Sobre Los soñadores

by C.J.

Obrero Revolucionario #1240, 16 de mayo, 2004, posted at http://rwor.org

Con que se titule así, con ese marco (París en mayo de 1968) y esa banda sonora (Jimi Hendrix, Janis Joplin, Bob Dylan, the Doors), con eso bastaba para interesarme. Y esta nueva película de Bernardo Bertolucci no decepciona, si una deja la rigidez en la taquilla.

Los soñadores nos devuelve a una época de rebelión y regocijo en las calles parisienses. La guerra de Vietnam les dio mucho coraje a millones de personas por todo el mundo e hizo que se lanzaran a luchar. En Francia, la reglamentación sofocante de la vida académica y la sociedad en general también sirvió de chispa.

"En Francia, al acercarse mayo, nadie hubiera creído que en unos pocos días la sofocante atmósfera de la Quinta República de Charles De Gaulle se haría añicos; la influencia de los falsos comunistas del Partido Comunista de Francia (PCF) sería desafiada; y toda la sociedad estaría en medio de una sublevación revolucionaria". "Francia 1968: Los tumultuosos días de mayo", Obrero Revolucionario, No. 961, 14 de junio de 1998, rwor.org.

La película comienza con una protesta que provocó el gobierno al despedir al legendario fundador y director de Cinématheque Francais , Henri Langlois, quien convirtió un antiguo palacio en un cine con el fin de crear una escuela cinematográfica para los jóvenes de París que buscaban nuevas formas de ver y cambiar el mundo.

Conocemos a Théo (Louis Garrel) e Isabelle (Eva Green) en el centro de la protesta por el despido de Langlois. Tienen una relación muy cercana --de hecho son gemelos, según se revela más tarde-- y una personalidad intensa y carismática que atrae admiradores. Pronto escogen a otro aficionado del cine, Matthew (Michael Pitt), un estadounidense.

Los gemelos se proponen seducir a Matthew a su onda, curarlo de su servilismo hacia la autoridad y meterlo en el mundo de cuestionamiento y rebeldía. Su primera prueba a Matthew: atravesar corriendo el museo Louvre, repitiendo una escena de la película Band of Outsiders (Banda de forasteros) de Jean-Luc Godard y coreando la estrofa de Freaks (Monstruosidades) de Tod Browning: "¡Uno de nosotros, uno de nosotros, eres uno de nosotros!".

Es la primera película en mucho tiempo que da el sabor de vivir en este planeta cuando Mao Tsetung y millones de obreros, campesinos e intelectuales en China, jubilosos, ponían patas arriba todo el mundo, y nos hacían cuestionar todo, hasta cómo vivir. Un cuarto de la humanidad hacía realidad la consigna de servir al pueblo y rebelarse contra el viejo orden, y esa revolución tuvo gran impacto mundial, de Vietnam a Tanzania y de Nueva York a París. Imágenes de Mao y afiches de la Revolución Cultural aparecen frecuentemente en la película, en los muros de la calle y la recámara de Théo, y se debaten cuestiones de estrategia revolucionaria, la relación del liderazgo y el pueblo y los detalles de la nueva sociedad, junto con preguntas sobre cuál película o canción revela el secreto de vivir bien, a quién querer y qué hacer esa tarde.

Soy una de los que se concientizaron en la década del 60 y les puedo afirmar que la cosa era así, que el ambiente era un remolino y engendraba cosas nuevas maravillosas. Como hasta la fecha sigo siendo maoísta, me agrada que Bertolucci haya decidido hacer una película que refleja fielmente ese momento, sin cinismo ni los veredictos ignorantes y gastados contra la revolución comunista que hoy en día predominan en las artes y la vida intelectual.

Su comprensión de la época y su manera de retratarla son algo poético y contradictorio, pero sus comentarios me dieron ansias de ver la película:

Paula Zahn de CNN: "Así que la película se desarrolla en París en 1968, un tiempo y una ciudad que te atrae mucho. ¿Por qué?"

Bertolucci: "Porque era un momento muy especial. En el 68, la juventud tenía una gran capacidad de revolver, de juntar, la política y el cine, el rock, el sexo y la filosofía, y todo encajaba armoniosamente. En el 68 nos acostábamos en la noche pensando que nos levantaríamos no simplemente en la mañana sino en el futuro, sentíamos una gran esperanza. ¿Cuál era nuestra esperanza? Cambiar el mundo. Yo quería demostrar a los jóvenes de hoy que hace un tiempo no tan largo, jóvenes como ellos tenían la oportunidad de soñar, de soñar lo increíble".

Algunos críticos han tratado la película como una pachanga sexual de adolescentes nada más; y eso, junto con la clasificación poco común de NC-17, desafortunamente ha restringido el público. Las reacciones contradictorias y, a veces, volátiles, de amigos revolucionarios me hicieron recordar un comentario de Bob Avakian respecto a semejantes controversias sobre el cine: "A veces todo es más o menos claro, pero muchas veces habrá discrepancias porque el arte es complejo de por sí y tiene simbolismo, metáforas, etc., que pueden interpretarse de diferentes maneras. Eso no quiere decir que el arte sea una esfera excepcional en la cual no existen lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, y todo se determina por criterios e interpretaciones subjetivos... examinar esas cosas requiere paciencia y trabajo.".

