El huracán Matthew: Un horror en Haití, una respuesta desalmada de los gobernantes yanquis

12 de octubre de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us

 

The main blow of Hurricane Matthew fell on the narrow Turibon Peninsula that stretches like a finger from Haiti’s southeastern border with the Dominican Republic west into the Caribbean Sea.  In Les Cayes, in this area, homes lay in ruins, October 6. (Photo: AP)
El principal azote del huracán Mateo cayó sobre la estrecha península de Tiburón que se extiende como delgado dedo de la frontera sudoeste de Haití con la República Dominicana hacia el Caribe. En Los Cayos, en esa región, las casas quedaron reducidas a escombros, 6 de octubre. (Foto: AP)

Two young girls in Les Cayes, Haiti, wade through a flooded street after the passing of Hurricane Matthew, October 6.
En Los Cayos, Haití, dos jóvenas vadean por una calle anegada después del paso del huracán Mateo, 6 de octubre. Por el aislamiento de la zona entera y la falta de infraestructura oficial, tardan los informes de muertes y daños, mismos que a diario crecen dramáticamente. Al cierre de esta edición, según informes confiables, han muerto cerca de 900 personas. (Foto: AP)

El 4 de octubre, el huracán Matthew arrasó a Haití con vientos de 235 kilómetros por hora y hasta un metro de lluvia. La tormenta golpeó a muchas partes del país, una de ellas la zona rural del noreste, la congestionada capital de Puerto Príncipe, y el Valle Artibonito donde se cultiva el arroz. Pero el principal azote del huracán Matthew cayó sobre la estrecha península de Tiburón que se extiende como delgado dedo de la frontera sudoeste de Haití con la República Dominicana hacia el Caribe. Unos 1,5 millones de personas fueron afectados directamente por la tormenta y millones más sintieron el castigo de la lluvia, las inundaciones y los vientos huracanados.

Fotos de Jérémie, una pequeña ciudad en el oeste de la península, indican que la destrucción es asombrosa — más del 80% de las estructuras tumbadas o destruidas. También hay informes de mayor destrucción en otras ciudades de la región.

La mayoría de la población de la península vive en zonas rurales, en aldeas pequeñas en las montañas, en granjas costeras o pescaderas, ganándose la vida a duras penas día tras día, mes tras mes, año tras año. El alcalde de la aldea montañosa de Chantal dijo que 86 personas perecieron y que 20 otros seguían desaparecidos. La agencia noticiosa Reuters informó que: “‘Cayó un árbol y aplastó la casa, la casa entera nos cayó encima. Yo no podía encontrar salida’, dijo el chofer Jean-Pierre Jean-Donald, de 27 años de edad, que tenía un año de casado. ‘La gente llegó para levantar los escombros, y fue entonces que vimos a mi esposa que había muerto en el lugar’, dijo Jean-Donald, con su hija llorando a su lado: ‘¡Mami!’”.

Desde antes de la tormenta la zona ya estaba aislada. Las inversiones imperialistas y el poder político que las sirve se concentran en Puerto Príncipe y una que otra ciudad del centro y el norte del país. Desde el punto de vista del capital occidental, había pocas ganancias para sacar explotando a los pequeños granjeros del sur, por tanto no había mucho incentivo para construir carreteras, comunicación y demás infraestructura por allí.

Con la tormenta, se derrumbaron el servicio telefónico, el servicio celular y la electricidad, que ya eran dudosos. Aun peor, la única carretera (sí, la única) que conecta a más de un millón de personas al resto del país se volvió intransitable cuando fue destruido un puente, y muchas carreteras secundarias asimismo quedaban bloqueadas por árboles caídos. De todas partes del país la gente trataba de comunicarse con sus seres queridos pero los teléfonos no funcionaban, y por eso muchos emprendieron el viaje a pie y por carro, cruzando ríos inundados, para volver a casa para dar ayuda.

Por el aislamiento de la zona entera y la falta de infraestructura oficial, tardan los informes de muertes y daños, mismos que a diario crecen dramáticamente. Al cierre de esta edición, según informes confiables, han muerto cerca de 900 personas.

Pero el desastre va más allá de las muertes. Cientos de miles de campesinos trabajan en pequeños terrenos, quizás criando unos pocos cerdos, chivos o bestias de carga. Ese trabajo matador no solo alimenta a sus propias familias, es además un suministro importante de alimentos para el resto del país, con sus plátanos, mangos, maíz, azúcar y casava, una raíz suculenta que es un alimento básico de la dieta en Haití.

