Un imperio de explotación, un mundo de miseria,
y la revolución por la que clama la humanidad
Raymond Lotta
20 de junio de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us
De todos los tiranos, opresores e imperios en la historia humana, Estados Unidos tiene esta distinción: Ninguno ha causado más miseria ni ha cometido más injusticias viles contra la gente del mundo. Y ninguno ha propagado más extensa y sistemáticamente mitos de “grandeza” y “excepcionalísimo”: “América” el “líder del mundo libre”… la “ciudad de luz asentada sobre el monte”… la tierra que genera innovación, donde uno puede “hacer lo que le dé la gana ya”.
¡Sobre el lomo de la humanidad oprimida!
Los gobernantes del imperio estadounidense han masacrado y saqueado con tal de posicionarse en la cima del sistema mundial del capitalismo-imperialismo. Este es un sistema de explotación global impulsado por el afán competitivo de conseguir ganancias y más ganancias y por su ley de sobrevivencia: expandirse o morir. Es un sistema de dominación política y militar, y de una rivalidad sangrienta entre las mismas potencias imperialistas.
Si pudiéramos ver al planeta de la Tierra desde arriba con un telescopio económico y social, veríamos un terreno marcado por picos asombrosamente altos de riqueza y poder, por vastos valles de la humanidad explotada y empobrecida, y por una hondísima falla divisoria entre los países capitalistas ricos y las naciones oprimidas del “Sur global”.
Los imperialistas proclaman que su mercado libre ofrece “escaleras de oportunidad” para los “menos afortunados” del planeta. ¡Puras mentiras! Toda la estructura del sistema mundial se basa en la división inmensa y creciente entre los que tiene y los que no. En 2017, 42 individuos poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, o sea 42 personas con más de mil millones de dólares y 3.7 miles de millones de personas. Es más, ¡el 82 por ciento de la riqueza generada a nivel global terminó en manos del 1 por ciento más rico!1 Estos son los indicadores de un mundo capitalista en que, como lo describió Karl Marx, la riqueza se acumula en un polo, y al propio tiempo, se acumula la miseria y los tormentos de trabajo en el polo opuesto.
La globalización, las cadenas de suministro y la superexplotación
Los imperialistas ostentan un “mundo feliz” de globalización del siglo 21. ¿Qué clase de mundo es este?
Vean a Bangla Desh, el segundo productor manufacturero mayor del mundo. Más de 4.4 millones de personas, en su mayoría mujeres, trabajan en 3.000 fábricas de costura. El salario mínimo actual es 32 centavos la hora (unos $68 al mes), uno de los salarios manufactureros más bajos del mundo.2 Las empresas gigantes de menudeo como Walmart, Target, H&M y otros, van ahí en manada para “surtirse” de ropa para sus estantes y boutiques — para su información: “surtirse” es jerga empresarial que significa subcontratar la explotación brutal de millones de seres humanos cuyas vidas sólo importan siempre que sea posible explotarlas de manera lucrativa.
Estas fábricas de costura son los eslabones de las cadenas globales de suministro. Los proveedores locales deben producir nuevos diseños y llenar velozmente los enormes pedidos de mayoreo — y seguir reduciendo los costos ante el peligro de perder los contratos a proveedores más baratos en otros países, como Vietnam y Bangla Desh. El resultado: jornadas de 14 horas los siete días de la semana, una omisión criminal de medidas de seguridad y presiones de producir sobre producir. Por lo que en 2013 ocurrió el peor “accidente” industrial en la historia moderna con el saldo de 1.100 muertos y 2.500 mutilados y lisiados en Bangla Desh cuando se desplomó un edificio que tenía fábricas que abastecían a Macy’s, Nordstrom y otros. No se satisface una necesidad humana básica, la de vestirse, organizando directa y racionalmente una economía para satisfacer esa necesidad — sino por medio de un sistema de ganancias que requiere “fábricas de muerte”. Si su camisa pudiera hablar, ¿qué diría?
Vean a Tailandia. Con el apoyo de organismos financieros internacionales, Tailandia ha forjado una gigantesca industria de exportación de mariscos que produce una buena parte del camarón destinado a las cadenas de venta al menudeo y restaurantes en Estados Unidos. Es un arreglo ventajoso para el capital estadounidense. O sea, la subcontratación aumenta las ganancias y la “flexibilidad”. Libera el capital estadounidense de las “cargas” de la reglamentación ambiental, sanitaria y laboral. Pues, la altamente rentable industria marisquera tailandesa emplea a miles sobre miles de trabajadores esclavos: migrantes, niños, los discapacitados y los desesperados.3 Costco, Whole Foods y un sinfín de otras tiendas pregonan ventajosamente: “Pues, no sabíamos nada”.
