Revolución #274, 8 de julio de 2012


Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

Egipto: ¿mantendrán al pueblo esclavizado dios y las urnas electorales?

Revolución recibió el siguiente informe del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar y se publica aquí porque considera que sería de interés para las y los lectores.

25 de junio de 2012. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Por Samuel Albert. Egipto ya ha tenido sus supuestas elecciones "libres", pero la nación y su pueblo no lo están. De hecho, desde el comienzo hasta el final, el propósito del proceso electoral nunca se trató de permitirle al pueblo que expresara su voluntad sino reparar y reforzar el aparato de su opresión.

Por meses muchos activistas discutieron qué era peor, un régimen militar o un régimen islámico. Y al final obtuvieron ambas cosas.

Al derrocar a Hosni Mubarak hace un año y medio, las masas egipcias y especialmente la juventud golpearon duro el viejo orden político, un sistema político que gobierna al país a favor del capital extranjero y los capitalistas egipcios y otros reaccionarios serviles a esos intereses económicos y políticos. El proceso electoral tenía que ver con la restauración del viejo orden, dándole nuevas características reaccionarias, la igualmente vacía pero simbólicamente poderosa validación de dios y las urnas electorales, a fin de restaurar la golpeada legitimidad del estado.

En su discurso de victoria, el presidente electo Mohammed Morsi dejó muy claro lo que estas elecciones no han cambiado al rendir tributo a las instituciones que hicieron de Egipto una prisión. Mientras alababa a "los mártires de la revolución" cuyo sacrificio hizo posible que él fuera presidente, declaró su lealtad para aquellos quienes los asesinaron.

El que Morsi demostrara mayor efusividad en sus elogios a la policía podría haber sorprendido a mucha gente. Esos sujetos son los hombres más despreciados de Egipto, gángsteres a quienes les dieron una licencia para robar al pueblo a cambio que protegieran el robo mayor cometido por la familia Mubarak y otros favoritos del régimen.

Pero Morsi entonó: "Saludo a los honorables policías, mis hermanos y mis hijos, algunos de ellos quienes equivocadamente piensan que yo no los aprecie altamente. Aquellos que cometen crímenes están sujetos a la ley, pero los honorables policías quienes son la abrumadora mayoría de ellos merecen saludos y aprecio. Ellos tendrán un rol importante que jugar en el futuro para proteger y servir al país". (Al Jazira en inglés)

Entre "los hermanos y los hijos" de Morsi estaban los hombres que arrastraron afuera al joven Khaled Saeed de un café internet de Alejandría, lo golpearon en la calle y reventaron su cabeza contra una puerta de hierro y las paredes de hormigón hasta que muriera, y incluso después de su muerte. Se dice que Khaled había puesto unas fotos que mostraban a la policía envuelta en la venta de drogas. Las fotos de su cuerpo desfigurado se multiplicaron en el internet. Las organizaciones de la juventud y las organizaciones políticas convocaron a una manifestación en el Día del Policía, lo que contrastaba con los policías egipcios que se sublevaron contra la ocupación británica de 1952 y su ignominioso rol bajo el régimen de Mubarak. Ese 25 de enero del 2011 las protestas llevaron a la ocupación de la Plaza Tahrir y al fin al derrocamiento del presidente.

¿Morsi tuvo la intención de elogiar a los altos oficiales de la policía, que durante las protestas liberaron a los criminales de la prisión, enviándolos a saquear y crear confusión y temor y quienes siguen fomentando la criminalidad de modo que la gente los vea como "el mal menor"? ¿Quiso elogiar a los humildes policías de tránsito, quienes desde la caída de Mubarak, han sembrado el caos en las calles, las glorietas, siguiendo instrucciones para comprobar que las únicas opciones son el viejo orden o el desorden?

