Revolución en línea, 2 de noviembre de 2008


Memos de tortura:

Nueva evidencia de los crímenes de guerra de Bush

En las últimas semanas ha surgido nueva evidencia acerca de la magnitud de la participación íntima y profunda de funcionarios de alto rango de la Casa Blanca en las decisiones para autorizar e implementar tortura contra los prisioneros mantenidos por los norteamericanos en la llamada “guerra contra el terror”. En un artículo publicado en la primera plana del Washington Post el 15 de octubre, “Las tácticas de la CIA respaldados en memos secretos”, se revela que en 2004 y 2005 la Casa Blanca emitió dos memorandos en los que respaldaba explícitamente el uso de la técnica de ahogamiento simulado (submarino) y otras formas de tortura por la CIA.

El contenido actual de los memos, que permanecen clasificados, no fue revelado por la fuente del Post. Dicha fuente dijo al periódico que los memos son la primeras “expresiones tangibles de la aprobación de la administración para el uso de medidas duras por la CIA para extraer información de los líderes capturados de Al Qaeda”. A pesar de que existe gran cantidad de evidencia sobre el rol de los funcionarios del gobierno de alto rango en la autorización, planeamiento e implementación de tortura, el gobierno ha negado hasta ahora un rol directo de los funcionarios de los más altos escalones. “Hasta hace tan poco como el mes pasado”, informa el Post, “la administración no ha reconocido jamás públicamente que sus directivos conocían acerca de técnicas específicas, como ahogamiento simulado”.

Ahora bien, estos memos revelaban conocimiento directo y oficial de la aprobación de la Casa Blanca no solamente de la tortura en general, sino de técnicas específicas de tortura. Y en adición a los memos, otra evidencia ha surgido recientemente en relación al uso expandido de la tortura, pero proveniente de un coronel de la fuerza aérea que fue enviado para instruir a las tropas de las fuerzas especiales en técnicas de interrogación a detenidos. El 25 de setiembre, el coronel de la fuerza aérea Steve Kleinman prestó testimonio frente a un subcomité del Congreso acerca de la tortura que había atestiguado cuando estuvo en misión en Irak en 2003. Describió que las interrogaciones se llevaban a cabo en un antiguo depósito de municiones que describe como “subterráneo, frío y oscuro”. De acuerdo a su testimonio un detenido “fue obligado a arrodillarse frente a una fuente de luz, flanqueado por guardias provistos de barras de hierro, mientras los interrogadores le preguntaban a gritos. Cada respuesta era automáticamente seguida de una bofetada en la cara, una rutina que se repetía sin pausa por 30 minutos”. Un segundo detenido interrogado en la presencia de Kleinman estuvo sujeto a privación de sueño y a adoptar posiciones dolorosas de estrés. Un tercero tuvo todas sus prendas de vestir físicamente arrancadas de su cuerpo y fue obligado a permanecer de pie por doce horas o “hasta que se desvaneciera” (“Air Force Instructor Details Harsh Interrogations”, Washington Post, 26 septiembre 2008). Esto sucedió más o menos al mismo tiempo que las torturas de los prisioneros de Abu Ghraib, de infamante recordación en el mundo entero, que se conocieron debido a la filtración subrepticia de fotografías de los actos brutales y humillantes que sufrían los detenidos.

Las recientes revelaciones vinieron en adición a la denuncia en abril de que el uso por la CIA del sistema de ahogamiento simulado y otras formas de tortura contra detenidos inmediatamente después del 11 de septiembre de 2001 fue deliberada y meticulosamente planeado por altos funcionarios de la Casa Blanca en docenas de reuniones. Una fuente de la ABC News reveló que las torturas “fueron casi coreografiadas”. El equipo de planeamiento de las torturas incluía al vicepresidente Cheney, la asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el secretario de Estado Colin Powell, el jefe de la CIA George Tenet y el procurador general John Ashcroft. En abril de este año después que fueron reveladas estas reuniones, Bush le dijo a la ABC: “Sí, estoy informado que nuestro equipo de seguridad nacional se ha reunido para discutir este asunto y yo lo he aprobado”.

