Revolución #229, 10 de abril de 2011


Discusión sobre la CONSTITUCIÓN para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto)

La nueva Constitución y las armas nucleares...

La publicación de la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto), del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, es un acto visionario y audaz.

Yo he leído y estudiado el documento. Como alguien que lleva tres décadas estudiando, practicando y enseñando derecho en los Estados Unidos y como un estudiante de historia, incluyendo la historia de los enfoques acerca del derecho en la Unión Soviética y en la República Popular China (antes de que se restaurara el capitalismo en esos países), el Proyecto de texto me da esperanzas por el futuro. 

Se basa en un sincero balance de los logros y los problemas de las revoluciones pasadas. Y claramente se destaca por ser superior a la Constitución de Estados Unidos, un documento empapado de sangre, escrito y edificado sobre los cimientos de la esclavitud, el casi genocidio de los pueblos amerindios, las guerras de conquista y de imperio, el racismo, la degradación de la mujer y la explotación del trabajo asalariado. 

Contiene muchas cosas dignas de discusión y objetivos loables por los cuales vale la pena alcanzar en el Proyecto de texto de la Constitución. Pero quiero señalar en particular una disposición en esta misiva. Porque es necesario plantear esto muy directamente: esta disposición, incluso sola, es una amplia razón por la cual apoyar al Partido Comunista Revolucionario y al movimiento revolucionario que está construyendo. Al decir esto, se no propone restar valor a los enormes logros representados en el resto del Proyecto de texto de la Constitución. 

En la página 23, bajo “La defensa y la seguridad”, aparece la siguiente disposición: 

“3. La Nueva República Socialista en América del Norte no desarrollará y no utilizará armas nucleares ni otras armas de destrucción masiva. Librará una lucha resuelta y polifacética para liberar al mundo de todas estas armas, y lo hará como parte de la lucha mayor y general para derrotar y desmantelar todos los estados y fuerzas imperialistas y reaccionarios y avanzar hacia la realización del comunismo en todo el mundo, lo que por fin hará que sea posible hacer realidad los deseos y los sueños de un mundo sin guerras que han tenido innumerables seres humanos en el largo desfile de la historia, y los intereses fundamentales de la humanidad”. (subrayado agregado) 

Hoy los gobernantes de Estados Unidos mantienen sobre la cabeza de los pueblos del mundo (inclusive del pueblo de Estados Unidos) la amenaza de destrucción en la forma de miles tras miles de armas nucleares, así como muchas otras armas de destrucción masiva, conocidas y desconocidas. Con hipocresía, acusan a otros de “terrorismo” y buscan negarles a otros la capacidad de adquirir tales armas a la vez que afirman su propio “derecho” de almacenarlas y empuñarlas en masa, incluso se niegan a renunciar al “derecho” de usarlas en un “primer ataque ofensivo”, en una guerra preventiva contra sus enemigos. 

Estas armas no tienen ningún propósito “defensivo” concebible. Están diseñadas con el propósito de incinerar ciudades enteras, no tienen como objetivo a los ejércitos enemigos, sino matar a los bebes en sus cunas, a los enfermos en los hospitales, a los discapacitados en sus sillas de ruedas, a los niños en sus escuelas, a los obreros en las fábricas, a los agricultores en el campo, a las familias en sus hogares, a los presos en sus celdas, a los tenderos en sus tiendas. Su uso destruirá los árboles y las flores, matará a los pájaros y las mariposas, envenenará el aire, el suelo y el agua para las generaciones por venir y causará cáncer y defectos de nacimiento en cualquier clase de ser vivo que logre sobrevivir. 

El uso en masa de tales armas en una gran guerra amenaza con la extinción de todo ser vivo sobre este planeta. Los términos “crimen”, “crimen de guerra”, “crimen de lesa humanidad” y hasta el “genocidio” no bastan para describir la verdadera enormidad de la maldad de su uso ampliamente extendido. 

Los imperialistas de Estados Unidos previamente han demostrado su cruel indiferencia por la vida y sobre la muerte de civiles al lanzar bombas atómicas sobre dos ciudades de Japón y todavía son los únicos que en realidad han usado tales armas terroristas. Lo hicieron sin ningún aviso, aunque algunos científicos del proyecto de desarrollo de la bomba atómica recomendaron que fuera preferible primero darles a los gobernantes de Japón una demostración de las armas en una isla despoblada que lanzarlas sobre una ciudad poblada. Y una interpretación imparcial de los hechos históricos plantea que tal vez se motivaran por propósitos de obtener ventaja política sobre la entonces socialista Unión Soviética, para asegurar que solo Estados Unidos fuera el invasor del Japón derrotado, a diferencia de Europa, donde por un período se arrebató de sus garras la mitad del continente. 

La posición del Proyecto de texto de la Constitución es diametralmente opuesta. Promete que el proletariado, una vez en el poder en América del Norte, “no desarrollará y no utilizará armas nucleares ni otras armas de destrucción masiva”. Al igual que no nos rebajaremos al abismo de la tortura, ni siquiera contra los peores enemigos, no “combatiremos” de esta manera. El fin no siempre justifica los medios. 

Una parte de tomar una posición por la humanidad como un todo, de poner los intereses de la revolución mundial y de la transición al comunismo por encima de los reducidos intereses de algún país, incluso una revolución victoriosa en un continente, es rechazar empuñar dichas armas inhumanas con el supuesto propósito de “defenderse”, aunque eso significara un revés o una derrota temporal. 

En el pasado, la Unión Soviética socialista y la República Popular China socialista sí desarrollaron tales armas, y los partidos que dirigían a esos países creían sinceramente que eran necesarias para propósitos de defensa y para frenar la mano agresiva de los imperialistas de Estados Unidos. Creo que la postura tomada en el Proyecto de texto de la Constitución refleja un entendimiento más avanzado — de que eso fue un error. 

Sería inmoral en el sentido más profundo del concepto, usar armas contra ciudades enteras, incluso para una supuesta defensa. La historia y toda persona en sus cabales condenan categóricamente a los nazis que obligaron a entrar a niños de 9 años de edad en las cámaras de gas en los campos de exterminio y pronunciarán el mismo veredicto final contra aquellos que lancen armas nucleares sobre ciudades. 

Si los enemigos imperialistas de una revolución socialista recién triunfante en América del Norte lanzaran sus misiles nucleares para destruirnos, lo cual seguramente podría ocurrir, el gobierno socialista no respondería por igual, exacerbando el crimen y segando la vida de millones de personas inocentes. Al contrario, denunciaría el crimen, reiteraría su determinación de no recurrir al uso de las armas que amenazan todo ser vivo en todas partes y llamaría al pueblo del país o de los países que lancen tal ataque horrendo a sublevarse y deshacerse de sus propios gobernantes bárbaros brutales. 

Esta disposición del Proyecto de texto de la Constitución es una encarnación valiente, intrépida y de principios del internacionalismo, de poner en primer plano los intereses de toda la humanidad y del proceso revolucionario mundial. El PCR debería enorgullecerse de enarbolar así el estandarte carmesí de la revolución, de fijar una pauta política y moral más excelsa por la que nunca antes se ha esforzado. 

Muchas otras disposiciones del Proyecto de texto de la Constitución son dignas de discusión en detalle, y espero que eso se haga. Pero hay que señalar y recalcar esta disposición como algo en torno al que casi todos pueden y debería reunirse. 

¡Con saludos revolucionarios! 

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