El hecho de que el nuevo presidente tuviera que prometer que la policía estará sujeta al estado de derecho revela que las arbitrariedades y la corrupción han compenetrado fuertemente en la sociedad egipcia y desacreditado la autoridad a todos los niveles. Pero con esta declaración sobre el futuro, ¿no decía también que la policía no tiene que temer castigos por sus pasados crímenes más graves?

Las Fuerzas de Seguridad Central, unos voluntarios de entre los reclutas del ejército, usaron cadenas, azotes, bastones y pistolas para atacar a los manifestantes en el Cairo y otras ciudades. Estos son los hombres que emboscaron a los que marchaban en Suez, produciendo los primeros enfrentamientos en el escalamiento de la lucha que con el tiempo forzó a la policía a retirarse a través del país. ¿Morsi tuvo la intención de elogiar la policía antimotines encargada de golpear y asesinar por décadas a los manifestantes?

Las mismas cortes que declararon responsable a Mubarak por los asesinatos de los manifestantes, justo antes de las elecciones, también declaró a los altos oficiales de la policía inocentes de esos asesinatos. Ningún oficial ha sido castigado, aparte de dos policías sentenciados a siete años de prisión por asesinar a Khaled Saeed.

Morsi también elogió fuertemente al sistema judicial de Egipto, lo que fue menos sorprendente, puesto que el mismo poder judicial que ha protegido a la policía también puso las bases jurídicas para que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) moldeara el proceso electoral. Esta fue una comisión electoral compuesta de jueces de la era de Mubarak que declararon a Morsi presidente.

De mayor importancia, él astutamente reveló "un amor en mi corazón que solo dios conoce " por las fuerzas armadas egipcias y juró "preservar las instituciones militares de Egipto". Este es el ejército que se paró a un lado y observó a la policía y a otros matones de Mubarak asesinar al menos 800 personas en el levantamiento y después posaron como salvadores de "la revolución" cuando al último minuto Mubarak tuvo que ser desconectado. Estas son las fuerzas armadas cuyos soldados y policía militar, en el nombre de "defender la revolución", retomaron la tarea de atacar a los manifestantes que se atrevieron a regresar a la Plaza Tahrir y empezaron a matar gente a un ritmo escalado. En octubre del 2011 convirtieron una protesta contra los asaltos sobre los cristianos cópticos en una masacre. Unos pocos meses después, respaldados por tanques y bajo la protección de espesas nubes de gas lacrimógeno, usaron balas letales de caucho, balines y rifles de francotirador para cegar, paralizar y asesinar a miles de manifestantes dentro y alrededor de la Plaza Tahrir y en el Ministerio del Interior. Ese fue el castigo por exigir un fin al gobierno militar.

Incluso Morsi rindió homenaje a los servicios de inteligencia de Egipto cuya especialidad no era la defensa de su país (ellos trabajaban con Israel y Estados Unidos) sino la tortura y el asesinato de sus compatriotas.

Lo que el discurso de Morsi representó no fue la perversión del proceso electoral sino su propósito real desde el primer momento: la re-legitimización del aparato estatal y la reconciliación del pueblo con sus peores enemigos.

En primera instancia, el concepto general de "la voluntad de la mayoría" es engañoso, porque el pueblo como un todo nunca ha estado unido por una sola voluntad, y sus "voluntades" son dinámicas. Durante el derrocamiento de Mubarak y las confrontaciones con las SCAF desde ese entonces, a menudo se ha repetido que "Tahrir no es Egipto" — que las multitudes que protestaron y lucharon, por la diversidad tan grande y social que hayan tenido, no son "la mayoría". Pero en momentos críticos, no solamente cuando Tahrir se llenó de familias enteras sino también durante las fieras batallas a finales del 2011 cuando los estudiantes, jóvenes desempleados y los niños de la calle salieron a luchar, el SCAF no pudo movilizar amplias manifestaciones u otra muestra de apoyo a los militares contra la juventud. Por el contrario, algunos de sus mayores se formaron en una línea en medio del humo, gases lacrimógenos y los disparos para donar sangre en los centros de emergencia que los médicos voluntarios instalaron para los manifestantes. Si bien muchos egipcios no se consideran a sí mismos como "revolucionarios", los jóvenes de Tahrir sí, cuando el SCAF atacó a la juventud, "la opinión pública" —especialmente aquellos que se molestan en expresar una— se pusieron en contra de las autoridades. Esta represión se ha considerado como ilegítima y ha agudizado la crisis política del SCAF.