Los poderosos vientos arruinaron la cosecha de plátano y de coco, los cultivos quedaron podridos en el suelo — se calcula que el 80% de los árboles fueron destruidos. Cerca de la costa, el mar rebasó los campos, y no solo destruyó a los cultivos, sino que envenenó la tierra de sal, haciendo imposible volver a sembrar ahí. Han perecido animales de carga y ganado — para el campesino haitiano, un chivo o un cerdo es como una “alcancía” que se puede cobrar para costear una boda, un entierro, la escuela o una emergencia; ahora ese recurso mínimo acumulado durante años ha sido barrido.

Todo eso es encima de la destrucción de los hogares. En Chantal, el sub-alcalde dijo: “No tenemos de qué vivir, no quedan cultivos, todos los árboles de fruta están tumbados. No tengo la menor idea de cómo vamos a arreglar esto”.

Es probable que en las montañas ha habido y habrá más destrucción causada por diluvios que destruirán cultivos y aldeas; esos daños son especialmente graves porque durante muchas décadas las montañas han quedado peladas, los campesinos impulsados por la extrema pobreza a talar los árboles para hacer carbón (combustible para la venta). Sin raíces de árboles arraigados a la tierra, las lluvias traen toneladas de lodo desde las colinas.

Todo eso presagia no solo mucho sufrimiento para los azotados por la tormenta, sino también la posible escasez de alimentos y altos precios en el resto de Haití — un país donde la desnutrición y el hambre ya afectan a millones de personas, incluyendo a cientos de miles de niños.

Desde ya antes del huracán Matthew, el pueblo haitiano ha estado viviendo en una situación de pobreza extrema y desplazamiento — especialmente desde el terremoto del 2010 que dejó a Haití en ruinas con por lo menos 100.000 muertos.

Haití tiene la tasa de pobreza más alta del mundo. Muchos padecen la desnutrición. Aún antes del terremoto, 1,9 millón de habitantes necesitaban asistencia alimenticia y un 60% vivía con menos de $ 1 al día. Solo el 50% de la población tiene acceso a agua por medio de una bomba manual o un pozo, y el 80% carece de higiene adecuada. Solo el 50% de los niños de Haití pueden ir a la escuela. (borgenproject.org)

       

 

Durante el terremoto de 2010, Bill Quigley, director legal en el Centro pro Derechos Constitucionales, dijo esto acerca del papel norteamericano en Haití: “Nosotros hemos mantenido a ese país en la dependencia, lo hemos mantenido militarizado y lo hemos mantenido empobrecido. Hemos inundado el mercado haitiano con nuestro arroz y productos agrícolas excedentes, lo que ha perjudicado a los pequeños agricultores que formarían la columna vertebral del país…. No creamos el terremoto pero creamos algunas de las circunstancias que lo hicieron tan devastador…” (Democracy Now!, 14 de enero de 2010).

El gobierno es extremadamente débil, corrupto e inestable, dando tumbos de una crisis a otra tras décadas de dictaduras, golpes de estado e invasiones respaldadas por Estados Unidos. Un líder de los derechos humanos dijo que el actual gobierno interino carece del “poder o legitimidad para controlar el país”. ¡Por lo menos 55.000 personas desalojadas por el terremoto de 2010 todavía vivían en tiendas de campaña cuando llegó el huracán, y el desempleo es casi el 70 por ciento!

Ha ocurrido brotes recurrentes de cólera, una enfermedad mortal transmitida por el agua. Las tropas de ocupación de la ONU introdujeron el cólera a Haití cuando echaban sus aguas negras en los ríos de Haití. El cólera ha causado la muerte de al menos 10.000 haitianos en los últimos años.

Ahora la tormenta presenta la amenaza inmediata de enfermedades epidémicas y la falta de agua potable. Por un lado, el mar ha inundado, contaminando el agua dulce con sal. Y, por otro lado, las lluvias han inundado los sistemas de alcantarillado y las letrinas, introduciendo aguas negras infectadas del cólera y otras enfermedades en el agua potable. Tres días después de la tormenta, al menos siete personas habían muerto de cólera relacionado con el agua contaminada de aguas negras. La Organización Panamericana de la Salud dijo, “Se anticipa que los casos de cólera se disparen después del huracán Matthew y durante la estación lluviosa normal hasta el inicio de 2017”.

