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Revolución #125, 6 de abril de 2008

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Respuesta al discurso de Obama “sobre la raza”:

La esclavitud, el capitalismo y la “unión perfecta”

“Histórico”. “Sin precedente”. Con esos términos se está comparando al discurso de Barack Obama del 18 de marzo en la prensa grande y en la calle a los “discursos clásicos estadounidenses”, como el de Martin Luther King, “Tengo un sueño”, y el de Abraham Lincoln, “Discurso de Gettysburg”.

El motivo inmediato para el discurso de Obama fue la presión que recibió para que repudiar unas declaraciones de su ministro, Jeremiah Wright. Las declaraciones bajo ataque son hechos incontrovertibles. Por ejemplo, Wright dijo que con respecto a los negros: “El gobierno les da drogas, construye prisiones más grandes, aprueba leyes de tres strikes y fuera, y quiere que canten ‘Que dios bendiga a Estados Unidos’”. Y: “Bombardeamos a Hiroshima. Bombardeamos a Nagasaki. Matamos con armas nucleares a muchos más de los que murieron en Nueva York o el Pentágono sin pestañear”.

Por contraste, trataron el viaje de John McCain a besar el anillo del ahora difunto fascista cristiano Jerry Falwell y otros de su calaña como la política de costumbre. Falwell, si recuerdan, dijo después del ataque del 11 de septiembre del 2001, que “los abortistas, las feministas, y los gay y las lesbianas que quieren imponer esa vida alternativa, así como la Unión Americana de Libertades Civiles, los de People for the American Way, todos ellos que han querido secularizar a Estados Unidos, todos ellos tienen la culpa, y yo les acuso y les digo: ‘Ustedes contribuyeron a que esto sucediera’”.

El discurso de Obama se dio también cuando su rival del Partido Demócrata, Hillary Clinton, estaba apelando al racismo blanco. Por ejemplo, la ex candidata a la vicepresidencia del Partido Demócrata, Geraldine Ferraro, que apoya a Clinton y recauda fondos para ella, dijo: “Si Obama fuera un hombre blanco, no estaría en esa posición”. Y rehusó retractar esa declaración o pedir disculpas.

Pero el discurso de Obama del 18 de marzo no fue simplemente un discurso de campaña electoral; fue un acontecimiento importante de la vida política de este país. Y con el inusual reconocimiento de algo de la historia e incluso de la realidad actual de discriminación y desigualdad, el discurso conectó con las aspiraciones de muchos que se sienten alienados del rumbo del país y quieren cambios auténticos. Pero el discurso de Obama presentó un análisis patas arriba e incorrecto sobre el carácter y las causas de la opresión del pueblo negro y, como consecuencia de eso, es una trampa mortal y no un camino hacia delante.

En la primera parte de nuestra respuesta nos enfocaremos en la naturaleza de lo que Obama llamó “El experimento improbable de Estados Unidos con la democracia”, hasta la Guerra Civil y el período que la siguió. En la segunda parte, examinaremos la exhortación de Obama de superar los años 60 y cómo este discurso cabe en el verdadero “significado global” de la candidatura de Obama.

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Con no menos de ocho banderas estadounidenses detrás de él, Obama habló el 18 de marzo desde un lugar que queda directamente al frente de donde se firmó la Constitución de Estados Unidos. Empezó su discurso hablando de las primeras palabras de la Constitución: “Nosotros el pueblo… para conformar una unión cada vez más perfecta”.

Dijo: “Hace 221 años, en una sala que todavía está enfrente de este lugar, un grupo de hombres se reunió y, con esas simples palabras, inició el experimento improbable de Estados Unidos con la democracia. Granjeros y académicos, estadistas y patriotas que atravesaron el océano para eludir a la tiranía y la persecución, forjaron en los hechos su declaración de independencia en una convención de Filadelfia que duró hasta la primavera del 1787”.

La “unión perfecta” y la esclavitud

Obama evitó mencionar que además de “granjeros y académicos”, 11 de los 39 signatarios de la Constitución eran dueños o manejaban plantaciones de esclavos y que otros, como dos de los padres fundadores —George Washington, Thomas Jefferson y James Madison— eran dueños de esclavos.

