Revolución #145, 19 de octubre de 2008


Huracán financiero azota a capitalismo mundial: Quiebra del sistema y la necesidad de la revolución

La crisis financiera más grave desde la Gran Depresión no da muestras de amainar. El edificio financiero del imperialismo estadounidense corre el peligro de agrietarse. La clase dominante estadounidense está confrontando lo que el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke describió como una crisis de “proporciones históricas”, y está arreglando apresuradamente medidas desesperadas para evitar un derrumbe al por mayor. Desde abril, tres de los más grandes bancos de inversión independientes de Wall Street ya no existen. El gobierno tuvo que asumir una participación significante de American International Group (AIG), la más grande aseguradora del mundo, para prevenir que se derrumbara. Ahora el Departamento del Tesoro está sopesando la opción de asumir posiciones de control en grandes bancos estadounidenses.

Esta crisis se está amplificando a escala mundial. Europa Occidental está padeciendo quiebras de bancos grandes y gobiernos están urdiendo sus propios planes de rescate. La bolsa de valores rusa ha interrumpido sus transacciones varias veces. Los mercados financieros de Asia cayeron en picada. La economía de México se está tambaleando y caen sus exportaciones. Sobresalen dos cosas en esta crisis. Primero, la ferocidad de sus choques mundiales y la velocidad con que se ha extendido. Segundo, a diferencia de las crisis financieras y de deuda de los últimos 30 años que se centraban en gran parte en el tercer mundo, esta crisis inicialmente estalló en Estados Unidos, la economía capitalista líder del mundo, y se centra en los centros financieros del capitalismo mundial.

Las finanzas dirigidas por Estados Unidos, que juegue un papel dominante y determinante en el orden capitalista global, han sufrido un enorme golpe duro, lo que tendrá repercusiones de grandes proporciones, no solamente para la estabilidad del sistema capitalista mundial sino para los cambios de poder y rivalidades en el sistema.

Muchos comentaristas progresistas han ubicado la causa de esta crisis en el fraude y la codicia, o la regulación laxa. Todos esos elementos sí tienen un papel. Pero esas explicaciones no llegan a la esencia de lo que está ocurriendo, a la causa del problema. Esta crisis es el resultado del funcionamiento fundamental del sistema capitalista.

El análisis que sigue está enmarcado por estos puntos claves:

1) Existe una relación fundamental entre el gran fortalecimiento del sector financiero en Estados Unidos, y el fenómeno general de la financierización y la profundización de la globalización de la producción capitalista mundial en los últimos 15 años. Un elemento central de esta dinámica ha sido la relación entre el imperialismo estadounidense y China.

2) En el curso de este crecimiento y expansión, severos desequilibrios han surgido entre el sistema financiero —y sus expectativas de futuras ganancias— y la acumulación de capital, o sea, las estructuras y la producción y reinversión de ganancias basadas en la explotación del trabajo asalariado.

3) Un “pequeño secreto sórdido” de esta crisis es el enorme peso de la militarización de la economía estadounidense.

4) Esta crisis es una manifestación concentrada de la anarquía de la producción capitalista, del hecho de que no se lleva a cabo la producción de acuerdo a ningún plan racional y consciente a nivel de la sociedad, ni mencionar a nivel internacional.

Los antecedentes de la crisis

A comienzos de este siglo, tras el derrumbe de las acciones de alta tecnología, el Banco de la Reserva Federal norteamericano intentó estimular los préstamos y el crecimiento. Redujo las tasas de interés e inyectó fondos en el sistema bancario. Los bancos tuvieron acceso a créditos abundantes de bajo interés. Mediante el marketing agresivo y engañoso, presionaban a la gente a adquirir hipotecas. El Banco de la Reserva Federal inyectó más fondos de bajos intereses en el sistema bancario a fin de apuntalar los préstamos y alimentar una burbuja hipotecaria especulativa de largo plazo.

Los bancos vendieron esas hipotecas a bancos de inversión. Estos combinaban estos préstamos con otros préstamos, crearon productos financieros complejos y los vendieron a inversionistas grandes, en Estados Unidos y otros países, especialmente Europa Occidental. Estos bonos con aval hipotecario (así se llaman) circularon en los mercados financieros y llegaron a constituir la base para otros préstamos. La garantía final de esta cadena de préstamos eran los préstamos hipotecarios originales. Cuando cayó el precio de vivienda y más deudores hipotecarios no podían pagar los préstamos, gran parte de estas garantías originales quedó casi sin valor.

