Trump en Polonia
Enarbola el estandarte de batalla del fascismo cristiano blanco

12 de julio de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Imagínense la escena: el 6 de julio, Varsovia, la capital de Polonia, un país gobernado por un partido ultranacionalista, ultra-religioso, de ley y orden — o sea, un partido fascista, “Ley y Justicia”. Han traído a miles de simpatizantes de Ley y Justicia a la ciudad en autobús para darle la bienvenida a su hermano-en-el-fascismo Donald Trump. La multitud agita banderas estadounidenses, y para dejar absolutamente claro de qué se trataba, justo en el centro, a 8 mil kilómetros del Sur de Estados Unidos, se agita una bandera grande de la antigua Confederación (de los estados esclavistas). Esa bandera era un símbolo apropiado de lo que siguió. 

Esto era un discurso importante de Trump que celebraba la superioridad de los blancos cristianos y su cultura (con los términos eufemísticos de “nuestra Civilización” o “el Occidente”) hoy y en siglos pasados, y convocó a la gente a una guerra santa para defenderlos. 

Trump declaró que “el Occidente” es “la comunidad de la mayor rapidez y la mayor grandeza. No hay nada semejante a nuestra comunidad de naciones. El mundo nunca ha visto algo semejante a nuestra comunidad de naciones. Componemos sinfonías. Perseguimos la innovación. Celebramos a nuestros héroes antiguos, acogemos nuestras tradiciones y costumbres eternas… y apreciamos obras inspiradoras de arte que honran a Dios”. 

Trump exhortó a la multitud: “Lo que hemos heredado de nuestros antepasados nunca ha existido antes a este nivel. Y si no lo preservamos, nunca, jamás volverá a existir… con la vida vale defender cada metro de terreno y cada centímetro de la civilización”.

¿Qué son los “valores” reales del “Occidente”?

¿Qué es lo que más ha caracterizado al “Occidente”? ¿¿¿Sinfonías??? No. Dicho en pocas palabras, el legado de “nuestra civilización” la que Trump celebra hace que Juego de Tronos se parezca al festival de paz y amor de Woodstock.

Remontándose al siglo 15 y continuando hasta fines del siglo 19, las potencias coloniales del “Occidente” blanco y cristiano esclavizaron a millones de africanos y los vendieron a un infierno de generación tras generación en el hemisferio occidental. En el Perú, se informa que los españoles mataron de trabajo a ocho millones de indígenas en las minas de plata. En el Congo, los colonialistas belgas de rutina les cortaban las manos a los mineros que no cumplían con la cuota del día. En la India, los británicos ataron a los rebeldes contra su reino sobre la boca de los cañones, para luego accionarlos. En Estados Unidos, Australia y Canadá, las guerras genocidas casi eliminaron a la población indígena. En el siglo 20, las guerras sobre quién iba a controlar el mayor imperio, junto con las guerras para controlar a los pueblos colonizados, cómodamente dejaron 100 millones de muertos. (Hitler, que encabezó a Alemania en la más salvaje de estas guerras, también se jactaba mucho de las sinfonías maravillosas compuestas por alemanes, ¡con el fin de pintar el salvajismo nazi como un bien para los intereses de la humanidad!)

Justificaron toda esa carnicería, barbarie y sangre con el mantra racista de la “Carga del Hombre Blanco”, insistiendo mientras asesinaban, violaban y saqueaban que les estaban haciendo un favor a aquellos que masacraban y esclavizaban llevándoles las glorias de la “civilización occidental”.

No hay nada en todo esto al que ningún ser humano digno quisiera celebrar, mucho menos defender con la violencia. Al contrario, debemos hacer todo a nuestro alcance para hacer que la sociedad vaya más allá de las largas tinieblas de las sociedades opresoras de clases y para avanzar hacia un futuro que trascienda las guerras y los otros crímenes que han servido a las clases explotadoras y a la dominación de la humanidad por las potencias imperialistas las que Trump glorifica.

¿Qué quiere decir Trump por “el Occidente” y por “Nuestra Civilización”?

En tonos verdaderamente hitlerianos, Trump despotricó: “Hay amenazas funestas contra nuestra seguridad y nuestro estilo de vida”. ¿De parte de quién? De los enemigos “tanto de dentro como de fuera, del Sur o del Oriente”. 

El periodista Peter Beinart señala que Trump usó los términos “el Occidente” y “Nuestra Civilización” un total de 15 veces en su discurso. Beinart también señala un punto importante: “El Occidente no es un término geográfico” — por ejemplo, Australia (en el Pacífico Sur) es definitivamente parte del “Occidente”, pero México y Haití definitivamente no lo son. Tampoco lo usa Trump para describir a los países que respetan derechos democráticos formales como la libertad de expresión y de prensa. De hecho, el mismo Trump es un vil enemigo de semejantes derechos, y Polonia ahora está en el proceso de restringir fuertemente la libertad de prensa y está apretando las clavijas al poder judicial independiente, etc.

