Del Club Revolución-Chicago:

¡Un veredicto de CULPABLE! ¡Ahora le toca a todo un sistema!
Se organizan para la revolución en las calles de Chicago

| Periódico Revolución | revcom.us

 

Al correr la voz de que estaba por anunciar un veredicto en el juicio del puerco asesino que mató a balazos a Laquan McDonald, comenzamos a reunirnos unos tantos en 71st y Jeffery. Nos amontonamos para escuchar mientras alguien acercó el teléfono al micrófono del altavoz. El juez explicó el significado de un cargo por asesinato de segundo grado y luego el jurado leyó el veredicto: Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable... Culpable… Culpable. Asesinato de segundo grado y dieciséis cargos de lesiones agravadas, uno por cada bala que acribilló el cuerpo de Laquan, de diecisiete años.

Hubo un momento de silencio, mientras procesamos la noticia. Todos nos miramos unos a otros para ver cómo reaccionar. Luego se soltó un grito de “¡CULPABLE!” Todos juntos pasamos de la banqueta a la calle con la alegría agridulce de saborear un poco de justicia en un océano de sangre derramada por las balas de la policía. “¡Culpable!”: no pudimos dejar de gritarlo. Y los conductores que pasaban por ahí pitaban de puro regocijo con el puño en alto y casi saliendo por las ventanas. Las personas se abrazaban y bailaban en la calle. Otros gritaron con enojo: “¡Lo hubieran condenado del primer grado!” Y algunos expresaban se preocupación de que el policía asesino no fuera encarcelado, a pesar de los veredictos de culpabilidad.

Durante toda la tarde, mientras en el centro cientos de personas marchaban por las calles, la pequeña celebración en la esquina de la calle continuó en South Shore. El periódico Chicago Tribune la describió como una manifestación “cerca de la base de operaciones de uno de los grupos de protesta”. En muchos sentidos, la celebración en South Shore fue una expresión de esa “base de operaciones”, pero no de un “grupo de protesta, sino de un movimiento revolucionario inicial, compuesto por miembros del Club Revolución, personas que forman parte de este movimiento que venían entrándole a lo largo del día, y personas de la zona que conocen la revolución y han participado de vez en cuando, así como personas que sabían poco o nada acerca de la revolución, pero estaban manifestando su alegría. Mientras gritábamos y reíamos juntos, el Club también planteó claramente que esta victoria, que se ganó a través de levantamientos populares en lugares como Ferguson y Baltimore y acciones en las calles de Chicago, tiene que contribuir a que cobre fuerza lo de organizar para la revolución.

En los días previos al veredicto, el Club Revolución había estado trabajando para establecer los términos correctos en la ciudad, y movilizando a la gente a contribuir a ese esfuerzo, a expresar su opinión y correr la voz de que, si se pronunciara un veredicto de no culpable, se debe paralizar a la ciudad, en oposición a la promoción mediática de un miedo alrevesado de que estallaran "disturbios" (a la que Carl Dix respondió tajantemente: “No me da miedo lo que ELLOS llaman amotinamiento, me da miedo un silenciamiento".) Mientras la gente veía cómo se desarrollaba el juicio, quedaba cada vez más claro que a Laquan lo estaban satanizando en ese juicio — literalmente descrito como un monstruo— y al jurado se le decía que creyera a los policías mentirosos en lugar del video que todos vimos.

En la mañana de los alegatos finales, el Club Revolución tuvo una presencia significativa frente al palacio de justicia, con nuevos miembros que desocuparon su día para hacer presencia en representación del movimiento. Luego, personas más nuevas que han venido conociendo a la revolución comenzaron a aparecer en el centro de organización para averiguar qué estaba sucediendo, conectarse y contribuir de cualquier manera que pudieran. A lo largo del día, varias personas nuevas acudieron y se sumaron a equipos que se dispersaban por el South Shore y también en toda la ciudad en los trenes, haciendo pronunciamientos y repartiendo folletos. Todas esas fuerzas fueron parte de los que nos reunimos cuando se anunció el veredicto.

Y al día siguiente, convocamos una fiesta de celebración en el Centro de Organización del Club Revolución. Acudieron personas que han estado observando al Club Revolución, algunas que se han puesto a veces la camiseta de la ¡REVOLUCIÓN, Y NADA MENOS!, algunas que estaban celebrando en la esquina el día anterior, y muchas que entraron al centro de organización por primera vez. Una persona trajo macarrones con queso, otra un plato de pollo y pasta, y otra trajo cajas de papas fritas y refrescos para acompañar a los hot dogs que echamos a la parrilla. Tocamos canciones de aquellas durante toda la noche y bailamos de vez en cuando (lo que queríamos más más fue hablar). Más de una persona se acercaron a los miembros del Club Revolución y les dijeron, con abrazos y algo de orgullo, que los habían visto en los noticieros el día anterior.

A medio celebrar, paramos todo para brindar por la lucha de la gente, y la lucha que hace falta para ir más allá, y Carl Dix nos acompañó en eso con unos comentarios impactantes. Muchos de los presentes estaban discutiendo con seriedad los interrogantes de qué se necesitará para poner fin al terror que este sistema inflige, cómo hacer una revolución real, y qué son la dirección y la estrategia para esa revolución; también hacían planes para ver la película del nuevo discurso de Bob Avakian, Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer una revolución”, y hablamos de organizar a las personas en una campaña para difundir el estreno en línea de la película, además de verla. En todo esto, los presentes captaron más su propio papel en la victoria que se ganó, pero también cómo contribuir en este momento a hacer la revolución.

Club Revolución-Chicago, 5 de octubre de 2018-10-09

 
 

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