Revolución #209, 15 de agosto de 2010


Haití: siete meses después del terremoto… las asesinas realidades de la ayuda yanqui

Hace siete meses, el 12 de enero de 2010, un poderoso terremoto azotó a Haití, un país isleño de 9 millones de habitantes. Dejó más de 150 mil muertos y 1.5 millones de personas sin techo. Como señaló Revolución en ese momento, la devastación no era exclusivamente el resultado de un desastre natural. Un siglo de dominación yanqui y sobre todo las medidas conscientes yanquis de los últimos 30 años empeoraron muchísimo la situación. Destruyeron sistemáticamente una buen parte de la economía agrícola haitiana y expulsaron a millones de campesinos hacia la pequeña capital de Puerto Príncipe en espera de hallar trabajo o educación. Este montón de personas estaba hacinado en vivienda de baja calidad, extrema pobreza y poca infraestructura, sobre una conocida falla sísmica respecto a la cual las autoridades nunca les advirtieron, y no elaboraron ni aplicaron ningún código de construcción básica, ni desarrollaron ningún plan de emergencia. Se sabía que, en caso de un eventual terremoto, Puerto Príncipe se convirtiera en una trampa mortal, pero no hicieron nada al respecto. La muerte de cientos de miles de personas no fue un “acto de dios” ni el “destino”, sino un crimen de lesa humanidad del imperialismo (vea Revolución #189-191 y #196.)

Después del terremoto, Estados Unidos corre… a proteger sus intereses

Cuando azotó el terremoto, Estados Unidos corrió al lugar de su crimen, no para ayudar a las masas sufridas sino para establecer el control. Los soldados yanquis se apoderaron el único aeropuerto internacional y empezaron a llegar un chorro más, a la vez que rechazaron a los haitianos y otras personas que querían ayudar y el material de ayuda y médico. El aeropuerto, lejos de ser un trampolín para una enorme campaña de rescate, se volvió el principal embotellamiento, y grandes cantidades de comida y material fueron a dar a bodegas durante días, semanas y meses mientras la gente sufría, pasaba hambre y moría de lesiones y males curables.

Pese a esos hechos, Estados Unidos procuró armar mucha alharaca de “compasión”. Las cámaras de la televisión transmitieron escenas conmovedoras de equipos de rescate yanquis e israelíes con alta tecnología que sacaba a gente de los escombros. Pero era necesario leer la letra menuda para enterarse de que estos equipos rescataron a menos de 200 personas. En realidad, las masas haitianas, buscando en los montos de escombros con las manos, con valor ante el inminente peligro de derrumbes y el aplastamiento, se encargaron de rescatar a un sinnúmero de personas justo después del siniestro, quienes de otra manera hubieran muerto. 

Al comienzo, Obama hizo una promesa de cien millones de dólares para Haití, menos del costo de medio día de las guerras yanquis de Irak y Afganistán, diciendo que tal mezquina cantidad de dinero era el “comienzo” de “uno de los mayores esfuerzos de rescate de la historia”. Surgió mucha indignación en Estados Unidos y el mundo porque el país más rico y poderoso del mundo hacía tan poquito para ayudar frente a tamaña catástrofe. Por eso Estados Unidos tuvo que aumentar la cantidad varias veces, hasta 1.2 mil millones. Pero a la fecha, como informó hace poco Anderson Cooper en la CNN, ¡no se ha entregado ni un centavo de esa plata!

Sufrimiento en medio de los escombros 

Han pasado siete meses desde que un catastrófico terremoto azotó a Haití. La ciudad de Puerto Príncipe continúa literalmente enterrada debajo de los escombros, lo que dificulta el transporte y hace que la reconstrucción sea casi imposible. Se ha realizado poca recuperación y reconstrucción. ¿Por qué?

En primer lugar, esta situación refleja la certeza de que Haití es un país empobrecido que ha estado política y económicamente truncado porque lo ha estado dominando el imperialismo, sobre todo el yanqui. Los expertos estiman que tardarán mil camiones tres años en retirar los escombros. Hasta ahora se ha retirado solamente el 2 por ciento. Pero los medios dicen que Haití tiene solamente 300 camiones. 

