Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

El desastre de Bhopal, ayer y hoy: Un sistema de destrucción en masa

Obrero Revolucionario #1270, 13 de marzo, 2005, posted at rwor.org

Recibimos lo siguiente del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

14 de febrero de 2005. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Han pasado 20 años desde el peor desastre industrial de la historia, un crimen de lesa humanidad cometido por el capitalismo mundial, cuyas principales víctimas fueron los pobres de la ciudad de Bhopal, India. Murieron al menos ocho mil de inmediato debido a la filtración de gas venenoso de una planta de pesticidas propiedad de la transnacional estadounidense Union Carbide la noche del 2 de diciembre de 1984. En los siguientes 12 años, murieron 22 mil más. El barrio más afectado estaba al lado de la planta. La mayoría de las víctimas eran pobres del campo que emigraron a la ciudad en busca de empleo. "Muchas personas, sobre todo niños y ancianos, murieron mientras dormían. Mujeres con bebés en los brazos y otros huyeron de sus hogares pero murieron fulminados en la calle. Luego, muchos aparecieron enfermos y moribundos en las entradas de las casas. Murieron muchos bueyes y a la orilla de los caminos cayeron cabras que pastaban. Las hojas de los árboles se marchitaron y los cultivos se quemaron y quedaron cubiertos de una delgada capa blanquiza" (BBC, 28 de agosto de 2002).

El Bhopal de hoy

Al salir el sol al día siguiente se anunció que ya se había despejado el gas. Pero por décadas, si no siglos, la ciudad sufrirá los estragos físicos y psicológicos de esas fatídicas horas. Las siguientes generaciones están condenadas a sufrir. O sea, fue solamente el comienzo del sufrimiento de los habitantes de Bhopal.

Hoy sigue en aumento el número de muertos. Cada día en promedio muere una persona por causas relacionadas con el gas. Mucha gente quedó ciega. "Más de cien mil padecen males crónicos o debilitantes", dice Amnistía Internacional. Más de medio millón han padecido los efectos del gas.

"En los callejones del pueblo joven cerca de la planta donde miles de víctimas aún viven, se halla la casa de Raisa Bi. Ella lucha por obtener medicamentos para su esposo que sufre de agudos dolores de estómago y dificultades respiratorias. La vida nunca será la misma para Raisa y miles más del barrio.

"Nagma, de 21 años, trabaja en la confección de bolsas de papel para mantener a sus padres y hermano discapacitados. Tenía un año de edad ese fatídico día de 1984. `Tenemos pocas esperanzas', dice" (BBC, 3 de diciembre de 2003).

"De cerca de 20 años, Deepika pesa solamente 33 kilos y mide poco más de 1.3 m de estatura. Comenzó a reglar de manera errática el año pasado y padece mareos. No se puede concentrar mucho tiempo y aún no termina sus estudios. Su historia es típica en Bhopal" ( Guardian , 29 de noviembre de 2004).

"Gazmian tiene 20 años. Nació en medio del desastre, de ahí su nombre. Lleva una vida humilde en el barrio pobre del distrito Navab, Bhopal. Padece mucho acné y le duele tanto el cuerpo que casi ni puede moverse. Su vida es una de las 500 mil destruidas por el desastre. Nunca ha podido trabajar, pues no puede hacer trabajo físico debido a dificultades respiratorias" (Le Monde Diplomatique , enero de 2005).

No sé sabe cuántas generaciones más sufrirán pero es obvio que "sólo comenzamos a ver los resultados de lo que ese gas hizo al cuerpo humano", dice Satinath Sarangi, una ONG que da ayuda médica a las víctimas.

El informe de una investigación de la BBC transmitido el 2 de diciembre de 2004 señaló: En el Bhopal de hoy hay tasas muy anormales de cáncer de la piel, pulmonar y gastrointestinal, defectos genéticos, graves problemas menstruales y una tasa de aborto espontáneo siete veces mayor que el promedio nacional, falta de coordinación, pérdida de memoria, ceguera parcial, parálisis y sistemas inmunológicos deficientes.

