Apuntes de la reportera

Tras el huracán Sandy: Cómo vive la otra mitad en los multifamiliares Jacob Riis

Li Onesto | 16 de diciembre de 2012 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El 4 de noviembre de 2012, seis días después de que el huracán Sandy azotó la Ciudad de Nueva York, caminamos por el Loisaida (Lower East Side) de Manhattan. Es temprano por la tarde, el sol es radiante, pero el viento es un poco cortante, una señal definitiva de que viene el invierno. Vamos a los multifamiliares Jacob Riis y la baja en las temperaturas me hace recordar que miles de residentes de estos multifamiliares gubernamentales hace poco volvieron a tener luz, pero todavía no hay calefacción.

El Club Revolución de la Ciudad de Nueva York ha estado organizando a la gente en torno a siete demandas, entre ellas la demanda de que el gobierno provea las áreas más afectadas de alojamiento de emergencia, comida, agua potable y medicinas: provisiones que en Jacob Riis han sido inexistentes o completamente inadecuadas. En Harlem, el Club Revolución fue de puerta en puerta en los multifamiliares, hablando con los residentes acerca del movimiento para la revolución, diseminando las demandas, sacando a la luz que el sistema no está satisfaciendo las necesidades de la gente, y haciendo una colecta de comida y agua para llevar a Jacob Riis. Los residentes firmaron una pancarta que leía: "De la gente de Harlem a los residentes de los multifamiliares Jacob Riis: ¡Nosotros somos seres humanos, exigimos que nos traten con respeto y compasión! ¡Nosotros estamos con ustedes!"

Los multifamiliares Jacob Riis se construyeron en 1949 y llevan el nombre de un fotógrafo que sacó a la luz las condiciones de vida miserables en que la gente vivía en el Lower East Side durante los años 1880. El famoso libro de Riis, Cómo vive la otra mitad, retrataba horribles condiciones de vida y enormes disparidades; y más de 130 años después, estas siguen existiendo en los multifamiliares que llevan su nombre. El huracán Sandy ha puesto esa situación de relieve de una manera aún más pronunciada.

Unas 400.000 personas viven en los 334 multifamiliares de la Autoridad de la Vivienda de Nueva York. Muchos de los edificios de ladrillo ubicados cerca del río son viejos y faltan mantenimiento. Incluso antes del huracán, las condiciones de vida aquí eran malas. Así que no es de sorprenderse que el huracán afectara más duramente a los residentes de los multifamiliares. El segundo golpe llegó cuando el gobierno más o menos abandonó a esta gente a su suerte por varios días, aunque otras zonas de la ciudad ya empezaban a regresar a la normalidad.

Los multifamiliares Jacob Riis tienen 19 edificios, cada uno de seis a catorce pisos, con un total de 1.191 departamentos. Aproximadamente 4.000 personas viven aquí. Se trata del Loisaida de Manhattan; los edificios están cerca del río y cuando Sandy azotó, durante un tiempo las aguas de la marejada ciclónica rodeaban los edificios, como un foso rodea un castillo, e inundaban las primera plantas.

Algunas personas, como las de edad, los diabéticos y otras personas con graves enfermedades, quedaron literalmente atrapadas cuando se cortó la luz y los ascensores dejaron de funcionar. Por varios días, algunas personas no podían más que sentarse en sus departamentos oscuros, en algunos casos con escasa comida y agua. Otras tenían que subir y bajar a pie hasta 14 pisos de escaleras, en la oscuridad, llevando agua para hacer funcionar el inodoro y tratar de lavarse. Las personas hacían cola en las bocas de riego abiertas para llenar de agua los baldes y las jarras.

Por varias horas, mientras el sol se bajaba en el horizonte y la temperatura descendía aún más, hablé con los residentes de Jacob Riis acerca de lo que experimentaron en la primera semana después del huracán Sandy.

Primera parte: Buscando agua

Una mujer negra, "Gloria", está caminando para arriba y para abajo frente al edificio donde vive. El rápido caminar y sus ojos resueltos dan la impresión de que ella está en una misión. Pero creo que además está tratando de mantenerse en calor. Ella vive en Jacob Riis y describe su lucha durante los últimos días para simplemente conseguir agua y necesidades básicas.