Además tenemos a las reglas del capitalismo, según las cuales nada se hace a menos que haya ganancias que sacar. Por ende no se hace uso de los millones de camiones y otro equipo pesado en Estados Unidos, incluidas decenas de miles de camionetas pick-up y vehículos utilitarios deportivos (SUV) que permanecen sin venderse en lotes de venta debido a la economía deprimida, para ayudar a los cientos de miles de personas de Haití que está sufriendo.

Las relaciones capitalistas de propiedad y producción levantan enormes barreras en el mismo Haití. Leamos lo siguiente del New York Times: “Los escombros… también tienen un valor monetario potencial si se va a volver a usarlos. ‘No se trata simplemente de escombros, se trata de la propiedad de los escombros’, dijo el Sr. Scales [de la Organización Internacional para las Migraciones]. La mayoría [de las personas que viven en los predios que se van a desalojar] son arrendatarios, pero en teoría los escombros pertenecen a los propietarios de los predios. Ha resultado difícil determinar quién es el dueño de cuáles terrenos y conseguir su permiso para remover los escombros”. 

Piense en lo que eso representa: “No se trata simplemente de escombros, se trata de la propiedad de los escombros”. Lo sucedido constituye una denuncia contundente de la locura y brutalidad absolutas de las reglas que operan en el sistema capitalista y la incapacidad total de este sistema de siquiera tratar ni hablar de satisfacer las necesidades básicas de la gente. Durante la temporada de huracanes 1.6 millones de personas tendrán que vivir en la calle mientras ¡las clases propietarias determinan quién debería recaudar las ganancias de las ruinas de sus antiguos hogares!

Pero el fracaso más contundente ha sido la vivienda. Solamente 28 mil personas han recibido albergue provisional estable o permanente y 1.6 millones de personas siguen sin techo. La mayoría de las personas ni siquiera han recibido tiendas de carpa. Según las cifras oficiales, se han levantado solamente 97 mil tiendas de carpa desde el terremoto, o sea, una para cada 16 damnificados, y en su mayoría éstas se están viniendo a pedazos. Decenas de miles de personas ni siquiera tienen lonas o hules. La mayoría de las personas que quedaron sin techo aún permanecen en los aproximadamente 1.200 campamentos alrededor de la zona del siniestro. Los organismos organizados —con mayores probabilidades de proporcionar letrinas, luz y tal vez agua potable— están encargándose de solamente una cuarta parte de los campamentos. Las masas populares arman los demás campamentos, por lo general con la dirección de un comité de paracaidistas, que se las arreglan para conseguir comida, agua y servicios sanitarios. Menmen Vilase, una mujer con nueve meses de embarazo, dijo: “Me encantaría vivir debajo de una lona de plástico, pero no puedo darme ese lujo”. 

El New York Times (10 de julio de 2010) describió uno de los campamentos que están construidos uno por uno por el camellón de una autopista muy transitada. Decenas de personas han resultado lesionadas cuando los carros atropellen sus chozas. El grupo francés, Ayuda Islámica, por fin construyó letrinas en marzo, pero al otro lado de la autopista, de modo que las muchas personas que se enferman de diarrea tienen que torear el tráfico para ir a hacer sus necesidades. Un corresponsal de Revolución estuvo de visita en este campamento en enero, y la única ayuda de importancia que ha recibido desde ese entonces son estas letrinas.

Ante esto, decenas de miles de personas han vuelto a sus hogares muy dañados e inseguros y viven a diario el terror de estar enterradas vivas si se colapsan las estructuras inestables, si azota otro terremoto. Otros se han mudado a los cementerios, un basurero municipal, canchas deportivas anegadas. Tienen que vivir en medio de los escombros que aún contienen restos humanos; un señor dijo: “Más vale vivir aquí con el olor a muerto que estar allá abajo en ese campamento que huele a pipí”. 

