Caso #20: El genocidio habilitado por Estados Unidos en Timor Oriental, 1975-1998
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Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver “3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor“).
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
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EL CRIMEN
La invasión y ocupación indonesia de Timor Oriental respaldada por Estados Unidos resultó en la peor masacre en relación con la población desde el Holocausto. De 1975 a 1999, los militares indonesios bombardearon, masacraron, torturaron, violaron y maltrataron a la población de Timor Oriental hasta que había muerto casi un tercio de la población original de 650.000 personas. Durante este tiempo, Estados Unidos dio al ejército indonesio el constante apoyo económico y diplomático que facilitó este horrible genocidio.
Las cartas sacadas escondidas desde Timor Oriental hablaron de los horrores, avalados por Estados Unidos, que enfrentaron:
“Asesinaron a muchos elementos de la población en condiciones inhumanas de bombardeo e inanición.... Las aguas del río se llenaron de sangre y cadáveres. Esposos, padres, hermanos y esposas abandonadas, hijos y hermanos, todos en la misma agonía”.
“Las montañas tiemblan con el bombardeo. La tierra habla con la sangre del pueblo, quienes mueren miserablemente...”.
“Dígale a mi hijo que para nada en este mundo debería regresar a Timor. Yo preferiría morir sin verlo otra vez que saber que había regresado a este infierno”.
Timor Oriental es la mitad de una pequeña isla, ubicada entre Australia e Indonesia. Portugal lo colonizó en los 1500 y mantuvo el territorio hasta abril de 1974, cuando un nuevo gobierno comenzó el proceso de descolonización. Indonesia, bajo una brutal dictadura militar que llegó al poder a través de un golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos en 1965, inmediatamente formuló planes para apoderarse de Timor Oriental. Estados Unidos dio su consentimiento en repetidas ocasiones a Indonesia para una invasión a gran escala: el Presidente Ford y el secretario de Estado Henry Kissinger incluso realizaron una visita formal a la capital, Yakarta, y reafirmaron el apoyo de Estados Unidos inmediatamente antes de la invasión. Ford le dijo al dictador Suharto: “Entendemos el problema que tiene y las intenciones que tiene”. En privado, los funcionarios de Estados Unidos les dijeron a los indonesios que invadieran “de manera eficaz y rápida”. La CIA abogó por el uso de “fuerza abrumadora”, y Estados Unidos duplicó su ayuda militar para garantizar que esto sucediera. El principal problema que les preocupó a los funcionarios estadounidenses fue cómo evadir varias leyes estadounidenses que Estados Unidos estaba a punto de violar con su apoyo a la agresión internacional.
El 7 de diciembre de 1975, comenzó la invasión de Timor Oriental, un ataque que un historiador caracterizó como “una de las operaciones más brutales de su tipo en la guerra moderna”. En pocos meses, el número de muertos llegó a 60.000, mientras que cientos de miles más huyeron a las montañas. Más tarde, Estados Unidos afirmó haber cortado las ventas de armas después de la invasión, pero en realidad, hizo todo lo necesario para suministrar armas especiales a los indonesios. Philip Lietchy, jefe de la estación de la CIA en Yakarta en ese entonces, declaró más tarde que Estados Unidos intentó entregar tantas armas como era posible a Indonesia lo más rápido posible porque se preocupaban de que el público se enterara de lo que estaba pasando, y el flujo de armas se cortara.
Estados Unidos reprimió las críticas internacionales de la invasión para evitar que alguien acudiera en ayuda de los timorenses. En ese momento, Timor Oriental todavía estaba bajo el dominio portugués, pero Estados Unidos le dijo a Portugal (un país de la OTAN) que no estaba permitido defender a la gente de Timor Oriental de la invasión.
El embajador de Estados Unidos ante la ONU, Daniel Moynihan, luego declaró sin rodeos que recibió instrucciones de “conseguir que la ONU esté completamente ineficaz”, y agregó que “Estados Unidos deseaba que las cosas sucedieran como sí sucedieron [la falta de acción por parte de la ONU] y trabajaron para tal resultado”. La ONU no volvió a involucrarse hasta después de que la dictadura de Indonesia fue derrocada en 1998.
