Revolución #217, 21 de noviembre de 2010
De la autobiografía de Bob Avakian
del capítulo 8: Entrándole a la revolución
Mudándonos a Richmond
Ya para fines de 1967, era hora de movernos. Era hora, como lo dijo Mao, de “integrarnos con las masas”. Pretendíamos llevar la política radical y revolucionaria, en tanto la entendíamos, a la gente blanca pobre en particular, que era lo que nos estaban instando a hacer los Panteras, la SNCC y otras fuerzas negras nacionalistas. Así que, en un sentido básico, eso era nuestra misión, pero realmente no teníamos ninguna idea de cómo hacerlo. Sólo sabíamos que debíamos mudarnos ahí. Era el primer paso, movernos ahí en el sentido literal. Teníamos la orientación de chequear políticamente lo que estaba pasando en Berkeley y otras partes del Área de la Bahía y otras luchas políticas importantes, pero que tratábamos de asumir una orientación de sumergirnos real y profundamente ahí en Richmond, y no simplemente regresar como siempre a las zonas que más conocíamos y donde sentíamos más cómodos cada vez que queríamos hacer algo en el ámbito cultural o social. Así que era una mudanza importante y un gran cambio para nosotros.
Hablando de ideología, la nuestra era una revoltura total. Nos considerábamos revolucionarios y nos tiraba el socialismo —más o menos— bueno, con una pizca de Mao, otra pizca del Che, las influencias de los Panteras y el nacionalismo revolucionario pues todo revuelto. Así andábamos y era la situación típica de muchas personas radicales en ese tiempo. Ese tipo de revoltura ideológica no sólo tiraba a los radicales en el Área de la Bahía sino a las personas en general por todo el país e incluso en otras partes del mundo. Ahora las cosas son muy diferentes, pero en ese entonces hasta muchos jefes de gobierno burgueses en el tercer mundo —por ejemplo en Argelia o la India— hablaban del socialismo de un tipo u otro en tono positivo. Así que era común ese tipo de revoltura de ideologías y éramos no más una parte de esa onda.
Así que tratábamos de averiguar: “Bueno, ¿qué vamos a hacer en un sentido práctico para empezar a integrarnos con la gente aquí social y culturalmente y qué hacemos para iniciar el trabajo político con esta gente?”. Así que empezamos a ir a cantinas para conocer a la gente y a asistir a eventos locales. Nunca me ha gustado la cerveza pero empecé a tomarla simplemente para andar en el cotorreo. Políticamente decidimos: “Bueno, vamos a investigar lo que están haciendo con los pobres aquí”. Por ende, uno de nosotros fue a una reunión del grupo local establecido bajo todo ese programa antipobreza del presidente Johnson de la “Gran Sociedad”. Era un grupo manejado por el gobierno ahí en Richmond pero decidimos, “Bueno, quizás lleguemos a conocer a unas personas interesantes ahí”. Efectivamente, conocimos a una que otra persona interesante de esa manera, pero me acuerdo que la persona que fue a la reunión regresó y describió que era toda una onda oficialista. La concentró un diagrama que tenían con el presidente de Estados Unidos en la cima, luego todas esas otras dependencias gubernamentales, y en lo más abajo, “nosotros”, como dijo la persona encargada de la reunión — en realidad era una persona pobre del barrio, pero ese programa la había convertido en un agente de la máquina oficial. El camarada que fue a la reunión ya no se lo aguantaba más y al último se paró y dijo: “¡Lo primero que necesitamos hacer es poner ese diagrama patas arriba!”. Así fue nuestra primera incursión política.
En el principio, éramos nada más un par de tipos ahí. Éramos radicales, con ideas revolucionarias. Incluso nos teníamos una imagen machista de revolucionarios. Resultó que, al hacer más trabajo ahí, empezamos a trabajar con muchos diferentes tipos de personas, tanto mujeres como hombres, negros, latinos, indígenas — pero nuestro objetivo inicial fue de conectarnos con gente blanca pobre. Por eso, las primeras personas con las que conectamos fueron unos tipos jóvenes blancos de clase obrera, blancos pobres que trabajaban en esa zona donde vivíamos.
