Crimen Yanqui

Caso #60:
La rebelión en el campo Logan de 1917 y el linchamiento legal en masa de 19 soldados negros

27 de septiembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Bob Avakian escribió recientemente que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver “3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor”).

En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.

American Crime

La lista completa de los artículos de la serie Crimen Yanqui

EL CRIMEN:

11 de diciembre de 1917: A las cinco de la mañana sacan a 13 soldados negros del cuartel de una base militar cerca de San Antonio, Texas, y los llevan marchando a ser ahorcados. A cada uno los hacen sentar en una silla, los ponen un dogal al cuello. Patean simultáneamente las sillas y los soldados son ahorcados hasta estar muertos. Los enterraron cerca, en tumbas sin nombre, solo números del 1 a 13. Cada uno mantuvo su inocencia hasta el último.

Los sucesos que precedieron al ahorcamiento empezaron cinco meses antes. El 27 de julio de 1917, el ejército estadounidense le ordenó al Tercer Batallón del regimiento de la infantería 24 toda negra trasladarse de Nuevo México a Houston para vigilar el Fuerte Logan que estaba bajo construcción.

Originalmente el regimiento consistía en unidades negras de caballería formadas en 1866 de esclavos emancipados que habían combatido en el ejército de la Unión durante la guerra de Secesión y que luego fueron mandado al oeste para masacrar a los indígenas. Les llamaban los Soldados Búfalo. En 1916, los despacharon a México como parte de las fuerzas del general Pershing que intentaban, sin éxito, cazar al líder revolucionario Pancho Villa. Cuando Estados Unidos entró a la I Guerra Mundial en 1917, se decepcionarion al no ser seleccionados para ir a la guerra en Europa. Pero los soldados negros seguían pensando que su servicio patriótico resultaría en alguna clase de respeto de parte de los blancos. Pero como demostró lo que pasó en Houston, lamentablemente estaban gravemente equivocados.

En el Fuerte Logan, los trabajadores blancos de construcción insultaron a los soldados negros y pedían fuentes de agua aparte. En Houston los soldados enfrentaron todo tipo de racismo del degradante sistema de segregación Jim Crow que se imponía en todo el Sur. Les enfureció ver rótulos en todas partes que decían “solo para blancos”, así como el abuso verbal de los blancos, y de los choferes de tranvías que les decían que tienen que sentarse en los asientos de atrás. Unos se negaron, causando roces con la policía.

En la tarde del 23 de agosto, 100 años antes del mes pasado: Dos policías blancos de Houston interrumpen un juego de dados en un barrio predominantemente negro. Uno de los policías interrumpió en la casa de Dara Travers en busca de un “sospechoso en fuga”. No había ningún “sospechoso” pero la sacan a rastras a Travers en su camisón de noche y frente a sus cinco hijos. Al ver eso el soldado raso negro Alonso Edwards del tercer batallón ofrece aprehender a Travers, pero en vez el policía lo agrede con la pistola y lo arresta a él.

Luego esa tarde, el cabo del batallón Charles Baltimore va a la delegación de la policía para averiguar sobre Travers, pero en vez le dan una paliza a él. Se fuga. La policía dispara tres veces en su dirección, lo captura, lo arresta y sigue agrediéndolo. Luego a Baltimore lo dejan salir, pero los soldados del fuerte oigan que lo han disparado y piensan que lo han asesinado.

La noche del 23 de agosto: Temiendo que habría problemas con los soldados enfurecidos, uno de los oficiales blancos del batallón revoca todos los permisos para salir de la base por la noche, les ordena formarse sin armas, y les advierte que no tomen la ley en sus propias manos. Uno de los soldados que a escondidas tenía un fusil lo dispara y grita que una chusma blanca se acerca al fuerte. Los soldados van corriendo hacia las carpas para armarse y 156 de ellos empiezan a marchar hacia Houston.

Cuando los soldados llegaron a la ciudad, empezaron escaramuzas armadas con los policías blancos y los residentes. En el combate murieron cuatro soldados negros, cinco policías blancos y 12 civiles. Al día siguiente las autoridades declararon la ley marcial en Houston.

Arrestaron a 63 soldados acusándolos de desobedecer órdenes, rebelión, asesinato y agresión con agravante. Durante el consejo de guerra les defendió solo un hombre que enseñaba el derecho en West Point (la universidad del ejército) y no era abogado ni tenía experiencia alguna con juicios. Durante el juicio que duró 22 días, casi 200 personas dieron testimonio para la fiscalía, pero casi ninguno pudo identificar a los acusados, o distinguirlos, porque la rebelión ocurrió por la noche y llovía fuerte.