Obama sí reconoce lo que llama la “mancha” del “pecado original de la esclavitud”. En la segunda parte de esta respuesta comentaremos sobre el uso por Obama de la religión para desorientar y despistar. Aquí es necesario decir que esa mención del “pecado original” —con la implicación de que la esclavitud fue un incumplimiento de los mandamientos de dios (que no existe)— es tanto una apología de la esclavitud así como del papel de la religión que lo santifica. Según la Biblia, la esclavitud no es un “pecado”. A lo largo de la Biblia se acepta y justifica la esclavitud como sistema. Entre todos sus supuestos milagros, Jesús nunca libera a un esclavo. La única vez que la Biblia condena la esclavitud es cuando el pueblo escogido por “dios” es esclavizado por no creyentes. Además, la implicación de “pecado original” es que todos compartían en eso. En realidad, la esclavitud fue un crimen horroroso y fundamental, cometido contra decenas de millones de africanos y afroamericanos, e institucionalizado y llevado a cabo en beneficio de la clase dominante de Estados Unidos, como veremos más adelante.

Obama agrega: “Por supuesto, la respuesta al problema de la esclavitud se encuentra dentro de la Constitución, una Constitución que tenía en su esencia la idea de la igualdad de los ciudadanos bajo la ley”.

La consagración de la esclavitud en la Constitución reflejaba algo fundamental sobre la naturaleza de la sociedad estadounidense en ese entonces. En la primera parte de “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad, Más allá del estrecho horizonte del derecho burgués” (en revcom.us), Bob Avakian identifica que “las leyes mismas (y la Constitución que establece el marco para las leyes) reflejan y refuerzan las relaciones esenciales de la sociedad, y fundamentalmente las relaciones económicas (de producción) del capitalismo”. Y en esa misma obra, Avakian recalca una de las contribuciones fundamentales de Carlos Marx: “…Marx presentó la concepción materialista y dialéctica de que la actividad humana más básica y esencial es la producción y reproducción de los requisitos materiales de la vida, y que los seres humanos solo pueden llevar a cabo la lucha para producir, y reproducir, los requisitos materiales de la vida si contraen relaciones de producción muy específicas, y que sobre esa base de relaciones de producción surge una superestructura jurídica, política e ideológica específica”.

En vista de eso, podemos resolver la aparente paradoja de que la Constitución de Estados Unidos al mismo tiempo defendió la esclavitud y reconoció la igualdad de derechos para sus ciudadanos. La respuesta radica en que las colonias británicas de Norteamérica que se rebelaron contra la dominación británica se basaban en dos diferentes modos de explotación.

Especialmente en los estados del Sur, aunque no exclusivamente, la explotación se llevaba a cabo principalmente a través de la esclavitud. Los esclavos eran propiedad. Solo recibían el alimento y albergue que requerían para trabajar y reproducirse, y trabajaban bajo el látigo del capataz cultivando algodón, azúcar, tabaco, índigo y arroz en las plantaciones del Sur.

En el Norte, la principal forma de explotación era la esclavitud asalariada capitalista. Los trabajadores tenían que ser “libres” para vender su mano de obra a los capitalistas. Los capitalistas tenían que ser “libres” para apoderarse del producto de los trabajadores, y solo pagarles lo que necesitaban para vivir y reproducirse. El capital necesitaba la libertad de invertir, tanto en la exportación como en la manufactura. La libertad de emplear, despedir y seguir buscando incansable y despiadadamente una fuente de ganancias. El dinámico capital de mercancía y manufactura del Norte no hubiera podido prosperar bajo la esclavitud, o bajo una Constitución que imponía las relaciones de esclavitud. El capitalismo requería un mercado más flexible, más competitivo y, en ese sentido, más “libre”, incluyendo un mercado de mano de obra “libre”. Como señala Bob Avakian en su libro Away With All Gods! Unchaining the Mind and Radically Changing the World: “Si uno compra un esclavo y no recupera la inversión inicial, y una cantidad adicional, tendrá problemas económicos. Si se deshace del esclavo antes de recuperar la inversión que hizo al comprarlo, la inversión es una pérdida”.

