Revolución #263, 25 de marzo de 2012


El verdadero “American Idol”: Las elecciones como audiciones

El consentimiento de quién es el que cuenta en realidad y cómo se toman las decisiones en los hechos

Nota de la redacción: Lo siguiente es del discurso “Por qué estamos en esta situación hoy y qué hacer al respecto: Un sistema totalmente podrido y la necesidad de la revolución”, uno de los 7 Talks pronunciados por Bob Avakian en 2006. Se puede descargar el audio de estos discursos más la Sesión de preguntas y respuestas y las Palabras de conclusión en bobavakian.net. El autor revisó el texto en preparación para su publicación.

Anteriormente he usado este ejemplo — de que las elecciones en Estados Unidos son parecidas a una audición muy complicada. Digo una audición complicada en el sentido de que es parecida a los programas televisivos populares en que las personas salen y hacen representaciones, tal como American Idol: La búsqueda de una superestrella. En estas situaciones, secundariamente, se propone conseguir la aprobación del público, pero principalmente, se propone conseguir la aprobación del panel de jueces. Por lo que se refiere a las oportunidades de hacer una representación, de tener una oportunidad de salir ante el público —y de la manera de influenciar al público— también es necesario conseguir la aprobación de los jueces. Bien, para conseguir la aprobación de los jueces, entre otras cosas, uno tiene que demostrar que puede influenciar al público en cierta dirección — pero en un sentido fundamental, el asunto vuelve a recaer en los jueces. Lo mismo ocurre en las elecciones.

En estas elecciones bajo este sistema, “la audición” (o sea, la participación en las elecciones preliminares para determinar quiénes serán los candidatos definitivos) se orienta principalmente hacia el panel de jueces —hacia la fuente del gran dinero para financiar una campaña, hacia las personas que controlan los medios de comunicación y hacia otras importantes instituciones— sobre todo, es necesario que uno gane su aprobación. Pero una parte de la audición es convencerlos que uno puede influenciar al “auditorio” (el público) en la dirección en que ellos quieren que sea influenciado. Eso es una buena parte de la manera en que uno hace una audición, del propósito concreto de esta audición —no es para “el público” pero es para “el panel de jueces”— es para aquellas personas que están en una posición de decidir si harán (o no harán) que se canalice mucha plata hacia la campaña de uno y si proyectarán (o no proyectarán) bajo una luz favorable la “audición” de uno (los esfuerzos de uno como candidato) en los medios de comunicación, etc.

Aquellos que toman las decisiones, en lo fundamental y en lo esencial, no son “el pueblo estadounidense”, tal como quieren dar a entender, pero al contrario son esa pequeña parte del “pueblo estadounidense” que domina la economía y por lo tanto la política, los medios de comunicación y en general los mecanismos para moldear la opinión pública, y las demás esferas de la vida pública: la clase dominante capitalista imperialista y sus representantes literarios y políticos.

Cómo decide este “panel de jueces” si vale su audición — o, por otra parte, cuándo saca al tipo parecido a Simon Cowell para decirle: “Usted da asco, ¡váyase al diablo!” [risas del público] Eso parte de su manera de valorar sus intereses estratégicos y la manera en que lo que uno hace y lo que uno representa a) servirá (o no servirá) directamente esos intereses; y b) les servirá (o no les servirá) indirectamente a esos intereses, por así decirlo — influenciando a la población de la manera en que ellos quieren que sea influenciada. Eso es lo que complica la audición. Uno no sólo está en una audición para ellos, a ver si a ellos les gusta “la tonalidad según la cual uno canta”, sino también en un sentido concreto, si ellos estiman o no estiman que uno pueda influenciar al auditorio, al electorado (al “pueblo estadounidense”) en la dirección en que ellos quieren que uno lo influencie.

Ambas cosas son parte de la audición — pero se da todo eso en el marco de las dinámicas de este sistema. ¿Y qué pasa si uno se sale de las dinámicas de este sistema? Por ejemplo, si uno comienza a decir: “Qué ridículo es que erogamos tanta plata para las fuerzas armadas mientras la gente pasa tanta hambre en el mundo —deberíamos recortar a la mitad el presupuesto militar y usar ese dinero para dar de comer a la gente alrededor del mundo— pues, el otro día escuchaba a Bono y él me convenció”. [risas del público] Bueno, uno podría echar ese rollo, pero si uno dice eso, no será un candidato serio para ningún cargo electivo de importancia en Estados Unidos y ni menos la presidencia. ¿Por qué? Por todas las razones que yo mencionaba anteriormente: porque eso no se cuadra con las dinámicas subyacentes de este sistema y con las expresiones superestructurales —en los sentidos político, militar y geoestratégico— de dichas dinámicas subyacentes. Lisa y llanamente, uno estaría totalmente fuera del marco en que operan las cosas concretamente y no llegaría a nada. Quizá publicarían un artículo suyo en The Nation u en otro lugar [risas], pero uno no llegará a nada por lo que respecta a acercarse concretamente a ejercer cualquier poder o cualquier influencia de peso en el rumbo del gobierno y la sociedad en un sentido general. Como uno está “chiflado” —o está “fuera del ruedo”—, uno no cuadra con las dinámicas concretas y la manera en que se expresa eso en relación a las necesidades geoestratégicas y políticas de las personas que constituyen la clase dominante, gobernante en este sistema de relaciones de producción capitalista imperialistas — aquellos que controlan este sistema y montan y utilizan las elecciones para servir como una parte clave de las estructuras políticas con las que reforzar ese sistema.

Han encontrado, al menos hasta este momento, que eso es un mecanismo cómodo y de hecho brillante tal como lo han desarrollado — para llevarlo a cabo en la forma de las elecciones. Obedece a sus intereses mucho más expeditamente, al menos hasta este momento, gobernar vía un sistema político que abarca unas “elecciones populares” — pero unas elecciones populares en las que ellos ejercen el control fundamental y esencial y por medio de las cuales lo ejercen. De eso se trata en realidad y no ninguna otra cosa. Por eso es que no llegarán a nada bajo este sistema los programas que tal vez se cuadren con lo que muchas personas quisieran pero no obedecen a los intereses de la clase dominante. Por ejemplo, al hacer una encuesta que pide la opinión de las personas, a favor o en contra, sobre lo que yo acababa de exponer, de recortar a la mitad del presupuesto militar y utilizar esa mitad para eliminar el hambre en el mundo — es probable que estarían firmemente a favor la mayoría de las personas que se identifican como “demócratas”. Pero eso no tiene nada que ver con lo que adoptará el Partido Demócrata.

¿Por qué? Hay que retar a las personas a que breguen en serio con esa pregunta. ¿Por qué existe esa discrepancia, de dónde surge, qué refleja, qué nos enseña?

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