Tuvieron lugar tres juicios y en ninguno se pudiera presentar pruebas de que había una conspiración. De hecho, ya que los soldados habían sufrido varias semanas de las leyes racistas de Jim Crow, constantes insultos y brutalidad policial, los soldados tenían motivo suficiente de creer que una chusma los iba a atacar. Además, anteriormente en 1917, el 2 y 3 de julio, una chusma de justicieros blancos en la ciudad de East St. Louis, Illinois había incendiado cientos de residencias de negros y golpeado, disparado y linchado a residentes negros. La mayoría de los historiadores calculan que mataron a por lo menos 100 negros. Los soldados del Tercer Batallón bien sabían lo que había pasado en East St. Louis y estaban plenamente conscientes de que lo mismo podía suceder en Houston.

Pero el 28 de noviembre de 1917, un tribunal “prestigioso” compuesto de tres generales de brigada, siete coroneles y tres tenientes coroneles sentenció a 13 soldados negros a pena de muerte por ahorcamiento; a 41 a cadena perpetua, y solo absolvió a cinco de ellos.

Hubo dos juicios militares que siguieron. En el segundo, enjuiciaron a 15, cinco condenados a pena de muerte. En el tercero, enjuiciaron a 40 soldados, 23 de estos declarados culpables y 11 de estos sentenciados a pena de muerte, los otros 12 a cadena perpetua.

LOS CRIMINALES:

Los mandos del ejército de Estados Unidos que montaron y presidieron los tres juicios militares, los que, en vista de la falta de pruebas contra los acusados, fueron en realidad una farsa de juicio.

El general John Ruckman fue el encargado del ejército para los tres juicios. Después de que los 13 soldados del primer juicio fueron sentenciados a la pena de muerte por ahorcamiento, el tribunal recomendó clemencia para uno de ellos, pero Ruckman se opuso. Luego aprobó las sentencias de muerte, cadena perpetua y otras sentencias decididas por los otros dos juicios.

El presidente Woodrow Wilson: Si bien durante la I Guerra Mundial Wilson prometió engañosamente “la democracia” y “la autodeterminación” para los pueblos oprimidos del mundo, en Estados Unidos era un racista descarado y defensor abierto de la supremacía blanca que defendió públicamente el linchamiento legal en masa. Wilson lamentó las muertes de los “peatones inocentes” blancos, “ciudadanos pacíficos de la Ciudad de Houston”. Afirmó que los tres juicios “se constituyeron de manera apropiada”, que se había tomado “precauciones extraordinarias” para “asegurarse de que fueran juicios justos”, y que “en todo momento” habían rodeado a los acusados con las “salvaguardas” de “la administración humana de la ley”. Y lo dijo a pesar de que en ninguno de los tres juicios se presentaron pruebas convincentes. Wilson aprobó las sentencias de pena de muerte para los otros seis soldados porque había “pruebas fehacientes” de que habían participado en “la brutalidad espeluznante”.

El 31 de agosto de 1918, debido a fuerte presión pública, Wilson anuló las sentencias de muerte de 10 de los 16 soldados que esperaban ser ahorcados, condenándolos a cadena perpetua. Lo hizo, según él, porque la “lección” del “motín descontrolado” ya había sido “apropiadamente señalada”, y porque esperaba que la clemencia inspirara a los soldados negros “a mayor fervor y servicio a este país”.

LA COARTADA:

Las autoridades responsables del “linchamiento legal” de 19 soldados negros y cadena perpetua para muchos otros alegaron que los hombres habían participado en una conspiración, que inventaron el temor de un ataque de una chusma blanca para justificar su ataque desenfrenado a los policías y ciudadanos blancos de Houston.

EL VERDADERO MOTIVO:

El poder político de la clase dominante de Estados Unidos se basa más fundamentalmente en sus fuerzas militares, y estos linchamientos salvajes señalaron que el mando militar no toleraría ninguna desobediencia, ni mucho menos un motín, por justo que fuera, especialmente de parte de soldados negros. Lejos de ser un instrumento de justicia o transformación social, las fuerzas armadas de Estados Unidos reflejan y refuerzan las relaciones de explotación y opresión en las que se basa Estados Unidos — en este caso la segregación abierta y legal de Jim Crow y el racismo de la chusma de linchamiento en el Sur y la brutal y a menudo asesina supremacía blanca que predominaba en el Norte. Los soldados negros del Fuerte Logan desafiaron de frente y militantemente la disciplina militar así como la segregación de Jim Crow y el reino de la chusma de linchamiento — con armas.

En vista de que la rebelión del Fuerte Logan sucedió en momentos de importantes transformaciones sociales y económicas, una enorme migración de negros desde el Sur, y crecientes protestas y demandas de parte del pueblo negro por la igualdad, la rebelión representó la peor pesadilla para los blancos del Sur y las autoridades del Norte también: el pueblo negro recurriendo a las armas en contra de su opresión. Eso se veía como algo que se merecía un castigo lo más feroz, que incluyó el ahorcamiento de los 19 soldados negros, para servir de advertencia y lección para cualquier otro negro que consideraría hacer lo mismo. Un mensaje: no importa lo que los negros hagan por “su país”, para este sistema no son plenos humanos, y no tengan derecho alguno que los blancos estén obligados a respetar. Eso fue cierto en ese entonces, y sigue siendo cierto hoy en día.

 

 

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