Este proceso es un ejemplo perverso de cómo, bajo este sistema capitalista, algo tan básico como vivienda se vuelve un instrumento financiero y objeto de especulación. Ha creado una situación hoy en que uno de cada seis dueños de casa propia en Estados Unidos tiene un deuda de hipoteca que vale más que su casa; en que uno de cada 65 hogares en California está en alguna fase de ejecución de un juicio hipotecario; y en que un número desproporcionado de familias negras y latinas que han sido victimadas por prestamistas predadores han sufrido enormes pérdidas de la poca riqueza que tenían.1

AIG había percibido enormes ganancias en el mundo vendiendo seguros a inversionistas que fueron acreedores de muchos de estos bonos con aval hipotecario. AIG les reembolsaría a estos inversionistas si se incumplieran los préstamos combinados en esos paquetes financieros. A mediados de septiembre, AIG ya no podía cubrir el enorme incumplimiento de estos préstamos, ni pedir prestado en los mercados financieros fondos suficientes para mantenerse a flote. AIG estaba tan entrelazado con otros grandes actores financieros que si la compañía se hundiera, probablemente se hubiera llevado a otros consigo.

Frente a una crisis financiera en ascenso, el estado imperialista intervino. Funcionó como representante del capital y como guardián de los intereses del capital. La clase dominante norteamericana se encontró ante dos peligros: mayores pérdidas y bancarrotas en el sector financiero; y el embotellamiento de los circuitos de préstamos, lo que tenía la posibilidad de provocar una rápida espiral económica hacia abajo.

El gobierno en esencia tomó el control de AIG. Además, el 19 de septiembre, el secretario del Tesoro Henry Paulson anunció un plan de rescate de $700 mil millones. La esencia del paquete fue que el gobierno compraría los bonos con aval hipotecario afectados que circulaban en el sistema financiero, y como resultado los préstamos de nuevo fluirían. Pero el plan de rescate no desembotelló los mercados de crédito ni calmó las bolsas de valores. Tampoco ha restaurado la confianza internacional en la economía norteamericana.

Una perspectiva más amplia

Esta crisis brotó en el sistema bancario. La causa más inmediata fue que se reventó la burbuja especulativa de bienes raíces, se dieron pérdidas en cascada en el sector financiero, y las instituciones financieras afectadas no podían levantar capital y otros no estaban dispuestos a prestar capital.

A un nivel más profundo, esta crisis es el resultado de una trayectoria particular del crecimiento capitalista mundial.

Ha sido una masiva ola de globalización nueva. Uno de los rasgos más importantes del crecimiento y expansión mundiales de los últimos 15 años ha sido la cada vez más profunda integración de la economía capitalista mundial. Ocurre tanto al nivel de producción como de comercio. Por ejemplo, las partes de una computadora fabricadas en diferentes partes del mundo; y en el caso de un iPod que está completamente fabricada en China. Y ocurre al nivel de las finanzas: los bancos operan en escala global y están más estrechamente entrelazados entre sí mediante cadenas de prestar y pedir prestado y, por ejemplo en el caso de AIG, seguros contra los riesgos de los préstamos.

Esta nueva ola de globalización ha incluido inversiones directas productivas y financieras en otros países; la expansión de la tercerización y la subcontratación. Un elemento central de todo esto ha sido la mayor integración al mercado capitalista mundial de los países exportadores del tercer mundo, y el surgimiento de una economía de manufacturas de mano de obra barata integrada a nivel mundial.2

El 40% de las importaciones a Estados Unidos son de corporaciones transnacionales estadounidenses, y esto ni siquiera incluye la subcontratación de compañías como Wal-Mart. Se generan el 30% de las ganancias de las corporaciones norteamericanas en el extranjero. China ha evolucionado en una maquiladora de altas ganancias para el capitalismo internacional y ha estado al epicentro de esta reciente ola de globalización.3

Desde el punto de vista de las necesidades de globalización rentable, operaban varios elementos de la desregulación, por ejemplo eliminar las barreras a cambios y transferencias rápidos de capital. Por eso tanto los republicanos como los demócratas han promovido la desregulación. De hecho, la administración de Clinton en los años 1990 jugó un papel decisivo en la desregulación. Negoció los llamados acuerdos de libre comercio con países del tercer mundo y tomó medidas para aflojar las restricciones sobre los bancos y las empresas de telecomunicaciones estadounidenses.