Vean a México, y el legado cruel del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). No, Trump, maldito mentiroso, México no “se aventajó” a Estados Unidos. Estados Unidos maquinó el TLCAN con tal de clavar más sus garras en México e integrarlo más estrechamente en el imperio estadounidense, que enfrenta retos competitivos nuevos en el mundo. El TLCAN obligó a México a abrirse a la agroindustria estadounidense, que inundó al mercado mexicano con maíz y frijoles a precios bajos… lo que dejó en la ruina a los campesinos que antes vivían de esos cultivos… lo que obligó a millones de ellos a abandonar sus comunidades rurales y emigrar a las ciudades y cinturones de miseria de México y competir por empleos industriales… lo que hizo caer los salarios industriales, que ahora están más bajos que cuando se firmó el TLCAN.
Estas condiciones son un imán para las compañías estadounidenses. Establecieron fábricas automotrices y maquiladoras de alta tecnología que producen partes para autos y computadores, componentes de aviones y aparatos electrónicos de consumo y pagan a sus trabajadores una sexta o una novena parte de lo que pagarían en Estados Unidos. Esto alimenta a la bestia del capital estadounidense.
Vean a Apple. A pesar de toda su magia tecnológica, al iPhone le falta una app para la sangre que fluye a través de su producción. Una parte del estaño que contiene quizá sea de los pozos de barro de Indonesia que con frecuencia se colapsan. Los minúsculos circuitos del teléfono no podrían funcionar sin el coltán, un mineral del Congo, donde es común que lo minan los niños, incluso a los 10 años de edad. Ensamblan los celulares en fábricas en China que funcionan como centros penitenciarios. Durante años, ensamblaban el iPhone en una fábrica que empleaba a 450.000 trabajadores. A partir de 2010, los trabajadores que empezaban a llegar al punto de quiebre sobre salarios bajos, jornadas insoportables, implacables campañas de productividad, gases tóxicos y accidentes laborales generalizados, decidieron protestar… saltando a su muerte desde el techo de la fábrica (o amenazando a saltar).4 Es muy aleccionador que Steve Jobs, el fundador de Apple, es el icono del éxito empresarial en Estados Unidos.
Este ES el mundo en el que vivimos…
El 80 por ciento del comercio mundial fluye por las cadenas mundiales de suministro, con las cuales está vinculado uno en cada cinco empleos del mundo. Estas redes vastas e interconectadas de explotación son la columna vertebral de la economía mundial imperialista.5 Abaratan el costo de la materia prima y de las partes para la manufactura dentro de Estados Unidos. Los bienes de consumo de bajo precio producidas por los trabajadores sobreexplotados del “Sur global” abaratan el costo de la mano de obra en Estados Unidos. De estas redes de producción sacan la plusvalía (ganancias), la concentran y la distribuyen arriba y más arriba, a los bancos imperialistas, los grupos inversionistas y empresas como Walmart, GM y Apple.6
Estas redes de producción también son la base invisible de la “sociedad de consumo” de los países capitalistas ricos — tan completamente irracional y tan completamente derrochadora a tal extremo que si toda la población del mundo viviera como viven los estadounidenses, eso requeriría los recursos de cuatro o cinco Tierras.7
Todo esto es el “sórdido sucio” de ese “mundo feliz” de la globalización. Es un mundo imperialista en el que 2.3 mil millones de seres humanos (casi uno de cada tres a nivel mundial) aún no tienen acceso a inodoros rudimentarios ni letrinas; 150 millones de niños están atrapados en el trabajo infantil; y 65 millones de personas (el mayor número desde la Segunda Guerra Mundial) son forzosamente desplazadas de sus hogares y patrias por guerras, la pobreza, la persecución y los efectos del calentamiento global.8 Este sistema es un horror para la humanidad.