Esos dos modos de explotación —la esclavitud asalariada capitalista y la esclavitud sureña— estaban en conflicto pero también se alimentaban el uno al otro. Y por eso la misma Constitución que definía leyes, una visión de la sociedad e ideas apropiadas al intercambio “libre” de la mano de obra de un trabajador por un salario del empleador, también legalizó la esclavitud, donde el trabajador era literalmente propiedad del esclavista.

El ascenso del capitalismo en Estados Unidos se debió en buena medida a la producción de los esclavos. “Nueva York dividido: La esclavitud y la Guerra Civil”, una exposición virtual de la Sociedad Histórica de Nueva York (nydivided.org), da una muestra del papel de Nueva York en todo esto: “El algodón crudo dominó el papel de Estados Unidos en el mercado mundial. En ciertos años era el 60% del total de las exportaciones de la nación. El algodón del Sur contribuyó 7/8 del total mundial. Con astucia, los empresarios de Nueva York se volvieron los intermediarios entre los granjeros del Sur de Estados Unidos y las fábricas de ropa de Inglaterra y Francia. A pesar de que Nueva York abolió la esclavitud en 1827, la ciudad se benefició de la mano de obra de los esclavos”.

La coexistencia (a pesar de las tensiones) de la esclavitud asalariada del Norte y la esclavitud del Sur tuvo un enorme impacto, no solo en la economía sino también en la política de Estados Unidos y la mentalidad colectiva de los blancos. La deshumanización de los esclavos negros fue de la mano con las leyes de supremacía blanca y el pensamiento racista generalizado de los blancos, que la hacían cumplir. La exhibición de la Sociedad Histórica de Nueva York sobre la esclavitud da a conocer cómo todo eso se reflejaba en las leyes e ideas de esos tiempos: “Los intereses económicos de ese entonces tergiversaban la política y la opinión pública de Nueva York hacia el Sur. Los redactores blancos de periódicos alababan la esclavitud como un sistema benévolo de trabajo y la única forma de trabajo adecuada para los de ascendencia africana. La discriminación y el ridículo esperaban todos los días a los negros de Nueva York”.

Ocultar las divisiones de clase

El sello de la esclavitud tenía un impacto sobre todo aspecto del desarrollo de la sociedad estadounidense. Tanto en el Norte como en el Sur, mejoró y ocultó las diferencias entre oprimidos y opresores entre los blancos. A pesar de que en algunos casos los negros y los blancos trabajaban juntos, el hecho de que a los negros y a los indígenas los consideraban infrahumanos y parias, marginados de la sociedad, contribuyó a que unos trabajadores blancos explotados y otros blancos se identificaran con el sistema.

De hecho, si en realidad se quiere hablar del “genio” de la Constitución de Estados Unidos, buena parte de eso radica en el hecho de que Jefferson y otros, como ideólogos y defensores de la esclavitud, lograron forjar una mentalidad coherente de “nosotros el pueblo”, así como un sentido de comunidad entre los blancos explotados y la clase dominante estadounidense, que se basaba tanto en la esclavitud económica del pueblo negro como en la posición de parias de los negros (y los amerindios) que no eran parte de “nosotros el pueblo”. Al hacer eso, Jefferson ocultó la división fundamental en la sociedad entre las clases que poseían y monopolizaban los medios de producción de la enorme riqueza, por un lado, y por el otro los que no los poseían ni monopolizaban y que estaban obligados, ya sea por el látigo o por el hambre, a producir esa riqueza. Esa división fundamental todavía existe hoy por todo el mundo. (Para un análisis a fondo de la democracia jeffersoniana y su papel en la historia y en la actualidad en Estados Unidos, escuche el discurso de Bob Avakian "El comunismo y la democracia jeffersoniana" en bobavakian.net y en revcom.us).

En una palabra, la esclavitud no era una mancha a la apariencia de “nosotros el pueblo” relativamente armoniosa en busca de una “unión más perfecta”, como dice Obama; al contrario, la esclavitud la mantenía, o sea, la esclavitud la enmarcó, condicionó y le constituía sus cimientos (junto con el salvaje desposeimiento y casi genocidio de los amerindios). Y eso tuvo implicaciones económicas, jurídicas e ideológicas.