Los niños son de menor estatura y tienen el cráneo más pequeño. Las mujeres padecen menopausia prematura a los 30-35 años. La tasa de cáncer y tuberculosis es cuatro veces mayor que en el resto del país. Muchos bebés de las víctimas del gas nacen con deformidades. A diario cuatro mil personas hacen cola en los hospitales para las víctimas, con males como lesiones pulmonares y graves problemas cardíacos, destrucción del sistema inmunológico, tuberculosis y otras enfermedades. ¡Así es el Bhopal de hoy!

¿Un accidente o las ganancias al mando?

La planta de Union Carbide fabricaba isocianato metílico (ICM), un compuesto intermedio para la producción del pesticida Sevin. Es una de las sustancias más tóxicas y letales conocidas. Union Carbide sabía que mata.

Según la BBC, después de que un trabajador murió tras inhalar ICM, una doctora de la planta preguntó por qué 20 mil personas vivían tan cerca. Pidió un plan de acción en caso de una filtración y una campaña educativa que explicara los efectos de los químicos. Renunció porque la empresa no le hizo caso. El desastre ocurrió poco después, a medianoche del 2 de diciembre de 1984. "Parece que una gran cantidad de agua se introdujo en el tanque del ICM, lo que provocó una reacción química que abrió una válvula de escape y dejó salir el gas" (New Scientist,diciembre de 2002). La empresa siempre ha sostenido que fue resultado de un sabotaje deliberado, pero jamás se encontró evidencia. Las investigaciones indican otra causa:

"La investigación de New Scientist y los posteriores estudios hechos por la empresa y por los sindicatos demuestran que una válvula defectuosa dejó que casi una tonelada de agua que se usa para limpiar los ductos llenara un tanque de 40 toneladas de ICM. La reacción generó una nube de gas tóxico". Si se mantiene frío el ICM, no se vuelve volátil; cuando se mezcla con agua, hierve y estalla, un hecho bien conocido. Independientemente de las causas del desastre, debieron haber tomado las medidas de seguridad correspondientes. La planta tenía cuatro mecanismos de seguridad distintos para impedir que el agua se filtrara al tanque del ICM, pero según New Scientist , no funcionaron porque "Bhopal tenía equipo de emergencia mucho más limitado que la planta estadounidense de la empresa". Esa noche ninguno de los cuatro mecanismos funcionó.

Se apagó el sistema de enfriamiento que hubiera impedido la reacción entre el ICM y el agua, lo que hubiera demorado la reacción y los trabajadores pudieran haber olido el gas y encontrado la fuente.

No funcionó el "depurador de gas" que podría haber neutralizado el ICM con sosa cáustica, pues estaba en reserva.

A diferencia de la planta estadounidense, la de Bhopal no tenía un tanque "rebajador" en que la masa de químicos que se desbordaba del tanque del ICM pudo haberse calmado. Así habría escapado el gas, que luego se podría haber incendiado en "torres de depuración de gases" o filtrado con un "depurador".

La torre de depuración no funcionó. La noche del desastre estaba apagada para darle mantenimiento. La planta estadounidense tenía un segundo sistema de respaldo. La masa de líquidos y gases rebasó el único depurador de Bhopal a un ritmo cien veces mayor que su capacidad.

Los gerentes de la fábrica apagaron las alarmas de emergencia a fin de no causar pánico.

Las acciones de la empresa concentran cómo los imperialistas miden la vida de las masas, sobre todo en los países oprimidos. Incluso en materia de medidas de seguridad, tienen un criterio doble. El desastre no se debe a la negligencia de los trabajadores y gerentes de bajo nivel de la planta, sino al diseño y operación de la propia planta, que seguía las indicaciones de la sede estadounidense de la empresa, pues según un memo de 1972, la sede aprobó las medidas. No fue un suceso impredecible sino el funcionamiento muy predecible de un sistema que busca mayores ganancias a costa de la vida de decenas de miles y la miseria de cientos de miles. En una palabra, Union Carbide buscaba ganancias a costa de medidas de seguridad básicas y puso toda la ciudad en peligro.