A pesar de la falta de ayuda externa, la resistencia timorense era popular y estaba bien organizada, y luchó contra los invasores hasta un punto muerto. Después de dos años de guerra implacable, a Indonesia se estaba agotando municiones y armas. Estados Unidos intervino para vender enormes cantidades de armas, duplicando la ayuda militar (todo lo cual, nuevamente, violaba las leyes de Estados Unidos). Indonesia, ahora muy bien equipada, lanzó una ofensiva masiva en septiembre de 1977. Aviones indonesios, según informes ayudados por pilotos y mercenarios estadounidenses, comenzaron un bombardeo de saturación diario del interior de la isla, también lanzando defoliantes, napalm y armas químicas y biológicas. Esto se combinó con continuos asaltos terrestres a gran escala y una política deliberada de inanición con una campaña de tierra quemada y la destrucción del sistema agrícola.
Una carta de un timorense capturó el horror que se estaba dando:
Los bombarderos no pararon en todo el día. Cientos de seres humanos murieron cada día. Los cuerpos de las víctimas se convierten en alimento para aves carnívoras. Si no morimos de la guerra, morimos de la plaga; las aldeas han sido completamente destruidas, algunas tribus diezmadas. Las barbaridades, las crueldades, el saqueo, la destrucción total de Timor, las ejecuciones sin razón han extendido raíces profundas en Timor. El genocidio llegará pronto....
La ofensiva brutal obligó a la mayoría de los timorenses a bajar de las montañas para ser metidos en cientos de campos de concentración construidos con dinero de la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) según el modelo de las “aldeas estratégicas” que Estados Unidos mantuvo en Vietnam. Sin poder cultivar y mantenidos en las tierras bajas infestadas de malaria, se propagaron el hambre y las enfermedades en los campamentos así como en todo el país. Aunque Estados Unidos estaba bien enterrado del alcance de la hambruna, conspiraron con los indonesios para evitar que se entregara ayuda de socorro hasta después de que la ofensiva terminó. Como resultado, decenas de miles murieron de hambre y enfermedades.
Además de las ventas de armas, Estados Unidos adiestró a muchos de los oficiales que lideraron los combates en Timor Oriental. Una unidad de élite adiestrada en Estados Unidos, llamada Kopassus, se hizo conocida en Timor Oriental como la nangalla, o “asesinos que empuñan cuchillos”. Estados Unidos también se aseguró de que miles de millones de dólares en ayuda económica se canalizaran anualmente a la dictadura de Indonesia por medio del Banco Mundial y el FMI.
Durante estos veinticinco años, Estados Unidos dio su apoyo continuo a lo que se podría considerar la peor invasión y matanza en masa desde la Segunda Guerra Mundial, todo el tiempo a sabiendas precisamente de lo que estaba sucediendo. Philip Lietchy, el oficial de la CIA mencionado anteriormente, declaró:
Vi la inteligencia que llegó de fuentes confiables. Los soldados indonesios arrearon a las personas dentro de edificios escolares e incendiaron los edificios; dispararon a cualquiera que intentara salir. Arrearon a las personas a prados y las ametrallaron. Sabíamos que el lugar era una zona de fuego sin restricciones.... Sin el continuo apoyo militar logístico de Estados Unidos, es posible que los indonesios no hubieran podido hacerlo. Podían quedarse allí sin costo real para ellos; no presionó a su economía ni a sus fuerzas militares porque los contribuyentes estadounidenses pagaban la cuenta por el asesinato de todas esas personas y por la adquisición de ese territorio, al que no tenían derecho alguno. Estábamos proporcionando la mayor parte del armamento, helicópteros, apoyo logístico... todas las provisiones fungibles que los indonesios necesitaban para librar esta guerra. ¿Por qué no dejar en paz a los timorenses?
