Lo bueno y lo iracundo, El poder revolucionario de la ira de las mujeres, de Rebecca Traister

O: cómo domesticar tu ira y sacar una tajada en un sistema que explota y atormenta a las mujeres por todo el mundo

Toni Redtree

| Periódico Revolución | revcom.us

 

Rebecca Traister es una comentarista de política desde una perspectiva feminista. En su libro Good and Mad, The Revolutionary Power of Women’s Anger [Lo Bueno y lo iracundo, El poder revolucionario de la ira de las mujeres], pone al descubierto cómo la ira funciona para los hombres en formas que no funciona para las mujeres dentro del sistema, y cómo la ira de las mujeres ha sido el combustible que a menudo ha encendido los movimientos de cambio social en la historia de Estados Unidos. Traister critica a la misoginia desmandada que caracterizó las elecciones de 2016 y la opresión más general y generalizada que tienen que enfrentar las candidatas políticas y las mujeres en las profesiones y negocios. Para que quede claro: en su libro hay denuncias válidas de todo eso, incluido el tratamiento a Hillary Clinton. Pero la elección de la primera mujer presidenta no habría cambiado eso, y las recetas de Traister tampoco harán nada más que mantener en pie la misma máquina que genera esa opresión.

Traister, in Lo bueno y lo iracundo, dice que el problema es que el gobierno no es verdaderamente representativo, con la implicación de su receta de que si se puede arrebatar esa representación a estos hombres patriarcales blancos, la mayoría de las mujeres podrían estar libres de la subyugación. Ella afirma en el capítulo “Que logremos salir elegidas”: “Tras la derrota de Trump a Clinton, una banda de mujeres observaba al vetusto reparto de hombres que habían acaparado el poder político de Estados Unidos... para siempre, e imaginaban que podrían reemplazarlos. Reemplazo. Fue un concepto particularmente cargado...” [énfasis mío]

Sí y no. Sí, en el sentido de que el miedo a ser “reemplazado”, como reacción en contra de las concesiones relativamente menores hechas a las mujeres y a las personas de color, ha impulsado el surgimiento del régimen de Trump y Pence y del movimiento fascista más en general. Pero, en lo mucho más fundamental, ¡NO! El reemplazo, es decir, cambiar los rostros en un sistema que sigue siendo básicamente el mismo, no hace que represente a esos grupos que este sistema continúa oprimiendo. “Reemplazo” simplemente significa que uno quiere llegar a la cima del sistema y también sacar “su” tajada del botín.

Las fantasías de Traister contra la evidencia histórica

Si bien es un estribillo constante —el que refuta de comienzo a fin un montón de evidencia histórica— de que las mujeres (y los oprimidos) pueden llegar a encabezar a los gobiernos opresivos, al mismo tiempo que la mayoría de las personas a las que supuestamente representan siguen encerradas en existencias subyugadas, y pueden cambiar algo importante para aquellas personas durante cualquier período de tiempo. ¿La elección y la presidencia de Obama cambiaron en lo fundamental la situación del inmenso sector de negros en Estados Unidos? Casi todos los países del sur de Asia han tenido mujeres en el poder, a veces durante décadas, sin un cambio real en la opresión horrorosa de las mujeres. Hay muchísima evidencia de que las mujeres son igualmente capaces de ser cerdas, las que presiden un sistema monstruoso, de Hillary Clinton a Teresa May y Angela Merkel.

NO hay evidencia histórica de que las mujeres igualmente “representadas” en el gobierno hayan podido cambiar o “reformar” en lo fundamental el funcionamiento básico del sistema capitalista-imperialista, cuyo propio funcionamiento engendra y refuerza, cada segundo del día, la opresión sistémica y la subordinación de las mujeres en todo el mundo. En la medida en que los derechos legales se han extendido a las mujeres y otros grupos oprimidos, en gran parte ha requerido una tremenda lucha y sacrificio desde “abajo”, de la gente, ¡y no simplemente una dádiva desde la cúpula!

Junto con la esclavitud, el dominio patriarcal fue codificado en la fundación de Estados Unidos, algo que reconoce Traister, pero la verdad es que la opresión de las mujeres sigue siendo una parte integral de la capacidad de este sistema de funcionar y existir. Aunque una inmensa mayoría de la población femenina del mundo ha estado incorporada a la fuerza laboral, las fuerzas de reacción que tienen como objetivo reafirmar y reforzar el patriarcado han cobrado impulso. Mike Pence, un fascista cristiano, ahora se encuentra a un latido de corazón de la presidencia; es alguien que cree en la subordinación bíblica textual de las mujeres a la autoridad de un hombre, y no se sentará a solas en una sala con una mujer.