En los centros militares de detención de los Estados Unidos (como Guantánamo) y las prisiones secretas de la CIA alrededor del mundo durante los últimos siete años: los prisioneros son golpeados a veces hasta el punto de producirles la muerte. Se les obliga a permanecer de pie hasta que colapsen. Se les impide dormir. Se les mantiene en celdas que están iluminadas las 24 horas del día. Están sometidos a un fuerte ruido constante e intolerable. Se les amenaza con perros y serpientes. Se les mantiene desnudos y tiritando en celdas frígidas. Sus manos y sus pies están encadenados al piso o están colgados por sus muñecas desde las paredes de las celdas, lo que resulta en dislocaciones lentas y extremadamente dolorosas de los hombros. Están sexualmente humillados. A sus familias se les dice que los matarán y los violarán. A algunas de las personas se les somete a un método medieval de ahogamiento simulado, o el submarino. A algunas personas se les mantiene en completa oscuridad y silencio por semanas y meses. Algunos son llevados a la locura con estas torturas. Centenares de detenidos en Guantánamo han sido liberados después de padecer años de abuso y ahora viven con las pesadillas de estos horrores; otras continúan en esas condiciones o están sometidos a farsas de juicio a manos de torturadores en que se acepta lo que se puede extraerles bajo tortura como evidencia.

Esta es la manera en que miles de personas han sido tratadas por el gobierno de los Estados Unidos.

Insuficiente “protección desde arriba”

Los memos de la Casa Blanca revelados por el Post surgieron debido al temor de la CIA de que el programa gubernamental de torturas podría ser revelado y que los agentes de la CIA que participaron en la tortura podrían ser acusados de crímenes de guerra. La CIA llevaba más de un año realizando la tortura post 11 de setiembre antes del primer memo de 2003.

Los abogados del régimen de Bush habían redactado documentos secretos indicando que la tortura era legal. El abogado de la Casa Blanca Alberto Gonzales (que más tarde fue elevado a la posición de procurador general federal) escribió inmediatamente después del 11 de septiembre que la convención de Ginebra contra la tortura era “anticuada” y no era aplicable a la “guerra contra el terror” lanzada por el gobierno de los Estados Unidos.

Un equipo de abogados de la oficina del Consejería Jurídica del Departamento de Justicia emitió una serie de secretos e infamantes memos cuyo objeto era proporcionar un aval jurídico para la actividad de tortura de los detenidos bajo control norteamericano. Un memo, escrito por John Yoo, asistente del procurador general federal, y firmado por su jefe, Jay Bybee, declaró que lo que los interrogadores de la CIA hicieron con los prisioneros no se conformaba a la definición jurídica de tortura a no ser que fuera “equivalente en intensidad al dolor producido por una lesión corporal seria, tal como falla de órganos, deterioro de las funciones corporales o inclusive la muerte” (ver “Controversia por negativa de la Escuela de Derecho de Berkeley de despedir al “facilitador” de Bush: ¡El profesor John Yoo tiene sangre en las manos!”, en Revolución #130, 25 mayo 2008, en revcom.us.)

En un testimonio recién divulgado, John Bellinger, ex asesor jurídico en jefe del Consejo Nacional de Seguridad, reveló que en las reuniones de la Casa Blanca para discutir el tema de tortura, los abogados del Departamento de Justicia, John Yoo en particular, proporcionaron orientación y aprobación frecuente a la CIA acerca de sus métodos de interrogación.

A pesar de todo esto, la CIA estaba aparentemente preocupada de que no había suficiente documentación escrita que autorizara la tortura para salvarse el pescuezo, porque sabía que lo se estaba haciendo con los detenidos estaba en clara violación de la Convención de Ginebra y el derecho internacional así como contra las leyes anti tortura de los Estados Unidos. Un agente de inteligencia de alto mando le dijo al Post: “Esta situación venía a flote diariamente en las reuniones. Nosotros lo escuchábamos de nuestros jefes de campo. Ya estábamos de hecho preocupados de que nos iban a echar la culpa”. Un abogado de la CIA dijo: “La duda era si tuviéramos suficiente aval o protección desde arriba”. La CIA solicitó un segundo memo que autorizara la tortura proveniente de la Casa Blanca después de que los horrores de Abu Ghraib se conocieron 2004.

