Revolución #183, 15 de noviembre de 2009


Una sentencia de muerte supermáxima

Un informe de 2001 de Amnistía Internacional (AI) detalla la muerte en la cárcel de David Tracy, condenado de delitos menores de drogas a la edad de 18. Después de tratar de suicidarse cinco veces y cuando le quedaban solamente unos cuantos meses de su sentencia, por fin logró suicidarse a la edad de 20 en una celda de aislamiento supermáximo en el penal estatal Wallens Ridge en Virginia. AI describió las condiciones en esa unidad: A los presos “de rutina los maltratan con pistolas de electrochoque que aturden, los guardias los someten a insultos verbales racistas, les disparan con pistolas de perdigones que duelen mucho y los colocan innecesariamente en amarres de cinco puntos [amarran al preso para impedir que mueva las piernas y brazos]”. Las condiciones en esta unidad supermáxima típica son “contrarias a las normas internacionales que prohíben la tortura y otro tratamiento o castigo degradante, cruel o inhumano, lo que incluye a lo que se establece en el Convenio Internacional sobre los Derechos Políticos o Civiles y el Convenio Contra la Tortura, que son tratados que ha ratificado Estados Unidos”. En otras palabras, además de infrahumanas e inmorales, las condiciones de los penales de Estados Unidos son ilegales de acuerdo al derecho internacional y el de Estados Unidos. (“United States of America: Abuses continue unabated? Cruel and inhumane treatment at Virginia supermaximum security prisons.”)

 

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