Revolución #179, 11 de octubre de 2009


Carta de un lector

Enfrentándonos con el G-20 en Pittsburgh

Pittsburgh, Pensilvania. 24 a 25 de septiembre. Durante meses de anticipación, habían preparado un vasto despliegue de maquinaria represiva del estado para aislar la Cumbre del G-20, una reunión con representantes de las 20 economías más grandes del mundo, de los miles de personas que iban a acudir para protestarla. Mucho estaba en juego. Como dijo un joven, expresando los sentimientos de muchos otros: “Estoy aquí porque creo que el G-20 es parte de una organización, entre otras, que lleva a la subyugación de gente por todo el mundo... Necesitamos ponernos de pie y declarar que vamos a ponerle fin a todo eso...”.

Este es un mundo de enormes desigualdades: los países ricos cuentan con el 20 por ciento de la población del mundo pero disfrutan del 80 por ciento del producto interno bruto (o ingresos), al mismo tiempo que el 20 por ciento que viven en los países más pobres solo tienen el 3 por ciento de los ingresos del mundo. Este es un mundo asolado por enfermedades, desnutrición y una pobreza que destruye vidas: unos 2.6 miles de millones de personas, el 40 por ciento de la población del mundo, viven con menos de 2 dólares al día.

Gastaron más de 19 millones de dólares para proteger la Cumbre G-20, para asegurar que allí no ocurriera de nuevo la pesadilla del G-8 en Seattle o Londrés (donde las protestas irrumpieron en las reuniones). Sin embargo, los manifestantes, especialmente la juventud, no se acobardaron ni se dejaron intimidar — eso era un momento histórico que clamaba por la resistencia decidida. Todo el mundo estaba viendo.

Al “comité de la bienvenida” del G-20 lo describió acertadamente Bill Quigley en su blog Smirking Chimp:

“Durante días, convirtieron el centro de Pittsburgh, la sede del G-20, en un pueblo fantasma militarizado, una zona libre de gente. Día y noche se oían los alaridos de las sirenas. Los helicópteros nunca dejaban de sobrevolar. Las cañoneras vigilaban desde los ríos. Aviones de la Fuerza Aérea defendían los cielos. Las calles tenían barricadas con bloques gigantescos de hormigón y con alambrado.

“Cerraron los puentes y apostaron la Guardia Nacional en las entradas. Pararon el transporte público en el centro. Suspendieron el servicio ferrocarrilero de Amtrak durante días. En muchas zonas, apostaron a policías armados a cada 30 metros. Los negocios se cerraron. Las escuelas se cerraron. Decenas de miles de personas no pudieron llegar al trabajo. Cuatro mil policías estaban de turno, más 2.500 de la Guardia Nacional, la Guardacostas, la Fuerza Aérea y decenas de otras agencias de seguridad. Juramentaron a mil voluntarios de otras fuerzas policíacas para que ayudaran.

“Los policías se vestían ropa de batalla, equipo negro y bultoso como tortugas ninjas: casco con visera clara, armadura, espinilleras, bototas, bastón y armas largas. Además de helicópteros, la policía contaba con cientos de carros y motocicletas, vehículos blindados, camiones grandotes y pequeños Go-Karts eléctricos. Hasta usaban furgonetas de pasajeros para darle vueltas al centro a toda velocidad, en las cuales apiñaban tantas tortugas ninjas exageradamente armadas que las puertas laterales y traseras quedaban abiertas”.

El New York Times informó: “Más de 30 agentes vestidos para motines con armas semiautomáticas irrumpieron en un edificio donde miembros del grupo Seeds for Peace (Semillas por la Paz) preparaban comida para una manifestación el lunes”. (Seeds for Peace proveían servicios médicos y alimento para los manifestantes.)

El miércoles, la víspera de la cumbre, los diplomáticos fueron recibidos por activistas de Greenpeace que colgaron una enorme bandera a colores que decía: “Peligro: Destrucción climática en marcha, Reducir las emisiones de CO2 ya” en el puente West End. 14 manifestantes fueron arrestados. Esta noticia de primera plana era el preludio de los siguientes dos días de actividades.

Estudiantes y jóvenes veintiañeros estaban llegando desde todas partes del país para conectarse con la gente de Pittsburgh. En la tarde del jueves, la resistencia se aceleró. El Proyecto de Resistencia de Pittsburgh Contra el G-20 llamó a realizar una marcha sin permiso, desde el Parque Arsenal. Tras una corta reunión de gente mayormente joven, mil personas emprendieron el camino hacia la sede de la cumbre en el centro. Sabían que iban a enfrentarse con una fuerza represiva masiva, con arrestos, heridas o peor. Esta multitud desafiante trajo letreros y banderas hechos a mano que declaraban: “G-20 = La muerte por el capitalismo”, “El capitalismo sin esperanzas”, “El capitalismo está en crisis” y “No al Plan de Rescate para el capitalismo”.

