“Somos trabajadores, no esclavos”
¡Trabajadores del campo de Baja California se levantan!

13 de abril de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El 17 de marzo, unos 50.000 trabajadores del campo del valle San Quintín, Baja California, situado a unas 200 millas de la frontera con Estados Unidos, salieron en huelga en pleno apogeo de la cosecha, para exigir alto a las horripilantes condiciones de trabajo: como el pésimo pago, las condiciones infrahumanas de vida y trabajo, el trabajo de niños y el hostigamiento sexual de las mujeres trabajadoras. Muchas de las cadenas de abarrotes de Estados Unidos compran las frutas y las verduras cultivadas en semejantes condiciones.

Después de salirse del campo, los huelguistas se apoderaron de la autopista tras peninsular, la única vía para exportar de Baja a Estados Unidos. Quemaron llantas de camiones y bloquearon el tránsito hacia el norte por más de un día. Habiéndose roto ese enlace entre esos sitios de extrema explotación y las gigantescas tiendas de Estados Unidos, que cosechan enormes ganancias de esta situación, se empezó a saber que había una escasez de tomate, fresa, calabaza y otros productos frescos. La huelga paralizó el trabajo en más de 225 granjas, incluyendo a las 12 más grandes, que dominan la producción en esta región y son las principales proveedoras de productos agrícolas a Estados Unidos.

Esta es la primera vez en décadas que los trabajadores del campo de Baja California se han levantado contra las salvajes y muy lucrativas relaciones de producción que impone la explotación capitalista imperialista en México y otros países oprimidos del mundo. Así como contra la fuerza violenta del estado cliente por medio del cual conservan esas condiciones.

Condiciones Intolerables

El gobierno mejicano no perdió un minuto en ir al rescate de los negocios del agro. Mando a la policía federal y a militares para abrir la autopista en medio de gas lacrimógeno, balas de hule y cachiporrazos. Arrestaron a 200 trabajadores. Luego movilizaron a mil policías y soldados por toda la región.

Condiciones intolerables

La mayoría de los trabajadores en esas granjas son contratados en Oaxaca y otros estados pobres del sur, como Chiapas y Guerrero. Hace años, estos trabajadores hubieran seguido la cosecha hacia el norte, por toda la costa del oeste, pero con la mayor militarización de la frontera EE.UU. con México, ahora muchos se quedan en el Valle de San Quintín.

Aunque se les había dicho que ganarían suficiente como para mandar dinero a sus familias en sus países, la verdad es que los $8 que ganan al día apenas alcanza para sus propios gastos. Ese salario diario incluye tiempo extra, que es obligatorio, y trabajan los 7 días.  También es una práctica común de los patrones violar la ley y no pagarles hasta que termine la cosecha y así asegurarse de que los trabajadores no se vayan antes de terminar la cosecha. Cuando se está llegando al fin de la temporada, ya no queda mucho que cosechar, por tanto su pago disminuye mucho más, pues está ligado a lo que cosechan. Muchos de estos trabajadores que ponen la fruta y los vegetales en las mesas de estadounidenses están desnutridos.

Muchos de los patrones también violan la ley cuando se niegan a pagar beneficencias médicas, que les corresponden por pertenecer al Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS), el sistema de salud público. La vivienda en el campamento en el que están obligados a vivir es congestionada y sucia. A veces, por falta, los trabajadores tienen que cargar agua para tomar y asearse.

San Quintín se ha convertido en una de las regiones agrícolas más productivas de México. Cuenta con unos 80.000 trabajadores en el campo y las empacadoras. Porque esta tan cerca a Estados Unidos la agroindustria ha invertido millones y millones de dólares para desarrollar la infraestructura, lo cual ha tenido un efecto transformador sobre la cultivación con la irrigación en gran escala e invernaderos para muchos de los cultivos. Estas empresas con tecnología de punta contrastan rotundamente con las horripilantes condiciones de trabajo y relaciones sociales que se ha comparado con las del “siglo 19”. El hecho de que el producto es más preciado que los trabajadores que lo cultivan se ve en que les hacen cortarse las uñas cuando tratan con productos agrícolas como duraznos para no lastimarlos.

Los mayores agricultores del valle de San Quintín tienen profundas relaciones políticas con los políticos poderosos, como el ex presidente Felipe Calderón que tiene enormes inversiones en la explotación del agro.