"Estoy viviendo en este departamento con mis seis hijos y mis dos nietos, volvimos a tener luz pero no hay agua caliente, y el agua que sale de la llave es de color café. Básicamente caminamos por todo el Loisaida en busca de agua. Fui a uno de los parques donde estaban regalando agua, pero ya se había acabado, así que me dieron una botella. Tenían "wipes" (toallitas ya mojadas) también. Pero me dijeron que había que traer a los niños conmigo para ver que tenemos hijos, porque algunos están diciendo que tienen hijos pero en realidad no los tienen. Así que quieren que llevemos a los bebés aunque hace frío. Me dieron dos Pampers (pañales). Dijeron que hay que regresar con los niños. Así que ahora simplemente voy caminando en busca de agua. Es una locura. No tenemos luz, no tenemos nada. Hemos estado haciendo cola para conseguir agua y comida enlatada. Hay que ir a las bocas de riego para conseguir agua. Tenemos que subir las escaleras, a veces 14 ó 15 pisos, con baldes de agua para lavarse a nosotros mismo y lavar los trastes. Es una locura. Además, hay que llevar a los niños aunque hace frío, para demostrar que uno tiene hijos y poder conseguir pañales y toallitas".

Gloria tuvo que esperar tres horas para conseguir dos pañales y una botella de agua.

"Y luego me dicen que tengo que llevar a mi hijo aquí, cuando hace frío, y yo pues estaba como: ¿qué locura tienen ustedes? Mi bebé tiene como ocho meses de edad. No voy a llevarlo aquí para que esté en la carriola con el frío que hace. Necesito la comida pero yo no puedo hacer eso".

Le pregunto cómo era la situación en los multifamiliares antes de la tormenta, y ella dice:

"Sí hay personas que cuidan el lugar, pero hay que hacerlo mejor. Es una locura aquí por el Bajo Manhattan. Y en estos momentos, pues usted viene aquí, es un mundo diferente del Alto Manhattan donde hay luz y todo está funcionando tras la tormenta. Es aún peor [aquí] ahora. No tenemos nada. Nunca he vivido esto de tener que esperar delante de la tienda, con la puerta medio abierta, y solo dejan entrar a las personas de una en una para comprar un refresco o un jugo. Y en otros lugares es mucho peor, en Staten Island, en otros lugares es peor, pero para mí esto es como un país de tercer mundo, porque nunca he vivido esto. Las necesidades básicas: agua, jabón. Y si usted tiene una tarjeta de débito, no la puede usar porque nada funciona. Entonces hay que tener dinero en efectivo, pero ¿quién tiene tanto efectivo por aquí? Así que es una locura. Duele. Me da ganas de... me pongo muy emocionada. Creo que pueden lidiar mejor con esto. Es una locura. No tenemos calefacción. ¿Por qué no tenemos calefacción ni agua caliente? Es ridículo. ¿Y por cuánto tiempo va a ser así? Está haciendo más frío, y con nuestros bebés. Están hablando de que debemos ir a los albergues. No todos podemos simplemente dejar todo e ir a un albergue".

Cuando menciono que "En esta zona el parar y registrar en verdad está fuera de control..." Gloria me interrumpe de inmediato y empieza a hablar muy rápidamente: "Ay, sí, el parar y registrar. A mi hijo lo han parado y registrado mil veces. En nuestro propio edificio. Mi hijo viene a casa y le dicen, ¿vives aquí? Pues, sí, aquí vivo. Les dijo: no tengo identificación pero puedo mostrarles la llave para el edificio y puedo llevarlos a mi departamento. No querían hacer eso. Mi hijo tiene 21 años de edad. Lo pararon y él les dijo, pues aquí vivo. Mi madre está arriba, la puedo llamar ahora mismo y pedir que baje. Otro ejemplo: una vez él estaba delante del edificio esperando que regresáramos con las compras de comida. Le dicen que muévase al lado. Lo registran, le dicen: no puedas quedarte aquí. Él dice: estoy esperando a que venga mi madre con la llave, pues viene con las compras. Lo llevan a la delegación; buscan sus antecedentes y dicen encontrar órdenes judiciales. Después de llegar a casa, fui a la delegación y descubro que no hay órdenes en su contra. Ellos dicen que él estaba alterando el orden público y por eso lo llevaron a la delegación".