Los campesinos indios no compraban el pesticida de la empresa. Una sequía agravó el problema. En sólo cuatro años, la fábrica pasó de generar ganancias a ser un lastre financiero. La empresa recortó gastos, lo que afectó directa o indirectamente las medidas de seguridad que se consideran obligatorias en la fabricación de este compuesto peligroso. "Despidieron a un tercio de la fuerza de trabajo. Disminuyeron el ritmo de producción de Sevin. Recortaron los sistemas de seguridad de la unidad del ICM. Realizaron inspecciones de seguridad con menos frecuencia. Despidieron a la mitad de los supervisores" (programa investigativo de la BBC).

Tras varias protestas de activistas y una orden de un tribunal, en noviembre de 1999 la empresa divulgó algunos memos internos que revelan elementos desconocidos: "Según un memo de 1972, si Carbide emitía suficientes acciones como para obtener el estimado costo de 28 millones de dólares, su participación en la filial india habría caído a menos de 53% y reducido el control de la empresa. Para impedir eso, tendría que `reducir las inversiones. a 20.6 millones de dólares', con recortes `del proyecto Sevin principalmente'. Por tanto tuvieron que usar lo que otro memo dijo eran técnicas no comprobadas, sobre todo en sistemas que no tenían relación directa con el accidente. No obstante, el sistema de producción de Sevin en que ocurrió el accidente había tenido `solamente un ensayo limitado', de acuerdo al memo" (New Scientist).

El desastre se podría haber prevenido con medidas muy básicas si los capitalistas hubieran prestado menos atención a sus ganancias y más a la vida de cientos de miles de personas que vivían cerca de la planta. Pese a su avaricia y carácter criminal, su argumento tiene algo de cierto: no se podía haber esperado que los ejecutivos de la empresa hicieran otra cosa. De haberlo hecho, habrían dejado de ser capitalistas y perdido dinero, y el sistema les habría cortado el capital financiero y los tribunales les habrían castigado por la forma más criminal de negligencia: no obedecer los intereses de sus prestamistas y accionistas.

¿Juzgaron a los culpables?

Bajo el pretexto de "sabotaje", Union Carbide jamás admitió su culpabilidad y aún se niega a someterse a los tribunales indios por los cargos en su contra y contra sus empleados. Ni el gobierno estadounidense ni el indio la han obligado a comparecer ante un juez. En lugar de eso, el gobierno indio, que supuestamente representaba a las víctimas, negoció un arreglo con Union Carbide.

En el mundo imperialista, en que los tribunales defienden el capital, no al pueblo, el funcionamiento de la "justicia" ha sido más predecible que el desastre.

Conforme al arreglo de 1989, Union Carbide pagó una indemnización de 470 millones de dólares al gobierno indio para que se repartiera entre las víctimas. No fue una indemnización justa entonces, y desde entonces miles más han muerto y han salido más detalles del alcance del desastre. Los sobrevivientes recibieron 400 dólares cada uno, mucho menos de lo que han gastado en medicamentos en las últimas décadas. No obstante, la compañía dice que ha pagado lo suficiente. Comparémoslo con el caso del bombazo del avión de Lockerbie: el gobierno británico exigió que Libia pagara a los familiares cuatro millones de dólares por cada víctima. ¿Qué quiere decir eso? Que la vida de un inglés vale diez mil veces más que la de los pobres y oprimidos de India.

Tal vez un abogado diga que las indemnizaciones se basaron en un estimado de los ingresos durante la vida de los que murieron o, en el caso de Bhopal, de los que quedaron incapacitados. Así de absurdo es el sistema: sus leyes prometen igualdad pero no tienen nada que ver con la justicia. Los países imperialistas se jactan de sus derechos humanos, pero en los predominan las ganancias sobre el derecho a una vida segura, sobre todo en los países en que los imperialistas se engordan de la opresión y explotación.

Cuando el cabecilla de Union Carbide, Warren Anderson, fue a India tras el desastre de 1984, el gobierno lo arrestó y lo acusó de homicidio. Por presiones del gobierno estadounidense, de inmediato salió bajo fianza. Desde entonces no se ha presentado ante ningún juez. Si bien el gobierno indio tiene un tratado de extradición con el estadounidense, no ha iniciado trámites de extradición. Para colmo, quiso que el cargo de homicidio culposo se redujera a negligencia, lo que habría emparejado el caso al de los antiguos ejecutivos indios de la empresa que lograron que se redujeran sus propios cargos a negligencia.