La resistencia de los timorenses orientales y la lucha de guerrillas continuaron en diversas formas durante las siguientes dos décadas, pero el pueblo de Timor Oriental continuó viviendo bajo el terror. Las fotografías contrabandeadas y los manuales militares indonesios capturados mostraron que la tortura horrífica era rutinaria, así como las desapariciones, el encarcelamiento a largo plazo, las masacres de manifestantes, y la violación y esterilización de mujeres timorenses. Como dijo un timorense en 1994: “Nosotros, el pueblo de Timor Oriental, la llamamos la isla carcelaria más grande del mundo. Hay que entender eso. Para nosotros los que vivimos aquí, es un infierno”. Para 1998-99 el terreno global había cambiado y Suharto se vio obligado a renunciar, en parte debido a las protestas a gran escala. Los timorenses orientales ganaron su independencia en 1999.
LOS CRIMINALES:
El presidente Gerald Ford le aseguró personalmente al dictador indonesio Suharto del apoyo de Estados Unidos a la invasión. Los indonesios se preocuparon mucho por la respuesta de Estados Unidos a una invasión y buscaron repetidamente la aprobación de funcionarios del Departamento de Estado, la CIA y el Congreso de Estados Unidos en los meses previos a la invasión.
El presidente Jimmy Carter supervisó y apoyó el cambio, de la agresión al genocidio, en 1977. Su vicepresidente Walter Mondale incluso viajó a Indonesia para dar ofertas no solicitadas de armamento diseñadas específicamente para las condiciones que los indonesios enfrentaban en Timor Oriental. Y durante su administración, Estados Unidos, a pesar de estar bien enterado de las hambrunas catastróficas en Timor Oriental, impidió que la Cruz Roja Internacional ingresara allí.
El presidente Ronald Reagan continuó con el apoyo estadounidense, vendiendo casi mil millones de dólares en armamento, incluso en 1983 cuando la resistencia de los timorenses orientales había obligado a los indonesios a firmar un alto el fuego.
El presidente George H.W. Bush continuó con el apoyo estadounidense con lo más entusiasmo. Cuando en 1991 salió un video, visto alrededor del mundo, del ejército indonesio en el acto de masacrar a cientos de manifestantes no violentos, la respuesta de la Casa Blanca fue pedir al Congreso un aumento en la ayuda militar a Indonesia.
Cuando finalmente se celebró un referéndum sobre el futuro de Timor Oriental en 1999, la administración del presidente Bill Clinton insistió en desarmar a los luchadores por la independencia, aunque Estados Unidos sabía que Indonesia planeaba destruir el país si los timorenses votaran por la independencia. Después de la votación, el ejército indonesio lanzó una campaña desenfrenada de asesinato y destrucción durante semanas mientras Estados Unidos bloqueaba cualquier acción internacional. Cuando Timor Oriental finalmente se independizó, el país estaba destruido en gran parte y su pueblo fue sometido a horrores indescriptibles.
El general Suharto, gobernante de Indonesia, y sus generales como Benny Murdani y Wiranto, fueron los responsables directos del genocidio, mientras que funcionarios como el ministro de Relaciones Exteriores, Ali Alatas, realizaron la tarea de justificarlo con mentiras ante el mundo.
LA COARTADA
Estados Unidos aseveró que Fretilin (el Frente Revolucionario por un Timor Oriental Independiente), que lideró la resistencia timorense, era comunista y buscaba desestabilizar a Indonesia y la región. (En realidad, no existía ningún partido comunista en Timor Oriental y Fretilin estaba abierto a estar subordinado a Indonesia). Estados Unidos también aseveró que Fretilin no era más que “terroristas desesperados” responsables de “saquear aldeas [y] asesinar personas”. Estados Unidos incluso afirmó que Fretilin era responsable de las hambrunas y que habían “convertido al país en un terreno asolado”.
Sin embargo, en gran parte las clases dominantes de Estados Unidos apoyaron la ocupación y la necesidad de guardar silencio al respecto por virtual unanimidad. Como dijo el congresista republicano de Florida, J. Herbert Burke, entonces miembro de la subcomisión de la Cámara de Asuntos de Asia y el Pacífico, “Nos conviene a todos enterrar el tema de Timor Oriental rápida y completamente”. Ningún presidente de Estados Unidos hizo ninguna declaración pública sobre el genocidio ni de otra manera se esforzó para informar al público sobre el asunto. La cobertura en el New York Times, el Washington Post, la revista Time y otros medios desapareció casi por completo cuando la violencia alcanzaba proporciones genocidas.