Y está poniendo en peligro a la Tierra. En su interminable compulsión de expandir y abaratar la producción, los imperialistas saquean recursos; contaminan el agua y el aire; arrasan bosques; envenenan el suelo; y echan gases de efecto invernadero a la atmósfera. Las fuerzas armadas estadounidenses, con sus métodos monstruosos de hacer guerras para imponer su dominación global, consumen más petróleo que cualquier otra institución en la faz de la Tierra. El sistema imperialista ha puesto al planeta en una loca trayectoria de devastación ambiental.9
Pero esto no tiene que ser así… Podemos y debemos hacer la revolución
Piénsenlo: No se organiza el trabajo interconectado de cientos de millones de personas por todo el planeta para satisfacer necesidades humanas y sociales básicas sino para la acumulación de capital. Piénsenlo: los dueños capitalistas arrebatan la riqueza producida de manera social y la controlan de manera privada… al servicio de nuevas rondas de producción de ganancias. Piénsenlo: el potencial liberador de la nueva tecnología para liberar a la gente de los innecesarios tormentos del trabajo, para contribuir a solucionar la emergencia ambiental y otros grandes problemas… se convierte en nuevas pesadillas de explotación, control y vigilancia y en la realización de guerras genocidas.
Piénsenlo: por ninguna maldita razón debe seguir en pie este sistema… aparte del hecho de que los imperialistas tienen el poder. Existe la base para organizar la sociedad y la economía de una manera radicalmente diferente y emancipadora. La tecnología, el conocimiento científico y más amplio, las fuerzas de producción en general, especialmente la propia gente, ofrecen la posibilidad de permitir satisfacer las necesidades humanas básicas y abren la posibilidad de que la humanidad supere la explotación, el sufrimiento y la escasez y que produzca una abundancia compartida.
Pero el sistema de ganancias es una barrera a eso.
Por ejemplo: la malaria. Cientos de miles de niños mueren de esta enfermedad al año en África — pero las empresas farmacéuticas, con sus inmensas capacidades de investigación, no se han apresurado a desarrollar una vacuna. ¿Por qué? Porque, como explica como si nada la sección de negocios del New York Times: “no se saca dinero de una vacuna para niños que no tienen ninguna posibilidad de pagarla”. ¡Qué carajos!10 Esto es absurdo, es cruel; es totalmente innecesario.
Otro ejemplo: la crisis de vivienda digna y asequible en las ciudades estadounidenses. Se podría resolver esta crisis fácilmente. Existen los materiales y los recursos; un sinfín de arquitectos y planificadores urbanos con compromiso social desean contribuir sus conocimientos para mejorar el mundo; hay una inmensa reserva de gente básica en las comunidades oprimidas que están excluidos de empleos o cuyas destrezas no se utilizan; y millones de jóvenes arden con un deseo de cambiar el mundo. Pero, bajo este sistema, no conectan la gente con los recursos y no movilizan a la gente para solucionar la crisis de la vivienda — porque rigen las ganancias y la vivienda es objeto de inversión y especulación global… a la vez que a diario en Estados Unidos desalojan a 6.300 personas de familias que rentan.11 Esto es absurdo, es cruel; es totalmente innecesario.
La humanidad puede liberarse de la explotación y el sufrimiento. Pero para realizar ese potencial, hay que derrocar este sistema. Y hay una manera de prepararse hoy para hacer eso que se explica en CÓMO PODEMOS GANAR – Cómo en concreto podemos hacer una revolución.
Otro mundo es posible. La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de Bob Avakian, ofrece la visión y el marco para una economía socialista planificada y liberadora al servicio del mejoramiento de la humanidad con el objetivo de superar las grandes divisiones entre los que trabajan principalmente con las manos y los que trabajan principalmente en la esfera de las ideas, entre las mujeres y los hombres, entre las diferentes regiones y nacionalidades; que proteja los ecosistemas del planeta; y que se oriente a hacer avanzar la revolución mundial para arrancar de raíz toda la explotación y la opresión… y para emancipar a toda la humanidad.