Muchos en esa multitud traían ganas de enfrentarse directamente en la calle con la concentración de poder económico y político capitalista internacional. Una manifestante joven vestida de negro afirmó enérgicamente, “Para eso vivo yo”. Les repugnan los horrores continuos que el capitalismo impone a miles de millones de personas y la destrucción que ocasiona en la vida de la gente. Era palpable la sensación de que éste era un momento histórico y una oportunidad de la cual el pueblo necesitaba prevalerse para oponerle resistencia al G-20.

Dentro de un período muy corto de tiempo, la policía primero prohibió a la marcha seguir adelante y luego se abalanzó contra los manifestantes con gas lacrimógeno y artefactos de sonido de alta frecuencia. Autoridades municipales declararon que era la primera vez que se usó el cañon de sonido contra manifestantes dentro de Estados Unidos. Semejantes artefactos se han utilizado en Faluja, Mosul y Basora, Irak. Cuando la zona se llenó de gas lacrimógeno, la marcha se dispersó para hacer varias protestas decentralizadas.

Una vez dispersadas, las protestas continuaban por toda la ciudad mientras la policía equipada hasta los dientes contra motines pretendía apagar toda resistencia contra la cumbre. Pero los manifestantes estaban decididos y las protestas continuaron todo ese día, esa tarde y el día siguiente. La policía tumbó a patadas las puertas de los centros de comunicación de los manifestantes y confiscó todo su equipo. Ni así detuvieron a los manifestantes, quienes mandaban mensajes de texto a todos los que podían, usando los informes de la radio policíaca.

Cientos de patrullas antimotines, con vehículos antimotines y otros, irrumpieron en el campus de la Universidad de Pittsburgh y la zona colindante y asaltaron a 400 manifestantes y estudiantes que viven en el campus o simplemente se encontraron allí por casualidad. Un simpatizante de McCain dijo que era la primera vez que tenía miedo a su propio gobierno. Hubo informes de gas lacrimógeno, spray pimienta y golpizas. Más de 110 manifestantes fueron arrestados después de que cientos de policías llegaron y dispersaron la multitud con un despliegue de fuerza y nubes de spray pimienta. Muchos manifestantes aún siguen bajo acusaciones y piden apoyo.

El viernes pasó la marcha general, para la cual se había llevado durante largo tiempo en la corte simplemente para conseguir un permiso para desfilar en la calle. Participaron aproximadamente 4.500 personas de varios grupos en pro de los derechos humanos, sindicatos, activistas antiguerra, ecologistas, anarquistas, estudiantes y comunistas revolucionarios. El estado de sitio permaneció en vigor; filas de equipos antimotines y autobuses repletos de policías ninjas rodearon la marcha. Mientras la marcha serpenteaba por la ciudad, cientos y cientos de personas la seguían detrás de los policías; algunos leyeron los volantes y otros se sumaron a la marcha. Un grupo de estudiantes de la Universidad de Pittsburgh que se sumaron al contingente en el acto, sostuvieron la bandera, “El capitalismo es un fracaso, la revolución es la solución”. Se distribuyó el periódico Revolución, junto con el Mensaje y Llamamiento del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “La revolución que necesitamos... La dirección que tenemos”. Se distribuyeron tarjetas de promoción de la charla filmada de Bob Avakian Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es, que se halla en línea.

En el transcurso de los pocos días que estuvimos en Pittsburgh y en medio de esas protestas hubo debate y lucha sobre en cuál dirección tenía que dirigirse el mundo. Muchos jóvenes vinieron a Pittsburgh con la idea de que el problema es que los “20 hombres” que se reúnen en el G-20 están decidiendo por todos los demás. O que se puede, con suficiente presión, cambiar el sistema para que dé prioridad al pueblo en vez de las ganancias. Al mismo tiempo que los manifestantes tomaron las calles y discutieron la política antes o después de protestas, se les planteó una crítica y una solución más radicales — que este es “un sistema del capitalismo-imperialismo”, como dice el Mensaje y Llamamiento del PCR, “impulsado por un implacable afán de ganancias”. Y que: “Hace falta barrer con este sistema... parar en seco sus crímenes contra la humanidad... desmantelar sus instituciones y reemplazarlas con unas que le den el poder a la gente con el que construir una nueva sociedad sin explotación y opresión”.

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