Revolución #174, 30 de agosto de 2009


Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

Hiroshima, Nagasaki y ahora

3 de agosto de 2009. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. El 6 y el 9 de agosto son los aniversarios de dos de los peores crímenes de guerra jamás cometidos: los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, Japón, justo antes del fin de la Segunda Guerra Mundial. Alrededor de 120.000 personas murieron de inmediato y un número similar murió luego de la dolorosa radiotoxemia. La sombra del hongo nuclear se sigue cerniendo sobre el mundo porque Estados Unidos, la potencia imperialista que mató a esos civiles, sigue tratando de dominar el globo y no ha renunciado a las armas nucleares, y ni lo han hecho sus rivales imperialistas ni otros gobiernos reaccionarios.

En abril de este año, el presidente yanqui Barack Obama hizo una declaración que le levantaría el ánimo a todo el mundo si fuera verdad: “Declaro claramente y con convicción el compromiso de Estados Unidos para con la paz y seguridad de un mundo sin armas nucleares”. Sin embargo en julio cuando él y el presidente ruso Dimitri Medvedev anunciaron lo que se suponía era un paso para implementar ese objetivo, el resultado fue “poco motivo para celebrar”, según una organización contra las armas nucleares que dice que comparte “la visión del presidente Obama de un mundo sin armas nucleares” (Nuclear Age Peace Foundation, www.wagingpeace.com).

En realidad este acuerdo no hace que el mundo sea más seguro y quizás todo lo contrario.

Es cierto que el mundo ha visto un gran recorte en el número de ojivas y misiles nucleares desde mediados de los años 1980, incluso antes del colapso de la Unión Soviética. No obstante, eso no ha significado que Estados Unidos ha renunciado a sus armas nucleares. Bajo el ex presidente George W. Bush, descaradamente declaró sus planes “de dominar y controlar el uso militar del espacio, para proteger los intereses y las inversiones estadounidenses”, lo que sin duda incluye armas nucleares estratégicas (El informe de la comisión Rumsfeld, 2000, citado en www.wagingpeace.com).

Lo cierto es que el Entendimiento Conjunto de Obama y Medvedev representa poco o ningún progreso hacia la eliminación de este azote del mundo. El objetivo para el año 2016 es reducir en alrededor de un tercio el número de “sistemas estratégicos de lanzamiento”, o sea misiles y bombarderos de largo alcance y ciertos submarinos que lanzan misiles. Pero la reducción en el número de ojivas estratégicas desplegadas que estos “sistemas de lanzamiento” llevarán sería mucho menos. Debido a cambios en la manera de contar las armas nucleares “desplegadas”, el nuevo límite de 1.500-1.675 ojivas podría ser solo un poco menos del nivel de 1.700-2.200 fijado por el Tratado de Moscú firmado por Bush y el presidente ruso Vladimir Putin hace siete años (Boletín de los Científicos Atómicos, 22 de julio de 2009).

“Desplegadas” es la palabra clave aquí. Significa listas para usar casi instantáneamente. Las reducciones anunciadas tendrán como eje eliminar las armas que ahora están en almacenaje y previstas para ser recicladas. De hecho, aunque tanto Estados Unidos como Rusia hoy tienen alrededor de 5.000 ojivas nucleares cada uno (el 90% del total mundial), el número de armas desplegadas ya podría ser menor de los nuevos límites del acuerdo: Estados Unidos y Rusia tienen “más de 1.000 ojivas en alta alerta, listas para lanzar dentro de decenas de minutos, aunque un ataque deliberado por Rusia contra Estados Unidos o viceversa parece improbable” (Boletín). Como cada una de estas ojivas es muchas veces más mortífera que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, eso significa que una gran parte de la humanidad podría ser aniquilada en un abrir y cerrar de ojos, y eso no cambiaría bajo este acuerdo.

El problema más flagrante es lo que no se encuentra en este acuerdo o en ningún otro lugar: renunciar a la doctrina tradicional de Estados Unidos del “primer golpe” en que se basan algunos de sus planes militares. Estados Unidos dice que tiene el derecho de lanzar armas nucleares a discreción e incluso no quiso prometer que no lanzaría un ataque nuclear si no fuera atacado con armas nucleares antes. Hasta ahora, nada ha cambiado con todas las administraciones yanquis desde 1945.

Junto con eso, el acuerdo no menciona las armas nucleares tácticas, el tipo que Estados Unidos contempló usar en Irak y que sería el tipo que más probablemente usara en el futuro próximo bajo las circunstancias previsibles. Asimismo, en vez de destruir sus sistemas de armas nucleares estratégicas más viejos, Estados Unidos quiere convertirlos en lo que se considera uso táctico, sin importar si tienen ojivas nucleares. Esto es el tipo de arma que más probablemente usarían en el futuro próximo. Por ejemplo, Estados Unidos se ha convertido algunos submarinos que llevaban misiles intercontinentales en lanzadores de misiles de crucero, y no tiene intenciones de renunciar a su uso.

De igual importancia en cuanto a lo inmediato, Obama tampoco ha hecho caso de un llamamiento hecho por varios países durante las últimas décadas a convertir en una “zona desnuclearizada” al Medio Oriente. Si las preocupaciones de Estados Unidos con las maniobras de Irán a fin de obtener armas nucleares realmente se motivaran por una oposición a la proliferación de armas nucleares, pues lógicamente apoyaría esta idea y se puede concebir que Irán la aceptara también. Pero política y por cierto económica y técnicamente Estados Unidos respalda el arsenal nuclear de Israel porque esas armas promueven los intereses y la política norteamericanos en la región, y por eso esas no son negociables.