Le pregunto cuántas veces la policía ha parado a su hijo durante un año de secundaria. Ella hace una pausa de dos segundos y dice: "Lo han parado más de 20 veces, tiene que ser esa cantidad"; continúa hablando de otro ejemplo:

"Lo pararon una vez delante del edificio. Él regresaba de una fiesta. Estaba contento, pues regresaba a casa. No tuvo la llave para abrir la puerta de arriba. Se cortó el celular, así que colocó algo en la puerta de abajo para que no cerrara y corrió al teléfono público de en frente para llamarnos. La policía le preguntó porque mantenía abierta la puerta y él contestó: mis padres, vivimos arriba pero no tengo manera de entrar en el departamento, así que bloqueé la puerta para poder entrar por lo menos en el edificio. Pero estoy tratando de llamar a mi familia. Les decía todo eso pero lo llevaron a la delegación otra vez... Es una locura todo eso... y ahora tengo que caminar y caminar simplemente para conseguir agua y regresar a casa".

Segunda parte: ¿Y qué de los que viven en una miseria desesperada?

El editorial de Revolución "Sobre el huracán Sandy: ¿Cuál es el problema? ¿Cuál es la solución? ¡Y lo que tenemos que hacer ahora!" plantea la pregunta: "¿Se cercioraron aquellos que gobiernan de verdad en esta sociedad, o sea, los capitalistas imperialistas, que se satisficieran adecuadamente las necesidades de todos ante este desastre?" Luego responde que "NO":

"Dejaron a zonas enteras, donde los de abajo viven, sin agua, calefacción, luz ni comida, y luego les apretaron las clavijas de un toque de queda. Además, les dieron un trato escandaloso, cruel y descaradamente peligroso a las personas de las zonas de la clase media afectadas también por el siniestro.

"¿Siquiera se aseguraron de que las personas, como aquellos que viven en la pobreza absoluta en esta sociedad cuya comida por lo común se acaba antes del fin del mes, tuvieran de comer cuando azotara Sandy?"

El hecho de que el sistema NO HIZO eso es una realidad desnuda aquí en Jacob Riis, y subraya la profundidad de la diferencia con que una sociedad socialista abordaría tal situación. Raymond Lotta señala: "En una crisis como el huracán Sandy, el estado socialista asignará los necesarios recursos, como alimentos, refugios provisionales, materiales de construcción y equipo y maquinaria donde más se necesitarían. No sería necesario torear la mezcolanza y los canales contendientes de la propiedad privada y control que existe en la sociedad capitalista..... Se establecerían las prioridades de emergencia; por ejemplo, se identificaría a los sectores más vulnerables de la población, se ayudaría a las comunidades o zonas de mayor devastación o con opresión histórica..." (Raymond Lotta, "Por qué un desastre natural se convirtió en un desastre social, y por qué no tiene que ser así: Reflexiones sobre el huracán Sandy y la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto)" Revolución #284, 4 de noviembre de 2012)

Un residente de Jacob Riis señaló que como el huracán Sandy alcanzó la zona al final de mes, muchas personas todavía no habían recibido o no podían cambiar las prestaciones por discapacidad, el seguro social u otros cheques en los cuales dependen que llegan al fin de mes y, por eso, no tenían mucha comida, lo que empeoró una situación ya mala. Otra persona dijo que todo andaba bastante mal antes de la tormenta, pues siempre han existido grandes disparidades entre aquí y el Alto Manhattan, pero ahora estas resaltan aún más.

"Trina," una abogada negra de 28 años de edad que vive en Harlem, acababa de conocer al Club Revolución y se sumó al esfuerzo de recaudar alimentos, agua y ropa para llevar a los residentes de Jacob Riis. Dice: "No es sorprendente la idea de que los recursos se distribuyeran primero a las zonas más prósperas. Los medios de comunicación nos dijeron que se encendieron las luces aquí de nuevo, pero hay edificios que carecen de necesidades básicas.... El hecho de que sigue siendo necesario después de una semana que los miembros de la comunidad se donen entre sí, en contraposición con lo que el gobierno debería estar haciendo".