La trayectoria del crecimiento capitalista de los últimos 15 años también incluyó la mayor financierización. Sobre esta base de más producción y explotación globalizadas, prosperó enormemente el sector de servicios financieros en los países capitalistas avanzados.

Sobre una cancha global turbocargada de flujos de capital de inversión cada vez más móviles y masivos, donde los riesgos de perder y ganar son enormes, el capital requiere toda clase de manejo de riesgos. Los bancos de inversión y otras instituciones financieras ofrecen tales servicios para “protegerse” contra variaciones de la tasa de interés, fluctuaciones de monedas y otras fuentes de volatilidad y pérdidas. A su vez, las actividades financieras llegaron a ser una mayor fuente de ganancias a corto plazo y especulativas. En un ambiente intensamente competitiva por participar en los mercados financieros, los bancos de inversión estaban creando productos financieros cada vez más complejos y exóticos. Los activos financieros mundiales aumentaron de 12 millones de millones de dólares en 1980 a casi 200 millones de millones en 2007, una tasa de crecimiento que rebasa muchísimo el crecimiento de la producción o la expansión del comercio a nivel mundial.4

En los últimos 15 años, el crédito y las finanzas han llegado a impulsar cada vez más el crecimiento de los países capitalistas avanzados. Estados Unidos ha estado al epicentro de este proceso de mayor financierización. En 2005, el sector manufacturero de la economía norteamericana ya había caído al 12% del producto interno bruto (la producción de bienes y servicios), mientras que el sector de servicios financieros (finanzas, seguro y bienes raíces) había crecido a 20%. En 1982, la proporción de ganancias corporativas del sector financiero fue un poco más de 5%; en 2007, ¡había disparado a 40%! 5

Contradicciones del desarrollo

Estos procesos interrelacionados de globalización y financierización finalmente llevaron a desequilibrios e inestabilidades no sostenibles. La dinámica que impulsó el crecimiento ha generado nuevas barreras a la acumulación rentable de capital. Los puntos fuertes se han vuelto vulnerabilidades.

Incluyen:

• El excesivo crecimiento del sector financiero en comparación con la base productiva.

• El enorme aumento en Estados Unidos de deuda y de déficit de comercio y del gobierno que requiere de entradas enormes y constantes de capital de alrededor del mundo, y que los bancos centrales de Japón y cada vez más China tienen enormes cantidades del deuda del Departamento del Tesoro estadounidense.

• Miles y miles de millones de dólares de activos en libros que no se pueden convertir en activos productivos y materiales reales.

• El consumo y los préstamos estadounidenses estimulaban el crecimiento de China mientras que el crecimiento manufacturero galopante de China impulsaba los déficit de comercio estadounidenses e intensificaba las presiones competitivas por toda la economía del mundo.

• La expansión crediticia fomentaba el crecimiento pero también aumentaba la fragilidad financiera global.

Las cosas se están convirtiendo en su contrario. Las instituciones financieras intentaban reducir los riesgos y sacar ganancias de los riesgos creando instrumentos financieros más variados sobre un campo más amplio de inversionistas por todo el globo. Pero este proceso ha atraído a los inversionistas, a estas mismas instituciones y ahora a gobiernos a un vórtice de vulnerabilidad y crisis. La mayor globalización de producción y mercados, el más fuerte entrelazamiento de economías, han creado condiciones para repercusiones de crisis más rápidas y aún más extensas a través del mundo.

Un nudo de contradicciones

Una preocupación estratégica de la clase dominante norteamericana es el poder internacional del dólar. El dólar es la moneda líder del mundo para realizar transacciones, saldar deudas y mantener reservas de divisas (las percepciones del comercio e inversiones que llegan a ser parte de las reservas de los bancos centrales de otros países). El dólar ha sido el eje de la supremacía global estadounidense y de todo el actual orden económico mundial.

