Revolución #148, 23 de noviembre de 2008


Obama, el sistema y la Proposición 8

Muchas personas, como aquellos que participan enérgicamente en las protestas contra la Proposición 8 (Prop. 8), consideran la elección de Barack Obama y la aprobación de la Prop. 8 como una contradicción desconcertante, porque consideran que Obama es una persona progresista que apoya los derechos civiles y revertirá los años de tinieblas del régimen de Bush. Han estado esperando que Obama pronto se ponga al frente y diga o haga algo para anular la Prop. 8. Pero Obama tiene mucha unidad con los fascistas cristianos en el tema de los casamientos de gays o usar la religión para unificar el imperio. En el libro La audacia de la esperanza, Obama explica las implicaciones de sus propias creencias religiosas diciendo que la “sociedad norteamericana puede optar por crear un lugar especial para la unión de un hombre y una mujer como la unidad criadora de niños más común en toda cultura”. Eso cuadra de manera importante con lo que es la Prop. 8 y por eso Obama no ha llevado una fuerte campaña en su contra: asumió una posición en su contra pero todavía no ha opinado fuertemente en contra de la Prop. 8.

Desde el principio y con mayor frecuencia con la evolución de la campaña, Obama planteó una agenda que tiene muchos elementos en común con los fascistas religiosos: ha pedido la mayor integración de la religión en la vida política; defiende el aumento de fondos del gobierno para las organizaciones basadas en la fe; y ha llamado a la mayor erosión de la separación entre el estado y la iglesia. A lo largo de la campaña, Obama hacía todo a su alcance para obtener la bendición de las fuerzas fascistas cristianas, tal como indicó con su primer acto de campaña público y televisado con John McCain que ocurrió en la iglesia fundamentalista Saddleback de Rick Warren. Warren interrogó a ambos candidatos acerca de sus puntos de vista morales, como lo que consideraban que significa confiar en Jesucristo. Warren instó a los fieles de su mega-iglesia a votar “sí” por la Prop. 8 y dijo: “He aquí una cosa sobre la cual todos los políticos tienden a estar de acuerdo. A Barack Obama como a John McCain les pregunté directamente qué definición tenían del matrimonio, y ambos dijeron lo mismo. Es la definición histórica y universal del matrimonio, un hombre y una mujer, de por vida. Desde hace cinco mil años, todas las culturas y religiones han dicho que por definición el matrimonio es entre un hombre y una mujer”.

A la vez, Obama tiene una posición más matizada y no apoyó la Prop. 8. En la última semana de la campaña, respondió así a una pregunta de la MTV News sobre la Prop. 8: “Pienso que es innecesaria”. “Creo que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. No estoy a favor del matrimonio de los gays. No obstante, por lo que se refiere a hacer ajustes a constituciones, a mí me parece que de lo que se trata Estados Unidos no es de prohibir que alguien quiera a otra persona”.

Pero Obama aún no ha objetado la aprobación de la Prop. 8 ni sus implicaciones. Aunque su preocupación de “hacer ajustes a constituciones” sea genuina en ciertos aspectos, jamás ha llamado a una oposición popular ni la ha movilizado en contra de las fuerzas fascistas cristianas y el movimiento que están construyendo, y él, y los gobernantes de este sistema, tienen unidad básica en torno a la necesidad de defender y expandir el imperio estadounidense, y una parte crucial de eso es tener muchos elementos de moral y religión tradicionales.

La gente tiene que desechar las ilusiones acerca de lo que son Obama, y este sistema. Obama es el recién ungido jefe del imperio. Su posición sobre el matrimonio de gays refleja el horroroso y feo carácter de lo que este sistema representa por todo el mundo y en este país también.

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