No todo odio es lo mismo

8 de enero de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Carta de lector(a):

Cuando Donald Trump compró un anuncio a página entera en el New York Times exigiendo la pena de muerte en el caso de los 5 del Parque Centro —cinco adolescentes negros y latinos— (el caso que abordaba una salvaje golpiza y violación de una corredora) — aún antes de que se les declarara culpable, eso fomentaba el odio. Y cuando él continua hasta la fecha a exigir el encarcelamiento de ellos —aún después de que fueron exonerados, aún después de que pasaron más de 10 años en prisiones para adultos, aún después de que un violador en serie confesó que cometió el crimen y se le comprobó — y ahora que es presidente electo — ese odio es apuntalado por el poder. Es una expresión, una celebración, de la opresión de pueblos enteros a los cuales el sistema ha satanizados y tratado de grupos parías desde el primer momento. Un odio y una celebración que continúan, a los cuales ahora los ceban — es decir, les ponen esteroides — con el régimen fascista de Trump y Pence. Cabe repetir: ese odio es apuntalado por el poder del estado.

Cuando Trump pinta de “violadores, asesinos y narcotraficantes” a los inmigrantes de México —personas que se ven obligadas a dejar a sus seres queridos porque este sistema capitalista imperialista ha jodido aún más a sus países de lo que ha jodido al país propio— eso también es una concentración y celebración de opresión y es una incitación al odio.

Cuando Steve Bannon —el asesor estratégico de Trump— publica artículos que exhortan a sus oyentes y lectores a blandir con orgullo la bandera de la Confederación de la esclavitud — cuando brinda una plataforma a la supremacía blanca — eso es un llamamiento por el odio y una celebración del odio, de la opresión, que alcanza a un público de millones.

Cuando la policía, una y otra y otra vez, asesinan a personas negras y latinas —por alzar las manos o  por no alzar las manos — por mirarles a los ojos — por tirar piedras — por traer una pistola de juguete — cuando esos policías nunca o casi nunca son arrestados por esos asesinatos — esos hechos nos dicen la fría verdad — de que esa mierda es una opresión indeleblemente incrustada en el mismo tejido del sistema — y que dichos puercos son los sicarios que imponen todo eso con todas sus injusticias.

Nadie pudiera comparar la supremacía blanca, la opresión de pueblos enteros — de los negros, latinos, indígenas, desde las mismas raíces del imperio estadounidense— con el “odio” que cuatro jóvenes negros en Chicago son acusados de infligirlo a un joven blanco deshabilitado mental.

Lo que acusan a los jóvenes de hacer es incorrecto. Es un coraje mal dirigido. Dirigido contra un blanco equivocado.

Va en contra de la revolución que se necesita para acabar con la opresión la que provoca el coraje de esos jóvenes. Vengarse, tirarse de puro coraje, eso es el camino que el sistema nos enseña. Para acabar con esta opresión, hay que conocer y sacar las raíces de ella —la base — Lo Basico — la dirección de Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario— y luchar contra esa opresión de la única manera capaz de eliminarla concretamente — es decir, siendo parte de la revolución para emancipar a toda la humanidad.

Ese odio —la supremacía blanca— siempre se ha apuntalado en el poder en Estados Unidos, siempre ha sido la ideología dominante de este país. Ahorita, es ese odio que está en el umbral del poder, lo que reforzará a otro nivel más intenso el apuntalamiento de ese odio por el poder del estado. Hay que detenerlo. AHORA.

 

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