“Éxito”, al estilo imperialista

El New York Times informa que empleados de la ONU “recomiendan tener paciencia… Señalan los logros de proporcionar comida, agua y albergue de emergencia y evitar la inanición, éxodo y violencia”. Nigel Fisher, representante especial ayudante del secretario general de la ONU en Haití le dijo al cotidiano: “Cabe señalar lo que no ha ocurrido. No hemos tenido un gran brote de enfermedades. No hemos tenido una importante falla en la seguridad” (10 de julio de 2010, subrayado agregado). 

Bien, cuando las personas así hablan de “violencia” y “fallas en la seguridad”, no hablan de la seguridad de las masas. No hablan del mayor índice de violación de las mujeres en los campamentos, el robo y compra-venta de niños en el comercio internacional del sexo ni los ataques a los “paracaidistas” de parte de los sicarios armados con machetes al servicio de los grandes propietarios de predios, aunque todo eso ha estado ocurriendo.

Lo que quiere decir es que hasta ahora no ha habido un gran levantamiento político del pueblo haitiano contra la ocupación estadounidense-ONU ni contra lo que los imperialistas y el servil gobierno haitiano no han hecho para satisfacer las necesidades básicas de la población. Cuando hablan de “evitar un éxodo”, se jactan de que han impedido que grandes cantidades de haitianos huyan de las condiciones desesperadas allá y vayan a Estados Unidos. Para los imperialistas de Estados Unidos y otros países (y la ONU), está bien que millones de personas viven al borde de la muerte siempre y cuando se impide que se levanten o entren a Estados Unidos donde podrían representar una fuente de inestabilidad social. 

La promesa y la realidad de la ayuda

¿Y qué de los miles de millones de dólares de ayuda que prometieron para Haití? ¿No eran una muestra de interés genuino? ¿Y no han ayudado al pueblo? 

Hay que examinar tres realidades. Primero, en la letra menuda de la ayuda prometida hay “condiciones”: que en lo básico Haití oficialmente entregó su soberanía nacional. En marzo, la Conferencia Internacional de Donantes estableció una “Comisión de Recuperación de Haití” a fin de administrar la ayuda de otros países e insistió en que dicha Comisión estuviera por encima de cualquier supervisión del gobierno o poder judicial de Haití. La Comisión tiene 24 integrantes: la mitad haitianos y la mitad representantes de donantes y entidades prestamistas de otros países, y la co-presiden Bill Clinton y el primer ministro haitiano Jean-Max Bellerive. En vista de que estos “donantes de otros países” ya tienen la plata y los fusiles en Haití, eso quiere decir que en los hechos los representantes del imperialismo yanqui llevarán la batuta por lo que respecta a reorganizar la sociedad haitiana después del terremoto, si es que siquiera se reconstruya, que es algo que está en tela de juicio en estos momentos. 

En abril, el parlamento haitiano accedió a estas condiciones a cambio de recibir la ayuda, pese a algunas objeciones de que dichas condiciones constituían una pérdida inconstitucional de la soberanía de Haití. Según Reuters, el presidente René Préval dijo que “la operación de la comisión agilizará de la cesión de enormes fondos de reconstrucción que se administrarán por medio de un Fondo de Fideicomiso de Múltiples Donantes, al cual el Banco Mundial supervisará”, o sea, o den su voto de aprobación para estas condiciones o no les daremos ninguna ayuda.

La “justificación” de esta escandalosa imposición de control de otros países es la historia y la realidad actual de extensísima corrupción e “incompetencia” del gobierno haitiano. Eso encierra un mensaje racista y colonialista: los imperialistas dan a entender que los haitianos de plano son tan ignorantes que no pueden encargarse de sus propios asuntos, y por ende les corresponde a las grandes potencias “asumir la responsabilidad del hombre blanco” (como dijo una vez el autor británico pro-imperialista Rudyard Kipling) de gobernar la sociedad. Esta corrupción e incompetencia “local” es una importante justificación de toda suerte de intervención imperialista y una importante forma de ocultar los enormes fracasos de su sistema.

