Trump despacha al ejército contra la caravana de refugiados

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Donald Trump ha declarado que la caravana de refugiados de Honduras y otros países centroamericanos que se dirige a pie a la frontera de Estados Unidos es una “invasión de nuestro país” que ha creado una “emergencia nacional”. “No tenemos más remedio”, brama desde la Casa Blanca el 1º de noviembre. “Defenderemos nuestras fronteras. Defenderemos a nuestro país”. Y el 3 de noviembre en un mitin en Montana, dijo de los caravaneros: “Esas personas son viles”, tachándolos de “jóvenes muy duros” y diciendo que son “criminales en algunos casos. En muchos casos”.

A raíz de esta sarta de mentiras, Trump ha despachado al ejército, y el Departamento de Defensa respondió de inmediato con el despliegue de 5.200 soldados en servicio activo en la frontera de Estados Unidos y México. Ahora Trump ha aumentado el despliegue a 15.000. Los oficiales militares han dejado en claro que algunos de estos soldados portarán fusiles. Como ello no basta para Trump, les dijo a los soldados que podrían abrir fuego si un refugiado les lanzara una piedra, y luego se echó atrás cuando el ejército se negó a acatar tal orden.

Estos soldados se suman a los 2.100 elementos de la Guardia Nacional que ya están allí como “refuerzo” de los casi 20.000 agentes de la Patrulla Fronteriza y toda su alta tecnología de seguridad fronteriza que ya está en marcha. El despliegue de fuerzas militares en servicio activo no tiene precedente, aunque tanto Obama como Bush movilizaron a miles de elementos de la Guardia Nacional a la frontera durante sus mandatos.

Inconforme con la movilización de “soldados en el terreno”, Trump está ampliando su lista de “medidas de emergencia” que está contemplando para amenazar e intimidar más a estos refugiados, los cuales tienen toda la razón, incluido un claro derecho bajo las leyes de Estados Unidos, de presentarse en la frontera y solicitar el asilo:

  • Cerrar completamente la frontera.
  • Prohibir que ingresen a Estados Unidos todos los inmigrantes de los países representados, entre ellos los refugiados que solicitan asilo, de manera similar a su exitosa prohibición a los musulmanes de unos países predominantemente islámicos selectos.
  • Amenazar con encarcelar a los refugiados por tiempo indefinido en centros de detención al aire libre, en ciudades de tiendas de campaña bajo el calor sofocante, mientras esperan su audiencia de asilo, potencialmente durante años. Estos son refugiados que ya han demostrado un “temor creíble” de sufrir represión de ser obligados a volver a sus países natales. Hasta hace poco, con el tiempo las autoridades dejaban en libertad a la mayoría de los refugiados a la espera de su audiencia de asilo ante un tribunal de lo migratorio.
  • Ahora Trump ha propuesto eliminar la ciudadanía por nacimiento para los hijos de los inmigrantes indocumentados, y dice que puede circunvenir al Congreso y violar la XIV Enmienda de la Constitución al simplemente emitir una orden ejecutiva. Esta propuesta ha generado controversia y oposición en la clase dominante, incluso entre los republicanos.

Los grandes medios de comunicación describen la implacable diatriba anti-inmigrante de Trump como una simple maniobra electoral: echarles la culpa a los demócratas por su supuesta política de “fronteras abiertas”. Pero el régimen de Trump y Pence está logrando mucho más. Están movilizando más a las fuerzas fascistas en apoyo a los ataques cada vez más intensos a los inmigrantes y su llamado a la limpieza étnica, como parte de la consolidación de todo su programa fascista.

En Estados Unidos, “¡Soy un nacionalista!” = “¡Soy un supremacista blanco!”

El régimen de Trump y Pence ha presentado un programa fascista frente a las fuertes crisis que enfrenta el imperialismo estadounidense en el ámbito internacional y en su propio territorio. Se han puesto a consolidar a Estados Unidos en torno a la abierta restauración de la supremacía blanca, la supremacía masculina y la xenofobia antiinmigrante, junto con el chovinismo pro Estados Unidos Número Uno, y el grito de batalla: “¡Hacer que Estados Unidos vuelva a ser blanco!”.