Todo eso fue cierto a pesar de que existían divisiones auténticas y hasta violentas entre la nueva clase dominante estadounidense y los trabajadores blancos y de otras capas. La rebelión de Shay, por ejemplo, fue una rebelión armada de granjeros blancos pobres contra los impuestos de 1786 y 1787, que reprimieron salvajemente 4,000 soldados. Para la nueva clase dominante, era como una especie de alarma de que necesitaba un gobierno nacional unificado y un ejército para encargarse de la “tranquilidad nacional”.

Así y todo, los conflictos como esa rebelión fueron subsumidos bajo el hecho de que aun esos granjeros blancos pobres eran parte del “nosotros” de “nosotros el pueblo”. Reprimieron ferozmente la rebelión de Shay, pero la reacción a la rebelión no fue pintar a los granjeros blancos con la brocha con que pintaron a los negros y amerindios. A ellos no los masacraron ni deshumanizaron (como hicieron con los amerindios). Tampoco enfrentaron el mismo terror institucionalizado y la condición de parias que aplicaban a los negros.

La Guerra Civil

En su discurso, Obama dijo: “Unas palabras sobre pergamino no eran suficientes para liberar a los esclavos del cautiverio, ni dotar a todo hombre y mujer de todo color y credo con plenos derechos y obligaciones como ciudadanos de Estados Unidos. Lo que se necesitaba eran estadounidenses de generaciones sucesivas dispuestos a hacer su parte por medio de la protesta y la lucha, en las calles y en las cortes, en una guerra civil y en la desobediencia civil, y siempre con mucho riesgo, para disminuir la brecha entre la promesa de nuestros ideales y la realidad de su tiempo”.

En primer lugar, hay que señalar que Obama ignora que desde el principio hubo rebeliones contra la esclavitud. A los esclavos que se rebelaron los castigaban de la manera más salvaje y los mataban brutalmente. Las autoridades de Carolina del Sur arrestaron a Denmark Vesey, a quien acusaron de organizar un levantamiento, y lo ahorcaron a él y a 35 de sus seguidores. Así y todo, una y otra vez los esclavos se rebelaron. En contraste a la narrativa oficial de que los esclavos eran pasivos, hubo más de 200 rebeliones de esclavos. Esa parte muy crucial de la lucha es algo que aparentemente Obama no quiere incluir como parte de la “conversación nacional sobre la raza”.

Los movimientos posteriores contra la opresión de los negros, las protestas y la desobediencia civil que Obama reconoce (así como las rebeliones y levantamientos que no reconoce) enfrentaron el terror del KKK (a menudo orquestado por el FBI), perros policías y represión abierta. Muchos de los que “decidieron hacer su parte” murieron. Y puede ser que algunos lo hicieron para “cerrar la brecha entre la promesa de nuestros ideales y la realidad de su tiempo”, como dice Obama, pero a muchos otros los atraía, e hicieron suya, una crítica muy radical de esta sociedad y la necesidad de una revolución de una u otra forma. Por ejemplo, en 1964, Malcolm X dijo: “No, yo no soy americano, soy uno de los 22 millones de negros que han sido las víctimas del americanismo. Uno de los 22 millones de negros que son las víctimas de la democracia, que no es más que hipocresía enmascarada. Así que no estoy aquí para hablarles como un americano, o como un patriota, o como uno que saluda a la bandera o que ondea bandera. No, les estoy hablando como una víctima del sistema americano”.

Obama alega: “La respuesta al problema de la esclavitud se encuentra dentro de la Constitución, una Constitución que en su esencia tiene la idea de igualdad de los ciudadanos bajo la ley, una Constitución que les promete a sus ciudadanos libertad y justicia, así como una unión que se podría y debería perfeccionar con el tiempo”.

