Día Internacional de la Mujer — ¡Luchemos por emancipar a las mujeres y crear un mundo nuevo!

Aurora Roja, voz de la Organización Comunista Revolucionara, México

| Periódico Revolución | revcom.us

 

Tomado del blog de Aurora Roja, de la Organización Comunista Revolucionaria, México.

El patriarcado —la dominación de las mujeres por los hombres— permea cada poro de este sistema en todo el mundo. De todas las formas horrendas en que el capitalismo-imperialismo deshumaniza y oprime a la gente, no hay ninguna que es más abiertamente defendida, e incluso justificada como algo “natural”, que la dominación masculina sobre la mitad femenina de la humanidad.

El 29 de diciembre de 2018, Yessica Guadalupe Medrano Hernández, madre soltera de 21 años, cayó herida de bala por militares en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Circulaba en su coche, escuchó disparos, paró y se bajó buscando ponerse a salvo. Los soldados le gritaron, se volteó y un militar se hincó para dispararle. Comenzó a correr y le pegaron con un tiro en el costado derecho. Contó a una periodista, “Me dispararon sin motivo y cuando caí llegaron a darme de patadas. Un paramédico de ellos llegó a ayudarme y otro soldado le gritó ‘Déjala que se muera la perra, ¡se la va a llevar la verga!’. Yessica no murió. Fue intervenida para extraerle una esquirla del riñón, mientras oficiales de la Policía Militar y la Procuraduría General de la República le fabricaron delitos de transportar cargadores y cartuchos. Los militares la amenazaron de cárcel si no firmara un “perdón”. Ella rehusó y exigió que el fiscal realizara pruebas que mostrarían su inocencia. Volvieron cinco militares para amenazarla y finalmente firmó por temor a ser encarcelada sin sanar su herida. Al salir del hospital, denunció formalmente a los soldados que atentaron contra su vida.

En todo México las fuerzas del Estado acosan, violan, torturan y asesinan a mujeres. Este ejército no es “del pueblo”, como insiste el actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Es un ejército para sojuzgar al pueblo en general, formado en la misoginia y entrenado para ejercer con saña el terror patriarcal contra las mujeres. Recordemos a Valentina Rosendo Cantú e Inés Fernández Ortega, indígenas me’phaa violadas en Guerrero en 2002; a Ernestina Ascensio Rosario, indígena nahua de 73 años, violada tumultuariamente y asesinada por soldados en Veracruz en 2007; a las mujeres detenidas en Atenco, violadas por policías en 2006. Son ejemplos emblemáticos de miles más. Se ha documentado que las fuerzas del Estado usan la tortura sexual sistemáticamente contra las mujeres detenidas, con ultrajes aun más crueles contra las mujeres lesbianas, bisexuales y trans.

¿Por qué lo hacen? Fundamentalmente porque el sometimiento de las mujeres es fundamental para el funcionamiento del actual sistema capitalista subordinado al imperialismo.

Mientras los grandes capitalistas nacionales y extranjeros dominan la economía y se enriquecen de la explotación del trabajo socializado de millones de personas, la familia patriarcal es la unidad básica para tratar de cubrir, en cada familia aislada de las demás, las necesidades para sobrevivir en una competencia de todos contra todos tan característica de este sistema. Esta familia es el núcleo de la estructura de la supremacía masculina: esclaviza a las mujeres con la carga principal o total para los hijos y el hogar y al heredar la riqueza de los que la tienen y la pobreza de los que no, reproduce las relaciones de desigualdad y explotación, incluida la opresión de la mujer, subordinada al hombre, justificada con ideas como “la mujer, como la escopeta, en la esquina y siempre cargada”, y que el valor esencial de toda mujer es ser madre. No habrá nunca una emancipación completa de las mujeres mientras su papel primordial sea parir y criar hijos.

Parte de imponer la maternidad forzada es la penalización del aborto, promovida por la iglesia católica y las iglesias cristianas fundamentalistas, que incluso buscan quitar el derecho limitado al aborto legal en la Ciudad de México. Aunque la ley establece el derecho al aborto en casos de violación, las autoridades y los médicos se niegan a respetarlo, e imponen la maternidad, incluso a niñas de solo 9 o 10 años. Cientos de mujeres han sido encarceladas por abortar, sentenciadas a hasta 30 años de prisión por “homicidio en razón de parentesco”, incluso por abortos espontáneos. En enero de este año, Dafne McPherson Veloz salió libre de la penitenciaría al revocar su sentencia original, en San Juan del Río, Querétaro, después de tres años de cárcel por un aborto espontáneo sin saber que estaba embarazada. Es una victoria que hay que celebrar y defender, ya que la fiscalía busca impugnar su absolución. El derecho al aborto a solicitud y sin pedir disculpas es absolutamente necesario, porque las mujeres nunca serán libres si no pueden decidir si quieren tener hijos o no, o cuándo y cuántos quieren tener. ¡El feto no es bebé! ¡La mujer no es incubadora! ¡El aborto no es asesinato! ¡La maternidad forzada es esclavitud!

La opresión de las mujeres también es una fuente de enormes ganancias para el sistema capitalista-imperialista mundial: de la superexplotación de mujeres en las maquiladoras y los campos agrícolas, los bajos salarios para las mujeres en general, así como de la cruel esclavización de millones de mujeres y niñas en las redes de trata y pornografía, una “industria” multimillonaria protegida por las autoridades.