En el proceso electoral, el SCAF esperaba atraer a la "mayoría silenciosa", lo que los egipcios llaman "el partido del sofá", las personas que siguen pasivamente los sucesos en la televisión cuando sus vecinos están en las calles. Aquellos jóvenes activistas que promovieron o aceptaron la arena electoral como la manera de determinar el futuro de Egipto no aprendieron una lección vital a partir de sus propios logros: de repente un día, un día cuando las condiciones sean propicias pero el que era inesperado y de hecho impredecible, las acciones combativas de una resuelta minoría —quienes previamente carecían de un amplio apoyo activo— fueran capaces de despertar a grandes cantidades de personas, dividir a los enemigos e impedir que esos enemigos fueran capaces de movilizar el apoyo de las fuerzas atrasadas.

Además, el proceso electoral no era (y nunca lo es) neutral. El SCAF, el sistema judicial, los medios informativos que eran del gobierno y muchos otros actores reaccionarios maniobraron para moldearlo, descalificando a los candidatos y los discursos hasta que el electorado solo tuviera una opción pesadillesca: votar por Ahmed Shafik, el comandante de la Fuerza Aérea que fuera el último primer ministro de Mubarak, o Morsi de los Hermanos Musulmanes.

De acuerdo a las cifras oficiales, cerca de la mitad del electorado no se decidieron a votar por ninguno. (Algunos reporteros y otras personas que visitaron los centros de votación estimaron que la participación fue mucho menos). Para muchos, esto fue un boicot consciente: una consigna popular era "¡Abajo el próximo presidente de Egipto!" Pero algunas organizaciones políticas y de jóvenes apoyaron al candidato militar contra el islamista o viceversa.

Un grupo que terminó implícitamente por apoyar a Morsi (al lanzar una declaración que se oponía a la candidatura de Shafik y no a la de Morsi) alegaba que habría que apoyar a “los islamistas" en contra del "estado". (Ver "Revolutionary Socialists' statement on Egipt's presidential elections", socialistworker.co.uk; o el articulo ampliamente circulado por Hossam el-Hamalawy, "Sometimes with the Islamists, Never with the State"; y su explicación de esta política de vieja data de la Tendencia Socialista Internacional (TSI) en el Middle East Research and Information Project No. 242).

Eso confunde el estado y el gobierno. Shafik era indudablemente el favorito de las fuerzas armadas entre los candidatos para presidir en el gobierno, pero su derrota de ninguna manera representa un golpe contra el estado.

Con elecciones o sin elecciones, como en todos los países del mundo de hoy Egipto es una dictadura de clase, en este caso el gobierno de grandes capitalistas y terratenientes cuyos intereses coinciden con la subordinación de la economía de Egipto al capital extranjero y a la dominación política de Estados Unidos y otros países imperialistas. El estado egipcio representa a esas fuerzas de clase y sus intereses, y sus instrumentos de represión —las fuerzas armadas, la policía y las cortes que son el centro del estado— existen para proteger y reforzar esos intereses.

El movimiento del pueblo obligó al estado egipcio a deshacerse de Mubarak. Pero aunque la palabra "revolución" es tan popular que Morsi e incluso Shafik la hicieran suya como su marca de identidad, en las elecciones no hubo ningún desafío a la organización económica, social y política básica de la vida de los egipcios, no solamente porque ningún candidato o partido planteara ese desafío, sino principalmente porque las elecciones no podían derrocar a esta reaccionaria dictadura de clase.