Le menciono a Trina una carta publicada en revcom.us que describe que un albergue, en lugar de tratar a los evacuados pobres con compasión, los trataba como delincuentes, y ella me dice:

"Lo interesante es que no tratan así únicamente a las víctimas de la tormenta. Así tratan a las personas en los albergues en general. Tengo un poco de experiencia en eso simplemente por trabajar con mis clientes. Muchos de mis clientes son residentes de esos albergues y he trabajado en otros casos legales que tienen que ver con los albergues. En un caso, mi cliente pensaba que los guardias de seguridad del albergue y el Departamento de Policías de Nueva York le habían hecho un blanco especial. A muchas personas en los albergues las tratan como delincuentes. Él prefería vivir en las calles que en un albergue, porque en su opinión el albergue es lo mismo que la cárcel, y no es justo porque solo está en el albergue porque no puede pagar por ningún otro lugar. Se sabe que no es cómodo estar en un albergue. Y además de no ser cómodo, le tratan mal. La gente sabe cómo es y prefiere correr el peligro de volver a la cárcel que tener que vivir en un albergue. Eso pasa todo el tiempo... Así que no es de sorprenderse que traten mal a las víctimas de la tormenta en el sistema de albergues. Las personas que típicamente están en el sistema de albergues reciben un mal trato. Hasta odio esa expresión ‘tratarlos como delincuentes’ porque criminalizamos a las personas normales. Criminalizamos a las personas comunes. ‘Tratarlos como delincuentes’. ¿Qué diablos significa eso en realidad? Es horrible".

"Algo no estaba del todo bien"

Poco después de esta conversación, una persona me dice que "Jackie" en el piso 10 quiere contar a Revolución su experiencia en un albergue tras el huracán Sandy. Todavía no funcionan los ascensores y al emprender a pie la larga subida, pienso en cómo es subir agua por las escaleras, sin luz, por días. Jackie, una mujer negra cuarentona, me espera en el pasillo, lista para hablar y ya comenzando a narrar su historia antes de que yo siquiera prendiera la grabadora. Cuando le pido volver al comienzo, ella dice: "Fue lo peor... Yo debía haberme quedado en casa... ¡y voy a platicar sobre eso!"

Ella vive en Jacob Riis con sus hijos de 13 años y 9 años, y un nieto de tres años. Dice que vivir aquí ha sido un "infierno... incluso antes de la tormenta", con goteras en el techo que dejan entrar el agua cuando llueve, y otros problemas. Hace poco se le diagnosticó con diabetes y sus hijos padecen asma. Jackie dice que al principio no creía que la tormenta iba a ser tan mala y por eso no se evacuaron. Después se asustó por los niños y decidió ir a un albergue. Pero Jackie dice que pronto después de instalarse ahí, "algo no estaba del todo bien". Les dieron comida pero muy poca agua; por un tiempo, la única agua que tenían era el agua que había traído de la casa. Sentía cada vez más que la situación no estaba segura, ni para ella ni para sus hijos.

"Encontré a unas doñas de mi edificio ahí. Nos alternamos para cuidar a todos, porque unos hombres ingresaban regularmente en los pisos de arriba y pasaban por el salón. Y no estábamos seguras, teníamos ahí a nuestros hijos. Así que nos alternábamos para desvelarnos con la linterna. Me quedé dormida la noche anterior, así que me desvelaba esa noche y, como dije, nos íbamos por turnos.

"Empezamos a quejarnos, por qué no nos ayudan, por qué no nos dan agua. Después de unas horas vinieron con agua, pero la repartían así: un agua para usted, un agua para la otra. Una agüita para mí y todos mis hijos".

Debido a condición diabética y no tener agua, Jackie empezó a sentirse muy mal, con un dolor de cabeza muy fuerte, y fue al centro médico del albergue. El análisis del nivel de azúcar en la sangre salió muy elevado y cuando ella le preguntó al medico qué debía hacer, este le dijo: "tomar mucha agua"… lo que, como Jackie señaló: "Era una locura. ¡No le estaban dando agua a nadie!"

Al final, Jackie decidió regresar a casa: "A pesar de la oscuridad aquí, a pesar de no tener agua caliente, ni calefacción ni nada, solamente una estufa que prendíamos con fósforos para que hiciera algo de calor. Regresamos a casa, a pesar de que no funcionaba el ascensor. Con niños asmáticos subimos las escaleras, con el carrito de compras".

Jackie ya ha estado hablando por al menos 30 minutos, pero quiere que yo sepa qué tan mala estaba la situación, no solo para ella y sus hijos, sino para otras personas que también estaban en el albergue. Así que, de repente, me toma de la mano y me lleva hacia las escaleras. Me lleva dos pisos abajo y me presenta a su amiga Jeena. "Háblele" dice Jackie, "Ella le dirá qué tan mala estaba".

Continuará

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