“No hay ningún misterio aquí”

“Lo que esas revelaciones recientes han ocasionado de hecho ha sido comenzar a difundir la documentación del crimen y dejar en claro que no había ningún misterio”, le dijo Lynne Kates, del Centro por los Derechos Constitucionales, a Revolución. “No hay ninguna duda de quién supo y cuándo lo supieron. Esas no son preguntas acerca de la tortura como un crimen de guerra cometido a los niveles más altos de la administración y a los niveles más altos del gobierno. De hecho la pregunta puede ser contestada con sus propias palabras y con sus propios memos. No solamente lo supieron desde el principio sino que lo planearon y lo autorizaron de una manera sistemática... Esto ha comenzado a crear el documento probatorio que de hecho habla de la necesidad de un proceso contra estas gentes por los crímenes que han cometido contra la humanidad”.

Aunque la revelación de los memos de la Casa Blanca salió en la primera plana del Washington Post, la mayoría de los medios de comunicación no prestaron la atención debida a la participación de los altos rangos del gobierno en la tortura; tampoco la tortura ha constituido un importante tema en la elección presidencial, y ningún político convencional está hablando de iniciar un proceso de destitución al régimen de Bush por crímenes de guerra. A medida que la evidencia de crímenes de guerra y el rol de la administración se incrementan, Nancy Pelosi, que dirige la Cámara de Representantes, contestó a una pregunta sobre el proceso de destitución de esta manera: “Yo he retirado de la mesa de discusiones este tema hace mucho tiempo. No se puede hablar de esto a no sea que se tengan pruebas en la mano” (“10 Questions for Nancy Pelosi”, la revista Time, 31 julio 2008). Pelosi misma fue informada de la política de tortura del gobierno en 2002 en su calidad de demócrata de peso del Comité de Inteligencia de la Cámara y no hizo nada para oponérsele.

Los abogados del régimen de Bush que facilitaron el aval jurídico para la tortura han hecho carrera con altos puestos en la vida académica y en las cortes. John Yoo es un profesor de derecho constitucional en la Universidad de California-Berkeley y Jay Bybee ha sido nombrado juez de la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito con el apoyo bipartito del Congreso.

El hecho de que no ha habido una protesta masiva en la sociedad contra la autorización del equipo de Bush a la tortura indica a qué grado se ha legitimado el uso abierto de la tortura en la política, la dirección y el discurso de la política oficial de la sociedad norteamericana. Esto ha sido parte de un movimiento extremadamente peligroso de los gobernantes a fin de establecer nuevas normas de tipo fascista.

* * * * *

En los años 60, Bob Dylan escribió una canción acerca de la muerte de Emmett Till, un jovencito negro de 14 años de edad que fue brutalmente asesinado por racistas blancos en Money, Misisipí en 1955. Dylan evoca en su canción la muerte y el sistema de justicia que permitió que los asesinos fueran dejados en libertad. En el penúltimo verso Dylan habla de aquellos que muestran indiferencia frente a tan grande injusticia:

Si no puedes oponerte a estas cosas, a un crimen que es tan injusto,
Tendrás los ojos llenos de la suciedad de hombres muertos, y la mente de polvo.
Sin duda tendrás los brazos y las piernas en grilletes y cadenas, y ya no se circulará la sangre,
¡Por haber dejado que cayera esta raza humana en un abismo tan profundo, carajo!

Hoy día, si uno actúa como si no supiera de la tortura sistemática implementada por su gobierno, ha optado por NO SABER. Mucha gente ha aprendido a aceptar la vida bajo un estado en el cual la aplicación de dolor corporal y mental extremo sobre los seres humanos se ha vuelto la norma. Para aquellos que están protestando y rebelándose, existe un reto de movilizar a otros para reconocer la realidad, actuar con claridad moral y oponer una resistencia política a los horrendos crímenes de los gobernantes.

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