Declaración sobre la investidura de Joe Biden

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Hoy Joe Biden fue investido como presidente de Estados Unidos, y Kamala Harris como vicepresidenta. Esto siguió a meses de mentiras de Donald Trump de que él, Trump, había ganado. Y siguió a un golpe de estado fascista armado, un intento de las fuerzas convocadas y dirigidas por Trump para anular el resultado de las elecciones en la certificación final de la votación del 6 de enero en el Congreso. Biden ahora tiene las riendas del cargo. Trump ya no puede ejercer el poder estatal para consolidar el fascismo.

Si Trump hubiera logrado dar este golpe, las consecuencias podrían haber sido un horror incalculable, incluso con la eliminación de los derechos democráticos y civiles.

El hecho de que la gente votara decisivamente para sacar a Trump y que Trump no pudiera anular la votación es importante, y muy bueno. El hecho de que el fascismo ya no tenga sus garras en el poder ejecutivo del país más poderoso del mundo es muy bueno. Es un buen día para la humanidad, y es un buen día para cualquier lucha por un cambio progresista.

Al mismo tiempo, 75 millones de personas votaron por el fascista Trump. Los fascistas siguen dominando otras ramas críticas del gobierno, a los niveles federal y estatal, y siguen infestando las fuerzas del orden y las fuerzas armadas. La red fascista cristiana de escuelas, iglesias, medios de comunicación y fondos de acción política, así como los medios de comunicación fascistas en general, permanecen intactos. Esto es real.

La investidura de Biden contrastaba fuertemente con los últimos cuatro años de Trump y mucha gente lo sintió. Sin embargo, los llamamientos de Biden a la unidad y sus afirmaciones de que Estados Unidos es esencialmente “bueno” no pueden encubrir los verdaderos crímenes de Estados Unidos, tanto bajo el régimen demócrata como el republicano, ni es posible que esas afirmaciones superen las profundas divisiones que existen en Estados Unidos... divisiones que están inextricablemente entretejidas en la trama histórica real y el funcionamiento cotidiano real de esta sociedad. No pueden volver a meter en la botella a las fuerzas que han impulsado este fascismo y las que éste ha engendrado: las fuerzas económicas, sociales y políticas.

Además: el discurso de Biden sobre el “racismo sistémico” no puede ocultar para siempre el nombre del sistema que engendró, impulsó y requiere este racismo — el capitalismo-imperialismo. Su discurso de “restaurar el liderazgo de Estados Unidos” en el mundo no puede cambiar el historial sangriento y saqueador del “liderazgo” de ese mismo sistema imperialista durante siglos.

Hay mucho más que decir sobre los horrores del funcionamiento normal de este sistema y el fascismo engendrado por él, especialmente cuál es la solución a todo eso — una revolución real sobre la base del nuevo comunismo que ha desarrollado Bob Avakian (BA).

Como dijimos anteriormente esta semana, Bob Avakian

ha desarrollado una salida a esta locura — una estrategia para una revolución real, y sobre esa base la visión de una nueva sociedad, concretada en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de BA. Es un hecho que no existe en ningún otro lugar, en ningún documento de fundación o guía real o propuesto de ningún gobierno, nada que se parezca no sólo a las protecciones sino a las disposiciones para el disentimiento y la efervescencia intelectual y cultural que están encarnadas en esta Constitución, mientras que ésta tiene, en su núcleo sólido, una cimentación en la transformación socialista de la economía, con el objetivo de abolir toda explotación, y la correspondiente transformación de las relaciones sociales e instituciones políticas, para arrancar de raíz toda la opresión, y la promoción, por medio del sistema educativo y en la sociedad en su conjunto, de una orientación que “habrá de capacitar a las personas en buscar la verdad dondequiera que ésta conduzca, con un espíritu de pensamiento crítico y curiosidad científica y de esta manera aprender continuamente acerca del mundo y estar mejor capacitadas para contribuir a cambiarlo en conformidad con los intereses fundamentales de la humanidad”.

En estos momentos cruciales, tendrá un efecto decisivo leer el artículo acompañante, “Qué es lo que engendró el fascismo de Trump... y por qué NO desaparecerá”, y explorar y reflexionar sobre el trabajo de Bob Avakian que menciona. Pronto diremos más. Visite revcom.us el lunes 25 de enero por la mañana.

Luego, el jueves 28 de enero, a las 5 PM hora del Pacífico y 8 PM hora del Este, presentaremos un programa especial en YouTube sobre la situación actual y lo que hay que hacer (en inglés).

El domingo 31 de enero, sintonícese a una transmisión en vivo especial para recaudar fondos para la Gira Nacional “Organícense para una Revolución REAL” a las 6 PM hora del Este / 3 PM hora del Pacífico (en inglés).

El jueves 4 de febrero, en inglés, se estrena la “Segunda temporada” de El Show RNL — ¡REVOLUCIÓN, Y NADA MENOS! Póngase al día con los episodios del año pasado.

Qué es lo que engendró el fascismo de Trump... y por qué NO desaparecerá

¿Qué es lo que engendró el fascismo que puso a Trump en el poder? ¿Cómo entendemos las pasadas elecciones y sus secuelas, que culminaron con el violento asalto fascista inspirado por Trump contra el Capitolio y el intento de golpe de estado, el que fue derrotado? ¿Y qué pasará ahora?