Antes de que tomara el poder el régimen islámico, Estados Unidos alentó al sha de Irán, cuyo gobierno ayudó a instaurar en el poder, para que empezara un programa de armas nucleares como parte del papel de entonces de Irán como un pilar secundario de la dominación yanqui en el Medio Oriente. Ahora Irán ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y dice que recibiría con brazos abiertos inspecciones internacionales. Sin embargo Estados Unidos y sus aliados quieren prohibir que obtenga los conocimientos y la tecnología de ingeniería que podría usar para hacer bombas en el futuro, ya alcanzadas por muchos países, porque tales armas romperían el monopolio regional de Israel en materia del terror nuclear. Hace poco unos funcionarios israelíes le admitieron al fidedigno periodista norteamericano Roger Cohen que lo que más les preocupaba no fuera un posible ataque nuclear por Irán, que consideran posible pero no probable, pero que la posesión o incluso la “casi posesión” de Irán de tales armas cambiaría el balance de poder aunque nunca fueran usadas (“The making of an Iran policy”, The New York Times, 2 de agosto de 2009).

El que Estados Unidos tuviera tanto afán para firmar este acuerdo con Rusia no tiene nada que ver con la paz, entre otras razones, y mucho que ver con la agresión: Estados Unidos quiere movilizar la opinión pública y otros gobiernos en apoyo a sus esfuerzos de presionar a la República Islámica de Irán. Además, en esta cumbre, Rusia aceptó dejar a Estados Unidos usar su espacio aéreo para la guerra de Afganistán. Estos no son pasos hacia la paz, que digamos.

A la vez, mientras Estados Unidos pretende conseguir la aprobación de Rusia para más presión sobre Irán, también pretende neutralizar el poderío militar que usa Rusia en beneficio de sus intereses en oposición a Estados Unidos. Aunque Obama no ha explícitamente aprobado el plan de Bush de instalar sistemas antimisiles en Europa central, tampoco lo ha descartado. Tales sistemas antimisiles, aunque pequeños, serían útiles para debilitar la capacidad de Rusia de contraatacar después de un primer ataque o golpe nuclear ofensivo yanqui. Serían inútiles contra un primer golpe ruso contra el Occidente.

La cruzada de Obama contra la proliferación de armas nucleares es una cruzada contra la entrada de otros países en este juego criminal, e incluso eso está subordinado a los intereses del imperio yanqui. Dejando de lado a Corea del Norte con quizás dos ojivas nucleares, las dos nuevas potencias nucleares principales, Pakistán con 15 cabezas nucleares e India con 75 hasta ahora, adquirieron esta posición con la complicidad yanqui. Pakistán adquirió armas nucleares cuando era un aliado leal de Estados Unidos sin importar dónde consiguió la tecnología, y ahora Estados Unidos está impulsando fuertemente el programa nuclear de India. (Supuestamente, Estados Unidos sólo está ayudando a India en el aspecto de centrales de energía nuclear civiles, pero en esto se aplican los mismos argumentos acerca de la tecnología con dos fines eventuales en Irán). ¿Eso podría tener por objeto contener las ambiciones de China?

Es improbable que Estados Unidos renuncie a sus armas nucleares. Pero consideremos lo que sucedería si renunciara a éstas: en los últimos años, la pandilla de criminales de guerra de los ex secretarios de Estado yanquis Henry Kissinger, George Schultz y William Perry (bajo los presidentes Nixon, Reagan y Clinton respectivamente) y el ex senador halcón Sam Nunn han llamado a la abolición completa de las armas nucleares. ¿Por qué? “Porque un mundo sin armas nucleares es uno en que Estados Unidos tendrá un dominio absoluto”, le dijo un diseñador de bombas de hidrógeno a un autor sobre este tema para el Boletín de los Científicos Atómicos (13 de mayo de 2008). Algunos estrategas imperialistas de guerra consideran las armas nucleares como un “saboteador” porque permiten que los países pequeños hagan grandes amenazas. Sin armas nucleares, Estados Unidos podría estar en una posición aún más fuerte para ejercer su voluntad por contar, en este momento, con el poderío sin rival de un aparato militar cuya magnitud y tecnología avanzada están basadas en la riqueza obtenida por la misma explotación global para la que ese aparato fue organizado para reforzar y expandir.

El mundo ha presenciado guerra tras guerra desde que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki anunciaron la cruzada yanqui hacia la hegemonía mundial. El fin de la “guerra fría”, o sea la confrontación entre dos bloques imperialistas rivales en que Estados Unidos y la Unión Soviética libraron guerras de sustitutos mientras que amenazaban con cundir al planeta en el invierno nuclear, operó muchos cambios importantes, pero no trajo la paz mundial. Al contrario, provocó una nueva ofensiva hegemónica yanqui y una nueva ronda de invasiones imperialistas directas, caracterizadas por la “muerte desde el cielo” que ha sido lo acostumbrado de Estados Unidos, además de guerras con mucho sufrimiento en Yugoslavia, Ruanda (y lo que siguió en el Congo), el Sudán y otros lugares donde la rivalidad entre las grandes potencias ha estado agravando otras contradicciones.

El torrente ininterrumpido de violencia horrorosa desde la última guerra mundial debería enseñarnos algo. La causa fundamental no se encuentra en ningún gobierno particular sino en el sistema imperialista en que un minúsculo puñado de capitalistas en unos pocos países controlan y luchan entre sí por la riqueza producida por los miles de millones de personas del mundo.

El capitalismo no ha dado ninguna razón de esperar que pueda continuar sin armas nucleares, ni hablar de eliminar la guerra.

(Un corto análisis del contexto político en que Estados Unidos lanzó las bombas atómicas sobre Japón y lo que ha hecho para encubrir ese crimen se halla en el Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar del 1º de agosto de 2005, el que también contiene pasajes del famoso informe de John Hersey sobre el costo humano en su libro Hiroshima.)

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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