Yo creo que si uno ve más allá de la superficie de Los soñadores , se dará cuenta de que la relación de Isabelle, Théo y Matthew es una metáfora de las diferentes contradicciones ante la juventud en tiempos de tumulto social radical.

Théo e Isabelle se consideran a sí mismos como un alma-gemela; se presentan ante la sociedad como un solo paquete carismático. Para mí, representan la interrelación de los anhelos radicales de la juventud de todo el mundo, y la revolución sexual y la pasión por el cine que surgieron al mismo tiempo en Occidente. Quisieran traer a Matthew a su onda y liberarlo de su estrechez de miras estadounidense, pero él representa las fuerzas resueltas a separarlos, apelando al amor y el pacifismo.

La película retrata el intenso zigzagueo que atraviesa la juventud que busca romper con las relaciones sociales burguesas moribundas, para caer de nuevo muchas veces en las tradiciones aplastantes. La relación de Isabelle y Théo es, a la vez, un desafío al tabú y una tormenta a punto de estallar. Tienen una relación muy comprometida e increíblemente abierta pero, al mismo tiempo, Théo demuestra su lado machista que va desde gritarle a Isabelle que apague a Janis Jopin hasta manipular situaciones sexuales hirientes. Al principio Matthew parece el más "sensible", pero después, como el primer amante de Isabelle, intenta arrastrarla de nuevo a la conformidad social. Insiste en que salgan en una "cita" tradicional. La saca de la primera fila de asientos del cine --que la ha llevado a un mundo nuevo de crítica cinematográfica-- y la lleva a los asientos de atrás para besarse. Después, mientras se toman una Coca (un solo vaso, dos popotes), Matthew exalta ese gastado rito de noviazgo americanote y da a entender que es lo que hace falta en la vida de Isabelle. Luego ronda la recámara de ella (su coto cerrado personal, lleno de espejos, encaje y hasta el microscopio de la futura estudiante de medicina) en busca de la "niña buena" en ella.

El drama que resulta me recuerda lo que muchas veces resultaba de la revolución sexual de los años 60. Al comenzar la película, Isabelle es un espíritu inventivo y feroz, pero al final, la vemos agobiada, acostada en la oscuridad, al descubrir que sus padres están al tanto de sus aventuras sexuales. Desesperada, busca salirse como pueda, hasta en el suicidio.

Pero es otra salida la que le llega. Amanece y "la calle" entra volando por la ventana, con una piedra que arrojaron de una enorma marcha que va pasando. Théo los lleva a sumarse a las manifestaciones que sacuden la sociedad francesa hasta los cimientos.

Los tres corren a la calle y allí se presentan dos caminos: aventarse a las barricadas a batallar contra la policía de motines --porque lo requiere la liberación del pueblo del mundo-- o darse el lujo clase mediero de protegerse, en nombre del amor y la paz. Matthew queda indeciso a un lado, pero Théo e Isabelle corren a las barricadas.

Bertolucci no presenta a los luchadores más consecuentes de los "días de mayo", sino que retrata la bola de contradicciones que caracterizaban aquel tiempo, con los dramas, conversaciones y "conflictos típicos" de las personas que vivían algo apartadas de la lucha, pero a quienes las cambió profundamente. Théo participaba en las protestas estudiantiles, pero justo cuando estalla el movimiento, se encierra un mes en el apartamento con Isabelle y Matthew para discutir de política en medio de exploraciones sexuales intensas. ¿Ocurrían cosas así, aun occuren?

Bertolucci atraviesa este territorio con un insólito optimismo sobre la capacidad de la juventud de comprender todo eso, perseverar y transformar el mundo. En lo personal, sentí que reviví mi juventud cuando Théo les colgó el teléfono a sus padres con el pronuciamento cómico: "¡A los padres no solo hay que hacerles caso omiso, hay que arrestarlos, hay que mandarlos al campo a la reeducación!". Se refiere, con una actitud positiva poco común, a la Gran Revolución Cultural Proletaria que ocurría en China en aquel entonces.

La película está llena de debates políticos vigorosos sobre la revolución, Mao Tsetung, el Libro Rojo, y varios comentaristas han escogido una o otra plática para declarar que es el "veredicto" de la película sobre las grandes cuestiones sociales. Pero el arte no es así de textual ni de lineal; para mí que la película presenta estos duelos verbales para que el público explore lo que se ha probado para poder imaginar el futuro.

Desconozco la opinión actual de Bertolucci respecto a la revolución o la posibilidad de voltear el mundo y ponerlo al derecho, pero su retratro refrescante de los personajes y el tumulto de los 60 me ocasionó una gran noche en el cine. Uno sale embriagado de música de Hendrix y repitiendo el estribillo de la canción final de Edith Piaf: " Je ne regrette rien " (No me arrepiento de nada).