El dólar es también una mercancía que se puede invertir: se compran, se venden y se intercambian las monedas fuertes en los mercados de divisas internacionales. El valor del dólar sube y baja en relación a otras monedas y en respuesta a sucesos y tendencias económicos y políticos en el mundo. Si los bancos centrales e inversionistas de otros países dejaran de mantener sus reservas en dólares, eso podría prender una crisis monetaria mundial y/o fortalecer la posición de las potencias rivales y las monedas rivales (tal como el euro).

Estas son aguas desconocidas para los estrategas estadounidenses, desconocidas respecto a la escala y la complejidad de la crisis, de la magnitud de las operaciones de rescate que se requieren para prevenir un derrumbe financiero y de la rapidez con que esta crisis se está desenvolviendo. Un economista e investigador de Harvard lo describió así: “como el aprendiz del hechicero, hemos creado cosas que no entendemos y que no podemos controlar fácilmente”.6

El imperialismo estadounidense no tiene mucho espacio para maniobrar. Estados Unidos ya es el país deudor más grande del mundo. Está librando guerras costosas por un imperio mayor en Irak y Afganistán. Tanto John McCain como Barack Obama se han comprometido a la “guerra contra el terror” en el mundo, el lema bajo el cual Estados Unidos está librando estas guerras por imperio.

El imperialismo yanqui ha intentado valerse de su poderío militar superior para amarrar un nuevo orden mundial y su supremacía global durante las décadas por venir. Los gastos de defensa y conexos sumaron más de un millón de millones de dólares en el año fiscal 2008.7 Y la producción e investigación relacionadas a las fuerzas armadas han sido una parte integral de la economía estadounidense por mucho tiempo. El sistema imperialista entero se basa en la dominación de vastas regiones del mundo mediante la fuerza sanguinaria y el coloso militar yanqui juega un papel especial. Los costos de mantener y extender el imperio yanqui son uno de los pequeños secretos sórdidos de la dinámica de esta crisis que casi nunca se menciona.

He aquí una importante dialéctica. Según Kenneth Rogoff, el ex economista en jefe del Fondo Monetario Internacional: “El dominio militar estadounidense ha sido uno de los ejes del dólar.”8 Pero este dominio militar y las guerras que está librando han llegado a depender cada vez más de la constante entrada de capital extranjero hacia Estado Unidos ($3 mil millones al día). Para que esto continúe, se necesita que la economía y el dólar de Estados Unidos permanezcan estables. Esta es una gran contradicción para el imperialismo estadounidense.

El imperialismo estadounidense también está enfrentando nuevos desafíos competitivos y el surgimiento de posibles constelaciones rivales de potencias grandes e imperiales, en una contienda por participación en mercados, control de recursos energéticos y posición geopolítica.

Capitalismo de emergencia

Las personas están perdiendo sus hogares. Los planes de ahorros para jubilación han perdido el 20% de su valor desde mediados de 2007 debido al desplome de la bolsa de valores. La crisis financiera y el lento crecimiento económico han estado afectando los fondos para programas y servicios sociales de vital importancia de los estados y las localidades. En muchas partes del tercer mundo, dispararon los precios de alimentos en el último año, en parte por la especulación financiera, y se está generalizando el hambre.9

Mientras el futuro de millones está en peligro, ¿cuál es la preocupación primordial de aquellos a la cima de la pirámide de poder económico y político? La protección de un sistema financiero que descansa encima de un sistema global de explotación; rescatar a los dueños y los inversionistas que se benefician de ese sistema.

No es “socialismo para los ricos” ni un plan de rescate para el pueblo. Es capitalismo de emergencia para la clase capitalista: inyecciones de fondos y garantías, adquisiciones gubernamentales, recortes de costos, liquidaciones selectivas, reestructurar regulaciones; y es capitalismo más brutal para los demás: austeridad, explotación internacional más intensa y más miseria para la gente a través del mundo.

La historia oficial es que esta crisis se deriva de defectos y malas prácticas que se pueden rectificar: “codicia excesiva”, “irresponsabilidad de Wall Street”, regulaciones “anticuadas” o “que no se hacen cumplir”.

La verdad es que esta crisis tiene profundas causas estructurales ubicadas en la propia naturaleza de este sistema, el afán de ganancias, no la satisfacción de necesidades humanas, y el funcionamiento anárquico del capitalismo mundial.