La revolución NO significa vino viejo en odres nuevos

Cualquiera que logre entrar en los pasillos del Congreso tiene que jugar según las reglas requeridas por el funcionamiento del sistema y tiene que aprender a “hacer compromisos”, como escuchamos incesantemente en boca de los demócratas... y como demuestran sus acciones. NO es posible “reformar” la subordinación de las mujeres en este sistema ni eliminarla mediante “elecciones” o “representación”, pues así es la naturaleza de la bestia.

Nada de esto, ni especialmente el cambio de los rostros en la cúpula de este sistema monstruoso, es remotamente “revolucionario”, a pesar de lo que Traister pueda afirmar. Una revolución real quiere decir un sistema DIFERENTE, y no solo unas personas diferentes que administran la opresión. Una revolución real requiere el DERROCAMIENTO del sistema. ¡El hecho de que se puede usar la palabra “revolucionario” al servicio de las mujeres con la motivación de algo tan nefando como lograr subirse a la cúpula, o lograr sacar una tajada justa, en un sistema tan depredador, monstruoso y obsoleto como el capitalismo-imperialismo estadounidense, ilustra la ignorancia de esta sociedad!

Hillary Clinton: Anexo A para Traister... y un desenmascaramiento del chovinismo pro estadounidense que empapa su enfoque

Si hubiera un solo ejemplo del desenlace lógico de las soluciones políticas en el libro en cuestión, se encontraría en la descarada disculpa y apoyo de Rebecca Traister a Hillary Clinton.

Indiquemos lo que debería ser una verdad obvia e indiscutible: Hillary Clinton NO es una abanderada de la liberación de las mujeres, sino que es una mujer que es una criminal de guerra. Veamos tan sólo dos ejemplos:

  • Es una mujer que ensayó sus credenciales de halcón como jefa del departamento de Estado de Obama, a la cabeza de la campaña para desbancar al líder libio Muamar el Gadafi, como parte de los esfuerzos de Estados Unidos por dominar la región. Traister, quien lamenta la incapacidad de Clinton de mostrar emoción, de manera cómoda ha olvidado su digna actuación al estilo de Aníbal Lector que anuncia alegremente el asesinato de Muamar el Gadafi (vea aquí). Cuando Libia se hundió en el caos, las huellas dactilares “competentes” de Clinton cubrían toda la escena del crimen de los miles de muertos y los refugiados que huyen del colapso de la sociedad libia, ahogándose al intentar cruzar el Mediterráneo hacia Europa.
  • Las huellas dactilares de Clinton también se pueden encontrar en las mujeres y los niños varados en los campamentos escuálidos en la frontera de Estados Unidos y México. En 2009, el embajador de Estados Unidos en Honduras le dijo a la secretaria de Estado Hillary Clinton que la destitución del presidente electo, Manuel Zelaya, un populista liberal de izquierda, sería un “golpe de estado ilegal e inconstitucional”. A pesar de esto, y mientras hacía críticas leves, Clinton le prestó legitimidad a las elecciones que prohibieron la participación de Zelaya. El régimen que llegó al poder mediante el golpe de estado fue abiertamente fascista y pro estadounidense, sumiendo aún más profundamente al pueblo hondureño en las garras de Estados Unidos, los asesinatos políticos patrocinados por el estado y la intensificación de la violencia, pobreza y opresión de la que hoy huyen miles de personas.

El apoyo activo de Hillary Clinton a las políticas principales de su esposo, Bill Clinton, mientras él era presidente (y ella era un miembro importante, aunque no oficial, de su equipo) —las políticas de encarcelación en masa, del TLCAN y su devastación de México, de la terminación profundamente anti-mujer y racista de la ayuda pública— eran criminales. Su papel en la promoción del lema de que el aborto debe ser “seguro, legal y poco común” (lo que por lo tanto, cedió la superioridad moral a los fascistas cristianos) fue particularmente nocivo.

Cualquiera que pueda incluir a “Hillary Clinton” y “usar tu ira como catalizador para el cambio” en una y la misma oración, y mucho menos en uno y el mismo libro, queda automáticamente descalificada para usar la palabra “revolucionario” en el título de su libro.

En última instancia, el problema es que Lo bueno y lo iracundo no solo refuerza “Que logremos salir elegidas” como los horizontes de lo que hace falta, sino que en lo fundamental, en realidad no es tan iracundo — no está a la altura de la profundidad, la escala y la intensidad de la opresión de las mujeres por todo el mundo. La furia de las mujeres de hecho puede ser un catalizador para el cambio social fundamental y radical, uno que llega a las raíces del problema por medio de una revolución real. Pero la perspectiva y programa de Traister únicamente pueden canalizar esa furia hacia la inutilidad o, peor aún, a convertirse en un engranaje de la máquina.

(Próximamente: Traister sobre #YoTambién, y qué pasa cuando el “Yo” eclipsa al “también”)

 

 

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