Nos hace falta una revolución… Hace falta derrocar este sistema… Otro mundo es posible
1. Premiar el trabajo, no la riqueza, Oxfam International, 2018. [regresa]
2. “Why Won’t We Learn from the Survivors of the Rana Plaza Disaster?” (¿Por qué no aprendemos de los sobrevivientes del desastre de la Plaza Rana?),” Dana Thomas, New York Times, 24 de abril de 2018. [regresa]
3. Tailandia: Trabajo forzado y la trata de personas en las flotas pesqueras, Human Rights Watch, 23 de enero de 2018. [regresa]
4. Brian Merchant, “Life and death in Apple’s forbidden city” (Vida y muerte en la ciudad prohibida de Apple), The Guardian, 18 de junio de 2017. [regresa]
5. UNCTAD, Informe sobre las inversiones en el mundo 2013: Las cadenas de valor mundiales; Organización Internacional del Trabajo, Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: El empleo en plena mutación. Las cadenas de suministro (a veces llamadas cadenas productivas o de valor) se manifiestan en dos formas: una compañía como GM construye fábricas de partes, etc., en otras zonas del mundo; o una compañía como Nike subcontrata la producción a otras compañías, que por su parte subcontratan a otras, que subcontratan a otras, etc. [regresa]
6. La capacidad del gobierno estadounidense de acumular déficit y financiar el crecimiento económico también está ligada al tormento del trabajo sobreexplotado en las entrañas de las nuevas zonas industriales del tercer mundo. Pues, China invierte los masivos ingresos, generados por la exportación de bienes manufacturados en sus maquiladoras, en los bonos y deuda que vende el Tesoro de Estados Unidos. El funcionamiento de este sistema combina el parasitismo financiero con la brutalidad primaria. [regresa]
7. Vea Global Footprint Network. [regresa]
8. Saneamiento: Dato y cifras, Organización Mundial de la Salud, 2017; Trabajo infantil, Organización Internacional del Trabajo; Tendencias globales: Desplazamiento forzado en 2016, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), junio 2017. [regresa]
9. U.S. Military and Oil, (Fuerzas armadas estadounidenses y el petróleo), Union of Concerned Scientists, 2012. [regresa]
10. ““Lifting the Patent Barrier to New Drugs and Energy Sources” (Levantando la barrera a la patentización de nuevas drogas y fuentes de energía), Eduardo Porter, New York Times, 12 de abril de 2016. [regresa]
11. Eviction Lab. [regresa]
De Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian:
La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es la democracia, sino el capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen.
Lo BAsico 1:3
Imperialismo quiere decir enormes monopolios e instituciones financieras que controlan las economías y sistemas políticos —y la vida de la gente— no solamente en un país sino en todo el mundo. Imperialismo quiere decir explotadores parasíticos que oprimen a centenares de millones de personas, condenándolas a incalculable miseria; financistas parasíticos capaces de hacer pasar hambre a millones simplemente presionando una tecla de una computadora y trasladando de esa manera grandes cantidades de riqueza de un lugar a otro. Imperialismo quiere decir guerra —guerra para suprimir la resistencia y rebelión de los oprimidos, y guerra entre los estados imperialistas rivales—, quiere decir la capacidad de líderes de estos estados de condenar a la humanidad a increíble devastación, quizás hasta la aniquilación total al oprimir un botón.
El imperialismo es el capitalismo en la etapa en que sus contradicciones básicas han alcanzado un nivel extremadamente explosivo. Pero el imperialismo también significa que habrá revolución —el levantamiento de los oprimidos para derrotar a sus explotadores y atormentadores— y que esta revolución será una lucha mundial para barrer a ese monstruo global, el imperialismo.
Lo BAsico 1:6
Estos imperialistas hacen que el Padrino se parezca a Mary Poppins.
Lo BAsico 1:7
Hay una narrativa semi-oficial sobre la historia y la “grandeza” de Estados Unidos, que dice que dicha grandeza radica en la libertad y el ingenio de su pueblo, y sobre todo en un sistema que da aliento y recompensa a estas cualidades. Ahora, en oposición a esa narrativa semi-oficial acerca de la grandeza de Estados Unidos, la realidad es que —para volver a un aspecto fundamental de todo esto— la esclavitud ha sido una parte indispensable de la fundación de “la libertad y la prosperidad” de Estados Unidos. La combinación de la libertad y la prosperidad es, como sabemos, aún hoy y en cierto modo hoy más que nunca, proclamada como la cualidad única y el destino y misión especiales de Estados Unidos y su papel en el mundo. Y esto está en aguda contradicción con el hecho de que sin la esclavitud, nada de esto —ni siquiera las libertades democrático-burguesas, por no hablar de la prosperidad— hubiera sido posible, no sólo en el Sur de Estados Unidos sino tampoco en el Norte, ni en el país en su conjunto ni en su desarrollo y surgimiento como potencia global económica y militar.
Lo BAsico 1:8
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Caso #46: La esclavitud en la industria camaronera de Tailandia
En fábricas y cobertizos inhumanos y humeantes, limpian y pelan camarones pescados por esclavos en barcos tailandeses. Tailandia exporta casi el 50 por ciento de su captura anual a Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos ha criticado durante mucho tiempo la industria pesquera tailandesa y a las autoridades tailandesas por la trata de personas y el trabajo forzado, pero ha hecho poco para impedirlos. Foto: AP
Caso #51: El infierno en la fábrica de la costura Tazreen en Bangla Desh
Hijos de los trabajadores de Tazreen Fashion que murieron en el incendio de la fábrica de ropa de Bangla Desh, noviembre de 2014. Foto: AP
Caso #55: El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994
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