Estamos presenciando cómo la expansión y las “innovaciones” del capitalismo han levantado nuevas barreras y olas de “destrucción creativa”, con millones de millones de dólares de activos destruidos en la turbulencia del mercado. Por medio de esas convulsiones, los imperialistas buscan crear nueva libertad, fomentando más consolidación y monopolización. Bank of America absorbe el gigantesco banco de inversión Merrill Lynch. Lehman Brothers se ve obligado a entrar en liquidación.

Quienquiera salga ganador en las elecciones presidenciales heredará un sistema financiero golpeado y un enorme déficit gubernamental. No va a haber una era de mayores erogaciones oficiales para programas sociales, sino una era de mayor intervención directa del gobierno en los mercados financieros y recortes en los programas sociales.

Un informe situacional

Esta crisis financiera arrolladora y de mayor intensidad sirve como perfil e informe situacional del capitalismo en el siglo 21:

Un mercado de hipotecas subprime otrora próspero... había estado vinculado a la capacidad de las instituciones financieras norteamericanas de vender bonos a bancos europeos y del Departamento del Tesoro de atraer ganancias por concepto de exportaciones de China... obtenidas en las maquiladoras... atadas a las redes de subcontratación de corporaciones occidentales....

Los mercados de bienes raíces derrumben.... El “dinero inteligente” busca “lugares seguros” a que trasladar su capital.... Una parte de ese capital busca futuros de mercancías como el arroz.... Por eso el precio de los alimentos sube en espiral en repuesta a las estratagemas de inversión de personas que no entienden nada de las necesidades y la producción de alimentos y a quienes no les importan nada de eso.... En países como Haití, las mujeres que ya no tienen para comprar alimentos básicos dan de comer a sus hijos galletas de lodo....

El valor de los activos de un banco francés cae en picada y se agrieta la cadena mundial de las finanzas capitalistas, y ahora este banco se encuentra con “préstamos improductivos”.... Tiene que “mejorar su balance” y enfrenta presiones a reducir o eliminar créditos de comercio a un país de África que depende de la importación de alimentos y donde la gente ya gasta el 50% de sus ingresos en alimentos.

A pesar de los avances asombrosos en tecnología y conocimiento humano, a pesar del hecho de que el desarrollo de la sociedad humana ha llevado a la humanidad a un umbral histórico en que ya es posible no solamente eliminar la escasez y la explotación sino también desarrollar nuevos arreglos sociales en que los seres humanos pueden verdaderamente florecer. A pesar de todo ese potencial, la vida social y económica padece dolorosas tensiones y los ecosistemas del planeta están gravemente amenazados. Y no se debe a la falta de recursos o conocimientos.

Todo lo descrito en este artículo es el resultado de las relaciones y la dominación del capital, el resultado del funcionamiento de un sistema impulsado por una despiadada competencia y la acumulación ciega de ganancias basada en la explotación, y apuntalado por un enorme poderío militar.

En el centro del capitalismo, ocurre un derrumbe financiero. En el tercer mundo, millones ya sufren los estragos de la crisis global de alimentación. Este sistema es un horror y un fracaso. ¿Es necesario que la humanidad viva así?

El 10 de octubre el título de un artículo del The Washington Post preguntó: “¿El fin al capitalismo norteamericano?” En los foros y los medios, los analistas burgueses de peso y los estrategas de política capitalistas hablan de si esta crisis, que se abalanza fuera de control y amenaza aún mayores calamidades económicas, indica que el capitalismo tiene un mal fundamental. Y la respuesta categórica es siempre la misma: “tal vez el sistema no esté funcionando de manera óptima, pero no hay alternativa, solamente gradaciones y variaciones del capitalismo”.

Pero existe otro camino. Es posible apoderarse de los recursos productivos de la sociedad y desarrollarlos y utilizarlos de una manera racional, planeada y en toda la sociedad para satisfacer las necesidades humanas y salvaguardar el planeta. Es posible establecer una clase radicalmente diferente de poder estatal y crear una sociedad e instituciones que desencadenen la creatividad de la gente y que alienten la iniciativa y la diversidad en un ambiente que genere la comunidad humana.

La cuestión del socialismo, del comunismo, de la revolución no podría ser más pertinente... y más urgente.

Para que quede claro, la revolución no es un lema que significa un montón de cosas nuevas o de cambio. La revolución tiene un significado muy concreto: el pueblo derroca al sistema, arrebata el poder político, económico y militar a la antigua clase dominante y crea un nuevo poder con nuevos objetivos y metas y los medios y mecanismos para que se cumplan esos objetivos y metas.