No. A lo que Trump alude —y lo que sus seguidores fascistas entienden— son las naciones de Europa, así como los estados colonos (como Estados Unidos) establecidos por los colonos europeos, que históricamente eran inmensamente blancos o eran sólidamente supremacistas blancos, y cristianos (o judeo-cristianos). 

Según este paradigma del choque de civilizaciones, y en un discurso escrito por los “nacionalistas blancos” (fascistas cristianos blancos) Steve Bannon y Steven Miller, la amenaza existencial “tanto de dentro como de fuera, del Sur o del Oriente” son los miles de millones de personas en las naciones devastadas por el imperialismo occidental. Y en la medida que la yihad fundamentalista islámica reaccionaria haya echado raíces en algunos de esos lugares —en el suelo y en el ambiente creados por el imperialismo—, ese reto y cualquier otro reto al imperialismo occidental debe ser aplastado “cueste lo que cueste”, según dicen. Y, en ese paradigma genocida, hay que prohibir la entrada de los musulmanes a Estados Unidos, Europa y Australia, porque socavan la cohesión supremacista blanca del “Occidente”, y hay que tratarlos de parías, satanizarlos, aterrorizarlos, cazarlos y expulsarlos de esos países. Ello, en el contexto de una crisis global horripilante de refugiados que ha obligado a sesenta y cinco millones de seres humanos a huir de sus hogares como resultado de los horrores económicos, militares y ambientales producidos por “el Occidente”. ¿Qué diferencia tiene eso con la satanización de los judíos por Hitler, y dónde creen que esto terminará?

En este artículo no podemos analizar todo el paquete letal para la restructuración fascista de las sociedades en “el Occidente” que surge de esta agenda genocida del Choque de Civilizaciones, pero tenemos que señalar en particular un punto pertinente en el discurso de Trump. Se jactó de que en “el Occidente”, “les damos poder a las mujeres como pilares de nuestra sociedad y de nuestro éxito”. En la siguiente frase, dejó bien claro a qué se refiere: “Ponemos la fe y la familia… al centro de nuestras vidas”. Esto le hace eco directamente a la consigna nazi “Kinder, Küche, Kirche” (Hijos, Iglesia, Cocina) como la forma en que las mujeres son los “pilares” de la sociedad. Esto es una visión extremadamente patriarcal que no considera a la mujer como un pleno ser humano.

En su discurso en Polonia —un país con las prohibiciones más draconianas contra el aborto en “el Occidente” y donde los gobernantes han forjado un fuerte vínculo con el fundamentalismo católico—, Trump dijo: “Podemos tener las economías más grandes y las armas más letales en cualquier parte de la Tierra, pero si no tenemos familias fuertes y valores fuertes, entonces seremos débiles y no sobreviviremos” (énfasis añadido).

Un grito de guerra de un loco con armas nucleares

Una y otra vez en su discurso, Trump invocó las guerras, con detalles gráficos y sangrientos. Siempre tergiversó temerariamente la naturaleza y el contexto de esas guerras para hacerlas cuadrar con el paradigma del Occidente blanco y cristiano en sus batallas desesperadas de supervivencia contra los peligros existenciales de los enemigos de la civilización cristiana blanca. No hacía esto para dar una lección fracturada de historia — lo hacía para forjar a un sector de la población dispuesto a aceptar, y a luchar y masacrar en, las guerras por venir.

¿Qué otra cosa se entiende cuando él exija que la gente esté dispuesta a luchar “por cada metro de terreno y cada centímetro de la civilización… con la vida”? O, ¿su pregunta de si “el Occidente tiene la voluntad de sobrevivir”? 

Y esto en boca de un loco que en tres ocasiones en una sola reunión le preguntó a un experto en seguridad nacional: Si tenemos armas nucleares, ¿por qué no podemos usarlas?

Un discurso fascista de un presidente fascista al cual ¡HAY QUE PARAR!

Este discurso debe servir de llamado de atención final, recio y obsceno: este régimen no es simplemente estúpido y oportunista. No es impotente, incapaz de hacer daño, ni se está deshilachando ni pronto se hundirá. 

No. Este discurso muestra que el régimen es plena y coherentemente fascista y pese a las dificultades o desvíos con los que se tope, está a la ofensiva, no sólo en Estados Unidos sino a nivel internacional. Esto es un régimen fascista, un producto del capitalismo-imperialismo y una manifestación extrema del mismo, y es una amenaza inminente a la humanidad.

Además, este discurso revela, muy agudamente, la urgencia de aprehender el momento, mientras las cosas aún siguen en un estado de cambio, a fin de movilizar a los millones y las decenas de millones de personas que odiarían ver un mundo así, para que se tomen las calles y permanezcan en las calles hasta que este régimen sea sacado del poder. 

 

 

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