En medio de su montaje de horror xenófobo, Trump declaró “¡Soy un nacionalista!” En un país fundado en la esclavitud y el genocidio, en que la supremacía blanca ha estado entretejida de su trama desde el principio, esto significa “Soy un supremacista blanco”. La limpieza étnica de los inmigrantes pobres de tez oscura de los “países pozos de mierda” se ha convertido en un elemento crucial de la movilización de sus partidarios supremacistas blancos empedernidos y la consolidación de su programa fascista en su conjunto. Y eso incluye atacar, y amenazar con criminalizar, a la oposición proveniente de los demócratas que representan a otros sectores de la clase dominante, tal como ha hecho este régimen al perseguir a las “ciudades santuario”, al amenazar con arrestar a la alcaldesa de Oakland y al presentar cargos contra el gobernador de California.

El régimen de Trump y Pence está exagerando y manipulando temores falsos en la población de Estados Unidos acerca de la enorme cantidad de inmigrantes que se dirigen a la frontera.

¿Qué es el contexto más amplio? El apoyo abierto de Estados Unidos a los escuadrones de la muerte de derecha y a los regímenes reaccionarios en estos países (vea el artículo acompañante “El infierno en Honduras: hecho en Estados Unidos”) se combina con el continua dominación económica y devastación de los países al sur de la frontera de Estados Unidos, la que en sí es el resultado de las guerras de conquista libradas por Estados Unidos. El funcionamiento de este sistema capitalista-imperialista ha causado un gran desequilibrio entre los países imperialistas del mundo, el “primer mundo”, y el enorme número de naciones oprimidas del “tercer mundo”. Esto genera masivos torrentes de migrantes del tercer mundo que buscan refugio y sustento, algo agravado ahora en todo el mundo por guerras devastadoras y el calentamiento global. Ellos, los gobernantes y defensores armados de este sistema, NO TIENEN NINGUNA RESPUESTA. Ante esto, los gobernantes confían cada vez más en la militarización de las fronteras y en la deportación de los inmigrantes en respuesta a lo que perciben como “el problema”.

¿Cuál es la respuesta de los demócratas?

Por esto, aun antes de que el régimen de Trump y Pence llevara el embate contra los inmigrantes a nuevos niveles de brutalidad fascista, Obama, Bush, Clinton y sus predecesores habían llevado a cabo el mismo programa.

Fue el demócrata Obama a quien la comunidad pro-inmigrante le apodó “el deportador en jefe” por batir el récord de más de dos millones de deportaciones durante su mandato. Y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, respondió a la llegada de grandes cantidades de niños migrantes no acompañados en 2014 de esta manera: “Tenemos que darles un mensaje claro: simplemente porque su hijo logre cruzar la frontera no quiere decir que su hijo pueda quedarse”. Tenga en cuenta que Clinton no mencionó a los solicitantes de asilo que serían asesinados, y en ocasiones fueron asesinados, porque ella se las arregló que el hijo no “pudiera quedarse”.

¿Qué han estado diciendo los dirigentes del Partido Demócrata mientras Trump ha venido lanzando un grito de guerra para que los “verdaderos” estadounidenses tomaran acción contra los inmigrantes? En gran parte, se han mantenido al margen y le han dicho a la gente que se siga centrada en la cuestión de la atención médica, y dejan que este ataque continué sin oposición. Se han angustiado ante las imágenes de la llegada de los refugiados pobres y agotados en busca de asilo, ¡porque eso ayuda a movilizar a las urnas a los republicanos anti-inmigrante! La realidad es que los demócratas no tienen ningún otro programa que promover, porque es el propio funcionamiento del sistema del capitalismo-imperialismo, el que ellos también representan, el que creó esta crisis en torno a la migración.

Esto ocurre a la vez que los sectores fascistas de la clase dominante de este sistema, como Trump, Pence y Jeff Sessions, siguen promoviendo formas extremas de satanización de los inmigrantes, confiando en la supremacía blanca que impregna esta sociedad y reforzándola, ya que la mayoría de los migrantes son centroamericanos y sudamericanos.

La satanización, criminalización y deportación de los inmigrantes tiene profundas raíces en el sistema del capitalismo-imperialismo, y es producto de ese sistema. El Partido Demócrata, como lo demostró Obama, no es la respuesta, ya que representan y refuerzan el mismo sistema; y confiar en ellos es peor que inútil: contribuye a apuntalar todo este sistema opresivo. Para realmente avanzar en lo fundamental más allá de esta situación intolerable, y para llegar a una sociedad y mundo mucho mejor, hay que DERROCAR este sistema por medio de una revolución real, y reemplazarlo por una sociedad y sistema radicalmente diferente, con el objetivo de eliminar todas las divisiones sociales en todo el mundo, la opresión y explotación de este sistema, que engendran este problema en primer lugar. Y desde esta perspectiva, es aún más crucial que emprendamos una fuerte resistencia a estos intensificados ataques contra los inmigrantes, uniéndonos con las decenas de millones de personas conmocionadas en su conciencia por el alcance y la naturaleza de estos actos del régimen de Trump y Pence.