Bien, cabe decir que después de Katrina, la debacle de Wall Street, el derrumbe del mercado hipotecario y la catástrofe capitalista del petróleo en el Golfo de México, ¡los Estados Unidos debe cerrarse el pico respecto a la incompetencia y corrupción de otros países

De mayor importancia, la corrupción oficial de Haití (y otros países) es muy real pero ¡es un producto directo de la dominación yanqui! Como Revolución señaló justo después del terremoto (vea “¡El pueblo haitiano necesita la ayuda de emergencia y NO la represión ni más dominación!”, #189, 17 de enero de 2010): 

“Los informes noticiosos hablan de la pobreza de Haití pero no te dicen por qué Haití es tan pobre. Muy pocas personas saben que Haití fue el escenario de la única revolución victoriosa de esclavos en la historia cuando los descendientes heroicos de esclavos africanos expulsaron al ejército francés, el más poderoso del mundo en aquella época. Muy pocas personas saben que las grandes potencias del mundo, especialmente Estados Unidos, que en esos tiempos tenía miedo de la influencia de Haití en los esclavos en este país, y Francia, se embarcaron en una política de aislar y empobrecer a Haití. Muy pocas personas saben que los marines estadounidenses ocuparon a Haití por casi 20 años a principios de los años 1900, suprimieron una lucha para la liberación e instalaron títeres. Muy pocas personas saben que Estados Unidos respaldaba el caudillo infamemente cruel ‘Papa Doc’ Duvalier y luego su hijo ‘Bebé Doc’ a mediados del siglo 20. Y poquísimos saben que luego conspiró para derrocar al presidente popular Jean-Bertrand Aristide en los años 1990 y otra vez en 2004. Todas estas acciones criminales, esta larga historia criminal de opresión, surgieron de las necesidades económicas y políticas de las clases dominantes norteamericanas durante el tiempo cuando, al inicio, Estados Unidos era gobernado por una coalición de las clases capitalistas y esclavistas y más recientemente por la clase dominante capitalista-imperialista. Durante los últimos dos siglos Estados Unidos ha respaldado a las clases dominantes reaccionarias en Haití como parte de esto”.

Seamos directos: Estados Unidos ha sido la principal fuerza que moldea, a menudo mediante la violencia, al estado haitiano y la estructura económica y social. Muy específicamente, Estados Unidos ha obrado para derrocar a cualquier régimen que no fuera lo suficientemente “corrupto”. ¿Por qué? Porque las personas que Estados Unidos quiere como estructura de poder en Haití son aquellos que están dispuestos a vender los intereses del pueblo y nación de Haití a los Estados Unidos a cambio de títulos de prestigio, conectes y un ingreso gordo. ¿Cómo es que ahora se quejen de que estas mismas personas son “corruptas” e “incompetentes”? 

En vista de la subordinación del parlamento al chantaje yanqui, ahora Haití está ante una segunda realidad: que la aplastante mayoría de la ayuda que se prometió no ha llegado. Según Dana Milbank en el Washington Post, solamente se ha entregado a Haití un dos por ciento de la ayuda prometida… y quién sepa qué parte de esos dos por ciento ha llegado de hecho al pueblo haitiano, a diferencia de esfumarse en los bolsillos de diversos capitalistas, agentes del poder, etc.

Además, incluso con la cantidad de ayuda que esté llegando, el “funcionamiento cotidiano” de las relaciones capitalistas está paralizando las obras de reconstrucción. Los medios informan con frecuencia que las dificultades de conseguir los permisos de los grandes dueños de propiedades que controlan los posibles predios han trabado los planes de construir mejores campamentos. Muchos informes dicen que hay desalojos de las personas en los campamentos establecidos después del terremoto porque los dueños de los terrenos creían que podrían dedicar los predios cubiertos de escombros a fines más lucrativos. (Uno de los campamentos donde el corresponsal de Revolución estuvo albergado durante su estancia en Haití fue posteriormente desalojado.) 

