Revolución #212, 26 de septiembre de 2010
De la autobiografía de Bob Avakian
del Capítulo 5: Un hilito de vida
Replanteamientos
Sería exagerado decir que en esos años no me reconocía en el espejo, pero en ciertos sentidos casi no me reconocía. Me veía completamente distinto, desfigurado. Mi apariencia cambió y no en lo positivo, y estaba débil. Yo crecí en esta sociedad en los años 50, con todas las formas convencionales y superficiales de relacionarse muchachas y muchachos, hombres y mujeres, y recibí ese condicionamiento. Por ejemplo, he mencionado que tenía buenas amigas en la prepa las que respetaba porque eran intelectuales, por sus ideas y su manera de pensar. Por otra parte, aunque no aceptaba la separación típica de que unas chavas son inteligentes y sirven como amigas, y otras son bonitas o sexy y esas son las que uno quiere de novias, sí me interesaba en chicas bonitas, en el sentido convencional.
Pero cuando a uno le serruchan el piso, y la vida y el físico le cambian, también cambia su manera de ver las cosas. No fue una epifanía ni cambió mi punto de vista completamente, de una vez, pero me hizo empezar a pensar de una forma distinta, más profunda, sobre lo que realmente vale en las personas, y en particular en las mujeres, como amigas y como personas que despiertan interés romántico. Ese fue apenas el comienzo de un largo proceso que me cambió mucho; no fue una cosa de la noche a la mañana, dramática, que un día me desperté, me miré en el espejo y me dije: “Bueno, mira lo que te pasó, ¿para qué te pones a pensar en apariencias físicas?” Eso sería una exageración y una tergiversación boba. Pero sí me hizo pensar más profundamente acerca de qué importa en las personas, en las cualidades importantes.
El hecho de que mis amigos iban a visitarme a la casa cuando salí del hospital pero tenía que permanecer en casa y pasaban el fin de semana conmigo era muy importante para mí. Ellos podían hacer mil cosas con ese tiempo, y a cierto nivel seguro querían hacer otras cosas; pero me apreciaban, estaban conmigo y me daban apoyo. Eso también lo pone a uno a pensar de otra forma y a pensar de manera más profunda acerca de las cosas, o al menos empezar a hacerlo.
Yo no diría que era “popular” en la prepa; era una persona polémica. Era popular con unos y muy impopular con otros, especialmente con los que eran “populares” en el sentido clásico y convencional. Pero yo me veía como una persona que “tenía cosas a mi favor” y en cierta forma esperaba caer bien más o menos. Y a los que no les caía bien, que se jodieran; yo no les gustaba por buenas razones, porque hacía cosas que yo valoraba, que quería hacer, que eran importantes y correctas. Así que si no me querían por esa razón, que se fueran al carajo; otros me querían. Eso era parte de mi actitud “rebosante de confianza”, que en parte se desprendía del hecho de que venía de una situación social en que parecía que todo el mundo se me abría. Pero de repente una enfermedad grave me noqueó y ya no sentía que tenía cosas a mi favor.
Obviamente, contaba con gente y recursos. Mis padres tenían dinero para mi tratamiento y mi madre pasó dos años básicamente dedicada a mi recuperación, al nivel de prestar la más minuciosa atención a mi alimentación. Mi dieta era muy restringida; por ejemplo, solo podía consumir una cantidad mínima de sodio al día. Yo escribía menús y calibraba los miligramos de sodio de distintos alimentos, y mi madre conseguía los ingredientes y preparaba las comidas. Tenía que pesarlo todo, tenía que comprar en tiendas especializadas en una época en que no existía la variedad de tiendas y productos naturistas que hay hoy. Eso le consumió buena parte de su tiempo por un par de años. Además, me daba otras clases de apoyo práctico y emocional.
Justo cuando empezaba a independizarme, tuve que quedarme a vivir en casa de mis padres por un par de años y a depender de mi familia. Mi hermana mayor, Marjorie, ya se había ido de la casa y mi hermana menor, Mary-Lou, estaba en la prepa. Ella me apoyaba mucho pero tenía su propia vida. Aunque mis padres la querían y le dedicaban atención, honestamente me dedicaban mucho tiempo a mí; mi madre estaba pendiente de mí a cada hora, especialmente en las primeras etapas, para ayudarme a sobrevivir y recuperar. Yo sentía un enorme aprecio y gratitud por ella y por todo lo que hacía por mí; antes de eso la quería mucho, pero ahora era un cariño más profundo….
El atleta más valiente... hasta que...
…El primer año de la enfermedad tuve que tomar dosis muy altas de cortisona y un montón de medicinas para contrarrestar los efectos secundarios, así que me sentía como una farmacia ambulante. Siempre andaba con mis píldoras. Yo trataba de incorporar eso en mi rutina y trataba de hacer cosas positivas, como ser tutor académico. Pero la mayor parte de ese año la verdad no pude hacer casi nada. Daba clases o servía de árbitro en pruebas de atletismo, pero mi grado de actividad era muy, muy limitado; me cansaba rápido, me sentía muy débil y tenía que tener cuidado de no herirme ni pillar una infección….
En ocasiones la enfermedad era muy descorazonadora. El régimen de cortisona tenía ciclos: estaban tratando de estabilizarme con una dosis baja y a la larga suspenderla, así que una semana reducían cinco miligramos y a los dos semanas otros cinco, y así sucesivamente. Yo tenía que ir al consultorio médico dos veces por semana a hacerme análisis para ver cómo iban reaccionando los riñones a la nueva dosis. A fines del primer año me estaban dando una dosis bastante baja y me sentía mejor (la cortisona me cansaba mucho), pero los análisis indicaron que los riñones estaban fallando otra vez y me tuvieron que volver a subir la dosis y, después, bajarla de nuevo poco a poco. Llegaba a un punto en que pensaba: “OK, la dosis va bajando y la semana entrante ya no me darán casi nada y en poco tiempo no necesitaré nada y volveré a ser el de antes”. Y de repente sufría un retroceso y había que empezar otra vez. El ciclo duraba casi un año y eso me sucedió dos veces: en dos ciclos durante un lapso de casi dos años me bajaron la dosis y de repente volvían los síntomas y me la tenían que subir…
Continuará.
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