Aumenta la violencia misógina (de odio a las mujeres): en todo el mundo, las mujeres son denigradas, humilladas, golpeadas, violadas, vendidas y asesinadas — por su pareja o expareja, por militares o policías, o un familiar, profesor, jefe, o por desconocidos en cualquier parte. Cada 18 segundos una mujer es violada en México — casi 200 cada hora, 4.800 cada día. Violación por grupos de hombres como “la Manada” en España o los “Porkys” en Veracruz, que filmaron y subieron al Internet sus vilezas, jactándose de su “hombría”, ilustran la supremacía masculina en acción: el valor y poder del hombre se mide y se comprueba al dominar brutalmente y deshumanizar a las mujeres. La expresión más extrema de esto es el aumento terrible en los feminicidios de mujeres y de niñas — como el caso reciente en Chimalhuacán, Estado de México, de Giselle Garrido Cruz, una niña de 11 años que fue violada y asesinada. Estos crímenes siguen aumentando a pesar de las “alertas de género” del gobierno, que no han servido de nada.

Este aumento en la atroz violencia y cosificación en contra de las mujeres se debe en parte a la venganza machista contra lo que algunos hombres consideran un reto a su “derecho” de dominarlas, ya que cambios económicos han propiciado una mayor participación femenina en la fuerza del trabajo y otros cambios chocan con formas tradicionales del patriarcado. Fuerzas poderosas en el mundo están pugnando no solo por mantener el patriarcado sino por imponer formas aun más retrógradas de dominación masculina, como parte de un programa fascista y de fundamentalismo religioso: fuerzas fascistas como Trump y Pence en Estados Unidos, el presidente Jair Bolsonaro en Brasil, El Yunque y otros fascistas en México, así como los movimientos cristianos fundamentalistas que los apoyan.

Por otra parte, en el país y el mundo, hay un nuevo despertar de las mujeres, desafiando las relaciones patriarcales, manifestándose en las calles, exigiendo un fin a tantos horrores. No debemos tener falsas ilusiones de que los defensores a ultranza del patriarcado vayan a desaparecer: a fin de cuentas o bien avanzaremos hacia la liberación de las mujeres o impondrán situaciones aun más horribles de opresión y degradación.

Se necesita una lucha mucho más poderosa de mujeres y hombres contra la supremacía masculina y toda forma de opresión de las mujeres. Como dice la iniciativa Fin al Patriarcado y la Guerra contra las Mujeres, hace falta desencadenar el coraje y la lucha contra las causas y responsables de tanta violencia e injusticia, de manera independiente y en contra de los representantes del mismo sistema que causa todos estos horrores. En vez de centrar en apelar al Estado capitalista y patriarcal para medidas ineficaces como la “Alerta de Género”, necesitamos apoyarnos en las masas de mujeres y movilizar a cada vez más personas y colectivos a luchar con el espíritu y la meta de ponerle fin a toda forma de opresión a las mujeres.

La supremacía masculina no tiene nada de “natural”. Es una relación social opresiva que está completamente entretejida con la división entre explotadores y explotados. Los seres humanos vivían durante milenios sin esta opresión. El sometimiento de las mujeres surgió con la división de la sociedad en clases: la división entre una minoría que controla como propiedad privada los medios de producción (tierra, animales, herramientas, ahora fábricas, etc.) y la mayoría que explotan y oprimen. El desarrollo de la sociedad humana ha llegado a un punto hoy en día en que es posible y necesario superar todo eso. Es por medio de una revolución que tumbe este sistema y elimine todas las relaciones de explotación y opresión, que será posible acabar con la división fundamental en que la mitad de la humanidad es sometida y dominada por la otra mitad.

Esta es la revolución guiada por el nuevo comunismo, una revolución encaminada a tumbar el capitalismo-imperialismo en todo el mundo para lograr la emancipación completa de las mujeres y de toda la humanidad. Como señala La revolución liberadora, Orientación estratégica y programa básico, con el triunfo de esta revolución en México, se comenzará de inmediato a desmantelar el patriarcado y dar saltos en la liberación de las mujeres, con un programa que incluye: * Eliminar de inmediato la esclavitud sexual y la “industria” de la pornografía. * Establecer el derecho al aborto seguro y gratuito a la voluntad libre y exclusiva de la mujer. * Desatar la lucha revolucionaria de las mujeres como una poderosa fuerza para la transformación de toda la sociedad: combatir toda forma de discriminación y acoso sexual hasta eliminarlo, criticar la ideología del machismo y emprender la transformación de la familia tradicional patriarcal. * Respeto pleno a la diversidad sexual y de género * Establecer relaciones de igualdad y respeto mutuo en la familia, movilizando a las mujeres en acción colectiva para ponerle fin a la violencia doméstica y rompiendo con conceptos estereotípicos y opresivos de género. * Comenzar a colectivizar lo que ahora son quehaceres del hogar y crianza de niños con guarderías, comedores comunitarios, etc. con la participación de hombres y mujeres en estas tareas. * Una nueva cultura sexual, libre de conceptos anticuados y opresivos para las mujeres de culpa, pecado o lo “sagrado” de la virginidad, basada en relaciones de amor, cariño, igualdad y respeto mutuo.

La Organización Comunista Revolucionaria está forjando la fuerza dirigente y el movimiento necesarios para hacer esta revolución y llamamos a todas y todos los que ya no toleran el mundo como es a entrarle con esta gran lucha.

¡Luchemos desde ahora para ponerle fin al patriarcado y emancipar a las mujeres!

Aurora Roja, voz de la Organización Comunista Revolucionara

aurora-roja.blogspot.com

 


Manifestación contra los feminicidios en la Ciudad de México


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