Los primeros pasos políticos
Después de conocerlos un poco en el ambiente social, decidimos: tenemos que hacer algo para romper el hielo políticamente. ¿Qué podríamos hacer? Bueno, vivimos en una casa en que las recámaras estaban en el segundo piso y en el primer piso estaba la sala y unos cuartos que usábamos para el mimeógrafo —en aquel entonces, así se hacía, se sacaban copias de volantes en una máquina de mimeografiar— y teníamos máquinas de escribir y cosas por el estilo. Entonces agarramos todos los periódicos que pudimos encontrar —periódicos del movimiento y de la prensa regular— y recortamos todo que encontrábamos sobre luchas contra la policía, como un ataque policial contra huelguistas en Newport News, Virginia, casos de asesinato policial, casos en que los Panteras se estaban defendiendo a sí mismos y al pueblo negro contra la policía, casos en que los latinos estaban peleando contra la policía. Por todititas las paredes de la sala pegamos estas fotos y luego pegamos leyendas a pie de todas. Entonces, un día, bueno, ya arrancó — unos de los tipos con quienes estábamos formando una amistad vinieron a la casa. Abrimos la puerta y los invitamos a pasar, y abrieron los ojos bien grandototes y empezaron a recorrer la sala casi como si estuvieran en un museo, mirando las fotos en silencio desde el principio hasta el final. Y fue muy interesante. Reaccionaron muy bien, fue muy positivo. Se identificaron con las personas maltratadas por la policía y con las personas que luchaban en contra de eso, y así se rompió el hielo para el trabajo político.
Durante ese tiempo, sabíamos casi a ciencia cierta que estaban pinchando el teléfono pues se oían unos chasquidos y ruiditos. Así que, para manifestar que estábamos enterados de ese hecho más que creer que en realidad lo iban a arreglar, llamamos a la compañía de teléfonos y pedimos que mandaran a alguien para averiguar si nos estaban interviniendo el teléfono. Por eso, llegó un tipo que era bastante retrógrado. Entró en la casa y hizo lo mismo —miró toda la sala con esas fotos— y sabía que lo habían mandado para revisar si se nos intervinieron el teléfono, y nos pregunta: “¿Ustedes, qué son, espías?”. “Vaya —dijimos— chequee el teléfono nada más”. Pues, lo revisó y dijo que no podía averiguar si se lo había pinchado o no.
Así iniciamos el trabajo político. Empezamos a movilizar cada vez más a las personas que estábamos conociendo en varias actividades políticas — tanto lo que hicimos en la localidad como llevarlos a protestas en otros lugares, a reuniones políticas y cosas por el estilo. Relativamente pronto por medio de esos primeros contactos y de otras maneras empezamos a conocer a más personas; y, repito, si bien nuestra misión inicial fue de trabajar con los jóvenes blancos pobres en especial pero más generalmente con los blancos pobres, nuestros contactos tenían amigos que no eran blancos solamente y lo que estábamos haciendo atraía a muchos diferentes tipos de personas — principalmente jóvenes pero unas personas de más edad, mujeres así como hombres, negros, latinos, indígenas y esos jóvenes proletarios blancos. Empezamos a desarrollar una especie de centro político ahí y por supuesto dentro de poco se enteró la policía en San Pablo y Richmond y el sherifato, en parte porque también ahí organizábamos apoyo para los Panteras. Hablo de los tiempos luego del incidente del tiroteo con Huey Newton, y su caso se había convertido en una batalla política importante. Así que empezamos a organizar sobre ese caso en Richmond y eso creó bastante controversia, pero también atrajo a algunas personas más avanzadas.
Continuará
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