En realidad “la respuesta al problema de la esclavitud” NO estaba “dentro de la Constitución”, ¡por eso se tuvo que librar la Guerra Civil! La Constitución —que establece las normas y reglas de la política— ya no podía contener la intensificación de los antagonismos entre el capitalismo y el sistema de esclavitud del Sur, que empezaban a manifestarse en la esfera política. Esa crisis tuvo que resolverse en la esfera del poder político; y cuando estalló la Guerra Civil, la batalla en la esfera militar se hizo decisiva. La fuente de la crisis política, y de la guerra que la siguió, fue el creciente antagonismo entre los dos modos de producción.

Por ejemplo, la enorme producción de algodón en el Sur —el 60% de todas las exportaciones de Estados Unidos— fue a las fábricas de Europa y no a la naciente industria de textiles de Nueva Inglaterra. Una contradicción aun más fundamental fue que el sistema de esclavitud necesitaba nuevas tierras. La naturaleza primitiva de la agricultura de la esclavitud no involucraba inversiones significativas en la tecnología ni en instrumentos modernos; se basaba en la salvaje explotación de los esclavos, el “instrumento” más importante del proceso. Además, a medida que esa forma primitiva agotaba la tierra, los estados esclavistas que habían agotado la tierra se convirtieron en gran medida en zonas para criar esclavos que vendían a otros estados, donde todavía no se había agotado la tierra. Todo eso creó una enorme presión a los estados esclavistas a expandirse hacia el oeste. Y esa necesidad es lo que llevó a la guerra contra México, “Recuerden el Álamo” y el robo por Estados Unidos de una buena parte del territorio de México.

Por su parte, la manufactura capitalista crecía rápidamente en el Norte. Entre 1850 y 1860 la cantidad de inversiones capitalistas en las fábricas duplicó: a mil millones de dólares. Los capitalistas —concentrados en el Norte— también sentían mucha presión a expandirse hacia el oeste, en busca de nuevos mercados para sus mercancías, y para explotar las tierras y los recursos, especialmente el oro. El sistema de esclavitud y el sistema capitalista estaban chocando. Por ejemplo, durante la batalla conocida como “Kansas sangrante”, los que querían abolir la esclavitud libraron una guerra de guerrillas prolongada en los años 1850, en la que John Brown desempeñó un papel importante en oposición a la esclavitud. La batalla se enfocó en si Kansas se incorporaría a la Unión como “estado libre” o como estado esclavista. La decisión afectaría el equilibrio de fuerzas político en el Congreso y en el Colegio Electoral.

Cuando por fin estalló la guerra, al principio la meta de los capitalistas del Norte fue salvar la Unión, con su modo de explotación en la posición dominante y la esclavitud en una posición subordinada, así como resolver el problema del poder político con ellos al mando. Pero cuando empezó la guerra, entraron en función una nueva dinámica y surgieron nuevas cosas, y a medida que la guerra procedió con una ferocidad y duración que ninguna de las partes esperó, la clase dominante del Norte llegó a la conclusión de que tenía que derrotar por completo a la Confederación (el Sur). No fue hasta 1863 —dos años después de que empezó la Guerra Civil— que entró en vigor la Proclamación de la Emancipación de Abraham Lincoln (que liberó a los esclavos de los estados de la Confederación). Y el Norte no lanzó campañas militares de envergadura contra el Sur hasta casi el fin de la guerra.

Por otro lado, los negros tanto como muchos blancos hicieron enormes sacrificios para acabar con la esclavitud. Ex esclavos se incorporaron al ejército de la Unión, así como granjeros blancos, trabajadores e intelectuales opuestos a la esclavitud. Al principio, Lincoln no permitió que los esclavos lucharan, y cuando lo permitió los pagaban —por buena parte de la guerra—la mitad de lo que pagaban a los soldados blancos. Pero los soldados negros combatieron con gran determinación y valentía. A fines de la Guerra Civil, 200,000 negros habían luchado y casi la quinta parte murió, un promedio mucho mayor que el de los soldados blancos del ejército de la Unión.