Por grave que esté la crisis y por todos los estragos que esté causando, el sistema no vendrá abajo automáticamente por su propio peso y desorden. Sin una revolución, el capitalismo volverá a componerse por su cuenta, a su propia imagen y a un costo social inimaginable.

Y a pesar de toda la agonía que esa crisis inflige, no va a traducir automática o espontáneamente en sentimientos y conocimientos progresistas, radicales y revolucionarios. Otras fuerzas en el campo están haciendo trabajo ideológico y político: populistas reaccionarios como Lou Dobbs (“culpen a los extranjeros e inmigrantes ilegales”) y Sarah Palin que están azuzando una base social para el fascismo religioso. La candidatura de Obama está canalizando el desencanto y la sed de cambio al regazo sofocante del sistema político (“el cambio en que podemos creer” no es sino un cambio aceptable a aquellos que tienen el poder).

Esta es una situación muy tensa y con muchas posibilidades, y puede cambiar muy rápidamente. El sistema está manifestando mucho acerca de su naturaleza básica. Pueden ocurrir choques mayores y pueden surgir de repente indignación e ira y dar origen a la resistencia de muchos sectores de la sociedad. Tenemos que ver el potencial de la situación. Tenemos que estar entre las masas propagando un análisis y una visión de un mundo liberador. Tenemos que ponernos a la altura de los nuevos retos políticos e ideológicos en las entrañas de la bestia.

1. Datos de James R. Hagerty y Ruth Simon, “Housing Pain Gauge: Nearly 1 in 6 Owners ‘Under Water’”, Wall Street Journal, 8 octubre 2008; RealtyTrac, “Foreclosure Activity Up 14 Percent in Second Quarter”, Realtytrac.com, 25 julio 2008. Un estudio publicado anteriormente este año calcula que el total de pérdidas materiales de hogares de negros, latinos y otras minorías debido a los préstamos subprime de los bancos en los últimos ocho años constituye la mayor pérdida de riqueza de personas de color en la historia contemporánea de Estados Unidos. (United for a Fair Economy, Foreclosed: State of the Dream 2008, www.faireconomy.org).[back]

2. De los estudios informativos de los orígenes y el desarrollo de una economía manufacturera integrada a nivel mundial basada en la mano de obra barata, véase Michel Chossudovsky, The Globalization of Poverty and the New World Order (Quebec: Center for Research on Globalization, 2003); y sobre las manufacturas globalizadas en relación a la financierización, véase William Millberg, “Shifting Sources and Uses of Profits: Sustaining US Financialization with Global Value Chains”, Economy and Society, vol. 37, No. 3 (agosto de 2008), pp. 420-451.[back]

3). Datos de Milberg, “Shifting Value Chains…”[back]

4. Jeffrey Garten, “We Need a New Global Monetary Authority”, Financial Times, 25 septiembre 2008. Además, sobre la financierización como mecanismo para contener el desorden financiero e imponer una disciplina para maximizar las ganancias sobre el capital, véase Christopher Rude, “The Role of Financial Discipline in Imperial Strategy”, en Leo Panitch y Colin Leys, compiladores, Socialist Register 2005: The Empire Reloaded (Londres: Merlin Press, 2004).[back]

5. Kevin Phillips, Bad Money (Nueva York: Viking, 2008), p. 5; Robert Wade, “The First-World Debt Crisis of 2007-2010 in Global Perspective”, Challenge: The Magazine of Economic Affairs, julio-agosto de 2008, p. 33.[back]

6. David Dapice, “Bad Spell on Wall Street”, Policyinnovations.org, 24 enero 2008.[back]

7. Aparte de las guerras de Irak y Afganistán, los gastos militares se han duplicado desde mediados de los años 90. Véase Chalmers Johnson, “Why the US has really gone broke”, mondediplo.com (edición en ingles), 5 febrero 2008.[back]

8. Kenneth Rogoff, “America Will Need a $1,000bn Bail-Out,” Financial Times, 17 septiembre 2008.[back]

9. Un análisis de la crisis alimentaria mundial se halla en “La crisis mundial de alimentos… y el voraz sistema del capitalismo”, Revolución #128, 1º de mayo de 2008, en www.revcom.us[back]

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