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El New York Times le invita a nadar en un mar de sangre

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La semana pasada, el New York Times publicó un editorial titulado “El relevo de la guardia”, que lamenta que se están envejeciendo o perdiendo influencia una serie de infames criminales de guerra de Estados Unidos, o, en palabras del New York Times, “titanes de seguridad nacional”. En conjunto, estas personas son responsables de la muerte, de hecho, de millones de personas, como se puede ver en el cuadro acompañante1.

Ahora recuerde, el New York Times nos ofrece un comentario equilibrado y en estos días incluso se esfuerza por dar la apariencia de “despierto”. Por lo tanto, hace un breve comentario a mitad de la página que Henry Kissinger (uno de los criminales de guerra, o “moderados”, según el lenguaje de New York Times, los que está celebrando) estará “manchado del derramamiento de sangre innecesario en Vietnam y el apoyo clandestino para el sanguinario golpe de estado en Chile”. Y eso es a modo de crítica; solo lo suficiente para calmar las objeciones del lector (y embobar sus sentidos).

El resto es una celebración de estas personas que, según se nos dice, “aportaron la razón, la experiencia y un sentido de la historia a los debates de seguridad nacional”. Lo que realmente hicieron, por “razonable” que fuera, fue utilizar la maquinaria de muerte y la amenaza de esa maquinaria para imponer una amarga y pulverizadora explotación para los miles de millones de personas en todo el planeta en beneficio del capital de Estados Unidos y el estilo de vida parásito que celebra. Además de las horribles guerras que llevaron a cabo o patrocinaron, hambrearon a pueblos enteros y robaron los recursos naturales de los países, incluida la extorsión de concesiones insoportables que empobrecían a los países mediante su control de las finanzas internacionales con instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y al apretar más las cadenas estranguladoras de la dominación imperialista.

El New York Times opone esos “titanes” a lo que considera los “escombros” de Donald Trump de ese orden imperialista. Trump, por su parte —y él representa a todo un sector fascista de la clase dominante que hoy está en el poder—, cree que el viejo orden ha dejado de ser útil y está luchando por una manera diferente de perseguir esos mismos intereses sangrientos.

Y eso es el quid. El New York Times y su cobertura, incluidas sus denuncias y desenmascaramientos a menudo contundentes a Trump, no difieren con el régimen fascista respecto a si imponer los intereses de Estados Unidos, sino CÓMO hacerlo, en Estados Unidos y en todo el mundo. Para ellos —y para usted, si ellos logran determinar la opinión pública— el problema no es que Trump amenace con hacer un daño aún más terrible a las masas, sino que pueda desestabilizar o trastornar el sistema mediante lo que ellos consideran las políticas descabelladas de Trump.

En este sentido, repetiremos nuevamente lo siguiente:

Los demócratas, junto con el New York Times y el Washington Post, etc., están buscando resolver la crisis con la presidencia de Trump de acuerdo a los términos del sistema actual y al servicio de los intereses de la clase dominante del sistema actual, que representan. Nosotros, las masas de personas, debemos avanzar a todo vapor y millones de nosotros debemos movilizarnos para resolver esto al servicio de nuestros intereses, al servicio de los intereses de la humanidad, los que son fundamentalmente diferentes y contrarios a los intereses de la clase dominante.

Esto, por supuesto, no significa que la lucha entre los de arriba es irrelevante o no tiene importancia; más bien, la manera de entender y abordar esto (lo que hay que explicar repetidamente a la gente, incluido por medio de la lucha que se necesita y se lleva bien), está en términos de cómo se relaciona con “la lucha desde abajo” y cuáles oportunidades puede ofrecer, para la movilización de masas de personas en torno a la exigencia de que el régimen en su conjunto tiene que largarse, por su naturaleza y acciones fascistas y por lo que está en juego para la humanidad.

 


1. Los verdugos llorados por el New York Times incluyen a los republicanos Henry Kissinger, George Shultz, James Baker, Colin Powell y Richard Lugar; y a los demócratas Madeleine Albright, Sam Nunn, William Perry y Lee Hamilton.  [regresa]

 

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