La Guerra Civil desató transformaciones sociales mucho mayores de lo que los esclavistas o los capitalistas querían o previeron. Una guerra para resolver el conflicto entre clases dominantes opresoras creó una oportunidad para que las masas lucharan por sus propios intereses, aunque su capacidad de hacerlo estaba limitada por la naturaleza nueva del proletariado, la clase cuyo interés reside en acabar con toda la opresión, así como la falta de una dirección comunista organizada. Fue esa lucha entre las diferentes clases en contienda lo que impulsó la Guerra Civil, y no, como dice Obama, “la brecha entre la promesa de nuestros ideales y la realidad de su tiempo”.

Obama concluye su versión de la Guerra Civil diciendo: “Esa fue una de las tareas que presentamos cuando empezamos esta campaña, de continuar la gran marcha iniciada por quienes vinieron antes de nosotros, una marcha por un Estados Unidos más justo, más igual, más libre, más comprensivo y más próspero”.

Por última vez en la historia de Estados Unidos, la Guerra Civil representó, en parte, una convergencia de la lucha contra la opresión, los intereses del proletariado —los trabajadores oprimidos y explotados de todas las nacionalidades—, con los intereses (por más que discrepaban) de la clase dominante de Estados Unidos. Pero esa convergencia pasajera de intereses terminó cuando terminó la Guerra Civil.

Tras la derrota de la Confederación, los soldados de la Unión se quedaron en el Sur unos 10 años. Durante ese tiempo, los soldados apoyaron las luchas de los esclavos emancipados y unos blancos pobres por obtener tierra y derechos políticos. Pero una vez que los capitalistas del Norte obtuvieron un nuevo arreglo con los capataces de la agricultura del Sur y establecieron su posición dominante en Estados Unidos, retiraron a los soldados. Se formó una nueva “unión más perfecta”: el capitalismo dominaría al país entero; dentro del marco de la economía general, los blancos dueños de las plantaciones del Sur tendrían rienda suelta; y los negros serían reducidos a condiciones de semifeudalismo, bajo el sistema de aparcería que se asemejaba a la esclavitud.

La opresión de los negros cambió y adquirió nuevas formas de explotación, todavía feroces. El sistema de aparceros que le siguió a la Guerra Civil era poco mejor que la esclavitud. Los negros seguían trabajando desde “el amanecer hasta el anochecer” para los blancos, y vivían en la abyecta pobreza. Después de que retiraron las tropas federales (el fin de la Reconstrucción), los negros otra vez perdieron todos los derechos, como el derecho a votar. Y esas condiciones se hicieron cumplir con leyes y chusmas linchadoras: en esos tiempos lincharon a más de 5,000 negros. La mitología racista con que justificaban la esclavitud de los negros, con las escrituras bíblicas, ahora usaban para justificar la segregación y el sistema desigual de leyes conocido como Jim Crow. La historia de la Guerra Civil se redactó de nuevo en el Norte para decir que fue “una trágica pelea entre hermanos”, mientras que en el Sur se decía que fue un juicio de “dios” para su (nuevo) “pueblo escogido”: los blancos sureños.

Y todo eso duró décadas hasta que otra ola de cambios dramáticos transformó el modo de explotación de los negros, los expulsó de la tierra del Sur y los mandó a las ciudades del Norte.

Todo eso fue sometido a la crítica en la tumultuosa década de los años 60. Esa época rebelde planteó un desafío amplio y fuerte a las actitudes racistas. La sociedad se dividió en dos partes: el problema —el sistema— y la solución. Millones de blancos “abandonaron” al sistema y, como parte de eso, apoyaron e hicieron suya la lucha contra la opresión de los negros.

En la segunda parte de la respuesta al discurso de Obama, abordaremos la afirmación central de que especialmente hoy, el legado de los años 60 es “divisivo” y algo que hay que superar. Destacaremos por qué es que entre los opresores y los oprimidos, entre la clase dominante y la gente, no puede haber una “unión perfecta”. Y abordaremos cómo es que la candidatura de Obama, lejos de prometer un “día mejor” para la gente, en realidad tiene como propósito y está obrando para apretar aun más las cadenas.

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Lectura sugerida del periódico Revolución:

Bob Avakian, Democracy: Can't We Do Better Than That? (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?) (Chicago, Banner Press, 1986). (En inglés, pasajes en español en: http://revcom.us/chair_s.htm)


Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias  del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes.

—V.I. Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, 1913

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