La huelga también desafía a los sindicatos controlados por el gobierno y los patrones. La huelga fue organizada por una coalición de grupos bajo el nombre de Alianza de Organizaciones Nacionales, Estatales y Municipales por la Justicia Social, que representa a los trabajadores en contra de los sindicatos vendidos. Los organizadores tienen experiencia en luchas de trabajadores del campo en Estados Unidos. Uno de ellos trabajó con el sindicato de Immokalee en la cosecha del tomate en la Florida, otro luchó en Oregón contra patrones que estafaban a los trabajadores. También está involucrada la Unión de Campesinos. La UFW está circulando una petición para recolectar firmas de apoyo a los trabajadores de Baja y entregársela a los supermercados.

Al terminar la primera semana, con los productos pudriéndose en los campos y empacadoras, y ante la pérdida de millones de dólares, los trabajadores le obligaron a la alianza de compañías, el Concilio Agricultor de Baja California, a negociar con la Alianza y no los sindicatos vendidos.

“Somos trabajadores, no esclavos”

Al estancarse las negociaciones, el 26 de marzo miles de trabajadores, exhibiendo ira y fuerza, marcharon 15 millas a lo largo de la carretera Baja Peninsular, hasta la sede del gobierno estatal en San Quintín. Portaban pancartas que proclamaban: “Somos trabajadores, no esclavos”, e iban rodeados de policías antimotines.

Al día siguiente fracasaron las negociaciones cuando los representantes de los granjeros salieron caminando porque los trabajadores rechazaron la propuesta de aumentar 15 centavos al salario.  Según la declaración de los granjeros, eso “causaría un colapso económico”.

El 29 de marzo, una caravana de 10 buses viajó desde San Quintín a Tijuana para ganarse el apoyo de trabajadores del campo y otros en Estados Unidos y para dar a conocer su huelga. Un joven de 19 años que ha estado trabajando en los campos desde que tenía 12, dijo: “Todos veíamos normal que suspendiera a gente por tres o cuatro días o que la despidieron sin indemnización por exigir que se respetaran nuestros derechos, por tratar de obligar a los patrones a pagar horas extras y por los días que nos tocaba descanso… Nos acostumbramos a ganar 100 pesos (poco más de seis dólares) por una jornada diaria de más de 10 horas, pero ahora ya no nos alcanza para lo indispensable, para vivir, para mantener a una familia”.

Una mixteca de Oaxaca, que empezó a trabajar en los campos cuando tenía siete años, contó de la discriminación y maltrato al que le sometían los patrones porque no hablaba español. Dijo: “Esto ya duró muchos años. Esto ya fue demasiado. Durante todo este tiempo estuvimos dormidos, pero ahora el pueblo se levantó y seguiremos en esta lucha por lo justo, para que nuestros nietos tengan un mejor futuro”.

Para el 31 de marzo sin embargo, tras dos semanas de huelga, la mayoría de los trabajadores empezaron a regresar al trabajo. Aunque las compañías digan que “la gente está contenta con el aumento”, que resultó siendo un aumento de 12 centavos la hora, los líderes de la huelga dicen que “regresan bajo protesta, bajo amenazas”. Ya se habían agotado los suministros que se recaudaron para apoyar la huelga, y muchos temían que a los que no regresaban en ese momento no les volverían a contratar.

“Producto de México”

Parte del trasfondo de esta huelga fue la serie “Product of México” [Producto be México] publicada en el Los Ángeles Times, en cuatro partes en diciembre del 2014. Esta es una investigación de 18 meses realizada por el periodista Richard Marosi y el fotógrafo Don Bartletti, que desenmascaró que hay más de 100.000 niños menores de 14 años que son contratados para trabajar en el agro y que muchos rebajan en condiciones que se asemejan a la esclavitud.

En una entrevista en la emisora NPR, Moros dijo que los trabajadores del campo son “el pueblo invisible de México, los más pobres, los más discriminados”. “Por lo general viven en cuartos de 6 por 8, como en chozas, a veces sin muebles, y duermen sobre pedazos de cartón”. Agrego: “En muchos de esos lugares retienen ilegalmente los salarios. Están ahí por contratos de tres meses y no les pagan hasta el fin. Eso quiere decir que ni siquiera tienen feria para tomar el bus y largarse de la granja”.

Esta huelga, y lo que deja en su secuela, sucede cuando por todo México se han visto levantamientos y protestas, enfocados especialmente en la desaparición de 43 estudiantes del estado de Guerrero. Una opinión en el diario La Jornada califica la matanza y desaparición de los estudiantes como un “crimen del estado”, “represión realizada por un gobierno que utiliza crimen organizado a su servicio”. Ante una crisis política que se profundiza y un gobierno que está perdiendo legitimidad, la huelga de los trabajadores del campo le ha hecho arder a la clase dominante mexicana y sus padrinos estadounidenses. Podría ser el inicio del despertar de otros sectores de la sociedad, así impulsando el levantamiento y la rebelión desde abajo.

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