En agosto de 2002, el juez Rameshwar Kothe de Bhopal denegó la solicitud del gobierno. Dijo: "Siempre lo he considerado un crimen dentro de un crimen diluir el veredicto de un hombre que es culpable de la muerte de seis veces el número de muertos del incidente de las torres gemelas de Nueva York". Unos días después del veredicto, integrantes del grupo ambientalista Greenpeace rastrearon a Warren Anderson a su residencia en la lujosa zona Hamptons, Long Island, Nueva York. Las autoridades estadounidenses habían dicho que no conocían su paradero. Un vocero de Greenpeace dijo: "Si nosotros pudimos rastrear al tipo más buscado del gobierno indio, nos cuesta creer que nadie más podía hacerlo".

Los habitantes de Bhopal dicen que el gobierno indio no ha buscado a Anderson para no perjudicar las relaciones indo-estadounidenses ni las inversiones extranjeras; que el gobierno cedió a presiones de la Cía. Dow Chemical, misma que compró Union Carbide en 2001; que el gobierno no quiere asustar a los inversionistas, y que se debe seguir acusando de homicidio a Anderson como máximo jefe de la empresa. En su informe sobre Bhopal, Amnistía Internacional culpa al gobierno indio por no tomar medidas contra la falta de seguridad en la planta y por negociar un arreglo "sin la participación de las víctimas".

El gobierno indio representa a la clase dominante compradora, cuyos intereses fundamentales son conservar sus relaciones con el imperialismo y las trasnacionales estadounidenses, pues el capital imperialista constituye su propia sangre vital, y la vida del pueblo vale únicamente lo que ofrece el mercado mundial del imperialismo.

Los crímenes del imperialismo contra los habitantes de Bhopal esa noche de 1984 son parte de un patrón que continúa. Ese desastre y las décadas de actividades de Union Carbide siguen contaminando el agua y el suelo. La enorme cantidad de sustancias tóxicas en lo que queda de la planta sigue contaminando el agua y medio ambiente y envenenando a los habitantes. En el agua hay metales pesados: cinc, cobre, fósforo, mercurio y níquel. El nivel de contaminación es mil veces mayor que la norma, pero para miles de personas es la única fuente de agua. Hoy se hallan rastros de esos metales en la leche materna, lo que afectará a las futuras generaciones. Dow Chemical, el nuevo dueño de la empresa, no se ha responsabilizado de limpiar el lugar, pues sería muy costoso y se necesitaría tecnología especial. El juez de distrito estadounidense John F. Keenan, dijo: "No se puede declararlos culpables ahora pues vendieron sus acciones hace mucho tiempo y no tienen ninguna conexión ni autoridad sobre la planta"; agregó que la empresa ya había hecho lo suficiente y que había pasado demasiado tiempo. Dow Chemical dice que no tiene ninguna obligación respecto al lugar de la planta ni la salud de las víctimas. "Dow nunca fue dueño ni operador de la planta de Bhopal". Tal fue su respuesta, punto.

La lucha del pueblo: Las consignas y el odio

Con motivo del vigésimo aniversario del desastre, se llevaron a cabo más actos de protesta que otros años en Bhopal y otros lugares. Muchos estudiantes y activistas de todo el mundo celebraron vigilias y manifestaciones de medianoche. En Bhopal, las víctimas, familiares y miles más de todo el país desfilaron por la ciudad y quemaron monigotes de Union Carbide y Dow Chemical. Corearon: "Muera Dow y Muera Union Carbide", "Lucharemos, ganaremos". Cada año el 2 de diciembre en Bhopal ponen sobre aviso a los culpables y sus defensores de que jamás se olvidará el crimen y continuará la lucha.

"Como es lógico, el nombre Union Carbide suscita odio y resentimiento", dijo un periodista que conversó con los habitantes de la zona. Lo mismo se puede decir acerca de las personas de otras partes que saben lo que pasó. El desastre de Bhopal y el desprecio a las víctimas no es un mero incidente de hace 20 años; revela una parte de la naturaleza del sistema que domina al mundo.