EL VERDADERO MOTIVO
Con su enorme población y ubicación estratégica, Indonesia desempeñó por mucho tiempo un papel importante en la región para el imperialismo estadounidense. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos identificó a Indonesia como parte de una “Gran Área” cuya función era la de una fuente estable de materias primas y mano de obra barata para Estados Unidos, Japón y otras naciones. El gran tamaño de este país de 200 millones de personas, el cuarto más grande del mundo, significa que lo que sucede allí tiene un profundo impacto en toda la región. El Pentágono ha expresado gran preocupación por la inestabilidad en Indonesia, tanto por las rutas marítimas internacionales que pasan por aguas indonesias como porque el país tiene la mayor población musulmana del mundo.
En el momento de la invasión, Estados Unidos se enfrentaba a una nueva situación, tanto a nivel regional en el sudeste asiático como a nivel internacional. Estados Unidos había sido derrotado en Vietnam y había sufrido reveses importantes en el sur de Asia. Cuando Ford y Kissinger se reunieron con Suharto antes de la invasión, se preocupaban por la posible expansión de las luchas de liberación y la influencia soviética en la región.
El ejército indonesio estaba enfrentando su propia necesidad, que Estados Unidos conocía muy bien. Indonesia está formada por miles de islas y, aunque está dominada por los javaneses, consta de muchas nacionalidades distintas, algunas de las cuales tienen deseos de independencia. Los gobernantes indonesios invadieron y utilizaron la violencia más brutal en Timor Oriental en parte para enviar un mensaje a todas las demás nacionalidades de Indonesia de que están preparados para aplastar todo movimiento separatista. De hecho, la lucha por la independencia de Timor Oriental fue una de las fuentes de inspiración para los manifestantes cuando derrocaron a Suharto en 1998.
Estados Unidos apoyó la ocupación en primer lugar porque quería asegurar la existencia continua del gobierno pro-estadounidense en Indonesia y fortalecer su papel como una piedra angular geopolítica esencial para el imperialismo estadounidense en la región. En segundo lugar, como dijo un funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos poco después de la invasión, Indonesia “es un país con el que hacemos muchos negocios”. En cuanto al pueblo de Timor Oriental, a Estados Unidos simplemente no le importó lo que le sucedió. Henry Kissinger, uno de los arquitectos de la política de Estados Unidos, dijo una vez que Timor Oriental “ni siquiera salió como algo importante en nuestra pantalla de radar”. Kissinger, debe notarse, hizo este comentario a un timorense que había perdido a un sinnúmero de amigos y familiares durante la ocupación.
Fuentes
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Chomsky, Noam y Edward S. Hermann. The Washington Connection and Third World Fascism [La conexión de Washington y el fascismo del tercer mundo], Nueva York: Spokesman Books, 1979.
Dunn, James, Timor: A People Betrayed [Timor: un pueblo traicionado], Milton, Qld: Jacaranda, 1983.
Nevins, Joseph, A Not-So-Distant Horror: Mass Violence in East Timor [Un horror no tan lejano: la violencia en masa en Timor Oriental], Cornell University Press, 2005.
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Taylor, John G., Indonesia’s Forgotten War: The Hidden History of East Timor [La guerra olvidada de Indonesia: La historia de Timor Oriental], Nueva Jersey: Zed Books, 1994.
Turner, Michelle, Telling: East Timor, Personal Testimonies, 1942-1992 [Relatos: Timor Oriental, testimonios personales, 1942-1992], Kensington, NSW, Australia: Editorial Universitaria de Nueva Gales del Sur, 1992.
“Estados Unidos y Timor Oriental: Lágrimas hipócritas y preocupaciones imperialistas”, revcom.us, 26 de septiembre de 1999.
Crimen Yanqui “Caso #100: La masacre en Indonesia, 1965”, revcom.us, 25 de octubre de 2017.
“East Timor - Profile” [Timor Oriental – Reseña], BBC, 26 de febrero de 2018.