Instamos a los lectores a ver el nuevo discurso de Bob Avakian Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podríamos hacer la revolución, el que habla de la fuente y la solución a la crisis de inmigración. Y, en particular, vean la pregunta y respuesta: “Bob Avakian responde a la gente que se queja de que los inmigrantes cruzan la frontera”.

¡ALTO a la satanización, criminalización y deportación de los inmigrantes y a la militarización de la frontera!

“Vamos a llegar a la frontera de Estados Unidos. No voy a detenerme. No me importa si muero”.

Los ojos del mundo siguen la caravana de refugiados provenientes de Honduras camino a la frontera entre México y Estados Unidos en busca del asilo. Cada una de sus historias es testimonio, y condena, de los crímenes históricos del imperialismo estadounidense contra el pueblo de Honduras y los otros países que los gobernantes yanquis han llamado arrogantemente “el patio trasero de Estados Unidos” — y de las consecuencias hoy:

  • Una trabajadora agrícola de 16 años: “No hay trabajo ni nada. No se puede vivir en Honduras. No hay dinero. No hay ayuda del gobierno. No hay nada”.
  • Una madre de tres hijos y ex trabajadora en una tienda que tuvo que abandonar su hogar después de que pandillas mataron a su hermano y amenazaron a ella.
  • Un hombre con una pequeña tienda a quien le habían amenazado de muerte si se negara a pagar a las pandillas una “cuota” mensual por “protección”.
  • Un ex trabajador en una plantación ahora sin trabajo porque el precio del café se desplomó.
  • Una mujer de 49 años que viajaba con dos hijos y cuatro nietos dijo que nadie come bien, ni duerme bien, y nunca descansan. Pero, ella dijo, “Estamos acostumbrados. Nuestro propio presidente no nos quiere, no nos importa que Trump tampoco nos quiera”.
  • Otro trabajador desempleado dijo en inglés: “Vamos a llegar a la frontera de Estados Unidos. No voy a detenerme. No me importa si muero”.

Es el sistema —el funcionamiento del capitalismo-imperialismo— el que ha hecho la vida tan intolerable que miles están decididos a escapar de este infierno. El régimen fascista de Trump y Pence, y la clase dominante en su conjunto, demócratas y republicanos, no tienen otra respuesta más que forzarlos a volver a las llamas.

Los refugiados y los migrantes en esta caravana tienen todo el derecho de venir a Estados Unidos y cruzar su frontera, y hay que darles la bienvenida a todos ellos. Al diablo con estas fronteras y con el sistema global de saqueo que simbolizan. Esta es nuestra gente. Esta gente está retando a todos los que se niegan a permitir la normalización del fascismo que representa el ataque de Trump, a que tomen partido con ella de todas las formas que sea posible. ¡Basta ya!

Unos militares estadounidenses montan alambre concertina en la frontera entre Estados Unidos y México. (Foto: AP)

El infierno en Honduras: hecho en Estados Unidos

El régimen de Trump y Pence amenaza con usar violencia contra la caravana de refugiados hondureños, afirmando que ésta representa un “asalto” al “derecho de los países a asegurar sus fronteras”. ¿Qué derecho tienen los imperialistas de Estados Unidos a hablar del “derecho de asegurar sus fronteras”? Al imperio yanqui nunca le ha importado un bledo el derecho de ningún otro país a asegurar sus fronteras si interferían con los intereses de Estados Unidos. ¿Y qué de la seguridad de las fronteras de Honduras contra un siglo de asalto y dominio a manos del imperialismo estadounidense?

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Corto en inglés: “¿Por qué los demócratas solo pueden tratar de resolver esto según los términos del sistema?”

 

Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución

Un discurso de Bob Avakian
En dos partes en inglés:

 

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Los ojos del mundo siguen la caravana de refugiados provenientes de Honduras camino a la frontera entre México y Estados Unidos en busca del asilo. Cada una de sus historias es testimonio, y condena, de los crímenes históricos del imperialismo estadounidense contra el pueblo. (Foto: AP)

 

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