“Reconstrucción” imperialista

La tercera realidad es que el plan yanqui para Haití, si es que se concrete siquiera, es reconstruir el país para que sirva más a las necesidades del imperialismo yanqui, y no para ayudar al pueblo haitiano.

Ansel Herz escribe en HaitiAnalysis.com: “[Hilary] Clinton, junto con el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon, promovía un plan concebido por el economista de la Universidad Oxford Paul Collier para ampliar las zonas de exportación libres de aranceles alrededor de Haití. El plan recomienda que Haití saque de la pobreza a los habitantes de las ciudades pérdidas mediante trabajos en fábricas de prendas de vestir, como la Inter-American Garment Factory…” 

La Comisión de Recuperación de Haití ha estado promoviendo al campamento Corail-Cesselesse al norte de Puerto Príncipe como el “futuro” de Haití. Según un reportaje de Jonathan Katz del Associated Press (13 de julio), hay planes de alojar a 300 mil personas en albergues de transición y luego permanentes y darles empleo. Dice que los empleos que están considerando ahora mismo están con las compañías coreanas de prendas de vestir de baja paga. Hasta ahora han llevado a siete mil haitianos en autobuses para vivir en carpas, seguidos de miles de paracaidistas más, que con desesperación buscan un trecho de suelo seguro en que tender algunas lonas. 

Pero incluso este plan para la miseria organizada se ha topado con poderosos obstáculos. Los grandes propietarios de la región retomaron las tierras y se han puesto a desalojar a la gente, enviando de noche a esbirros armados con fusiles y machetes. A comienzos de julio, lograron abrir oficialmente el campamento con bombo y platillos, pero el 13 de julio un aguacerazo veranal lo azotó y destruyó 344 carpas y dejó a 1.700 personas sin refugio alguno. Como en Haití se inicia la temporada de huracanes, este incidente ilustra que las autoridades haitianas y extranjeras consideran que incluso los habitantes de su futura “ciudad modelo” son mercancías desechables cuya vida y felicidad no valen nada salvo una oportunidad con que los capitalistas e imperialistas les expriman ganancias.

En julio miles de personas se tomaron las calles en protestas en Puerto Príncipe y otras ciudades del país. En medio de diversas fuerzas y demandas, el tema unificador fue el de exigir la dimisión del gobierno del presidente René Préval. Annessy Vixama, un líder de Tet Kole, una de las principales organizaciones de campesinos de Haití, ha planteado la justa demanda de que “el estado tiene que cambiar de servir a las empresas internacionales que actúan en contra de la mayoría de la población y empezar a servir a los campesinos”. 

Como señalamos arriba, el estado, en Haití o en cualquier otro país, nunca es “neutral”; no representa al “pueblo” ni a la “nación” en general sino que surge del sistema político y económico subyacente de un país dado y lo refleja y le sirve. En Haití el sistema básico es la explotación y dominación de los imperialistas (principalmente Estados Unidos) y los aliados de los imperialistas en Haití de entre las clases de capitalistas y grandes terratenientes. Se forjó el estado para servir y éste solo puede servir a este sistema y a estas fuerzas de clase. Si el estado haitiano es débil, eso se debe principalmente a que los imperialistas han elegido repetidamente gobernar directamente mediante golpes de estado, invasiones y ocupaciones; Haití ha estado bajo la ocupación de Estados Unidos y la ONU desde el secuestro del Presidente Aristide y su traslado a otro país en 2004 y la mayor parte de la ayuda e inversiones pasa por alto al gobierno y se canaliza por medio de las ONG (en general “organizaciones no gubernamentales” pro imperialistas).

La creciente lucha contra este gobierno y las exigencias de que éste satisfaga las necesidades del pueblo son totalmente justas y las personas en todas partes deben apoyarlas. Pero tal lucha tiene el potencial de fortalecer e impulsar un movimiento para la revolución que tenga en la mira el problema fundamental del imperialismo yanqui y su férrea dominación sobre Haití. 

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