Entre las elecciones presidenciales y el anuncio del ganador pasó una semana. El conteo final de los votos para los dos candidatos era más o menos el mismo como se indicaba inicialmente y la comisión electoral hábilmente desechó los cargos de manipulación de la votación. La larga pausa era necesaria por las intensas negociaciones entre los Hermanos Musulmanes, el SCAF y de mayor importancia, el gobierno estadounidense. (Ver The New York Times, 25 de junio de 2012)

El que Washington y Londres fueran capaces de dejar por un momento de conspirar para quitar a Bashar Aassad de Siria y por tanto felicitar a Morsi (aunque se dice que Obama llamó por teléfono tanto a Morsi como a Shafik) se debe a que creen que los resultados de las elecciones son por lo menos aceptables.

La citada declaración de la TSI en apoyo a la elección de los Hermanos Musulmanes "contra el estado" también presenta una relación falsa entre los sentimientos religiosos del pueblo, los cuales durarán por mucho tiempo aun entre mucha gente de conciencia revolucionaria, y el proyecto político de los Hermanos Musulmanes. Es necesario separar estas dos cosas lo más que se pueda y no rendir pleitesía al islam político en nombre de la libertad de religión.

Según Lenin: “Todas las clases opresoras sin excepción necesitan de dos funciones sociales, para salvaguardar su dominio: la del verdugo y la del sacerdote. La función del verdugo para aplastar la protesta y la indignación de los oprimidos. El sacerdote para consolar a los oprimidos, pintarles la perspectiva (cosa muy cómoda cuando no se garantiza que esa perspectiva sea ‘realizable’) de que los sufrimientos y sacrificios serán menos duros si no se afecta la dominación de clase, y lograr así que se resignen a esa dominación, quitarles la costumbre de la acción revolucionaria, minar su estado de ánimo revolucionario y destruir su determinación revolucionaria” (La bancarrota de la II Internacional).

Morsi es un buen ejemplo de la observación que hizo Lenin. Él prometió una y otra vez a llevarle al pueblo "una vida con dignidad". Estas palabras podrían significar muchas cosas, inclusive las aspiraciones muy profundas y positivas que hicieron que la gente se disgustara con los valores morales en los años de Mubarak. Pero Morsi no dice nada sobre cómo esto se va a lograr, aparte de prometer la abolición de la corrupción política (la cual es tanto un impedimento al buen funcionamiento del capitalismo como una consecuencia inevitable de la propiedad privada de los medios para producir la riqueza) — y colocarse, como "el candidato de dios", en el poder. Aunque en su discurso no enfatizo la cuestión del dominio religioso, él y su partido han proclamado, desde su fundación hace más de 80 años por lo menos hasta el día en que lo declararon presidente, "que el islam es la solución".

Los militares egipcios en algunas ocasiones han tenido agudos conflictos con los islamistas, pero han promovido al islam sin interrupción desde 1970, después del colapso del proyecto nacionalista dirigido por Gamal Nasser cuya visión de una "tercera vía" entre el capitalismo y el socialismo condujo al surgimiento de una nueva clase capitalista centrada en los militares y el sector estatal de la economía, hoy representado aparentemente por el SCAF. La claudicación de Egipto frente a Israel dio origen a una mayor necesidad de usar la religión en lugar del nacionalismo como fuente de legitimidad y conflicto con las fuerzas islámicas. Los propios islamistas asesinaron a Anwar Sadat, cuya constitución de 1971 consagró al islam como "la fuente principal de toda legislación". Cuando Mubarak llegó a la presidencia en 1981, liberó a los presos políticos de los Hermanos Musulmanes y entró en una relación compleja pero con ventajas mutuas con el movimiento islamista, a menudo permitiéndoles funcionar como una oposición leal (y de esta manera proporcionando una legitimidad política para su dominio) y a veces reprimiéndolos, presentándose como la única alternativa al dominio islámico.

