El huracán Sandy de 2012; el huracán Katrina de 2005

Reflexiones sobre los desastres naturales y los causados por el hombre, y sobre hacerle frente a la opresión del pueblo negro

Carl Dix | 31 de octubre de 2012 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Aquí estoy en la Ciudad de Nueva York, resguardándome del huracán Sandy. Debido al huracán, se ha postergado el proceso contra mí y contra otros tres acusados, a raíz de protestar contra la política injusta y racista del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York (NYPD) “Parar y registrar”. Según los informes, puede demorarse un tiempo hasta que la ciudad vuelva a su funcionamiento normal, pero solo unos días para que el tribunal ponga a toda marcha el procesamiento de nuestro caso. Mientras espero, estoy reflexionando sobre los vendavales, las lluvias y las inundaciones que han azotado toda la costa noreste del país. Esta tormenta ha desbaratado drásticamente la vida de decenas de millones de personas. Millones no tienen luz, y miles se han visto obligados a abandonar sus casas debido a las inundaciones. Los vientos venían con fuerza, arrancando los techos de las casas en algunas partes de la Ciudad de Nueva York. En tanto Sandy se dirige más hacia el oeste, grandes tormentas de nieve están azotando Virginia del Oeste y otros estados.

Todavía no se ha escrito la historia completa acerca del impacto de esta tormenta sobre muchísimas personas. Las personas para quienes un solo cheque de paga les separa del abismo están encontrándose precisamente al borde de ese abismo. Ya en los multifamiliares de Manhattan, la gente está sin luz y agua y no puede comprar comida para la familia. Históricamente, la gente al fondo de la sociedad es la más afectada cuando los desastres naturales producen un sufrimiento humano intensificado por factores sociales.

Todo eso me hace pensar en los meses que pasé en Nueva Orleáns después de que el huracán Katrina devastó la costa del Golfo en 2005. Ahí los de arriba dejaron a morir a 100.000 personas, principalmente negras, y las castigaron como “ladrones y saqueadores” cuando estas se organizaron para conseguir comida y barcos y así salvar su vida y la de otras personas. Aunque Katrina seguía rugiendo, la policía obligó a punta de pistola que unas personas que estaban tratando de cruzar a pie el puente sobre el río Misisipí, para escapar de Nueva Orleáns, volvieran atrás para enfrentar las aguas crecidas. El año pasado, cinco policías fueron condenados por matar a dos hombres negros y herir a otras cuatro personas, todos desarmados, en el puente Danziger de Nueva Orleáns durante el huracán y por encubrir esos crímenes (en inglés).  El gobernador de Misisipí ordenó que la policía estatal disparara contra los saqueadores, lo que implicaba que las personas que actuaban para salvar vidas corrían el peligro de que el brazo ejecutor de la sociedad las matara a tiros. Se dejaron encerrados en la cárcel a los presos de Nueva Orleáns mientras crecieron las aguas, y algunos presos murieron.

El huracán Katrina puso al descubierto para muchas personas por primera vez la pobreza y la privación que enfrentan enormes cantidades de negros en Nueva Orleáns y todo Estados Unidos. Millones de personas quedaron horrorizadas al ver a tanta gente atestada en el Centro de Convenciones de Nueva Orleáns sin suficiente comida ni agua ni servicios sanitarios. Las fotos de personas en los techos que clamaban por ser rescatadas mientras la crecida aumentaba hizo claro que el comentario de Kanye West sobre George W. Bush—que “no le importa la gente negra”—se aplicaba a los funcionarios federales, estatales y municipales. Aquí está una verdad más profunda que debemos captar. El desastre que sufre el pueblo negro, el cual el huracán Katrina sacó a la luz para que lo vieran millones de personas, ya estaba en marcha por décadas y ha continuado profundizándose en los años después de Katrina.

La encarcelación en masa ha almacenado en prisiones a casi 2.4 millones de personas por todo el país; dos tercios son negros o latinos. Casi 5 millones de personas están en libertad condicional, tratadas como ciudadanos de segunda categoría: les discriminan cuando buscan trabajo, no les permiten acogerse a la vivienda pública ni recibir préstamos del gobierno, y muchas veces ni siquiera les permiten votar. La perfilación racial sirve como un cauce para la encarcelación en masa. Al considerar también a los seres queridos de todas esas personas, son decenas de millones de personas cuyas vidas están atrapadas en la red del sistema de justicia penal. Todo eso resulta ser un genocidio lento dirigido contra el pueblo negro.

Eso no es porque las personas hayan elegido involucrarse en actividades delictivas o debido a una supuesta “naturaleza human”. Al contrario, se debe al funcionamiento del capitalismo y a políticas deliberadas de los gobernantes del país. Los capitalistas, en busca de ganancias más altas, trasladaron a otras partes del mundo fábricas que antes proveían empleos a los residentes de barrios bajos. El sistema educativo se encamina a fallarles a los jóvenes. ¿Qué opciones les ofrece este sistema? Vivir al borde de la supervivencia, entrar y salir de la prisión, morir a una edad temprana o alistarse en el ejército para ser un matón sin sentido en las guerras de Estados Unidos: todas esas opciones hacen que millones de jóvenes crezcan sabiendo que el futuro no les ofrece ninguna esperanza.

La respuesta del sistema a todo eso ha sido la perfilación racial, como el parar y registrar, que trata a los jóvenes oprimidos como delincuentes, culpables hasta que se comprueba su inocencia, si es que sobrevivan para demostrar su inocencia. Las leyes y las agencias del orden se dirigen desproporcionadamente contra los negros y los latinos.

Me indigné y sigo indignado ante este desastre constante. Es inaceptable y hay que pararlo. Por eso me uní a Cornel West en hacer un llamamiento para una campaña de desobediencia civil pacífica para poner fin al “parar-y-registrar”, y por eso fui arrestado tres veces como parte de esa campaña. Ahora espero el juicio con otros tres manifestantes contra el parar y registrar en Queens, Ciudad de Nueva York, y es posible que yo reciba una pena de un año de cárcel. Nos tienen en el mismo tribunal donde el fiscal o no podía o no quería montar un procesamiento eficaz contra los policías que mataron a Sean Bell en una ráfaga de 50 balas en 2006.

Como mencioné arriba, el huracán Sandy ha hecho que nuestro juicio se postergara por unos días, pero eso no ha cambiado lo que está en juego en ese juicio. A pesar de las protestas del juez y de los fiscales de que el parar y registra no es el tema central del juicio, para mí es claro que está en juego la capacidad del pueblo de ponerse de pie y decir NO MÁS al parar y registrar y a todas las formas en que el sistema penal de “injusticia” le maltrata a la gente. Si el sistema logra condenarnos y mandarnos a prisión sin una lucha, eso le dirá al pueblo que todos los que oponen resistencia a la brutalidad y represión sufrirán severos castigos. Por otra parte, si ganamos esta batalla legal, eso inspirará a muchas más personas a unirse en resistencia contra la injusticia y alimentará las esperanzas de muchos al demostrar que es posible hacerle frente al constante desastre que este sistema ha desgranado contra el pueblo negro y rechazarlo.

 

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