Es imperativo que todos ustedes que se angustiaron a lo largo de los últimos cuatro años, horrorizados por cada nuevo ultraje, busquen POR QUÉ ocurrieron estos acontecimientos, y excaven en busca de las raíces al nivel más profundo posible. Mientras ustedes lo hacen, el lugar en que hay que empezar es con el entendimiento sintetizado que ha desarrollado Bob Avakian (BA). Él ha estado haciendo sonar la alarma y analizando las causas subyacentes, las fuerzas impulsoras y las dinámicas centrales del fascismo en la sociedad estadounidense y en el sistema que lo sustenta al menos desde principios de la década de 1990. Su análisis ha sido coherente y, al mismo tiempo, se ha profundizado constantemente a medida que se han desenvuelto los acontecimientos — y él ha dirigido en el desarrollo de diferentes iniciativas, con la participación de toda una gama de personas, en librar lucha contra el fascismo... aun cuando eso no era popular, y aun cuando eso entrañaba un riesgo de no poca monta. (Para conocer este análisis de BA, lea aquí.)

En resumen, y en esencia, uno de los principales partidos lleva décadas avanzando hacia una resolución fascista de los profundos e intratables problemas que enfrenta Estados Unidos en los ámbitos económico, social, político y moral. El fascismo no es una palabrota, como tampoco es una palabrota lo que dice una médica al decir que el bulto que usted se siente es un tumor canceroso. El fascismo, entendido científicamente, describe y analiza una respuesta que está disponible para el capitalismo-imperialismo a esos problemas. Este programa fascista está arraigado en el racismo abierto y cruel, en la misoginia y en el chovinismo nacional extremo. Es una forma de gobierno en que se ejerce la dictadura descaradamente sin respetar para nada los derechos democráticos. Es un orden moral y epistemológico en que se exalta la ignorancia y represión fundamentalista cristiana a la vez que se descuartiza la búsqueda científica del conocimiento a no ser que se suprima completamente.

El fascismo es una forma del capitalismo-imperialismo, una opción para los gobernantes que en tiempos normales ejercen este dominio —esta dictadura— de una manera más democrática. Pero el fascismo no es lo mismo de siempre, es una forma diferente de gobierno capitalista. Y representa un salto con graves consecuencias para las masas de personas, en Estados Unidos y por todo el mundo. Llegó a concentrarse en las pasadas elecciones la lucha con consecuencias agudamente riesgosas y grandes al interior de la clase dominante de los capitalistas imperialistas sobre si dar ese paso o no.

El fascismo a menudo llega al poder, y por lo general prefiere llegar al poder, con los adornos del “consentimiento democrático”. Trump y su entorno vieron en estas elecciones algo crucial para lograr ello; y con temores de derrota desde el principio, de antemano él pregonaba la mentira de que los demócratas de alguna manera estaban amañando las elecciones... ¡cuando éstos aplicaron las reglas propias del sistema para darle posibilidades a la gente para votar en medio de una pandemia! Trump dijo repetidamente, antes de que se emitieran los votos, que iba a ganar y que la única manera que él pudiera perder iba a ser por fraude. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por suprimir el voto, a pesar de los esfuerzos por utilizar y controlar ilegalmente los recursos del gobierno para ayudar a la reelección de Trump, Biden ganó — de manera definitiva y, para cualquier persona que no esté amarrada en la fiebre-sueño fascista demencial propagada por Trump y sus aliados, de manera innegable.

Un sector del partido fascista y del aparato fascista tal vez hubiera pensado que era más sensato no cuestionar el resultado de estas elecciones particulares. Este sector incluía a McConnell y Pence, así como a otros. Consideraron que podían impulsar mejor este “proyecto” de pesadilla de otras maneras, a partir del control que ya se han tomado de grandes sectores de los tribunales (incluida la mayoría de la Corte Suprema), las legislaturas, sectores de las fuerzas armadas y varios otros elementos del estado (el ejército, la policía, la burocracia, etc.), y sobre esa base paralizar a Biden así como retomar el poder ejecutivo a una fecha posterior, sin perturbar demasiado la legitimidad del sistema a los ojos del mundo y del público en general dentro de Estados Unidos y sin tal vez suscitar una resistencia masiva.

Trump se pronunció violentamente en desacuerdo — insistió en presentar como la verdad un mundo inexistente en el que él ganó las elecciones y de alguna manera fue privado de la victoria por medio de este o aquel esquema imaginario descabellado. Soltaba diatribas de que esta situación iba a poner fin a “nuestro país”. Cuando no pudo salirse con la suya en los tribunales y en las legislaturas con un acto tan descarado de robo, se maniobró para movilizar a una turba el 6 de enero para hacerlo por la fuerza.

Afortunadamente, por ahora, se le han dado un revés.

Ahora, los desacuerdos entre Trump y otras figuras del partido republi-fascista son importantes — en el sentido de que la situación hace que haya mayores posibilidades de asestar una derrota decisiva al intento de golpe de estado fascista de Trump. Pero las raíces de este fascismo van más allá de Trump, y esas raíces continuarán afianzándose sin importar lo que le pase a Trump como individuo. Los sueños de que esta situación de alguna manera, de por sí y en sí, se evaporará como la fuerza impulsora en la vida política de Estados Unidos son sueños sin ninguna base en la realidad. Como Bob Avakian ha escrito:

Biden y los demócratas no pueden “hacer que se unifique el país”, como dicen falsamente, porque no puede darse ninguna “conciliación” con estos fascistas — cuyas “quejas” se derivan del resentimiento fanático contra cualquier limitación a la supremacía blanca, la supremacía masculina, la xenofobia (el odio por los extranjeros), el chovinismo pro estadounidense rabioso y el saqueo irrestricto del medio ambiente, y que se expresan cada vez más en términos literalmente lunáticos. ¡No puede darse ninguna “conciliación” con esto, salvo de acuerdo a los términos de estos fascistas, con todas las terribles implicaciones y consecuencias de hacerlo!

 

 

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