Durante los últimos días del régimen de Mubarak, cuando la Plaza Tahrir y otros espacios públicos estaban ardiendo con desafío, los Hermanos Musulmanes estaban negociando con el jefe de inteligencia de Mubarak y su vicepresidente Omar Souleiman, quien era su contacto durante años. Cuando los jóvenes regresaron a Tahrir en noviembre de 2011, de nuevo los Hermanos Musulmanes se negaron a apoyarlos, y en medio de la crisis política entraron en negociaciones con el SCAF para formar un nuevo gobierno. Después del fracaso de esas pláticas y cuando un dirigente de los Hermanos Musulmanes llegó a Tahrir para hablar, lo sacaron a patadas.

En una palabra, los Hermanos Musulmanes no representan un partido de oposición sino "un partido del orden", una de varias fuerzas reaccionarias que tanto unidas como en rivalidad unas con otras están esforzándose para poner fin al periodo de revuelta popular. Su programa de cubrir con el velo de un gobierno islámico a un Egipto cuyas estructuras económicas y políticas no se han cambiado representa un intento de reconciliar al pueblo con su situación y el destino que el imperialismo, en particular Estados Unidos, quiere para su país. No tienen nada de nacionalista ni democrático.

Los Hermanos Musulmanes (HM) tienen contradicciones políticas reales con el SCAF y posiblemente intereses económicos diferentes (los HM cuentan con mucho apoyo entre un sector de emergentes grandes hombres de negocios del sector privado). Además, si bien Morsi recalcó su apoyo a los acuerdos humillantes con Israel los cuales los funcionarios estadounidenses abiertamente consideran una "línea roja" la cual no permitirán que los egipcios crucen, podría ser difícil para los HM besar las botas de los sionistas públicamente. Otros islamistas que no aspiran a obtener la aprobación de Estados Unidos podrán tener un papel más importante.

Este problema, y otras medidas muy antipopulares que vendrán por seguro, quizás puedan contribuir a explicar por qué Morsi renunció oficialmente de los HB y a su Partido Justicia y Libertad después de su elección. Quizás de esta manera los HM podrán tener el mejor de todos los mundos disfrutando de las ventajas de encabezar un gobierno y a la vez tener la posibilidad de distanciarse de las políticas del gobierno cuando sea necesario. Al fin Morsi aceptó ser el presidente de un gobierno al cual los decretos de las fuerzas armadas le habían quitado la mayoría de sus poderes, al menos por ahora. Quizás, después de una demostración adecuada de sumisión, compensarán a su gobierno, pero la situación está complicada. Por ejemplo, quizá los HM prefieran que las fuerzas armadas mantengan la responsabilidad de arrestar y encarcelar a las personas para que así los islamistas no tengan la penosa responsabilidad de llenar las prisiones que fueran antes de Mubarak con prisioneros políticos.

Morsi prometió que "continuaría la revolución" hasta que "todos los objetivos de la revolución" se hayan logrado. ¿Qué podría significar esto? Es verdad, desafortunadamente, que los objetivos de los que hicieron caer a Mubarak han distado de tener claridad y a menudo son contradictorios. Pero sea como fuere la apariencia del nuevo gobierno, aunque fuera muy “democrático" en su discurso sobre los derechos políticos de todos los ciudadanos e inclusive de los coptos y los liberales aprobados por los Estados Unidos, no emancipará al pueblo de lo que necesita ser emancipado.

Por ejemplo, los campesinos y los trabajadores agrícolas no tendrán la libertad de llevar a cabo la revolución agraria la cual es crucial para liberar al país del dominio político y económico imperialista y del concomitante atraso y estancamiento por toda la sociedad. Morsi, al igual que el candidato presidencial rival, no ha dicho nada al respecto.