Durante todo esto, el pueblo haitiano ha luchado para ayudarse mutuamente lo mejor que puede. Salieron imágenes dramáticas de personas más fuertes que llevan a otras sobre la espalda para cruzar ríos turbulentos. Equipos de jóvenes salieron a las calles con machetes y motosierras para despejar árboles caídos. Las personas con casas aún en pie las llenaron de vecinos y familiares que habían perdido las suyas. En la ciudad de Cavaillon, Bellony Anazon dijo “Mi casa no fue destruida, por lo que estoy recibiendo la gente, como si fuera un refugio temporal”, pero agregó que no tenía comida para darle a la gente.

Ante todo esto, la respuesta de Estados Unidos y otras grandes potencias —las que por mucho tiempo se han alimentado de Haití en varias formas mientras que, con violencia, reforzaban una estructura económica deformada y atrasada y respaldaron una serie de gobiernos reaccionarios e ineficaces— ha sido a) lenta, b) simbólica, y c) se centró en la “seguridad”.

Se necesitaron dos días para que el embajador de Estados Unidos en Haití hace un vuelo exploratorio y “observar” que había una gran cantidad de destrucción y que se necesitaban helicópteros para entregar ayuda. (Lo que era obvio desde el día de la tormenta, cuando el único camino fue destruido por la inundación). Al día siguiente, Estados Unidos prometió nueve helicópteros de transporte para ayudar en la entrega de ayuda a más de un millón de personas en un área grande, y dos días después la USAID prometió un cargamento de mantas y suministros sanitarios que dijo que proporcionaría algo de ayuda a 100.000 personas.

Dada la tremenda riqueza y recursos técnicos de Estados Unidos (por ejemplo, el ejército de Estados Unidos tiene más de 2.500 helicópteros que podrían ser utilizados para el transporte de ayuda, muchos estacionados a solamente 600 millas de distancia en el sur de Florida), el hecho de que Haití es su vecino así como la relación depredadora de largo plazo entre Estados Unidos y Haití, estos esfuerzos son insignificantes y mezquinos — parecidos a un multimillonario que tira pedacitos de pan a una multitud de personas que sufren hambre, fingiendo que le importa.

No sólo es el caso que la ayuda hasta ahora ha sido mínima, pero encima Estados Unidos de modo desalmado les cierra la puerta en la cara a los haitianos que tratan de entrar en Estados Unidos. Miles de ellos que se reasentaron en Brasil después del terremoto ahora se encuentran obligados a emigrar al norte debido al colapso económico en Brasil y están esperando en la frontera mexicano con Estados Unidos o de camino hacia allí. Con las noticias del huracán —y a veces noticias de seres queridos que han perdido todo y cuya propia supervivencia está en juego— estos migrantes están desesperados por encontrar trabajo y poder enviar algo de dinero a casa. Pero no sólo Estados Unidos se ha negado hasta ahora a admitir a estos refugiados, amenaza con deportar a miles de personas que llegaron a Estados Unidos después del terremoto. De acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional, las condiciones en Haití han “mejorado lo suficiente” para que los haitianos puedan regresar a salvo... ¡mientras que el Departamento de Estado de Estados Unidos emite advertencias a los turistas estadounidenses de que se mantengan alejados de Haití porque es inestable y peligroso!

Aunque Estados Unidos afirma que está “dando seguimiento” de la situación y considerando interrumpir las deportaciones, se informa que Obama está “defensiva” frente a los despotriques anti-inmigrantes de Donald Trump — a pesar de que se ha llamado justamente al propio Obama el “Deportador en jefe” debido a la cantidad récord de deportaciones de inmigrantes de México y de otros países durante su mandato.

Una cosa para la que Estados Unidos sí tiene facilidad son los recursos para el control político y militar. El día después de la tormenta, antes de anunciar ninguna ayuda para los sobrevivientes, Estados Unidos —que tiene una larga historia de ocupación de Haití y con tropas yanquis— declaró que enviaría varios cientos de tropas a Haití, con sede en Port-au-Prince, para “coordinar” los esfuerzos. Y colocó un portaaviones cerca de Haití a pesar de que no había recibido ninguna petición de Haití por tal “ayuda”.

Mientras que el masivo sufrimiento abruma a cientos de miles de personas en Haití, las preocupaciones principales de Estados Unidos se basan, no en preocuparse por el pueblo de Haití, sino que en ser capaz de responder a cualquier tipo de inestabilidad política, la que incluye la posible flujo de refugiados que huyan de la zona.

 

 

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