de Jomeini utilizaba todos los medios salvajes a su disposición para aplastar la resolución revolucionaria popular. Behroz luchaba en la selva contra el gobierno y yo estaba en el movimiento clandestino, como organizadora de la fábrica. Cuando Behroz regresó a Teherán reorganizamos la organización, la Unión de Comunistas de Irán, que casi se disolvió. A todos los dirigentes los mataron, a todos los partidarios los arrestaron o mataron y a todos los simpatizantes los seguía la policía. Mataron al 80% del movimiento.

Cien revolucionarios estaban en la selva. De los que participaron en el levantamiento en la selva, mataron a 70 en Amol.

Para reorganizar el partido nos mudamos a Curdistán. Curdistán fue independiente y el gobierno islámico no la controlaba en ese momento. Nos quedamos casi dos meses, y analizamos y tratamos de entender las razones de la derrota del levantamiento de Amol. Luego regresamos a Teherán y tratamos de organizarnos de nuevo. En Teherán nos arrestaron a Behroz y a mí en la calle.

El gobierno torturó y mató a Behroz porque guardó todos los secretos. Fuimos los últimos que arrestaron. Así que torturaron y mataron a Behroz, pero no reveló los secretos. Lo torturaron salvajemente. También me torturaron a mí con salvajismo, pero no tanto como a Behroz. También me condenaron a muerte, pero mis padres aprovecharon sus amigos e influencia afuera para que cambiaran la sentencia a cadena perpetua.

Yo estaba presente cuando torturaron y castigaron a Behroz. De cuatro a siete personas le dieron patadas como si fuera un balón, le dieron patadas y lo empujaron de un lado a otro. Me vendaron los ojos, pero lo oí gritando y oí los ruidos de los puñetazos y las patadas. Para mí es difícil recordar eso. Una vez me llevaron al hospital y vi a Behroz vendado por todas partes debido a las heridas, y por la tortura no podía hablar bien, no podía hablar. A pesar del salvajismo de la tortura, Behroz mantenía la resolución revolucionaria y les decía a los investigadores que podían matarlo pero no podían derrotar la revolución. Los oí decirle a Behroz que era representante del imperialismo estadounidense. Y Behroz les dijo que la historia demostrará quiénes son los representantes del imperialismo estadounidense, yo o ustedes. Todo el tiempo defendía su ideología, la defendía ideológicamente y la defendía políticamente.

REVOLUCIÓN: ¿A qué los acusaron?

ANA: Ser miembro de una organización que participó en la lucha armada fue un crimen. En parte me sentenciaron a morir porque no cooperé con ellos y no les di información.

Había mucha actividad en la cárcel porque el gobierno de Jomeini quería derrotar al movimiento revolucionario popular y a todos los partidos de oposición, así que arrestaba a gente de muchos sectores sociales.

REVOLUCIÓN: ¿A quiénes arrestaba?

ANA: El pueblo iraní estaba muy politizada así que mucha gente participaba en varias organizaciones revolucionarias. Por eso arrestaba a todas las personas asociadas con las organizaciones revolucionarias.

REVOLUCIÓN: ¿Cuántos presos políticos había?

ANA: Había miles y miles de presos políticos. Yo estaba en una cárcel donde tenían a unas 50 personas en un pequeño cuarto, sin poder dormir o comer adecuadamente. La comida estaba muy mala como también las condiciones de salubridad. No nos daban comida adecuada ni acceso a los periódicos, la televisión ni nada. No teníamos libros. Todas las noches mataban a unos 200 presos políticos. Contábamos los disparos para saber cuántas personas mataban. Querían aplastar la revolución porque una gran cantidad de personas participaban en ella, así que mataban a miles de personas sin discriminación para aumentar su control del país. Al mismo tiempo publicaban los nombres de los muertos en los periódicos, como para decir que habían matado a tantas personas. No ocultaban sus acciones; querían que todos se dieran cuenta de lo brutal que era el gobierno, para intimidarlos. Entre 1979 y 1980 el gobierno no era tan brutal, pero la brutalidad aumentó entre 1981 y 1983. Después no mataba en masa y sin discriminación, sino que mataba a los principales dirigentes de los partidos políticos, no como antes.

Tras ocho años en la cárcel, me pusieron en libertad en 1991.

REVOLUCIÓN: ¿Cómo opusieron resistencia los presos y cómo mantenían su espíritu revolucionario?

ANA: Teníamos una muy alta moral revolucionaria porque habíamos salido de una revolución. Derrotamos a un gobierno así que teníamos la idea de que si podíamos derrotar a un gobierno, podíamos derrotar a esto también.

En la cárcel nos trataban con salvajismo también, nos aplastaban y nos daban palizas porque leíamos libros, porque coreábamos lemas, porque leíamos poemas revolucionarios, así que el gobierno nos golpeaba debido a nuestro activismo revolucionario en la cárcel.

En 1988 el gobierno de Jomeini mató a todos los presos políticos, los ahorcó a todos durante dos meses. Mató a todos menos las mujeres izquierdistas, no mató a todas ellas. Pensaba que si las golpeaba y torturaba al final regresarían al islam. Pero mató a todos los hombres. Había otra organización en Irán, una fuerza islámica, los muyajadines, y el gobierno mató a todos sus militantes, hombres y mujeres.

Todos los días, tres veces, durante las oraciones islámicas, golpeaban a las comunistas y nos decían que teníamos que rezar. Todos los días, tres veces. En la mañana, al mediodía y en la noche. Continuó así hasta que algunas de las presas se suicidaron. No podían continuar así, era muy difícil. Algunas de las que torturaron mucho terminaron en el hospital, pero la resistencia continuó. Cuando el gobierno islámico vio la resistencia de las mujeres, y que no se dejaban intimidar, las palizas acabaron durante las oraciones. Adoptó otra medida. Ofreció ponernos en libertad a las presas políticas a cambio de condenar por escrito nuestras acciones y las organizaciones políticas. A cambio de condenar sus ideas políticas, vamos a ponerlas en libertad. Un pequeño grupo de mujeres lo hizo, y las pusieron en libertad. Pero yo fui una de las que no condenamos nuestras ideas políticas. Tras tres años, porque el gobierno quería resolver el problema de los presos políticos y también por las presiones externas e internas, se vio obligado a poner en libertad a los presos políticos, y entre ellos me puso en libertad a mí.

Cuando me pusieron en libertad, entré en un gran penal. Irán se había convertido en un gran penal. Hay mucha presión y discriminación, especialmente contra la mujer, y hay una enorme brecha entre pobres y ricos, así que sigo luchando.

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