Las mujeres no tendrán la libertad de romper con las cadenas de la tradición y convertirse en una fuerza motriz en la transformación del país. El mismo Morsi, quien en su discurso a menudo decía "Mi familia" y "Mis hermanos y mis hijos", se reconoce como el representante del patriarcado, después de todo su organización no se llama "los Hermanos y Hermanas Musulmanes". Pero mucha gente despistada que esperaba que los militares protegieran a las mujeres contra la sharia (la ley islámica) debería de recordar cómo las fuerzas armadas reprimieron a una protesta de mujeres en Tahrir con una brutalidad particular. En las imágenes, los soldados le desnudaron y le pisaron a "la muchacha del brasier azul" se compaginaban con la insistencia por parte de los HM de que a las mujeres no se les podrá ver el rostro. Este asunto del velo va bien avanzado incluso sin la fuerza de la ley. (Cabe señalar que el nuevo dirigente de la iglesia cóptica ha llamado a las mujeres cristianas a seguir este ejemplo de lo que llamaba "la modestia” musulmana).

Aquellos que equivocadamente ven, tanto en los militares como en los HM, unos aliados en la lucha para resolver estas cuestiones democráticas más básicas se van a llevar una decepción si es que no los aplastaran. Estos problemas solo se pueden resolver por medio del establecimiento de un poder político revolucionario dirigido por la visión y el programa político del proletariado, por medio de las etapas que sean necesarias, porque en el contexto de su papel histórico, el proletariado solo puede emanciparse a sí mismo emancipando a toda la humanidad de la división esclavizante de la sociedad en clases y de todas las relaciones económicas y sociales, instituciones, prácticas y maneras de pensar acompañantes, y no para obtener las limitadas exigencias de los trabajadores.

En su discurso Morsi se centró en "la unidad de todo el pueblo de Egipto". "Todos somos los dedos de una sola mano", declaró, o sea, una nueva versión de la consigna ahora desacreditada, "El pueblo y las fuerzas armadas son los dedos de una sola mano". Pero la situación se define por antagonismos. Los intereses de los dirigentes de Egipto, y los intereses de Estados Unidos y de su gendarme Israel, se oponen a los intereses de la gran mayoría de los egipcios.

Sería un gran error creer que estas elecciones hayan resuelto la situación. A lo largo del último año y medio enormes cantidades de gente han demostrado una y otra vez que preferirían arriesgarse la vida que vivir de la manera que les han impuesto. Además, si bien quizás no haya nunca más un "momento Mubarak" cuando la mayoría de la sociedad parece estar unida, los enemigos del pueblo no han podido resolver sus contradicciones internas y su crisis de legitimidad ni establecer un régimen estable. Ante todo, las personas han vivido una experiencia que ha mostrado algunas debilidades de sus opresores quienes una vez parecían todopoderosos y eso les ha dado más confianza en sí mismos y entre sí y su capacidad colectiva de gestar un cambio real.

Pero hay otro problema sumamente serio: el hecho de que el cambio social real no se ha logrado a pesar de todos los sacrificios quizá pese fuertemente en el pueblo, especialmente cuando se combina con la falta de una fuerza política capaz de exponer un análisis convincente, y movilizar al pueblo en torno a un análisis convincente, de por qué Egipto y el mundo están como están, y cómo, concretamente, las cosas podrían ser diferentes.

Sería una equivocación subestimar tanto la dificultad y las consecuencias posibles de estos problemas para el pueblo como los problemas potenciales y actuales de los enemigos del pueblo. Las clases dominantes egipcias y Estados Unidos e incluso los Hermanos Musulmanes no querían que se fuera Mubarak de una manera que condujera a tanta inestabilidad política, pero de todos modos eso es lo que pasó. Gracias al pueblo, la marcha de los acontecimientos se salió del control de los reaccionarios. Esa hazaña continúa teniendo repercusiones y la pelota sigue en el aire. El resultado está por determinarse — y lo más probable es que siga siendo el tema del día por resolverse durante un buen tiempo.

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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